¡Libre cultivo de la hoja de coca! ¡Libertad para los presos políticos! 

      
              Un nuevo aniversario del golpe: en el camino de cerrar paso a la impunidad

                 
    
                                        Aquelarre de homicidas. Massera, Videla y Agosti.                          

                         

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No existe un lugar llamado futuro, 
al que hay que llegar. La cuestión con el futuro, 
siempre es saber construirlo.
Mempo Giardinelli. Escritor Argentino contemporáneo.

Raúl Isman / Revista Mariátegui
 28/03/07

En este texto- escrito originalmente en ocasión de recordarse un cuarto de siglo y actualizado mínimamente - se analiza el golpe de 1976, entendiéndolo como punto de partida de la profunda recomposición económica y social a la que fue sometido nuestro pueblo. Por cierto que esta realidad es la que, en los días que corren, tratamos de transformar gestando una Argentina con pleno empleo e integración social, y; en particular cerrando todos los caminos y resquicios posibles para la impunidad. A lo largo de la nota, se describen algunos hechos, se señala a culpables y responsables, se analizan los métodos y objetivos de los genocidas. Además, se incorpora una visión de los resultados aún perdurables de la dictadura. Finalmente se realiza una síntesis desde una mirada contemporánea, a la luz del pensamiento de algunos filósofos. 

El terrorismo de estado como forma máxima del horror: sus métodos y objetivos
El 24 de marzo de 1976, todo el país "fue puesto bajo el control jurisdiccional de las Fuerzas Armadas", como constataba el comunicado oficial de los asaltantes del poder. Los antecedentes y las causas hay que buscarlas en la impotencia de un gobierno peronista jaqueado por la crisis económica, la consiguiente puja sectorial, la violencia política, las constantes peleas internas en el peronismo y la búsqueda por parte del poder económico de una salida favorable para sus intereses.

Una etapa para la cual cuesta encontrar los calificativos adecuados estaba comenzando en la Argentina. La tortura- incluyendo la que se realizaba con mujeres embarazadas, delito aberrante si los hay- el robo y secuestro de niños pequeños o nacidos en cautiverio, la ausencia total de libertades: de expresión, de reunión, la prohibición de funcionar para los partidos políticos y sindicatos de trabajadores, la liquidación de las instituciones democráticas, la anulación de conquistas laborales de larga data, la subordinación de la justicia y muchas otras violaciones a los derechos humanos que se resumen en la más cruel de todas: la desaparición forzosa de personas. En efecto, la palabra desaparecido se dice en castellano en todos los idiomas del mundo para recordar a los 30.000 seres- entre ellos, los jóvenes estudiantes secundarios de La Plata, en el episodio conocido como la noche de los lápices- que fueron secuestrados en sus hogares, lugares de trabajo o estudio o en la propia vida pública. Ya en 1977, el periodista y escritor argentino Rodolfo Walsh denunciaba estas violaciones a los derechos humanos en su último texto, escrito poco antes de caer prisionero de la dictadura para convertirse en un desaparecido más. Este trabajo (la Carta a la Junta Militar en el primer aniversario del golpe; del cual existen diversas ediciones, inclusive una en Internet) sigue siendo un modelo de periodismo riguroso, exhaustivo y de compromiso con las necesidades del pueblo, realizado en las durísimas condiciones de clandestinidad que el régimen imponía. Allí dice Walsh que la represión de los militares tenía una finalidad precisa, definiendo indubitablemente los verdaderos objetivos del golpe de estado...

"En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada." (Subrayado nuestro).

Dicha política económica (de características neoliberales) fue impulsada por el ministro José Alfredo Martinez de Hoz, durante el lustro que va de 1976 a 1981, coincidente con la presidencia del general Jorge Rafael Videla y luego profundizada por Carlos Menem. El plan tenía principalmente dos finalidades fundamentales:

a) En principio, provocar una drástica redistribución del ingreso, favoreciendo a los sectores empresarios y perjudicando a los asalariados. Para ello, fue modificada la Ley de Contrato de Trabajo aprobada durante el gobierno anterior; favoreciendo claramente a las patronales. Se liquidaron distintas conquistas sectoriales de los trabajadores, se liberaron los precios y se congelaron los salarios. La virulencia de la represión garantizó el éxito de esta primer operación.

