¡Libre cultivo de la hoja de coca! ¡Libertad para los presos políticos! 

      
               "Un país sólo no puede crear desarrollo en América Latina" - Entrevista a Ollanta Humala / Natalia y Homera Rosseti - Lima

                 

        Foto: El Viejo Topo

Natalia y Homera Rosseti - Lima / El Viejo Topo - Mariátegui
 13/02/08


El surgimiento con fuerza de una alternativa en Perú encabezada por Ollanta Humala se inscribe en un contexto de cambios en toda Latinoamérica. Fue el candidato más votado en las presidenciales de 2006, pero quedó fuera de juego en la segunda vuelta frente a Alan García y ante un enorme acoso mediático. A pesar de esto, Humala consigue el 47 % de los votos y su Partido Nacionalista Peruano (PNP), que se presenta en coalición como Unión Por El Perú (UPP), logra el mejor resultado en las elecciones al Congreso de ese mismo año. Paralelamente, los conflictos sociales en Perú no cesan y la unión entre movimientos, sindicatos y partidos de izquierda desemboca en la jornada de movilizaciones del 11 de julio del 2007. El gobierno de Alan García, acorralado, responde de forma represiva mientras prepara el terreno para la firma del TLC con Estados Unidos 

-Se está produciendo un resurgir de las izquierdas en América Latina, y el proyecto que lideras se inscribe en este contexto. ¿Qué determina la aparición de nuevas alternativas en la región?
-En Latinoamérica, a la crisis de las izquierdas y la caída del muro de Berlín se suman los efectos de un proceso de globalización liberal. Los vencedores de la Guerra Fría construyen un modelo en el que las relaciones económicas las marca el mercado. Pero el desarrollo del capitalismo ha llevado a un retroceso en el respeto de los derechos de los trabajadores. Por ejemplo, se han perdido derechos esenciales como la limitación a 8 horas de trabajo. Estamos volviendo a la etapa de inicios del capitalismo. Con todo esto, en Latinoamérica empieza a construirse la idea de que tiene que haber una alternativa, se comienza a cuestionar el modelo económico liberal y la democracia representativa. Cuando se impone este modelo después de haber vencido a la amenaza comunista a través de la fuerza militar -hablo de las dictaduras de Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, etc., que contaban con el apoyo de Estados Unidos- comienza de nuevo a buscarse una alternativa.

-Sin embargo, en Perú el Gobierno militar de Velasco Alvarado no respondía a los intereses de Estados Unidos...
-El Perú es un caso sui generis: la intervención militar no se produce contra un modelo alternativo. Se trata de la intervención del general Juan Velasco Alvarado, en octubre de 1968, que gobierna el Perú durante 7 años. Alvarado implanta un modelo de tipo socialista, abre las relaciones con Cuba e incluso recibe a Fidel Castro en unos tiempos en que era considerado un demonio, como ahora lo es Hugo Chávez. Entonces hay una contrarrevolución desde el Perú. Otro Gobierno Militar comienza a desmontar todo lo construido por la revolución peruana: la participación industrial, la nacionalización del petróleo, la reforma agraria, la estabilidad laboral, la socialización de los medios de comunicación, etc.

-En los últimos años los movimientos populares de América Latina han provocado ellos mismos los levantamientos, incluso acabando con Gobiernos. ¿Existe un cuestionamiento general de la democracia representativa?
-En Latinoamérica se vive una crisis de la democracia representativa, dado que no están representadas las grandes mayorías. Simplemente, se sirven del pueblo para administrar el
país, pero una vez en el poder se vuelven contra sus propios electores y defienden medidas para mantener el statu quo y la globalización neoliberal, que yo llamo la fase superior del imperialismo. Un ejemplo es Alejandro Toledo, al que se le conoce también como "felipillo" (el indígena traidor que sirve de intérprete a Pizarro). Toledo entró con un discurso ensalzando al Inca Pachacútec y el pasado incaico del Perú, pero al final acabó siendo el traductor ya no de Pizarro, sino de Bush. En los años noventa la población rompe el sistema representativo y bota [expulsa] a los presidentes elegidos electoralmente. Así, en Ecuador el pueblo bota a tres presidentes; no les permite terminar su mandato. Al último de ellos, Lucio Gutiérrez, incluso se lo ve partir de la casa de Gobierno en un avión privado cuando la gente entra en la pista de vuelo para agarrarlo y Gutiérrez tiene que escapar a pie y esconderse en la embajada de Brasil. En Bolivia también echaron a Sánchez de Lozada y a Mesa, en Argentina a De la Rúa y los demás, igual que expulsamos a Fujimori en Perú.

