¡Libre cultivo de la hoja de coca! ¡Libertad para los presos políticos! 

      
           ¿Solidarizarme con Hildebrandt?


                                                

        Anticastrista al desnudo. César no ha cambiado su agresividad sin compasión, respecto a la revolución cubana.

Recordando su antifidelismo patológico

Dante Castro Arrasco / Revista Mariátegui
 14/02/07


Don César Hildebrandt, qué duda cabe, es un buen periodista. Ha hecho pasar muchos momentos ingratos a los capitostes de la corrupción institucionalizada, al extremo de hacerse acreedor a su ostracismo actual. El lamebotas del fujimorismo, Nicolás Lúcar, tiene un programa de TV, pero no así César Hildebrandt, a quien ya no le queda ni siquiera una página de la prensa local. Eso es lamentable.

La gente de izquierda se solidariza con Hildebrandt a pesar que este profesional no se ha identificado con ninguna de las izquierdas en los últimos 37 años. Muchas veces ha sido sarcástico, mordaz y agresivo con los izquierdistas. La gente de izquierda es frecuentemente generosa y siempre está dispuesta a solidarizarse con quien es víctima del Estado y los poderosos. Pero Hildebrandt cuando "está arriba" y tiene programa propio, jamás se acuerda de los oprimidos que habitualmente son los primeros en protestar porque le cierran los espacios.

Uno de los blancos favoritos de Hildebrandt ha sido el socialismo cubano. Parece que alguna frustración vivida en Cuba marcó para siempre su memoria y lo puso en el bando de los periodistas afines al Departamento de Estado Norteamericano.

Sobre el caso Cuba, tema con que engolosina sus más bajas pasiones profesionales, recuerdo entrevistas cáusticas al poeta peruano Winston Orrillo, al narrador argentino-cubano Jorge Timossi y al poeta cubano Miguel Barnet. La más agresiva fue contra el gran arquitecto que reconstruyó la Habana Vieja, Eusebio Leal, quien en compañía del desaparecido Gustavo Mohme, respondió estoicamente la andanada de provocaciones del conductor del programa.

El primer programa de TV que tuvo Hildebrandt, hasta entonces periodista "escrito", fue durante la apertura democrática de los matutinos años ochenta. Se fue la dictadura que todos juntos sacamos a punta de paros nacionales y huelgas indefinidas, pero la izquierda abrió campo para que la derecha gobernara. En el mundo la mayoría de cosas se teñían de rojo, como el mapamundi. Las revoluciones triunfantes anunciaban un nuevo amanecer, la lucha se hacía más cruenta en el Líbano, los sionistas mataban palestinos por docenas, centenas y después miles.

El primer programa de Hildebrandt se lanzó a hacer una encuesta en calle a los ciudadanos cubanos. Esa Cuba sin hambre y con todo el apoyo del mundo socialista, respondía positivamente sobre su Comandante en Jefe. Se acababan de largar los Marielitos y gusanos que ocuparon la embajada de Perú en La Habana, así que a Hildebrandt le interesaba la noticia. Nos mostró una Cuba de la cual era difícil renegar o despotricar. Pero este affaire repentino no fue por mucho tiempo. Regresó a sus juicios lapidarios anticubanos de los años 70, cuyos recortes guardo celosamente.

Hildebrandt hizo dos o tres especiales sobre el holocausto del pueblo palestino a manos de sionistas israelíes y culminó con el más contundente acerca de la masacre de Zabra y Chatila. Le cerraron el programa a pedido, mejor dicho exigencia, de la colonia judía en el Perú. Pero principalmente por gestión directa de un nuevo empresario de TV de nacionalidad judía: Baruch Ivcher (nadie lo conocía entonces). La izquierda, siempre generosa, le ofreció su apoyo y hasta la excelente revista Marka le ofreció sus páginas, oferta que Hildebrandt rechazó cortésmente.

Pasó una década y lo vimos con la vincha del movimiento "Libertad" de Mario Vargas Llosa. Pasaron dos décadas y escuchamos a Hildebrandt en Frecuencia Latina (canal 2) alabando las virtudes democráticas de Baruch Ivcher, su nuevo patrono o mecenas, como usted quiera intitularlo. Muchas cosas cambiaron en él de acuerdo al viraje de los vientos, pero lo que nunca cambió fue su agresividad sin compasión respecto a la revolución cubana.

Eso y otras cosas que me reservo por el momento, me impiden sumarme a la grita solidaria con César Hildebrandt. Como periodista, puedo estampar mi firma en los manifiestos contra el ostracismo impuesto a César. Pero como ser humano debo reconocer que esa misma actitud él no la tendría con un periodista o escritor perseguido, encarcelado o exiliado. Más bien lo volverán a encontrar del lado del gusano contrarrevolucionario Carlos Alberto Montaner, como ya lo ha hecho en repetidas ocasiones, o de los supuestos "periodistas" de la disidencia interna en Cuba, financiados por el consulado norteamericano.

P.D.- Celebren el 14 de febrero el día de la amistad y fumen la pipa de la paz entre supuestos contrarios. Prefiero recordar a Gonzáles Prada y su célebre invocación a romper el pacto infame de hablar a media voz. Y recuerdo a ese gran maestro de la intransigencia negándose a devolverle el saludo a un oficial chileno durante la invasión de Lima, sabiendo que había sido amigo suyo en la infancia. Eso me recuerda también que estoy en la edad ideal de la intransigencia razonada: muy viejo para la prostitución y muy joven para la alcahuetería. Salute.

                                                            Mariátegui. La revista de las ideas.