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Fragmentos de poética.

Antonio Orihuela.

1. Cada día se me hace más incomprensible la poesía como canont literario y cada día se me aparece más pluriforme bajo las manifestaciones de lo poético.


2. Reconozco que si bien sus formas discursivas y textuales asentadas en la tradición formalista y canónica del siglo XIX, representan hoy una auténtica antigualla del siglo que se cierra bajo la férula de la reproductibilidad técnica de la obra de arte, y por tanto del imperio de lo visual; esta escala de trabajo y medios de producción, la convierten, en tanto valor de uso, en una máquina extraordinariamente barata (y en tanto ajena al beneficio, apenas vigilada), para poder desarrollar, desde ella, nuestra práctica artística desde esquemas y propuestas que van más allá del lenguaje natural porque utiliza los instrumentos de a bordo de nuestro tiempo: lo visual, lo matérico, lo olfativo, lo espacial, la grafía, el gesto; sus medios técnicos de reproducción (fotografía, xerocopia, fotolitos, cibernética, etc.); y la multiplicidad de los soportes que pone a mano la vida moderna (carteles, paredes, catálogos, buzones, periódicos, revistas, cabinas de teléfonos, hojillas volanderas, pegatinas, fanzines, portales de internet, etc.) no para dar nombre a ningún nuevo movimiento artístico con el que mercadear en la guerra de marcas, si no para movilizar la creatividad como actividad interpretativa de acción y reacción ante una masa de hechos análogos, enriquecida desde la participación social y el apoyo mutuo, extirpando así la negligencia y aumentando el sentido de la responsabilidad individual y colectiva.


3.
Los códigos poéticos tienen relevancia como prácticas sociales, las configuran, las transmiten, las reproducen... y también, por todo ello, pueden transformarlas, pueden influir en la consciencia, ayudar a los individuos a pensar -y vivir- sus vidas de otra forma.


4.
Hay que dejar de trabajar para el enemigo. Hay que dejar de dudar sobre su conveniencia, sobre el hecho de que trabajando para él se le pueda ganar su juego. Dentro de su juego sólo podremos aspirar a que nuestra producción se torne más artística, se fosilice en el canont, sea inoculada como parte del espectáculo, se haga ella misma en tanto espectacular, inútil. Hay que ser consciente de que nuestra única posibilidad de victoria está en salir de su juego. No se trata de embellecer la política cultural, como se solicita y administra la creación desde el Estado, si no objetualizar las contradicciones. Atacar los códigos culturales desde los que se niegan. Desafiar, también simbólicamente, los símbolos de la ideología dominante. Liberar los lenguajes mudos, que estos aparezcan desde lo invisibilizado, que en esta práctica logremos conjugarnos como voluntad común de libertad, apoyo mutuo y diferencia para construir, desde la desobediencia, la vida buena.

Llegados a este punto cabría preguntarse, entonces, cuales han de ser nuestros discursos, cómo han de informarse y qué forman han de adoptar. Nuestro interés, se centrará sobre aquellos que se hagan eco de la falsa racionalidad del orden existente, sobre los que entroncan con posiciones ante lo real que nos parecen con más capacidad para intervenir en ella, contradiciendo el lenguaje de los hechos tal y como nos es dado, mostrando que la realidad es más (y distinta) de lo que se ha codificado como tal.

Visualizaremos aquí, por tanto, una práctica de la poesía convertida en práctica de indagación, de revelación, de desvelamiento, reconociendo que toda esa práctica se hace desde un lugar, el del poeta, y por un ser concreto; sobre unas determinadas circunstancias, que no son poéticas, ni funcionan como tales hasta que no intervenimos con nuestro trabajo sobre ellas, y que lo hacemos desde una configuración de lo real que es a lo que, desde aquí, apelamos como ideológica. Esto último, que podría ser considerado por muchos como un instrumentalizar la poesía, o ponerla al servicio de algo, es en realidad la práctica poética de un discurso que, por invisibilizado, sólo parece tener visibilidad como texto instrumentalizado por oposición al resto de los discursos invisiblemente instrumentalizados y por eso mismo, sobrerrepresentados en función de su disposición justificativa de lo real a dominante. 

Cuanto más presente la contradicción, más valor tendrá la poesía y, sobre todo, más libre será el sujeto que desvela los valores ideológicos que lo constituyen como no libre.

Son ellos, los poetas, cuando se proyectan en lo social como creencia colectiva, los que hacen que el pensamiento y el arte sean reales y trastornen la realidad, la moralidad y la economía, proclamando Mundos Posibles, destapando su realidad, haciendo posible su realidad, haciéndolos pasar por reales.


5.
Crítica con los valores y las prácticas sociales dominantes, consciente de la precariedad de las mismas, liberadora, limpia de ensimismamiento y condicionamientos, así debe ser la poesía de nuestros día si quiere seguir aspirando a algo más que a embellecer lo que de falso tiene todo esto. Versos que devuelvan confianza en las posibilidades de subversión, de rebeldía, de experimentación, de juego, de conocimiento como medio de liberación, de alegría de vivir la vida de otra manera.

Tomemos partido, porque toda poesía se vuelve política sencillamente porque toda poesía es política, nos posiciona; si no hay posicionamiento, si no hay ideología que sustente nuestros discursos, estamos echando mano de la ideología burguesa dominante, de forma inconsciente, estamos informando nuestro discurso de aquello que decimos rechazar. Aceptemos que todos hacemos poesía política. 