-¿Qué papel tuvo el Ejército, y concretamente tú, en el levantamiento contra Alberto Fujimori?
-En el caso del Perú, nosotros contribuimos en algo, ya que el 29 de octubre del año 2000 comandé un levantamiento militar cuando era comandante de una unidad de artillería antiaérea en una zona de la frontera con Chile. Frente a la convulsión social que vivía el país, la clase política que había apoyado a Fujimori en el Gobierno en un momento dado reniega de él y en su desesperación pide que un general del Ejército saque a Fujimori, pero no sale ninguno. Entonces piden: "¿No hay un coronel que se haga cargo de los intereses del pueblo?". Y yo, que era teniente coronel, no esperé más y di un paso al frente.

-Este paso al frente contra Fujimori, ¿te sitúa desde un principio dentro de la corriente de cambios radicales que se están dando en América Latina?
-En Latinoamérica van surgiendo alternativas, como es el caso de Venezuela, Bolivia o Ecuador. A veces a los movimientos se los llama indigenistas o de izquierdas. Lo que buscamos, al igual que nuestros hermanos latinoamericanos, es construir una alternativa que pueda llevar una agenda diferente a la que lleva la clase política tradicional. En Perú hay 7 u 8 millones de peruanos que están excluidos económica y políticamente del país, y necesitan urgentemente programas sociales. Nosotros surgimos dentro de esta corriente de buscar una alternativa que en lo político incluya a esta gente, y que realmente represente a lo que son las grandes mayorías del Perú. También apostamos por los revocatorios; todos los cargos públicos tienen que ser revocables, desde el presidente hasta el último trabajador de un municipio. Pero en Perú están todos blindados.

-La llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela y las reformas que ha comenzado a aplicar han provocado un auténtico terremoto político en el continente, especialmente tras los cambios de Gobierno en Bolivia y Ecuador. ¿Se está abriendo la posibilidad de un proceso que englobe a toda América Latina?
-El Gobierno de EEUU, que hasta hace poco estaba muy entretenido con la situación en el Medio Oriente, se ha dado cuenta recientemente de que había descuidado su "patio trasero". Ahora quieren evitar un nuevo Chávez, porque han tenido "mala suerte" al tocarles un Gobierno como el de Chávez precisamente en el país con la segunda reserva petrolera del mundo. Chávez es el motor del Alba, y es leal a Castro. Cuba está todavía saliendo del período especial, y ha contado con el apoyo de Venezuela estos últimos años. Se le puede achacar a Chávez que es hablador en su programa Aló presidente, pero está reconstruyendo el concepto de la solidaridad en lo internacional. Esta solidaridad es importante porque un país sólo, aislado, no puede crear desarrollo en Latinoamérica. El problema de la hoja de coca no es solamente de Perú, también de Bolivia y de Colombia. El problema de la pobreza, de la educación... son problemas supranacionales.

-¿Cómo ha influido el proceso bolivariano de Venezuela en las últimas elecciones presidenciales en Perú?
-Antes, en Venezuela había riqueza pero no había redistribución. Ahora se redistribuye más que nunca. Chávez sabe que tiene que reconstruir una internacional, porque sino ni siquiera Venezuela puede crecer, y se quedaría en un modelo económico rentista, por el petróleo. Por esto EEUU está intentando estigmatizar a Chávez, igual que hizo antes con Castro, y eso empaña todos los procesos electorales que ha habido en los últimos años en Latinoamérica. Se planteaba: Chávez o la libertad. En las elecciones peruanas se decía Chávez o Perú, y yo era el que representaba a Chávez y Alan García al Perú. En México también: López Obrador era Chávez. Latinoamérica vive un momento de crisis política frente al que están resurgiendo los movimientos indigenistas y de izquierdas que buscan incluir a las grandes mayorías y un desarrollo real sobre la base de la solidaridad.

