21 May '07 -Desde prisión

Os juro que cuando cada lunes salgo de la cárcel últimamente lo hago con muy mala leche: dejo atrás el signo más absoluto de la exclusión, su trazo más invisible, el más silenciado, y es eso lo que me cabrea. Dejo atrás, para volver a ellas a los pocos días, las historias que nuestra gente en prisión va queriendo sobrevivir como buenamente puede y malamente les dejan, y es mucho lo que de dignididad esas historias reclaman. .

Últimamente ellos lo hacen, alejando a los fantasmas, con los versos y las pequeñas narraciones que me van alargando en los módulos de Penados, y que han ido escribiendo a bolígrafo o a lápiz sobre cuartillas de cuadrícula y restos de papel. Una semana son dos hojas, dos cuchillas cuando (una vez fuera) las puedo leer con detenimiento; la siguiente, una apenas, a tinta roja; el pasado lunes me alcanzaron (hubo revuelo) hasta seis escritos distintos.

Cosecha de dignidades desde un lugar que existe sin ser apenas visto…:

Como la de E.R. (permitidme que sólo os diga de cada uno de ellos las iniciales, y os aviso que algunas van trastocadas, para despistar a quien conviene), que me ha dejado escrito: "…Tengo miedo de vivir demasiado deprisa y descubrir –un día cualquiera (y hablo por experiencia propia)– que no he vivido, o no he sabido vivir. Quizá sea porque se teme a la muerte, pero no: es porque el paso de los años nos conduce a estar más y más solos (…) ¿No tenéis a veces la impresión de que estáis enterrados vivos y que no os queda más remedio que levantar la tapa del ataúd, cueste lo que cueste, antes que lo cubran de tierra?"

Y D.J.: “Sólo mirando tu foto / miro tu cuerpo y detesto / estar / solo. / —En la oscuridad de la noche, sin luna, / siento que tu cuerpo y el mío se funden / en uno / solo."

Y C.G., actualmente persona calificada como "un 182", lo que hace unos meses me dejó en su libreta: "En este sitio / nadie cuenta sus penas / porque ellas van por dentro. / Mi único amor: tú, mi hijo. / Tu libertad / es / mi esperanza / para seguir viviendo."

Y esto que casi gritando ha escrito G.T.: "¿Por qué me miráis así? ¿Acaso no sabéis quién soy? Pues soy un pobre preso que a juicio llevan. ¿Y qué me miráis así? ¿Acaso son estas dos pulseras y estos dos polis armados con metralletas? Pues no me miréis a mí: mirad aquel rincón oscuro, que está mi madre llorando, diciendo: "No condenéis a mi hijo". Tan sólo, un pobre diablillo."

Y D.G., tres días antes de ser recalificado: "Ayer, hoy, al igual que mañana, me encuentro en un fría y húmeda celda de castigo de una prisión. Necesito mis fuerzas físicas y psicológicas al cien por cien. Me solidarizo y comparto al 50 por 100 todas mis fuerzas para aquellas mujeres que viven bajo la opresión y tortura del hombre que en su día amó."

Y F.C.: "Hay días que bajas al patio y los muros te matan poco a poco. Pero cuando llega el día tan esperado de comunicar, te encuentras vacío y dolido; ese vacío se llena cuando ves a la familia apoyándote y dándote ánimos para afrontar esta condena que pagas. Así, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, esperando el día de mi libertad".

Cuando mi amigo David González estuvo encerrado en la Prisión de Monterroso escribió este poema: "Estás hablando / con el retrato de tu chorba. / Tienes que levantar / mucho la voz / para que ella / pueda oírte: / el Chao / acaba de abrirse las venas / con una hoja de afeitar / y está chillando / y pegando coces / en la puerta cerrada. / Tu novia cierra los ojos. // Le gustaría también / tener manos / …para taparse los oídos."

q.



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Prólogo a Prosas Presas (taller literario en el centro penitenciario de Can Brians). Ernesto Bottini y Pablo Ferreyra (coords). Editorial Dilema, Madrid, 2003.