b) Por otra parte, se buscó alentar la valorización financiera en detrimento de la actividad productiva. Los instrumentos para lograr este objetivo fueron la Ley de Entidades Financieras y la llamada tablita cambiaria. Por efecto de la ley citada, el estado garantizaba los depósitos realizados en moneda nacional de todo el sistema bancario, con lo cual se alentó la proliferación de instituciones sin solvencia que prometían altos intereses; y, el ahorrista de todos modos acudía a estos llamados, en razón de la garantía estatal. Además, se vivió una euforia constante y consistente en dineros que venía al país a obtener durante un mes, las tasa que en el primer mundo se conseguían en un año de colocaciones en el sistema bancario. 

La tablita financiera era una pauta progresiva de devaluación que permitía a los especuladores extranjeros maximizar sus ganancias en lo que ya se llamaba bicicleta financiera y luego recomprar sus dólares más las pingues tasas que no existían en ninguna parte del universo. El círculo fue cerrado con la estatización de la deuda externa privada, medida impulsada y aprobada por el entonces presidente del Banco Central, Domingo Felipe Cavallo. 

Gran parte de la sociedad fue ganada por la pretensión de vivir sin trabajar y estas personas vendieron sus propiedades para vivir de los intereses. Mientras tanto, una porción mayor y significativa de los que no entraban en esta utopía reaccionaria se hundía en la miseria. Además de la inviabilidad económica de semejante pretensión, en lo que ya por aquellos años se llamaba "la plata dulce", anidaba una crisis moral que corroía las bases morales de toda la sociedad. 

La garantía última de toda esta aberración presentada como política económica era la capacidad represiva de los militares, casi intacta durante los cinco años de la presidencia de Videla. En este contexto, tiene un rol central la desaparición forzosa de personas, método que no fue exclusivo de los genocidas argentinos y tenía varias finalidades. Algunas de ellas fueron:

1) Partiendo del hecho que todos los operativos se hacían con un indudable carácter oficial, ya que se realizaban con las calles cerradas por la policía, exhibiendo vehículos de las fuerzas armadas, con efectivos uniformados y se invocaba la pertenencia a las distintas fuerzas de "seguridad" para entrar en un domicilio; en resumen todo convergía en un punto: el objetivo central era aterrorizar a la población. El mensaje resultaba claro: si existía cualquier tipo de compromiso con alguna actividad opositora, todos seguirían el mismo camino. Cuando se llevaban a alguien a la vista de todo el vecindario, el objetivo último era transmitirle a quienes quedaban que podrían seguir el camino del desaparecido.

2) Demostrar a la población y al mundo entero que los militares podrían ir- si ellos lo consideraban necesario- más allá que los propios nazis. Efectivamente, estos criminales alemanes solían entregar los cadáveres de sus víctimas. En el caso argentino, miles de madres y otros familiares a un cuarto de siglo, aún anhelan justicia y quieren saber acerca del destino que tuvieron sus seres queridos.

3) Siguiendo con lo antedicho, en toda cultura, el duelo está aceptado como forma de despedida del fallecido. Al ocultar definitivamente el cuerpo, los represores instalaron en la memoria colectiva de la sociedad civil, y particularmente entre los seres queridos del desaparecido, la sensación de un dolor desgarrador, continuo y sin final. Al no poder despedir a su hijo, toda madre espera que en algún momento reaparezca. Esta es una herida que sangra permanentemente y que, como tal, genera terror. Paradójicamente, también originó una forma de resistencia hasta entonces desconocida: la de las madres de Plaza de Mayo. Acerca de este movimiento, volveremos más adelante.