-¿En qué sentido marcó tu paso por el ejército tu formación ideológica?
-Yo soy de formación militar, pero además tengo estudios de Ciencias Políticas. Provengo de una familia de clase media acomodada provincial que se trasladó a Lima, y también tengo familia en Europa. Lo bueno del ejército es que entra mucha gente de las clases populares y yo, en cambio, tenía la idea del Perú de una pequeña minoría acomodada. Así, yo empiezo a trabajar en los cerros y zonas fronterizas donde no existe el Estado, y mis compañeros son gente que viven en zonas populares, que no tienen carro, e incluso que no saben leer ni escribir. Entonces es en el ejército donde me formo ideológicamente, allí yo empiezo a pensar que hay que buscar una alternativa.

-Pero en tu paso por el Ejército te tocaría vivir en propia piel la guerra interna contra Sendero Luminoso. ¿Cómo afectó la irrupción del terrorismo al país en general y a la izquierda peruana en concreto?
-Paralelamente a la eclosión en el mundo socialista y la desorientación de la izquierda latinoamericana, en el Perú surge un movimiento contra la injusticia y la desigualdad que toma las armas. Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) son los más importantes. Se abre una nueva etapa en la que los grupos de izquierda asumen la lucha armada, aunque hay otros sectores que continuarán luchando
dentro del Estado de Derecho. Este proceso le hace un daño tremendo daño a la izquierda en el Perú. Son 20 años de guerra interna con más de 30.000 millones de dólares en pérdidas de infraestructuras y estimaciones de 60.000 mil muertos y 8.000 desaparecidos, y un país que actualmente todavía está herido.

-Después de tanta violencia, ¿cómo curar estas heridas? ¿Fue el levantamiento que lideraste contra Fujimori un primer intento?
-Durante la guerra contra Sendero Luminoso estuve en las tres zonas de emergencia donde vi lo que no desearía a nadie que viese. La verdad es que estoy saturado de violencia, y ahora lo que quiero es paz. Estas ideas rondan en mi cabeza hasta el momento en que decido liderar el golpe contra Fujimori. Ante una situación muy complicada, hago un llamado a los reservistas a que vengan a tomar las armas, porque la guerra sobrepasaba
al ejército, y nos hicieron caso. Entonces, hago el llamado con 60 hombres y tomamos las instalaciones de Toquepala -una transnacional de capital norteamericano-. Ahí ya dábamos un mensaje: lo nacional frente a lo transnacional. Además, hicimos público un llamado a la nación explicando el por qué del golpe, denunciando a Fujimori, Montesinos y a la cúpula de las Fuerzas Armadas. Con este llamado aparecieron cerca de 4.000 reservistas. También hubo otros levantamientos en otros cuarteles, apoyando nuestra acción.

-Después del levantamiento, te marginan del ejército. ¿Cómo decides finalmente presentarte a candidato a la Presidencia?
-Después de los 25 días que duró el levantamiento, me dieron de baja del Ejército, obviamente como medida disciplinaria. Me meten preso en un penal militar, pero luego me amnistían. Entonces yo decido reincorporarme al Ejército e intento retomar mi carrera militar. Tanto reclamé, que me enviaron un año y medio a Francia y medio año a Corea del Sur como agregado militar, pero una vez allí me invitan al retiro. Entonces me di cuenta de que jamás podría retomar mi carrera militar. Yo aspiraba a ser Comandante General del Ejército, no Presidente de la República. Finalmente, regreso en 2005 al Perú en una situación complicada y me doy cuenta de que no tengo otra alternativa que meterme en política.

-Y ahí decides fundar el Partido Nacionalista Peruano (PNP). ¿Cómo se produce su génesis?
-En 2006 son las elecciones presidenciales, y decidimos construir un partido en un año, el PNP. En 8 meses logramos reunir 400.000 firmas, pero aun así no nos dan la inscripción. Entonces decidimos ir de la mano de otro partido: UPP (Unión por el Perú). Éste era un partido que, como la mayoría de partidos tradicionales, estaba ya al muere, y nosotros le dimos oxígeno. Fue como levantar a un muerto, pero luego nos cobró bien caro el divorcio. A nosotros nos costó el símbolo que creamos -que simboliza la olla de Ollanta-, y mucho más. Cuando creamos el PNP no teníamos cuadros, empezamos desde abajo. De 120 Congresistas que hay en total en Perú nosotros metimos 45. De éstos, 3 se fueron al partido del Gobierno antes de hacer el juramento, y lo hicieron insultando y atacando a nuestro partido y a mi persona. De los 42 que quedaron, 23 son nuestros y 19 de UPP, aunque ahora éste es un partido fracturado y totalmente perdido, no son más que un partido electorero.