6. ¿Qué podemos hacer en tanto poetas políticos frente a estos políticos artistas?. Si ellos se han apropiado de la estética, como manto bajo el que recubrir y sublimar sus actuaciones políticas, si ellos instrumentalizan la cultura para falsificar su verdadera imagen política, es hora de que nosotros politicemos nuestra práctica intelectual. Comencemos a revelar la dimensión del engaño. Respondamos, desde la guerrilla contrainformativa, contra la construcción simbólica de su poder, es tan fácil como pintarle bigotes a la Gioconda. Recuperar para nosotros la facultad que estos se han arrogado. Seamos nosotros quienes descodifiquemos las señales de humo de las chimeneas de las fábricas de sulfuro como lo que son y no como lo que nos dicen que son de beneficiosas, volvámonos contra los mensajes de las paredes, contra las vallas publicitarias, contra los contenedores y las cabinas de teléfonos... que en todos estos sitios, los mensajes nos sonrían, que hablen de nosotros, que nos reconozcamos en ellos como una huella nuestra. Descubramos, en realidad, a qué huelen las cosas que machaconamente nos dicen que huelen tan bien. Escuchemos y traduzcamos el sonido, el alarido de la ciudad y la necesidad de volver a componer la música callada de las cosas. Distingamos, aún sin el maniquí, donde comienza el escaparate y donde la verdadera vida de la calle. Si salimos así de dispuestos, preparados para iniciarnos en estas prácticas, estaremos devolviendo la poesía a la calle, volverá a haber poesía en la calle, paseará la poesía, de nuevo, de nuestro brazo, por la calle.

No nos debe preocupar la escala, no debemos trabajar sopesando la dimensión de nuestras fuerzas para enfrentarnos a un enemigo que nos barrería de un soplido, sino trabajar sobre las posibilidades reales de sostener nuestra producción desde las micro-estructuras de relación-distribución-difusión que tejemos y animar el conflicto desde la producción (no sólo simbólica) de antagonismo con el capital desde la idea de vivir el presente de nuestras limitaciones como una liberación para un futuro diferente.

Rescatemos pues, desde nuestra firme voluntad de producirlo, el arte y la poesía del dominio de las instituciones y de los mercenarios que se atrincheran en ellas para empezar a hacer el auténtico arte de nuestro tiempo, la libre producción de acontecimientos, de acciones relevantes, perturbadoras y significativas desde el que construirnos individual y colectivamente contra ellos.


7. Hay que tirar con atención del hilo de la realidad. Esa es la mejor poesía que concebimos para el mundo. Una poesía de la mirada, de atención, de guardia. Ese estar en el mundo que sólo puede mostrarse a una conciencia que, desde la radicalidad de su exponerse, universaliza lo individual de su experiencia, permite que nos reconozcamos en lo que habla y no nos desposee; que, lejos de bloquearnos, nos permite autopercibirnos lejos de las categorías del pensamiento dominante, continuar pensando y hablando, nos moviliza intelectualmente tanto para la crítica, como para la adhesión y la acción. Nuestra responsabilidad es hacer existir lo que decimos (Bourdieu, 2000), producirlo en voluntad y abundancia para la vida.


8. No podemos dejarnos llevar por el desánimo de nuestras limitaciones, de nuestro número, de nuestra fuerza, por que, precisamente, es desde nuestra independencia, nuestra desobediencia, nuestra discontinuidad, nuestras reacciones más epidérmicas desde donde nos aseguramos nuestra prolongación y nuestra continuidad... Nuestra errática y gratuita práctica es probablemente lo que más le asusta. Es para ellos más preocupante que mil estadios y varios millones de sujetos en ellos lanzando alaridos. No es contra ellos, sino contra nosotros contra quienes se levantan sus instituciones culturales, se subsidia la vanguardia artística, se sostiene a una legión dócil de intelectuales y artistas funcionarios que dan carta de naturaleza a la cultura, delimitando el canont y hasta el inconformismo estético. 

Esa es la garantía de nuestro éxito, el ser un enemigo difuso y atomizado. Siempre viejo en su enfrentamiento radical y siempre nuevo en su número y su empecinamiento en extender la conjura, liquidar sus ficciones, su hipócrita formulación del consenso, su rictus de falsa inocencia...

Continuemos pues, haciendo crecer la posibilidad de una sociedad libre y justa desde lo quimérico, desde lo fantástico, desde atrás, es decir, desde lugares igualmente fantásticos y quiméricos desde los que tomar impulso y a los que retirar la guerrilla si esta es amenazada; esa estrategia de la que habla Char del maquis, es la que impedirá siempre, ser localizados, poder actuar contra nosotros mientras seamos pocos. El maquis, el monte como lugar de la quimera, el lugar donde convocarse, crecer, mientras que sea imposible una práctica real de lo quimérico. El actuar civil será, mientras tanto, nuestros golpes de mano, la otra parte, física de esta gimnasia revolucionaria que debe seguir susurrando común espíritu sembrado en el deseo corporal y social del mañana comunista y libertario

En la medida que sepamos liberarnos de lo que nos expropia y asumamos nuestro estar y actuar en el mundo desde la insumisión, la honestidad y el apoyo mutuo, tendremos una oportunidad para intervenir, realmente, en el mundo. A partir de ahí, las cosas ya sólo podrán cambiar, y no sólo en poesía.