26 Sep '06 -Un poema de la poetisa argentina Laura Giordani (2006)

Cartografía del cartón

Al nacer nos alzamos de una sepultura blanda,
matriz del sueño en la materia.




I

Un dios extraño que multiplica hambres
ya no pide caminar sobre las aguas
sino sobre piernas que se hunden.
Los niños aprendieron a deambular
sin tierra firme y andan como ecos,
remanentes de una mesa lejana.

La mañana no trae los pechos llenos
cuando los pies van
sin cuarentena sobre escombros


En la periferia se fraguan los ejes,
el esplendor que vive de las luces
que se extinguen al sur en tantos pómulos.
El norte sobre zancos de cartón y lata
pisa hollejos tempranos para hacer su vino,
racimos con toda la desnudez del torso,
sin más argumento que las costillas,
-proa cortando el candor de la siesta- .

II

Hay lugares donde jugar
es ir a contramano
de la gravedad del hambre.


Orografía del harapo,
paisaje del derribo que nadie releva
y ningún mapa recita.
Los ojos desfondados contemplan desde las redes
el océano tendido para otros.

III

Buenos Aires toda es una barcaza
que vomita polizones por los costados,
sangrando por las orillas -siempre por las orillas-
donde desmayan las olas,
a puro ajuste de arena y vientre.

IV

Aunque no lo creas, allá arriba,
hay un movimiento de ruedas que te estaquea;
vive de tu creciente inmovilidad,
se acelera con la detención de tu sangre.

Te clavaron a la deriva del cartón,
a la rayuela de espinas,
a la heredad del viento.
¡Cómo están lastimados tus caminos
desde el mismo comienzo de los pasos!

V

En la pantalla apenas un paisaje lunar,
un mal sueño del que despertar ileso.
Sólo un mal sueño tu torso repartido en el aire,
la comezón de la intemperie en las manos.

VI

Tus días avanzan con toda la porfía temprana
abriéndose camino entre las latas y el cartón.


VII

Buscas, rebuscas
en lo remanente el sustento,
un zahorí -entre las migas de otros,
con las solas varas de sus manos-
rastrea el milagro que siempre se posterga.

VIII

En tu alegría desdentada
se presiente una diáspora de duendes.

IX

Niño del riachuelo,
comunión de tobillos y de barro,
chapoteo de tardes sin pupitre
y nadir temprano de tus cejas.

Tu diminuto Ganges,
resignado y austral,
en incesante procesión de latas, vidrios
y nenúfares mutilados.

Parábola de vida abundante
si la corriente arrima a tu descalza orilla
ternura de ranas o algún juguete roto.

X

Bajo tus pies las brújulas confiesan su derrota,
se desvanecen los mapas que nadie releva,
bajo tus pies –mercurial, fugitiva-
la tierra tendida para el desastre,
las orillas socavadas por la creciente.

Niño de las encías que se adelgazan
de tanta mordida sin pan,
el hambre ensaya en tu boca
vocales cada vez más abiertas
y recuenta entre sus posesiones tus rodillas.

XI

El presente ingresó sin aduana a tus nervaduras
vaciando las bodegas del mañana,
una nana te arrulla con la caída de tus gajos,
la crepitación de tus selvas en ascuas.

La bolsita contra la nariz no alcanza
para pegar tanto archipiélago en fuga,
tu mundo donde todo es fragmento, rotura, astilla.
Pegamento pega fuerte pero no tus hilachas,
atiza los talones, arrasa los cuentos,
despega en cada inhalación
el celofán prematuro de tus párpados.

Por tus tobillos suben hormigas indigentes
que ya no encuentran aberturas en la tierra:
se imantan con las migas de tu regazo,
el azúcar que aún subsiste en tu pecho.

Editado por quique, el día 26 Septiembre '06 - 18:51, en Poemas.

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