-Tan sólo un año después de su fundación, el PNP obtiene un excelente resultado electoral, pasando a la
segunda vuelta en las presidenciales de 2006 con el mayor porcentaje de votos ¿Cuál fue la clave de vuestro éxito?
-Tuvimos tanto arrastre en las elecciones porque hablamos de nacionalismo, pero de un nacionalismo distinto al que se puede entender en Europa, que es muchas veces imperialista y de derechas, como fue el caso de Alemania. En Latinoamérica el nacionalismo tiene otra connotación. Los nacionalistas acá recogemos una agenda histórica de hace 500 años que hoy nadie escucha, contra la discriminación racial, por la inclusión
de la gente del campo, por la reivindicación de ciudadanía del interior del país. Éste es un país montañoso y el modelo económico tiene que estar adaptado a la realidad geográfica, y no a la inversa. En las culturas preincas había interacción natural. El nacionalismo lo que busca es el fortalecimiento y recuperación del concepto de Estado-nacional frente al avasallamiento de la globalización neoliberal que está perforando las soberanías nacionales de los pueblos. Como la India o Argelia, naciones que fueron colonizadas y buscaron su independencia.

-¿En qué movimientos o partidos latinoamericanos os veis reflejados?
-En Latinoamérica, nos sentimos identificados con el MAS de Bolivia, también con la CONAIE de Ecuador, y con todo lo que tenga raíces o connotaciones indígenas. Desde el nacionalismo peruano buscamos incluir a los excluidos del Perú, ser la voz de los que no tienen voz. Además, creemos en la integración latinoamericana, porque, a diferencia de Europa, tenemos un idioma, historia, cultura y un pasado común. Y el primer paso para nosotros sería la unidad real en un solo Estado con Bolivia, tesis que defendemos en el PNP. Yo he servido como militar en Puno, y tenía compañeros cuyos hermanos hacían el servicio militar en Bolivia. En Perú hay una mayoría quechua y una minoría aymará, mientras en Bolivia pasa al revés y la realidad es que entre el aymará peruano y el aymará boliviano hay unidad. El PNP nace recogiendo esta visión, en la que me ayudó mucho mi pasado militar, y que tiene una praxis radical en sus soluciones. Frente a la corrupción y la crisis de la democracia representativa en Perú sólo cabe adoptar medidas radicales. Nosotros hablamos de convocar una Asamblea Constituyente: la Constitución es el reparto del poder, y nosotros creemos que en Perú se tiene que dar un nuevo reparto del poder.

-La ruptura entre partidos y movimientos sociales no es un fenómeno único de Perú, pero ¿cómo enfoca vuestra formación las relaciones con los movimientos? ¿Cómo recuperar la necesaria unidad de acción?
-En Perú hay un divorcio entre los movimientos sociales y los partidos porque el sistema político en realidad no es representativo. La gente no cree en los políticos. Pero nosotros aspiramos a tender puentes a los movimientos sociales y para esto tenemos las puertas abiertas a todos los movimientos. De ahí que se nos haya atacado desde el Gobierno acusándonos de estar detrás de las últimas movilizaciones sociales. Pero nosotros no estamos detrás, sino con las movilizaciones; no somos instigadores. Somos un partido público, abierto, que estamos a favor de la movilización.

-En julio de este año se organizaron movilizaciones importantes que han tenido una cierta repercusión internacional. ¿Cuál ha sido vuestra participación como organización política? ¿Qué valoración hacéis?
-Un hito fue la jornada del 11 de julio, donde ayudamos a movilizar -porque no sería correcto decir que lo hicimos nosotros- 21 regiones en el país, y el PNP fue el único partido que estuvo allí con los movimientos sociales. A partir de ahí, se nos acerca cada vez más gente que confía en nosotros, y eso es muy positivo. Precisamente, eso nos faltó a nosotros en la campaña electoral para las presidenciales, porque no conocíamos a nadie. Trabajamos con algunos movimientos de izquierda.

