25 Abr '07 -Un poema de Raquel Zarazaga
HALCONES SIN PLUMAS
(Los niños de la Intifada)
“Hay cazadores y leones
bajo la apariencia de muchachas delicadas.
Se arrastran luchando
y son hijos de la carnaza de la guerra.”
Casidas del amor místico IBN ARABÍ
“No tenemos nada.
Sólo sangre.
Sólo carne.
Sólo piedras.
Esta vida y la otra.”
Los hijos de la familia del arado,
los nietos de la viña y las palmeras,
camaradas del sol,
no abandonan las ruinas.
.
“Sobre la corteza de un olivo”
quisieran grabar sus secretos
pero el retablo de su drama no encuentra
más que casas dinamitadas,
hombres en las prisiones,
tumbas…
Crecen deshojando las flores
en las que resucitan
los que murieron en su tierra.
Las palabras de los poetas
no protegen de la metralla,
escuecen en las heridas.
Palestinos sus ropajes,
los ojos tatuados de penas,
con el aliento contenido,
los niños sin canciones quisieran escapar
al asedio de su desgracia.
Pero saben que son guardianes
del alma de la miel,
de la higuera y del olivo
y cada noche juran
que no volverán a llorar.
Les devuelven las casas
piedra a piedra
a quienes se las derrumban.
Entre la desnutrición y la ira,
sueñan oscuro.
“Ya no sabemos
dibujar golondrinas
pero no se secará nuestra voz.”
Han dicho algo al respecto:
Comentario de unaamiga () - 25 Abril '07 - 12:26
Gracias por este poema. Cada vez escribes mejor y mejor.
Comentario de Raquel () - 26 Abril '07 - 09:55
Gracias por tus palabras, “amiga invisible” Dentro de poco realizaré una lectura en la Fundación Alberti de El Puerto de Santa María Si eres de la zona, te invito a que asistas como a todo el resto de lectores que por aquí pasan
Comentario de unaamiga () - 26 Abril '07 - 15:07
Invisible porque quiero, invisililizada sin querer. A ver si podemos ir. Mucha suerte y abrazos.
Comentario de VIKTOR GOMEZ () - 30 Abril '07 - 14:22
“Las palabras de los poetas
no protegen de la metralla,
escuecen en las heridas.”
Releo el poema, consciente de la distancia y urgencia, del dolor y de la impotencia, de la necesidad de reeducar mi mente, de abrir con tenazas un corazón endurecido de indiferencia y rutinas. Releo y mastico, con cierta amarga sensación de hierba ensangrentada, de vida perdida no en vano pero si salvajemente innecesaria. Y voy siento en la garra de tu inquieta conciencia, la impaciencia y el estupor, la lágrima negra, la lágrima roja, el estrujamiento de la aorta, la respiración que pierde su armonía…
Releo y me aproximo por el puente de tu voz.
Releo con una insalvable distancia, con el incómodo acomodo, atraido no se como, atraido irremediablemente a los pies de los ingenuos (nacidos libres, según me aclara Jorge Riechmann). Y me pesa la chaqueta, la estilográfica, las gafas de sol, la cara perfumada. Pesan, asfixian. Pesan.
Releo tu poema y me aproximo por el puente de tu carne conmovida, de tu voz, de la espina vencida, del clavo rematado en la muñeca de un niño sin dientes, de una madre sin dientes, de un hermano sin dientes, de un pueblo sin dientes que muerde la luz con ojos incandescentes.
Releo tu poema y agradezco tu coraje, tus entrañas abiertas, el oraculo de tu cálida sangre entintado la página del Norte, los ojos de un lector inmóvil, de un atónito lector que relee.
Cuidate buena
Tuyo,
Viktor
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