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ISSN 1886-2799

Sangre nueva.

Hasta los güevos de:
falsos mesías
sutiles abstracciones
endiosados impostores
puristas e iluminados
Como siempre,
la opinión de algunos
dicta la de la mayoría
Y otros se quedan detrás.
Vamos a afilar cuchillos
vamos a cortar cabezas
vamos a cambiar consignas
vamos a intentar que no sea así.
Se necesita sangre nueva.
Aún por las malas.

La última carta.

Procura aguantar a tu familia
procura confiar en tus amigos
procura respetar a tu mujer
procura mantener la calma
procura no volverte loco
procura no estallar
procura llegar a fin de mes
procura rendir en el trabajo
procura jugar un buen papel
procura leer la prensa
procura estar al día
procura creer en dios
procura no enfermar
procura dar lo más posible al prójimo
pero guarda siempre
la última carga del juego
en tu interior:

tarde o temprano la tendrás que usar.

Vicente Muñoz, Canciones de la gran deriva , Ateneo Obrero de Gijón, Gijón, 1999.

 

Desapariciones.

Una de las paredes
de la casa de aldea
en la que nací en 1964
todavía sigue en pie Mis padres
todavía siguen viviendo
en el piso que compraron
en la plaza de la soledad
cuando vinieron a vivir
a Cimadevilla
cuando yo tenía 4 años En los 2 colegios
en los que trataron de educarme,
uno público y otro de pago,
los estudiantes
todavía siguen acudiendo a clase

pero

2 de las 3 cárceles
en las que estuve preso
han desaparecido
En su lugar hay ahora
un edificio de apartamentos
y un museo
Espero con impaciencia
a que desaparezca también
la tercera
Creo que sólo entonces
podré empezar
a sentirme
libre.

David González, en La indiferencia de los chinos, Vinalia Bolsillo, León, 1999.

 

La cuestión.

La raya, al final todo se reduce a la raya,
hay que tirarse en ella, revolcarse,
enfangarse en ella hasta el fondo,
que su blancura te otorgue un halo de pureza,
y dominarla, demostrar claro ese dominio,
como un vaquero en el rodeo.
Eso sí, jamás traspasarla,
eso no lo toleran.

Cada guerra aniquilaba el alma de la humanidad.
Henry Miller.

Enrique Milla, poeta alternativo.

El apellido Milla no fue casual,
su padre se lo entregó como joroba de plomo,
el nombre sí, Enrique, y su destino
ya creado le obligó a escribir.
Sus poemas no tenían desperdicio,
le gustaba hablar claro, a cada cosa su nombre,
-cóño, joder hijoputa, culo, mierda, cabrones-
también le gustaba experimentar
entonces cambiaba de orden,
-culo, hijoputa, cabrones, joder, coño, mierda-.
En sus lecturas públicas algunos marchaban mientras
-joder, coño, cabrones, hijoputa, mierda, culo-
otros aplaudían a rabiar,
¡estos sí que sabían! ellos conocían
a Dios, el verdadero Dios Henry Miller,
evidentemente lo habría leído.
¿Y él, lo habría leído?

Francis Vaz, Artistas por supuesto, edición del autor.

 

Regla de tres.

No me la enseñaron
las matemáticas de COU
ni la antropología de 3º de carrera.
Para nada sirvió
tanta Teoría del Conocimiento, ni
el empacho de Filosofía del Lenguaje.
No exigen en el currículum
que se especifique.
No aparece en el temario de
oposiciones.
No se recoge en ningún
manual de técnicas de estudio
o búsqueda de empleo.
Y es más importante
que saber más de tres idiomas.
Una simple reglas de tres:
el número de triunfos y virtudes
es directamente proporcional
al tamaño de tus tetas.

Eva Vaz, en La indiferencia de los chinos, Vinalia Bolsillo, León, 1999.

 

Disfrazar la realidad
hasta creerla.

Aceptar sus trampas,
sus silencios,
sus lágrimas.
Ignorar cerrojos.
Asumir espejos y espejismos

Misión de todos es
perpetuar
esta parodia.

Antonio Gómez, Caminar por caminar cansa, edición del autor.

 

GOL, GOOOL, GOOOOL
Gritó con los ojos inyectados en sangre
encaró a un antidisturbios exigiendo sus
[derechos
"LA CI-BE-LES PATRIMONIODELAHINCHADA"
sonrió ante los muchachos
que acababan con el último cristal de una
[parada de bus
y cantando a tumbos su himno
volvió a casa
a acostarse con un cuerpo-carne
que con terco empeño duerme
para no aguantar el hedor de su aliento
ni el de sus entrañas.

Alvaro Moreno Marquina, En el país de los ciegos a los tuertos les sigue faltando un ojo, inédito.

 

Los toros de hoy en día son mansos
¿a dónde fueron a parar todos esos revolucinarios
y patriotas que insuflaron violencia
con saliva
a las almas de cientos de jóvenes cadáveres?

a ninguna parte,
siguen en sus casas.
he ahí la cuestión.

Puntos divergentes de vista.

no
soy un cabrón
sino astigmático
mi problema es que
no veo las cosas que están cerca
de mí

odio las gafas
y no puedo operarme
así que voy con la vista desnuda
y estropeada por ahí
y es normal que
confunda
unas cosas
con otras...

mi mundo más cercano
en un borrón de sensaciones
que me aturulla
y me vuelve loco

¿entiendes mi problema?
¿ves cómo no
te estaba poniendo los cuernos?

