Desde pequeños aprendimos a amar la vida.
Jugábamos a contener la respiración
para luego llenarnos los pulmones con ansia.
Resistir
y
respirar.
Nada ha cambiado.
El niño observa con atención
el edificio más alto de la avenida.
Pero no aprecia sus cornisas,
no admira sus ventanales.
El niño desprecia sus cimientos.
Planea, en silencio, cómo ser más alto que él.
Guerra
Después de la batalla
regresaron los héroes.
Nada había cambiado en ellos.
Traían los mismos ojos cerrados
que antes de partir.
Descubrimiento de un cadáver.
Esta muerto, dijeron.
Y él, en silencio,
pensó lo mismo de ellos.
José María Valero, Travesía encendida.