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ISSN 1886-2799

Interior noche.

Padezco 60 vatios de pena
terribles
dolores de cabeza
me tumbo y siento
asco de mí
de mi esencia más íntima
de todo aquello
que me conforma.
La identidad es el cáncer
de una ballena varada.
Un hombre siempre
es rehén de sí mismo
aunque nunca se pertenece.
Hay una madrugada golpista
ahí fuera
la prisa es dios y existe y nadie
separa los mares de café
solo
mirando al techo
con la vista desenfocada
como cuando uno se mira dentro
y exige a la vida algo
más que verse de nuevo
ahogando sus gritos
contra una almohada
lamiendo el filo del sino
o rascando los mocos secos
del alma humana
(nescafé de luna,
televisión española,
valeriana fierabrás
para el insomnio
puto
este).

Pepe Ramos, La copa rota.

 

 

"No esperes nada de mí" 
eso me dijo antes del beso 
y creo que añadió "nena"
No
fue... "preciosa", eso es.

¿O no?
Quizá "preciosa" lo jadeó la otra noche,
entre el abrazo y el polvo.

Dijo mi nombre, sí.

"TunoesperesnadademíMinombre"

Yo pensé,
anda que no tengo que ver yo
cine negro americano
para contestar a este chico
a la altura
de sus propias

circunstancias.

 

En este mismo instante estoy sola en la cama.

Ahora que caigo
resulta que no tengo
vida sentimental

Tengo más bien
una vida
sentimental
con mucha mentalidad

y con muy poca
sementalidad.

Mada Aldarete Vicent, La ciega no tiene boca. 

 

 

Yo no leo poesía.

El viejo cactus se alza en medio del erial
impasible ante las acometidas del viento
plantando a cara de perro contra todo
rechazando hasta el agua
siempre en guardia, acechante.

Él es el verdadero rebelde
pero no supe verlo
porque no leo poesía.

Juan García, La útlima chingadera.

 

 

Personaje 9.

Federico, 45 años, soltero, parado, exento del servicio militar por problemas de visión, estudios primarios superados, experiencia laboral variada: camarero, dependiente (que no independiente) en un supermercado, conserje, operador de una cadena de producción de coches...
De alquiler, poseedor de una motocicleta, miembro de la peña madridista Butragueño, etc, ...

¡Qué jodidamente sencillo resulta describir socialmente a un individuo!

Busca una mujer con la compartir su vida, que se encargue de las labores domésticas. Ofrece estabilidad económica.

Iván Marquina, Personajes, Burgos.

 

 

A veces las palabras
nada significan.

Cada ausencia,
cada huella,
cada cicatriz
es un poema.

Antonio Gómez, Caminar por caminar cansa.

 

 

Posdata III

Para disfrutar de ti
necesito tiempo,
un tiempo que no corra
sino que pasee.

Alvaro Moreno, En el país de los ciegos a los tuertos les sigue faltando un ojo.

 

 

Por Navidades mi padre me ponía la corbata azul marino y le sacaba brillo a mis gafas y a mis zapatos marrones y me llevaba con él a su reunión de antiguos alumnos. Se saludaban unos a otros y se abrazaban y todos me daban la mano y fingían asombrarse ante lo grande que estaba y me preguntaban qué quería ser de mayor. Tras los saludos el habitual partido de fútbol entre los viejos estudiantes y los recién llegados. Siempre ganaban los más jóvenes. Mi padre vestía una camiseta con el número tres y ocupaba su puesto en el lateral izquierdo. Su única preocupación era mantener el balón bien lejos de sus pies. No quiero complicaciones, decía y de cuando en cuando se acercaba hasta el banquillo y le daba un par de caladas al cigarrillo de algún compañero.

Nosotros también tenemos nuestra reunión anual.

El último día de las fiestas se celebra una merienda en una explanada que verano tras verano sufre la invasión de una febril multitud cargada de manteles de cuadros y empanadas y bebida y bollos de chorizo. De modo que, arrastrados por la inercia de la tradición, nos dejamos caer por allí con nuestras cajas de cerveza y nuestro creciente desconcierto.