Monedas.

damos palmas como tiernos infantes
pero no somos más que unos hijos de perra

rebuscamos en la entrada del inconsciente
pero las respuestas están bajo las uñas

qué bonito es mirar al cielo
si no se te caga una paloma en un ojo.

Juan García, La última chingadera, Aventis, Albacete, 1999.

 

Hoy es San Lázaro.
Durante unos escasos
segundos, en la oscuridad
de la noche, han aparecido
unas cuantas palabras
fugaces.

¡Qué grado de insatisfacción
queda, la brevedad
de las cosas bellas!

Joaquín Gómez.

 

Mientras el mundo se derrumba
una luz permanece encendida en Kosovo:
dos amantes se quieren con miedo
a las bombas, a sus cuerpos
desconocidos.

Mientras el mundo se derrumba
les queda la estrategia de la risa,
de los ojos, sorprendidos por el placer,
ignorando las estelas de los misiles
en el cielo de Huelva.

Mientras el mundo se derrumba
dos amantes redimen de la tierra,
el odio a la indiferencia.

Santiago Aguaded.

 

Vidas ejemplares.

La casualidad, esa gamberra que acaba siempre por colocar cada cosa en su sitio, ha depositado el Centro Cívico Anabel Segura apenas a quinientos metros del final del bulevar Salvador Allende, en Alcobendas, Madrid. Así hoy se puede pasar del revolucionario que pudo alcanzar la utopía a la víctima de un crimen grotesco, sin necesidad de tránsito mental alguno, como pasamos de los daños colaterales de un conflicto sanguinario a las compresas con alitas.
Sin embargo, tal vez dentro de setenta u ochenta años, cuando la historia y su frenesí hayan borrado toda memoria de los hechos y algunas letras del enorme cartel del nombre del Centro Cívico, convirtiéndolo así en un confuso criptograma de un confuso tiempo pretérito, tal vez entonces, la coincidencia no se resuelva de un modo tan anodino, tan insignificante. Porque tal vez un historiador futuro rescatará de un olvido de censura a un Salvador Allende que, equivocado o no, creyó en la dignidad de todos los seres humanos. Y porque tal vez el mismo historiador de tesón erudito descubrirá, sepultada en una miríada de periódicos amarillos, a la Anabel Segura que fue: una joven burguesa de veintitantos años, privilegiada dentro de un primer mundo pleno de privilegios, vecino de la zona residencial de lujo "La Moraleja", asesinada por unos brutales parroquianos que confundieron la felicidad con un chalé adosado idéntico al de su víctima. Sabrán, tal vez entonces mejor que nosotros, que la violencia del sistema acaba por engendrar siempre brutales parroquianos, pero no comprenderán, probablemente, qué virtudes ejemplares pudieron compartir ambos personajes, por qué motivo Anabel Segura se hizo digna de un Centro Cívico. Se dirán, con toda razón, que la ejemplaridad se consigue por los actos encomiables de tu vida y no por la forma de tu muerte, por horrorosa que sea. Les faltarán los datos mínimos de que hoy disponemos: que la solidaridad es un eslogan de tabacos, que los sueños cambian de forma, es decir, de automóvil. Nada sabrán del vacío de nuestros símbolos, de las manifestaciones multitudinarias porque a una niña se le perdió el anillo o porque bajó de categoría no se sabe bien qué equipo deportivo, mientras miles de personas padecen en miserias secretas sin patrocinio de la CNN. Nada sabrán de la mansa inmoralidad que en último término oculta el Centro Cívico Anabel Segura.
Y no estará mal esta ignorancia futura, porque ojalá avancemos olvidando todo esta estulticia. Y así, dentro de no sabemos de cien o mil o un millón de años, a ciencia cierta, Anabel Segura ocupará el sagrado olvido que merecen los hechos de su vida, mientras que la memoria de Salvador Allende será inútil, porque no existirán guerras injustas donde luchar por privilegios inexistentes, ni parroquianos brutales, ni miserias, ni lujo, porque lugares como La Moraleja habrán sido justamente demolidos y la solidaridad será el amor a lo digno del ser humano y no un anuncio.
Y, en definitiva, porque las alamedas de la historia se habrán abierto hace tiempo para dar paso al primer hombre libre.

Material Inflamable para manos incendiarias, edic. del MLRS, Alcobendas, 2000.

 

Oficina.

Tan felices y contentos de usar el mismo lenguaje puñal y bisturí, porque el puñal trazó aquí la frontera exacta y el bisturí extrajo casi sin sangre el hígado de un administrador o empleado de oficina cronométricos, vacunados contra la metáfora y el juego, asegurados contra cualquier lenguaje infantil que balbuzca intacto aún de bisturí, quirófano y formol.

Congregación Telepoiética de Patafísica, Derribando ascetas a pedradas, inédito.

 

Cuerda.

Había salido por la mañana temprano
a segar el prado de un vecino
a media tarde aún no había vuelto.

El padre de mi padre.

Lo encuentro yo.
En la cuadra.
Muerto.
Se había quitado la
vida
colgándose de una
cuerda.

Mi abuelo.

Tenía
la bragueta abierta
la lengua sacada
como si en el último momento
hubiera decidido
despedirse de este mundo
con un gesto de burla.

Y hay más.
Un pequeño detalle.

Su reloj.

Sigue
funcionando.
Todavía tiene

cuerda.

David González, en La indiferencia de los chinos, Vinalia Bolsillo, León 1999.