19 Ene '07 -Poema de Roberto Fernández Retamar

FELICES LOS NORMALES

Felices los normales, esos seres extraños.
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más .
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que, cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

Editado por alberto, el día 19 Enero '07 - 00:46, en Poemas.

Ha dicho algo al respecto:

Comentario de laselvaesmeralda - 19 Enero '07 - 13:12



Loa normales no existen. Existen las normas, las contranormas, los que cumplen las normas, los que incumplen las contranormas, los que a veces se domestican por un rato corto o largo. Los que se engañan y los que engañan.Los que dicen su verdad como una flor cultivada o salvaje.
Y todos todos han sido devorados alguna vez por un amor calcinante , un dolor calcinante,una mentira flagrante,o una tomadura de pelo exhasperante.
T todos todos han deseado alguna vez “vida imposible, vida sobrehumana”. Porque a veces “acá lo humano asusta” y con motivo.
Y la norma es esa estaca clavada en el corazón del mundo por aquellos que lo creen un vampiro.El pecado está en sus ojos ,dijo Velázquez.
Piedad de los normales. No existen. Y además soportan el peso inmenso de algún juez oportuno.

Un poema muy “normal” de Retamar:

CON LAS MISMAS MANOS DE ACARICIARTE…

Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela.

Llegué casi al amanecer, con las que pensé que serían ropas de trabajo,
Pero los hombres y los muchachos que, en sus harapos esperaban
Todavía me dijeron señor.
Están en un caserón a medio derruir,
Con unos cuantos catres y palos: allí pasan las noches
Ahora, en vez de dormir bajo los puentes o en los portales.
Uno sabe leer, y lo mandaron a buscar cuando
supieron que yo tenía biblioteca.
(Es alto, luminoso, y usa una barbita en el insolente rostro mulato.)
Pasé por el que será el comedor escolar, hoy sólo señalado por una zapata
Sobre la cual mi amigo traza con su dedo en el aire ventanales y puertas.
Atrás estaban las piedras, y un grupo de muchachos
Las trasladaban en veloces carretillas. Yo pedí una
Y me eché a aprender el trabajo elemental de los hombres elementales.
Luego tuve mi primera pala y tomé el agua silvestre de los trabajadores,
Y, fatigado, pensé en ti, en aquella vez
Que estuviste recogiendo una cosecha hasta que la vista se te nublaba
Como ahora a mí,
¡Qué lejos estábamos de las cosas verdaderas,
Amor, qué lejos -como uno de otro!
La conversación y el almuerzo
Fueron merecidos, y la amistad del pastor
Hasta hubo una pareja de enamorados
Que se ruborizaban cuando los señalábamos, riendo,
Fumando, después del café.
No hay momento
En que no piense en ti.
Hoy quizás más,
Y mientras ayudé a construir esta escuela
Con las mismas manos de acariciarte.



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