Así que Alicia pasó de ti, me suelta Jaime mientras me ofrece una Mahou que acaba de abrir.
Sí, eso parece, contestan, rechazando la cerveza con la mano.
Ah, es verdad, que no puedes privar.
No , de momento no. Me han dicho que al fin te has decidido a dejar el curro y probar suerte fuera.
Sí, ya estoy hasta los cojones. Es siempre lo mismo, todos los días igual.
La culpa fue tuya, tenías un curro de cuatro horas en el que no cobrabas mucho pero al menos te dejaba la tarde libre. Te ofrecieron el doble de sueldo por el doble de horas y qué tienes ahora. Mucho más dinero para comprarte una cadena más potente, un video e incluso un coche de segunda mano, pero llegas a casa tan jodido que no puedes oír música, ni ver una película ni ir a ningún sitio en tu Seat Ibiza recién comprado.
Ya lo sé, tío, ya lo sé. Aunque tú tampoco lo haces mucho mejor. Das clases pero nunca tienes un duro y aunque dispones de mucho tiempo libre no lo aprovechas. ¿Cuánto hace que no te presentas a un examen, Luis?
Dos años. Siempre estoy a últimos a primeros de mes, la universidad podría construir una biblioteca nueva con mi dinero.
Sí, deberían poner un busto con tu nombre como principal patrocinador.

Las cajas se van vaciando, un racimo de luces en forma de palmera rompe la oscuridad del cielo dejando tras de sí un rastro de pequeños destellos que caen igual que un repentino aguacero de colores. Hablamos de lo acostumbrado y soportamos la visita de vecinos agradables mientras nos fijamos en los cuerpos de sus mujeres.

Mañana empiezo a currar de ayudante de vendedor de materiales para la construcción, me comenta Rober, precisamente mañana. Ya sé que antes era mucho más divertido pero hoy me apetecía agarrar una de las buenas.
Si quieres beber, bebe, no será la primera vez que vayas a currar sin dormir.
Ya pero no puedo arriesgarme, quiero pirarme de casa y para eso necesito pasta.
El jodido curro. A todos, nos termina tocando, tío, a todos.
A todos menos a mí -Antuña se suma a la conversación- Soy el único superviviente, el único que no ha trabajado en su vida, aunque ahora no tengo más remedio que estudiar o mi madre se lanzará sobre mí cada vez que hable con las vuestras.
Ya sabes lo que te queda, le comento, a partir de hoy, cuando nos veamos por la noche siempre habrá alguien que te diga: "que no, que esta la pago yo, que para eso curro" y eso no será del todo malo pero luego ese mismo te dirá también: "aprovecha, marqués, que no hay vida como la del estudiante" y con voz grave te enseñará las palma de las manos y te dará el último consejo: "estudia, si no quieres acabar como yo",
Animados por la cerveza y el vino y la sidra, algunos de mis amigos deciden subirse a los coches de choque. Alberto y yo observamos incrédulos cómo se dividen en parejas y montan en dos hermosos coches cuyo capó aparece atravesado por un rayo plateado del que irrumpen Lobezno y el Capitán América (todo cambia, todo cambia). Los chicos revolotean unos alrededor de otros y se dedican canciones y yo me acerco a la cabina y pido una a nombre de Alicia y otra a nombre de Iván Antuña quien adopta una evidente expresión de alegría y asombro hasta que comprende que todo ha sido una broma y entonces toma impulso agarrándose a los coches con los que se cruza y sale en busca de la chica con las tetas más grandes de la pista.
Que triste, dice Alberto a la vez que me señala el auto ocupado por Iván y Rober, calvos y chocando contra crías de quince años.
Asiento con la cabeza y reparo en el inesperado interés que cobran los objetos:
La camiseta sucia, los vasos de plástico rotos sobre la hierba...
Tantos años equivocados.
Lo difícil no es eludir el infierno sino salir de él.