PRÓLOGO
(de la invisibilidad vuelta visible)

Enrique Falcón
, 2003


Allí donde se tiembla, la dignidad resiste. Los textos que estas líneas prologan hablan bien alto de ello y quien a ellos se asome, ahora que se publican, sabrá de la terca resistencia que Roque Dalton el poeta –en su primer encarcelamiento– pedía para todo ser humano que quisiera aparecerse desde la vida. De aparecer desde lo invisible, a plena dignidad, hablan este libro necesario y las mujeres que lo habitan.

Jamás he entrado en el centro penitenciario de Can Brians, donde Margarita, Lily, Lucía y las demás se enredan irrremediablemente con las palabras y con sus propios temblores: más invisible aún, Can Brians queda a centenares de kilómetros de donde yo vivo. Donde sí entro, una vez por semana, es en los módulos de Penados (1) de la prisión en que, más cerca de casa pero igualmente invisibles, están encarcelados amigos y vecinos. Yo la llamo “La Cárcel” pero la salida de la autovía la señala –fatigosamente semana tras semana– como “Establecimiento Penitenciario”. Presa de las palabras con dueño y pensada para 1.200 internos, alberga a algo más de 2.100 personas y forma parte del proyecto de “pacificación y codeinización social” con que nuestro sistema, cargándolas de ansiolíticos, aleja cada vez más las prisiones de los núcleos urbanos (2). El régimen de la prisión está basado exclusivamente en el control absoluto sobre la persona y en la salvaguarda del orden carcelario (3).

Autoafirmación agresiva o sumisión frente a la institución penitenciaria : ausencia de control sobre la propia vida : estado permanente de ansiedad : dominio o sumisión en las relaciones interpersonales : ausencia de perspectivas de futuro : alteración de la sexualidad : pérdida de las vinculaciones : sensación de desamparo y sobredemanda afectiva… (4) : en el proceso de su prisionización (5), cada preso, cada presa, va asimilando e interiorizando las consecuencias del encierro penitenciario incluso en su nivel más lingüístico: términos exclusivos (6) y socializadores para dentro de la prisión, construcciones rígidas y breves, aplicaciones casi exclusivamente informativas para circunstancias bien concretas, comunicación secundaria y huidiza, empobrecimiento de la lengua, etc. Como ha escrito Jesús Valverde, el reducido lenguaje de la cárcel suele carecer de matizaciones personales y, adaptado al reducido mundo de una reclusión, estimula bien poco la expresión de las emociones. Su metáfora realizada y bien real en la vida cotidiana de una prisión es, según creo, el llamado “paso penitenciario” de las horas eternas transcurridas en el patio: no se trata de un andar despacio, relajado y charlando con un amigo, sino de un andar deprisa, solo o acompañado, dando siempre los mismos pasos, siempre en la misma dirección, y dando la vuelta siempre en el mismo sitio. “He perdido vista porque no tengo horizonte y el patio es muy pequeño: hace tres años que no miro a lo lejos", declara un interno de la cárcel del Dueso (7) .

Sólo en el pequeño grupo de presos, en el diálogo privado casi en voz baja y en la lectura de sus poemas, casi secretos, vengo comprobando desde hace unos años la derrota de ese eficaz lenguaje impersonal que, de repente, se vuelve vivo y auténtico y gozoso y terrible. Y es entonces posible, apenas sin remedio, poder mirar más lejos. Y –si es necesario– hacerlo con palabras.

Allí precisamente, en la prisión a 10 kilómetros de donde vivo, comencé a entrar a propósito de –también– unos talleres literarios (8) que duraron lo suficiente como para que nuestros vecinos en prisión acabaran sacando una revista donde volcar aquellos poemas, aquellos breves relatos, aquellos collages sin blanco y negro y aquellas reflexiones garabateadas que uno de ellos daba en llamar “comadreos de catre en el silencio”. El taller de poesía dio después paso a un taller de vídeo hasta que, de manera repentina, Instituciones Penitenciarias dejó de permitir que prosiguiera la experiencia: aquel guión, escrito por los presos y a punto de convertirse en material rodado, se limitaba –ni más ni menos– a retratar los abismos y las circunstancias de una reclusión bien ordinaria y concreta. De la imposibilidad de nombrar lo que, escondido, resulta sin embargo obvio.