Acerca de los culpables y los responsables del horror
Cuando los militares se hicieron con la suma del poder público, faltaba menos de un año para el momento de que debían realizarse elecciones que, además, podían ser anticipadas. Por lo tanto, la crisis económica y social que vivía el país podía- y debía- ser encausada sin pisotear la voluntad popular. Pero la tragedia que comenzaba a vivir la Argentina tenía culpables, por acción u omisión, además de los altos oficiales de las fuerzas represivas. Los grandes empresarios, verdadero poder detrás del trono, motorizaron un conjunto de acciones que ayudaron a consensuar la salida golpista. Se trataba de los más poderosos monopolios organizados en lo que por aquellos momentos se llamó Alianza permanente de entidades gremiales empresarias (A.P.E.G.E.), que tensaron y agitaron la situación económica, debilitando al gobierno de Isabel Perón, porqué habían apostado a la salida golpista. Este sector se había disuelto en los inicios del proceso democrático de 1973 en la Confederación General Económica (C.G.E.), organización que nucleaba al empresariado nacional, pero frente a la crisis del gobierno peronista se volvió a escindir y reapareció impulsando la solución represiva.

En el nivel de la máxima culpabilidad ética y penal no puede omitirse la participación- algo más que entusiasta- de gran parte de la jerarquía, cuadros medios y aún simples clérigos que comprometieron institucionalmente a la iglesia argentina con la vil matanza sufrida por nuestro pueblo. Al punto que fueron absolutamente minoritarios aquellos prelados y obispos que resistieron el genocidio y aún perecieron mártires. La dictadura genocida y la conquista colonial castellana necesitaron de idéntica alianza entre "la cruz y la espada"; en la que las "armas espirituales" desempeñaban su función decisiva, bendiciendo (legitimando) el poder material destructivo de los instrumentos bélicos. 

Sin dudas que es distinto el concepto de responsabilidad- que implica un grado relativamente menor de compromiso con los luctuosos sucesos que soportó el pueblo argentino- que el de culpa, aplicable únicamente a los grandes terratenientes, a los monopolios y a las Fuerzas Armadas. En ellos anida la máxima imputabilidad. Quienes favorecieron la acción de los represores y resultaron responsables- en grado diverso- de la tragedia que se avecinaba, fueron los siguientes actores de la política argentina: 

a) Los partidos políticos mayoritarios resultaron sin dudas responsables de la imposibilidad de mantener la capacidad de autodeterminación de nuestro pueblo: por miopía, falta de grandeza, egoísmos mezquinos, colaboración con los represores e incapacidad para preservar las instituciones democráticas. Veamos los fundamentos. La mayor parte de los políticos del peronismo se negó a provocar un recambio institucional de la jefe de estado, la señora María Estela Martinez de Perón, manifiestamente debilitada. De este modo, se podía oxigenar el proceso democrático y alejar la salida golpistas. Así fue como el efímero interinato de Italo Argentino Luder, a fines de 1975, pasó sin pena ni gloria e inclusive, durante esta etapa además se firmaron decretos que favorecieron el accionar militar.

Una gran parte de los funcionarios del nuevo gobierno militar fue aportada por la Unión Cívica Radical, inclusive el embajador en Venezuela Héctor Hidalgo Solá, él también víctima de la represión y desaparecido por las fuerzas genocidas. El máximo dirigente radical Ricardo Balbín nunca repudió explícitamente a la dictadura, ni siquiera cuando fueron asesinados los dirigentes partidarios Mario Amaya y Sergio Karakachof. Aún en 1980, declaró que los desaparecidos estaban muertos sin exigir el consiguiente castigo para los criminales. Por otra parte, basta repasar los diarios de los tres meses previos al golpe para tener una idea de la profunda parálisis del Parlamento, controlado por la entente integrada por el P.J. y la U.C.R., que fue incapaz de dar una respuesta a la crisis del país.

b) Una dirigencia sindical históricamente alejada en sus modos de vida de sus bases y que apostó a la defensa del salario, como si esta lucha pudiera darse independientemente del contexto político del país. Por ello, el golpe sorprendió a algunos sectores sindicales... haciendo una huelga por aumento de sueldos o si no desentendidos de la realidad. "Pagamos dos con diez", decía el sindicalista metalúrgico Lorenzo Miguel breves instantes antes del golpe. El otro líder sindical importante, el textil Casildo Herreras musitaba desde Montevideo "me borre".

c) Una guerrilla que se embarcó en una espiral irracional de violencia que hacía caso omiso de los sentimientos y deseos del pueblo y no preservó la democracia como marco necesario para que los sectores populares resuelvan sus problemas. El sector llamado Ejercito Revolucionario del Pueblo (E.R.P.) afirmaba que ya había comenzado- hacía algo más de un lustro- la guerra popular revolucionaria. Bastaba comunicarle esta novedad a todo integrante del pueblo argentino para tomar conciencia del profundo abismo que existía entre esta guerrilla y la población del común. No menor era la desconexión entre los Montoneros- la guerrilla peronista- y la sociedad civil.