Suena la sirena y mis amigos dan por terminada la persecución.
David se entretiene metiendo una ficha en el coche de su hermano.
Vuelve a sonar la sirena.
Un crío con una gorra de los Bulls le embiste por detrás.
David cae, las fichas se desparraman por el suelo.
Su hermano ríe.
Nosotros también.
David no puede andar, se echa la mano a la rodilla y pide que alguién le acer-que al hospital.
Antuña se ofrece a llevarle.
Bueno, tíos, a ver quién se anima a venir con nosotros.
Yo iría pero me tengo que levantar a las seis, qué va, tío, le dije a mi madre que volvería pronto, yo tampoco puedo, empiezo a currar mañana y no estaría bien visto que llegase tarde el primer día...
Tumbamos a David en el asiento de atrás y antes de despedirnos juramos llamarnos para volver a salir a tomar algo por ahí. Luego, regresamos a las mismas casas en las se alojaba nuestro desvelo por los Reyes Magos.

Chus fernandez, Los tiempos que corren.

 

 

La primavera está hasta los cojones del Corte Inglés.

Es primavera y resulta fácil olvidar
que hace tres meses un trabajo de mierda
te asustaba las horas,
que un pariente alcoholizado o lejano
te llenaba el odio de desesperanza,
que el tiempo era gris
o hacía frío y llovía
y que te empapaba el granizo
al querer coger un autobús
cuando pensabas que ya había escampado;
y el autobús te lleva por la vía de siempre
al lugar de siempre
y tú, como siempre, con sueño,
con náuseas y
con la extraña sensación de
acabar de ser abortado del
útero materno,
donde todo esto no tenía tampoco sentido,
pero, al menos, tú no lo sabías.

Es primavera
y las mujeres se calzan escotes
para que les aniden las cigüeñas
y los penes de los corredores atléticos
en el parque
son un badajo en sus calzones.
El autobús te lleva hacia los mismos lugares
a las mismas horas
por las mismas carreteras
y con el mismo sueño,
pero la cabezadita enjuagada por el sol
es al menos otro malabar del placer;
y la risa de la señara del asiento de atrás
no es ridícula
ni desencajada
ni te dan ganas de arrancársela
descerrajándole un tiro entre los dientes.

Es primavera y es fácil olvidar
que en el otro hemisferio entra el otoño
y empiezan los trabajos que joden,
las miserias, cíclicas o no,
el cáncer familiar.
Y es fácil olvidar que otros se empapan
con el granizo de la espera del autobús de turno
en el que tú ahora tienes erecciones
o lúcidas muestras de líbido.

Es hasta fácil olvidar
que en Tanzania o cualquier otro país
de safaris fotográficos
un virus hijo de puta
(o cualquier virus de ocho pesetas la vacuna)
mata a miles de negritos
que blasfeman (de un modo u otro,
pero no a tu dios)
en sus extrañas y no fotografiables lenguas.

Es primavera y es fácil olvidar
el invierno y la primavera del anterior olvido
y los trabajos putetantes
y las miserias cíclicas
y la parentela, lejana o no,
y el autobús eterno
e incluso es fácil olvidar
toda la red de metro.

Es fácil olvidar todos los inviernos
los interiores y exteriores,
los de granizo en las sienes,
es fácil olvidar todas las primaveras,
es fácil olvidar el olvido, recomendable,
como si todo esto no hubiera ocurrido ya
otra vez
otra vez
otra vez
otra vez más.

Es primavera y apuesta seguro
que dentro de unos años habrá agencias
de primaveras y olvidos prefabricados y pret-a-porter.
O tours de alto riesgo y standing
a Tanzania o Sarajevo
para fotografiarse a punto
de que te borre la sonrisa
un balazo entre los dientes.

Congregación Telepoiética de Patafísica, Derribando ascetas a pedradas.