Jamás he percibido nunca como en aquellos meses lo que el combate con las palabras puede –allí donde se tiembla– llegar a convertirse: en un combate por la dignidad personal cuando uno se ha vuelto invisible. Y vuelvo a encontrarme hoy, a través de la lectura de estas Prosas presas que ahora se publican, con esa misma voluntad de resistencia que, sobreviviéndolos, arranca de los espacios de la reclusión.

“Cosecha de dignidades” llama un amigo a los versos y a las pequeñas narraciones que, desde entonces y todavía hoy, me van alargando en los módulos de Penados y que han ido escribiendo a bolígrafo o a lápiz sobre cuartillas de cuadrícula y restos increíbles de papel. Una semana son dos hojas, dos cuchillas cuando –una vez fuera de la prisión– las puedo leer con más detenimiento; la siguiente, una apenas, pero a tinta roja; hace tres semanas me alcanzaron (hubo revuelo) hasta seis escritos distintos. Y entre ellos leo ahora lo que ha escrito Patas (9): “(…) ¿No tenéis a veces la impresión de que estáis enterrados vivos y que no os queda más remedio que levantar la tapa del ataúd, cueste lo que cueste, antes que lo cubran de tierra?"

Con la llegada a casa del mecanuscrito de estas impresionantes Prosas Presas coincide ahora otra sorpresa venida desde lo invisible de un nuevo internamiento, éste si cabe todavía más brutal (10): desde el Módulo de Aislamiento de la cárcel de La Moraleja me llega por correo este poema de Lucio:

“ Aquí donde se sabe cuándo se entra
pero no cuándo se sale.

Donde una simple discusión termina
con el puño más contundente campeón.

Donde el error se paga con la vida.

Donde la sangre es el desahogo
de la reivindicación.

Donde se castiga la dignidad y
se premia la pasividad.

Donde se vende a la sociedad
la tortura y la opresión
en forma de reinserción.

Donde la soledad es necesidad.

A ti, del “Grupo Anti-Demencia”,
te dedico este “Baile de Guadañas”.

De este cuerpo preso castigado
pero de espíritu libre y que vuela
como el Halcón,
...................... indomable
como el León. ”


El ejercicio a tientas de la escritura no es excepcional en los territorios humanos de la reclusión: a pesar del elevado analfabetismo (11), no son pocas las personas reclusas que escriben y prácticamente una por chabolo (12) tantea con la oscuridad, de vez en cuando, el garabateo de las palabras cuando ellas suponen una forma más de la supervivencia. Baste ojear, si no, las libretas que tantos y tantas allí escriben, revolver las cartas que jamás fueron enviadas, o leer poemas como el anterior, o los textos mismos que estas líneas prologan y en los cuales un grupo de mujeres combaten –mediante la práctica de la literatura– contra su propia invisibilidad.

David González, al que amistad y varias complicidades canallas me unen desde hace tiempo, salió de la prisión de Monterroso hace algunos años (13). Valga este poema suyo para ir cerrando prólogo e invitar a la lectura de lo que después vendrá: las hogueras vivas de estas mujeres que en Can Brians han incendiado las palabras.

“ (…) ...............................me pegaron y me xirlaron.
.............................................................................tuve hon-
gos, sarna y bronquitis.
........................................comí cristales y bebí lejía.
y me chiné
las venas en tres ocasiones.

Pero, Y SÍ HAY PEROS QUE VALGAN, en la cárcel,
todas las tar-
des, justo después de cenar, los pies negros se reúnen en una sala en la que hay un televisor y una mesa de ping-pong, forman un corro y a continuación se arrancan por bulerías y por rumbas, seguidos por sus guitarras y sus palmas… y entonces, y sólo entonces, si te acercas a ellos y te fijas bien, puedes ver, reflejado en sus rostros,

......................el resplandor
..................... de las hogueras ”.


De palabras vivas se componen estas Prosas Presas que hoy la luz rescata. Queda no más abismarse en su lectura y salir tras ella con los pulmones repletos de fuego. Y el resto: lo invisible.


NOTAS:


(1) Técnicamente, “Centro de Cumplimiento”.