Los resultados del terror
En la necesidad de producir una profunda reconversión en la economía y la sociedad en su conjunto radicaba una de las causas del golpe. En estas condiciones es que el estado argentino demostró toda su capacidad para disciplinar a los actores sociales, sea por medios legales o transgrediendo- como ocurrió en la mayor parte de las ocasiones- su propio orden jurídico. Existía la pena de muerte, aún en la torva legalidad encarnada en la ley marcial. Pero ni siquiera esta parodia de legalidad fue aplicada. Los treinta mil desaparecidos son inocentes puesto que ninguno fue juzgado, ni aún por el remedo de un juez castrense. Como en nuestro sistema legal existe la presunción de inocencia, nadie es culpable hasta que quede demostrado en un juicio justo que, obviamente, incluye el derecho de defensa.

Seis años después y luego de la oprobiosa derrota de las Malvinas, los genocidas debían batirse en retirada. Entonces la Argentina era un país profundamente modificado. Para realizar estas transformaciones es que se produjo el baño de sangre que la dictadura significó. Algunos de esos cambios eran los siguientes:

1) De ser un país centralmente industrial, la Argentina pasó a tener una economía centrada en la valorización financiera, como afirmamos precedentemente. Esto es que la industria dejó de ser la principal fuente de ganancias para pasar a ser la especulación con el dinero y los intereses que de él podían obtenerse. Este modelo recién fue revertido por la sublevación de diciembre del 2001 y el proceso económico posterior.:

2) Se produjo un alarmante crecimiento en los índices de marginalidad, pobreza y desocupación al descender la inversión productiva. Desde aproximadamente 1945 y hasta la dictadura, la Argentina era un país casi sin desocupación. A partir de este desgraciado gobierno, la desocupación estructural se instaló prácticamente hasta nuestro tiempo. Piénsese en como en los días que corren celebramos que el desempleo bordee el 10 %, para darnos cabal idea del retroceso soportado. 

3) La deuda externa pasó de ser aproximadamente ocho mil millones de dólares a casi sesenta mil millones. La mayor parte de la deuda externa fue contraida por grupos económicos que realzaron enormes ganancias con estos capitales puestos en la ruleta financiera. Luego transfirieron estos dineros al exterior y procedieron a estatizar la deuda mediante cómplices insertos en funciones. Gubernamentales. Factotum de esta maniobra fue el ex presidente del Banco Central y ex ministro de economía Domingo F. Cavallo durante las presidencias de Carlos Menem y Fernando De La Rua.

4) Creció un poder económico que incluía rasgos diferenciales con relación a etapas anteriores de nuestra historia. Este poder económico, un conjunto de grandes empresas monopolistas, resultó el principal impulsor y beneficiario de los cambios que el denominado proceso de reorganización nacional infligió en la distribución del ingreso y en toda la sociedad. Tales son las razones por las que lo apoyó hasta en sus aspectos más bárbaros. A modo de ejemplo se puede mencionar la complicidad de la empresa Mercedes Benz con la desaparición de obreros de su planta de González Catan. En aquellos años era vox populi que oficiales uniformados iban a las distintas empresas a recabar listas de operarios, para ellos indeseables por su actividad en defensa de los derechos de los trabajadores. Con honrosas, pero muy escasas excepciones, los jefes de personal brindaban la información solicitada y la desaparición de estos trabajadores era seguramente cuestión de horas. 

5) La sociedad civil quedó profundamente herida por el terror generado. Esto pudo comprobarse cuando en 1992 existía un importante movimiento en defensa de la educación pública; Carlos Menem, por entonces presidente, amenazó a los concurrentes con que se convertirían en los próximos desaparecidos. Luego de esta intervención, en la marcha siguiente, la concurrencia se vio profundamente disminuida.

