19 Jul '09 -Un poema de "País", de Alberto Porlan
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ORGULLOSOS IMPERIOS que cubrieron el mundo
de ondulantes banderas y agudos argumentos
sus púrpuras y armiños escobando las gradas
de inconmovibles tronos asentados en roca.
Poderes que apresaron el viento y la marea
que rompieron la tierra y talaron los montes
tantos cetros y globos tantas mitras y anillos
tanta traición pillaje humillación y crimen
contiene nuestro cáliz de confusas espumas
desde el convexo dolmen al juncal campanario.
Luchando por los ritos por la mies por el agua
por el rey la nación o los emblemas
caímos por millares de millares
y al penetrar la bala encima del ombligo
modelaron las nieves nuestro agónico gesto
y al segar el alfanje el antebrazo
las ávidas arenas sorbieron nuestra sangre
y al rompernos la frente la granada precisa
el barro y nuestros sesos se hicieron amalgama.
La entraña de la Historia de entrañas se compone
de vísceras rebosa la patriótica tabla
corazones y tripas y riñones y ovarios
a montones a carros a vagones a mares
decoran esos tronos y coronas
esas mitras y anillos esos cetros y globos
esas enseñas calladas y lacias.
Lo llamaban grandeza. Qué herencia tenebrosa.
Otra vez el astuto y acechante pasado
dispone sobre el yunque los mohientos rencores
y el odio ríe y corre en busca de su maza.
Para odiar no es preciso hacer grandes estudios,
para buscar venganza no es necesaria ciencia.
La ira está guardada en un frasco muy frágil
y las armas mutaron en flores fulgurantes.
De una mañana a otra la grandeza es ceniza
en muladar se trueca la soberbia del mundo
la majestad se pierde el orgullo se esfuma
crece de nuevo el bosque donde hubo rosaleda
y nadie en la mañana nos llama sonriendo.
Un poema (o fragmento) de
País, de
Alberto Porlan (
Libros de la Herida, 2009).
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