(2) “En pocas palabras, las paredes que confinan al delincuente, al hombre contaminado, son una amenaza constante al concepto que de sí mismo tiene el prisionero y esa amenaza se repite una y otra vez en los muchos recordatorios diarios de que debe mantenerse al margen de los ‘hombres decentes’. De una u otra manera este rechazo y esta degradación de la que lo hace objeto la sociedad libre le dice que debe ser apartado, rehuído, vuelto inofensivo. (…) Toda muestra tradición cultural respecto a la justicia tiende a convertirse en punitiva. Exterminando a un ‘malhechor’, o encerrándole tras unos muros de piedra, podemos olvidarnos de él y de nuestra participación en haberlo creado”. (L. Skyes: La sociedad cautiva, Princeton Univ. Press, Nueva York, 1958).

(3) En las cárceles españolas cada dos presos tienen a un funcionario de seguridad y vigilancia a su lado. Cada 150 disponen de un solo funcionario dedicado a tratamiento y rehabilitación, y éste suele limitar la mayor parte de su trabajo a tareas meramente burocráticas.

(4) Jesús Valverde Molina: La cárcel y sus consecuencias (Editorial Popular / Al Margen, Madrid, 1997). Me limito, hasta aquí, a recoger los ítems descriptivos del capítulo “Consecuencias psicosociales [del internamiento penitenciario]”.

(5) En un diálogo con J. J. Brochier, Michel Foucault –el autor de Vigilar y castigar– defiende la tesis de que, en un momento determinado de la historia de la represión, las prisiones culminaron la transición de la aplicación de ‘castigos’ a la imposición de la ‘vigilancia’, mediante la cual el poder se mete en lo más pequeño de los individuos, toca sus cuerpos y se mete en sus acciones y actitudes, sus discursos, aprehendiendo los procesos de la vida diaria.

(6) Maco : canalón : chingaderas : chicha : boqueras : doble : bata : chabolo : lima : sorna : guindas : tunda : picantes : truja : caca : beri :

(7) Citado en el informe de Julián Carlos Ríos y Pedro J. Cabrera: Mil voces presas (Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 1998). Este estudio fue realizado a partir de un cuestionario contestado por 1.010 presos de 62 cárceles españolas.

(8) Se seguían aquí las dinámicas de los talleres “unionistas” de poesía (ref. a la Unión de Escritores del País Valenciano). Además de lo mucho aprendido de mis compañeros de la Unión, un montón de intuiciones acerca de metodologías y orientaciones de taller literario sigo debiéndoselas a Hebe de Bonafini e Inés de Ragni (de Madres de Plaza de Mayo), a Diana Bellesi (desde Buenos Aires) y a los compañeros del colectivo resistente “La Palabra Itinerante” (Sevilla y Cádiz).

(9) De aquí en adelante, las identidades de las personas presas que este prólogo menciona han sido intencionalmente camufladas bajo nombres inventados.

(10) Prisiones dentro de la prisión, las llamadas “celdas de aislamiento”, donde la persona presa es recluida por razones de seguridad, no son más –señala Jesús Valverde– que otra manera de llamar a las celdas de castigo de siempre.

(11) Un 17 % de los presos españoles se declara analfabeto total y un 34 % se declara analfabeto funcional. Datos extraidos de Jordi Balot: La injusticia entre rejas (Cristianisme i Justícia, Barcelona, 2003).

(12) No se entienda que esta apreciación a ojo quiere decir que casi la totalidad de los presos españoles escriban poesía, pues en España la mayor parte de las celdas las ocupan dos o más personas, aun cuando fueron diseñadas para un solo recluso.

(13) David González (San Andrés de los Tacones, Gijón, 1964) es autor de –entre otros– los siguientes libros de poesía: El demonio te coma las orejas (Editorial Crecida, Ayamonte, 1997); Ley de Vida, (DVD ediciones, Barcelona, 1998); Sparrings, (Línea de Fuego, Ribadesella, 2000); El hombre de las suelas de viento, (Ed. Germanía, Valencia, 2003); Sembrando hogueras, (Bartleby Editores, Madrid, 2001). A este último libro pertenece el fragmento citado.

Editado por quique, el día 21 Mayo '07 - 23:30, en Poemas.

Ha dicho algo al respecto:

Comentario de sonia () - 19 Noviembre '07 - 10:53



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