Educación, barbarie y los movimientos por la vida
Indudablemente los acontecimientos que hemos reseñado no deben quedar en el olvido. Con enrome acierto el gobierno presidido por Néstor Kirchner ha hecho de la memoria y el combate contra la impunidad una política de estado; nada casualmente en alianza con las Madres de Plaza de Mayo y otros organismos defensores de los derechos humanos. 

Impulsado por idéntica motivación, el ensayista argentino José Pablo Feinman, en una serie de notas dedicadas al recuerdo de la dictadura procesista y la barbarie nazi, escribe parafraseando al filósofo alemán Theodor Adorno: "La exigencia de que la ESMA no se repita es la primera de todas en la educación", afirma en Página12 del 30/12/000. Feinman escribe ESMA- la sigla correspondiente a Escuela de Mecánica de la Armada, paradigma de campo de concentración en la Argentina- en el sitio que Adorno escribió Auschwitz, equivalente al matadero del barrio de Nuñez en su dimensión material y simbólica entre los campos de exterminio del nazismo. 

De modo que en esta cuestión se juegan nudos éticos decisivos. Es que la educación o bien sirve para crear espíritu reflexivo y crítico o no es más que un instrumento para perpetuar las condiciones de injusticia y sometimiento. Y para gestar este ámbito reflexivo es fundamental no olvidar: el olvido es la gestación de nuevos horrores. No es casual que el organismo que nuclea a los hijos de los desaparecidos se llama H.I.J.O.S., sigla que significa hijos por la identidad contra el olvido y el silencio. Olvido y silencio son las dos caras de la impunidad, una enfermedad que corroe al cuerpo entero de la sociedad. Para nada puede pasar desapercibido que la derecha propicie el máximo castigo para carteristas, ladrones, asesinos provenientes de sectores empobrecidos; mientras impulsa a fondo el olvido para el genocidio que la contó como gran beneficiaria.

En lo que queda de esta nota, reflexionaremos sobre dos problemas decisivos: ¿Cómo fue posible este horror? Tal vez muchos jóvenes- que no vivieron la época- se formulen esta pregunta habida cuenta de que ningún gobierno, por despótico que fuera, puede sostenerse sin contar con un cierto consenso en una fracción importante de la sociedad. El otro, como evitar que el horror vuelva a producirse.

Feinman contesta que "La sociedad en su actual estructura no se funda en la atracción sino en la persecución del propio interés en detrimento de los intereses de los demás (...) La incapacidad de identificación (aquí identificación se entiende como sentir como propio el dolor de otro, aclaración nuestra) fue sin duda la condición psicológica más importante para que pudiese suceder algo como la ESMA (...) Lo que suele llamarse 'asentimiento' fue primariamente interés egoísta: defender el derecho propio antes que nada y, para no correr riesgos -¡eso no!-, cerrar la boca. Es ésta una ley general en relación con el orden establecido. El silencio bajo el terror fue solamente su consecuencia". 
"La frialdad de la mónada social (monada aquí se entiende como individuo aislado de los demás, sin crear vínculos solidarios, aclaración nuestra), del competidor aislado, en cuanto indiferencia frente al destino de los demás, fue precondición de que sólo unos pocos se movieran. Bien lo saben los torturadores."

La reflexión es más que inquietante: el egoísmo individual y la falta de solidaridad fueron la causa principal de que el horror fuese soportado y tolerado por la sociedad civil... y esta situación continúa siendo muy fuerte en la Argentina actual. Haber instalado estos disvalores entre nosotros ha sido tal vez el más importante triunfo de la derecha que- aunque ha perdido la iniciativa política- maneja el diseño de gran parte de la agenda pública. Por ello, el procesismo, ese monstruo con mil rostros, puede movilizar parte de la sociedad civil, como lo hizo escondiéndose tras la figura De Juan Carlos Blumberg y machacar con la inseguridad, ocultando bajo una invisibilidad mediática la existencia de otras problemáticas. 

Lo contrario del individuo solitario, aislado y temeroso lo constituyen los organismos defensores de los derechos humanos, en especial las madres de Plaza de Mayo. Nacidas- como organismo colectivo- del dolor de buscar pertinazmente a sus hijos arrancados por las fuerzas represivas, se convirtieron en una realidad cualitativamente distinta a la simple sumatoria de su condición de mujeres individuales. Desafiaron la furia homicida del régimen, la amenaza, el aislamiento, el insulto y se convirtieron en un ejemplo y un símbolo para la conciencia ética de toda la humanidad. 