-¿Pero el PNP se considera un partido de izquierdas?
-No somos ni de derecha ni de izquierda, somos de abajo. Pero nuestro proyecto incluye a las banderas de la izquierda. El problema de la izquierda es que se centró más en la lucha de clases que en las reivindicaciones nacionales y en los problemas de los indígenas; prefirió El Capital de Marx que los siete ensayos de Mariátegui. Eso los ha divorciado, porque es muy difícil identificar el proletariado en Perú.

-¿Cómo reconstruir las alianzas entre partidos y movimientos transformadores?
-Una forma de construir la unidad entre movimientos y partidos es con experiencias como la jornada del 11 de julio, donde estuvieron movimientos sociales, el PNP y movimientos de izquierda, y que no tiene otra que acabar en un paro nacional. Se trata de una unidad táctica, a corto plazo, pero lo que hemos planteado nosotros es una unidad de más largo aliento, que denominamos la Asamblea Nacional Popular e implicaría un pacto social entre los de abajo. Y no como ahora, que existe un pacto entre los de arriba que pretende adormecer a los de abajo. El pacto que nosotros proponemos pasa por fortalecer las movilizaciones sociales, presionar al Gobierno para que corrija sus errores y al final dar una propuesta política, que a nuestro juicio es la Asamblea Constituyente.

-¿Os reconocéis en el pensamiento bolivariano?
-La nueva aristocracia limeña tiene resentimiento y odio a Simón Bolívar hasta tal punto que no reconoce su contribución a la independencia de Perú. En la batalla de Ayacucho chocó con la aristocracia e hizo un decreto de fusilamiento a los corruptos, mientras San Martín se codeó con la aristocracia peruana y ofertó el Perú a las casas reales de Europa. Él era parte de esa aristocracia mientras que Bolívar renegaba de ellos y chocó con la Iglesia. La diferencia es que Bolívar tenía un proyecto: la independencia era un paso para constituir los Estados Unidos de Latinoamérica. Por eso es que ahora critican a Chávez y el pensamiento bolivariano.

-En Perú todavía están abiertas las heridas de años de violencia. ¿Ha generado esto una cultura política impregnada por la violencia? ¿Hasta qué punto la experiencia de Sendero Luminoso está aún presente?
-Hay una fractura social que va acumulando un sentimiento de frustración y que acaba explotando con Sendero Luminoso, que es un movimiento político proveniente de la izquierda que decide tomar las armas y combatir a todo lo que no esté con ellos, incluso una parte de la izquierda. Esto se debe entender en un contexto marcado por las desigualdades, los grandes hacenderos, la pobreza extrema. Ciro Alegría retrató esta realidad en su libro El mundo es ancho y ajeno, como también está presente en las obras de José María Arguedas, que enseñan lo que es Perú, en lugar de Vargas Llosa... Existe una cultura de violencia porque se vive todos los días con la violencia, la pobreza en sí es violencia.

-El gobierno de Estados Unidos está presionando para aprobar próximamente el Tratado de Libre Comercio (TLC), un acuerdo de promoción comercial y de integración económica entre ambos países. Entre las condiciones que exigen está "flexibilizar" la legislación laboral, con todo lo que esto implica en un país en el que predominan la economía sumergida (se estima que más del 60% de la fuerza de trabajo) y la precariedad laboral.
-Nosotros consideramos que el TLC es negativo para el pueblo, va a destruir la producción nacional y sólo favorecerá a unos pocos. Además, un tratado de esa naturaleza con el país más poderoso del planeta deja al margen a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), que está negociando con la Unión Europea, con quien puede llegar a mejores tratos. Este TLC nos va afirmar más como país exportador de materias primas, pero no estamos preparados, no tenemos las infraestructuras ni las industrias nacionales. Será consolidar un modelo económico dependiente y no conozco ningún país del mundo que se haya desarrollado vendiendo materia prima. Además, Estados Unidos ahora pone como condición cambiar la legislación laboral de Perú para firmar el tratado. Es muy difícil poder humillarse más. El TLC obedece a los intereses del Gobierno y las empresas norteamericanas que necesitan competir con China y la Unión Europea. Necesita mano de obra barata para reducir los costes de producción. El TLC representa el capitalismo salvaje donde no va haber ningún derecho laboral



 

 

 

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