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ISSN 1886-2799

Todos los textos de este número del MLRS han sido extraídos del libro MATERIAL INFLAMABLE PARA MANOS INCENDIARIAS, edición del MLRS. Puedes pedírnoslo como te indicamos en <Textos y reseñas> o leerlo completamente en nuestra <Biblioteca>.

 


Futuro.

Os habéis fijado en las colas que se forman
en los colegios a la salida de los niños:
madres de cháchara, padres impacientes.
¿A qué son igualitas
a las de la carnicería?

 

 

Mudos.

No grites,
no te rebeles, no muestres
tu contrariedad,
porque ante nuestro crecimiento
-el de tantas ratas-
ellos construirán siempre
más alcantarillas,
y tú, al igual que yo
-no lo dudes-
pondrás la primera piedra
ante la frialdad
del pan desnudo.

 

 

How to save the world.

Poetas escribiendo
incontables poemas
para salvar el mundo

El mundo que se ríe
halagado
y les pasa la mano por el pelo
antes de ponerlos en su sitio
con un cáncer
una erupción volcánica
o una guerra mundial.

 

 

Uno de tantos.

Vivir a costa de padres
que las pasan putas
para llegar a fin de mes.
Levantarte y decir:
muy buenos días.
Hacerte pajas a escondidas.
Comer sus huevos.
Utilizar su biblioteca.
Leer a Miller
a Bukowski
o a Kerouac.
Ser un licenciado en paro.
Tener entre veinticinco
y treinta años
y justificar tu edad
preparando oposiciones.
Escuchar música.
Llevar el pelo largo.
Sacar a pasear al perro.
Follar de vez en cuando.
Ir a ver exposiciones.
Deprimirse.
Vencer la idea del suicidio.
Llegar borracho a casa
y caer rendido en el sofá.
Pensar:
Ya vendrán tiempos mejores.

 

 

Una sonrisa, por favor.

Me gusta sonreír
llevando la sonrisa al tope
que así es como mejor se ve
que debajo
Solo hay una puta calavera.






Sentado en mi cama
de la habitación número once
por la doble ventana
miré la casa rosa y blanca
de todos los días posiblemente
del siglo dieciocho.
Me puse la camisa
y se hizo un espléndido
silencio ni tranvías ni voces
ningún sonido. Entonces
vi volar palomas grises
que tampoco hicieron ruido
y sentí un momento,
aún así en calzoncillos,
la paz como sería.

 

 

Donde empieza el propio camino

a Nuria García Benito.

Uno se cansa
de esperar,
de autoinmolarse,
de aguardar
siempre el mañana,
y termina dejando
fluir el tiempo
en su interior.

Ese es el lugar
donde se recupera
al fin la calma,
donde empieza
el propio camino.

 

 

Advertencia poética.

escribo
para decirte
que los miércoles toca poemas
y

de paso...
odio a los artistas
pero amo a los hombres y
mujeres que escriben dinamita y
escupen silbidos a los artistas
y

de paso...
no bailan serpientes
en las calles de este pueblo
y

de paso...
la palabra paz
suena a pastilla de jabón.

 

 

Optimismo.

Un docto estudiante,
filósofo, vividor y esteta,
en un florido ejercicio de tópicos y sandeces
me enseñaba la vida
de Bilbao a Cuatro Caminos.
Tan ensimismado estaba tanto
en su ataque de onanismo mental
que no se fijó en como la vida
le replicaba desde el fondo del vagón.

Dos guardias preguntaban a una anciana,
tan doblada que la cabeza le surgía del vientre,
por su billete
"Señora, ¿a dónde va?..."
...la vida, o era la muerte, la vieja
sonrió (o apretó los labios,
no sabría definirlo)
"Hace tiempo que a ningún lado,

hijo"

Las puertas se cerraron
mi acompañante tenía aún 2 paradas
para justificar su izquierda y su dinero
o viceversa
y aquella noche la vida, o era la muerte,
la vieja se equivocaba
caminando lentamente
en compañía uniformada
encontraba al fin un camino
señalado sobre fondo verde.

Porque está claro que con ayuda
siempre es posible encontrar una SALIDA --->.

 

 

Schröeder y Blair presentan
un manifiesto para
la modernización
de la izquierda.

Modernizar la izquierda quiere decir
transformarla en derecha

En cambio, modernizar la derecha quiere decir
convertirla en una derecha más despiadada
más eficaz más consecuente más fibrosa más dura

En esta simetría melancólica consiste
la vida política del capitalismo
desde hace medio siglo.

