20 Oct '11 -Ellas dicen (30): Tres poemas de Sara Castelar

EL ULISES

Mi infancia se encorva a mi lado. Demasiado lejana como para que yo la toque una vez o levemente. La mía es lejana y la suya secreta como nuestros ojos. Los secretos, silenciosos, se sientan pétreos en los oscuros palacios de nuestros dos corazones: secretos cansados de su tiranía: tiranos deseosos de ser destronados.
“Ulises”, James Joyce


Y tú, que bebiste del cieno como un perro sediento
y fuiste equilibrista del aire entre las balas,
que caminaste bordeando el fuego para acabar quemándote los ojos
y forjaste el abandono de la noche en la tiránica desposesión del mundo.
Sí, el perseguidor que se persigue solo y no se encuentra nunca,
el que habla del mar porque la tierra cuenta verdades a los árboles
y ellos saben crecer bajo los pasos para arañar el alma
o aquél gris carpintero del insomnio
que amaba las termitas creyendo en la madera.

No vengas en la piel del mendigo a reclamar el pan de los que pierden,
tú no naciste al rezo que se esconde bajo la lengua seca de los años,
ni sabes en qué idioma se afilan las mentiras
para clavarse al miedo y suceder,
y suceder sin más en las ventanas como un brote de muérdago,
besado hasta el cansancio en corrillos de viejas.
Ya se deslizó Penélope por la parte más blanda de mis piernas
mientras Ulises mira el contorno de Ítaca en el mapa difuso de su ombligo.

Qué tristeza de aquellos que nunca entenderán el norte de la brújula,
qué tristes hijos sordos irán por sus herencias
cuando acabe la noche
y ya no queden débiles que les yergan estatuas,
no,
para la nada, sólo la nada es suficiente.

Dime, dímelo tú
que llevas en los ojos la confusión y el arco:

¿Quién podría quitarme ahora
este derecho mío a la tristeza?



****


EL PUENTE DE SIRAT

Abandone toda esperanza quien entre aquí
Dante Alighieri


El anillo del miedo sigue escupiendo piedras
y en esta ciudad crujen cementerios en la nuca,
sólo el llanto distingue la tierra del cemento
donde crecen frutales como niños desnudos,
livianos como tallos de orquídea
y solos, solos como el lenguaje de las enredaderas
sobre la rigidez de las paredes.

Llueven irregulares cantos en las voces del mundo,
los tiranos descansan sobre la palma de la mano izquierda
y putas de uñas rojas arañan los blasones
sobre los que se duermen,
llueven señores de la guerra en patios de colegio,
aquellos que empuñaron los pájaros del frío
para construir la muerte.

Abandone la fe ese corazón que osara ser de carne
que supiera del limbo silencioso donde la sangre ruge
tan fértil y distinta,
todas las geografías se contorsionan a las puertas
de una tierra sin nombre, deslabrada
donde un niño asustado reclama a Beatriz entre cadáveres.

Hay aleteos de manzanos en las aceras frágiles de Gaza,
escucho la palabra que nunca llegó ilesa
a los labios del huérfano,
escucho su esqueleto cayendo de lo oscuro
a la ciudad que grita
y llora
y pesa como un muerto.
El puente de Sirat emerge de la tierra,
sobre el alambre caminan sin edad ciegas legiones
y están cayendo flores al infierno.



****


EL PULSO II


Tengo la voluntad arrodillada
y escarbo con los dedos la conciencia
de amar en lengua viva.

Resbalan los meandros de la noche
sobre mis tiernas vértebras,
el duelo,
la música,
ese temblor de agujas cimbreantes
que estalla en la garganta de los mirlos.
Qué inmensa pequeñez me sobrecoge.

Renazco en el arrullo de la bestia
y sigo siendo frágil,
me cabe entre los ojos la desnudez entera
esa palabra-espina que puja por la rosa,
el miedo,
la vena retorcida de la noche
sangrando oscuridad.
Estoy mordiendo a gritos la belleza.

Lo no visible crece
un animal impuro dibuja sus contornos
y el corazón se enciende de lirios y de sables.
Es la hora del pulso:
el instante marino de la tierra
donde los cuerpos gimen su contrario.

Se duele el tiempo escrito
como una herida incierta en los relojes
como un retal de lluvia en la cartera.

¿A dónde van mis alas?
¿Qué invierno han inventado los cristales?

Me habita una mujer de triste lengua
una mujer pequeña
perdida entre millones de mujeres,
la única visible.


Tres poemas de Sara Castelar, los tres de su libro "El pulso" (EH, 2010).

Editado por palabra, el día 20 Octubre '11 - 23:09, en Poemas, Propuestas y proyectos, series.

Nadie ha comentado esta entrada aún.

Introduce un comentario


Nombre:  
¿Recordar información personal?

E-mail:
URL:
Comentario: / Textile

Importante: responde a la pregunta anti-spam



  ( Registrar su nombre de usuario / Validarse )

Notificar: Sí, envíeme un email cuando alguien responda.