22 Mar '10 -Un poema de Jorge Riechmann

OH PADRE QUE CONSERVAS UNA GOTA DE INCERTIDUMBRE EN LOS OJOS


estaba soñando con la falsificación, cuando algo me arrancó del dormir para anotar esto:


Mi padre me enseñó que ha de madrugar mucho quien desea subir a lo alto de la montaña.

Me enseñó que se puede adulterar una vida como quien falsifica un alimento.

Él me enseñó a cuidar mi calzado, protegerlo con grasa y untos impermeabilizantes, guardarlo relleno de hojas de papel prensado para que la humedad y la fosforescencia no lo deformasen.

Mi padre me enseñó que la flor puede contemplarse tanto con ojos de insecto como de entomólogo, y que no existe una razón última para privilegiar una de ambas perspectivas.

Me mostró la luz tamizada del bosque de hayas, de manera que cuando, muchos años después, quisieron darme gato por liebre, contesté: estos gatos que no son liebres tampoco son hayas.

Me enseñó a distinguir algunos frutos del bosque, pero no quiso o no supo ahondar en la doctrina de los venenos.

Una vez me mostró la extrema vulnerabilidad de su juventud, pero se retractó pronto.

Quiso alertarme sobre los hirsutos delirios que descansan en muchas habitaciones de la Casa de la Conciencia.

Me llevó cerca del taller del herrero donde se rectifican los sueños de las imágenes. Y entonces me enseñó que no vale la pena sacrificar la vida por un efecto retórico.

Me hizo ver que no hay huerta sin áspid ni inteligencia sin vasos comunicantes.

Me acostumbró a caminar con una mochila bien cargada; pero sin eso ¿cómo hubiera podido vaciar la mochila?

Me mostró un lugar vacío. La limpieza y la resonancia de un lugar vacío.

Me enseñó la magia de la Cámara Oscura, y el sustantivo revelador que luego se fue perfumando de infinito.

Me insinuó —¿o son figuraciones mías?— que el drama del Rey, la Reina y el Príncipe es en verdad mortífero, pero que se pueden buscar preguntas que nos sitúen en otro lugar.

Se las arregló para sugerirme que no es imprescindible repetir los crímenes de los padres.

Mi padre me enseña que tenemos que inventar a ese padre con dolor y sin ferocidad, un padre que nos invente.



Un poema de Jorge Riechmann, de su libro Conversaciones entre alquimistas, editado en TusQuets.

Editado por palabra, el día 22 Marzo '10 - 17:24, en Poemas.

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