 

 

Adicción medicamentosa.

Lástima que, para poder administrársela
a algunos Hombres Justos,
no se fabrique la Moral
en Supositorios.

 

 

Una patada en la cabeza.

Cuando la esposa del psiquiatra descubre una navaja entre las ropas de la mendiga que se asea en el servicio lleno de dorados de su vivienda unifamiliar, ático, tres plantas, garaje, confirmando así que su marido confunde bondad y estupidez al insistir en hospedar a la indigente el día de Nochebuena, este capítulo de serie televisiva comienza a cristalizarse con un estruendo épico de ríete tú de Wagner.

Y mientras un canal arriba o abajo, Charles Bronson, más justiciero que nunca, sodomiza ojo por ojo a un malvado camello y proxeneta negro en justa venganza por la violación de tres alumnos de un colegio de Salesianas, el marido de esta comedia familiar, que vota demócrata, recuerda a su mujer que las pocas horas que trabajó en el Hospital Estatal aprendió que las putas, sus hijos, los yonkis, mendigos y borrachos que se hacinan en el hueco de los ascensores de las instituciones sanitarias públicas merecen una oportunidad, pues su condición no es voluntaria (como ella y sus tres hijos republicanos creen), sino que proceden de familias blancas virtualmente posesoras de un chalet alicatado hasta el techo, pero destrozadas por la falta de concordia, respeto y amor paternal.

Para cuando los Power Ranger le arrebatan nuevamente de las manos al pérfido Ooze el control del Universo (si bien no se sabe que pretende Ooze de él, cabe sospechar que algo tan avieso como perdonar la deuda exterior de los países pobres), la vagabunda, previa charla beatífica con el cabeza testicular de familia, baja a la cena de Nochebuena restaurada con un vestido-disfraz de Barbie con tul rosa y encajes que arrancan un aplauso admirativo al público de lata.

Y tras calentar un estómago miserable, llega la noche y el terror se fosiliza porque, mientras Fredie Kruger tortura a adolescentes que se duermen en la antesala de una polución nocturna, el sigiloso guionista de la comedia televisiva se toma la licencia poética de que la joven pordiosera decida robar (de puntillas para no despertar de su descanso a los justos) los paquetes sin abrir de los regalos navideños de esta familia tres pisos y ático; aunque si por justicia social fuera, a su mano están la vajilla de plata, el vídeo, el televisor estéreo, la Larousse y una biografía de Adam Smith en tres tomos. En el descubrimiento matinal, los gritos republicanos de mujer e hijos y la decepción demócrata del padre no logran arrancar de una indolente felicidad a sus vecinos, beneficiarios del Papá Noel de las latas de Coca-Cola.

Algo más tarde de que el presentador del telediario rescate los cuerpos húmedos y ávidos de vida de veinticinco marroquíes ahogados en el estrecho, la pantalla del televisor es por fin una piedra en la boca del estómago, porque los regalos aparecen (ni siquiera esto nos conceden) y porque, vencida por el niquelado de los aseos, por el tul de las Barbies, por los Power Ranger y por la fiesta de las Salesianas en honor a Charles Bronson (más asesino que nunca), la pobre indigente introduce una moneda en la cabina de las reconciliaciones compradas para pedir a su padre que la permita volver al hogar alicatado hasta el techo, unifamiliar, ático, tres plantas y garaje, donde la esperan su madre, un hermano estudiante de económicas y un perro.

Y justo con los títulos de crédito, el clamor de La Cabalgata de las Walkirias se hace insoportable y sabemos que ningún psiquiatra de teleserie confunde jamas bondad y estupidez. Y se nos confirma que existen formas de violencia tal vez menos eficaces, pero mucho más sutiles y convincentes que una patada en la cabeza.

 

 

Siempre quise hacer un poema con bonitas palabras.
Inerte, me encanta inerte, por ejemplo,
o periplo, me parece fantástica
druida
epopeya
aletear
lapislázuli
alejandrina
pomarrosa
y hasta estalactita, si me apuras, quedaría estupenda.
Lo malo de escribir, es eso.
Escribes lo que te nace de los dedos
y si es mierda, lapo, golpe o pena
sale fuera, 
sin querer,
por necesidades
fisiológicas
del guión.

 

 

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esto ya lo decía mi abuela:
el telele.