Por todo lo antedicho, una temática de debate decisiva es pensar como es posible que cada uno de nosotros no cree y recree las condiciones del horror. Feinman- parafraseando a Adorno- lo resuelve con una reformulación del imperativo categórico ideado por otro gigante del pensar: el filósofo alemán Inmanuel Kant (1724-1804). El imperativo categórico Kantiano- máxima fundamental de la ética del pensador alemán formulado en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres - afirma la necesidad de actuar de acuerdo a un precepto que, a su vez, se desee transformar en máxima universal. Es decir que no debe haber excepciones o dobles discursos. Para decirlo en otros términos: haz no sólo lo que yo digo, sino también lo que yo hago Feinman lo enuncia con palabras sumamente radicales en la Contratapa de Página12 del 29/1/001.

Este imperativo podría formularse así: actúa de tal modo que ninguno de tus actos pueda contribuir a crear las condiciones de posibilidad de otro Auschwitz..

Crear lazos de solidaridad, no enfrentarse inútilmente entre víctimas de los abusos de poder, sentir como propias toda violación a los derechos humanos cometida en los sitios más lejanos son sólo algunas de las tareas para hacer realidad el mencionado imperativo categórico, reformulado de acuerdo a las necesidad de dar testimonio del pasado siglo XX- la centuria de barbarie más terrible que conoció la humanidad- así como el presente siglo XXI que se nos aparece como no menos horroroso, vía la descarada y pandillezca orientación del imperialismo norteamericano 

Dice Feinman ya transitando este nuevo milenio:
Quienes piden que maten a los otros para vivir en una sociedad segura están instaurando el régimen que puede devorarlos. Cuando una vida pierde su valor, la pierden todas. 
Quienes reclaman mano dura irracionalmente frente a cualquier circunstancia, quienes justifican alegremente matar a los delincuentes o a los simples sospechosos, quienes postulan que no puede hacerse nada para resolver los problemas acuciantes de la realidad social; predicando el sometimiento y la resignación, quienes postulan una vuelta a la cerrazón de la vida familiar y privada, están- consciente o inconscientemente- creando las condiciones para que el horror vuelva a mostrar su disciplinador rostro sediento de sangre. 

Según el psicoanalista Carlos Guzzeti... la lectura de Lacán nos ha advertido: el campo de concentración es la coagulación institucional más cabal del fenómeno segregativo propio de nuestro tiempo, imperio de la pulsión de muerte. Es decir que el capitalismo impone su dominación ligado consustancialmente con la lógica de los E.S.M.A.S. Agrega el citado autor más adelante en un artículo publicado en Página 12. 7/03/02. que... la lógica concentracionaria no es exclusiva de los campos., por cierto agreguemos Por lo tanto, todo movimiento que cuestione la hegemonía neoliberal es una afirmación del impulso a la vitalidad y una negación profunda de la muerte y de rechazo activo al fenómeno equivalente a los campos de concentración en nuestro tiempo: la represión preventiva, la marginación, el desempleo, la pobreza y la exclusión social. 

Una conclusión final: en la medida que el poder económico- causante de fondo y beneficiario de la barbarie recordada- no ha sufrido derrotas decisivas es factible que se den hechos como la desaparición de Jorge Julio López, que ya lleva más de un semestre. Le permite a la derecha recrear las condiciones ya analizadas de terror e inducción al individualismo, machacando con su amenaza constante sobre la sociedad civil. Como se ve, sólo desde la reflexión contemporánea de los problemas se podrá aportar a que se hagan realidad las palabras del Fiscal del juicio que, en 1985, se realizó contra los comandantes de las juntas militares asesinas. En aquella histórica ocasión, el doctor Julio Cesar Strassera finalizó su alegato pidiendo:
Nunca más

* Docente. Escritor. 
Miembro del Consejo Editorial de las Revistas Desafíos y 2010.
Director de la revista Electrónica Redacción popular.
http://www.geocities.com/raulisman         http://raulisman.blog.terra.com.ar

 

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