¡Libre cultivo de la hoja de coca! ¡Libertad para los presos políticos! 

      
                Repensando la guerra         

              

Enemigos imaginarios. Los medios de desinformación fueron el mejor arma de EE.UU. para intentar convencer al mundo que fue correcta la carnicería en Afganistán e Irak.



"Si la guerra es santa... el terrorismo es beato"
Jaime Guevara

Roberto Ojeda / Revista Mariátegui
 11/05/07

Cada que el país afronta alguna crisis política o social, inmediatamente surge alguna amenaza de guerra, como últimamente se está hablando del problema con Chile. Bueno pues, nos toca hablar de esa categoría tan terrible a los oídos: la guerra. No solo la violencia, que sabemos que siempre está, ni el conflicto, que es de muchas formas, sino la guerra, el arte de matar y evitar que te maten, la actividad más inhumana de todas las actividades, que sin embargo se pretende la más humana de las mismas.

Los similares - diferentes
En nuestra vida cotidiana pertenecemos a uno o más grupos sociales, ya sea la familia, el barrio, los amigos, los colegas. Y todos tienen sus similares-diferentes, es decir, aquéllos que son como nosotros pero no son nosotros. Vayamos por ejemplos: todos los barrios son similares y a la vez diferentes entre sí, para considerarnos "de barrio" tenemos que ser de algún "barrio" en particular, los habitantes del mismo barrio son nuestros "iguales" y los de otros barrios nuestros diferentes. Otro ejemplo, los hinchas de un equipo de fútbol se saben similares a los hinchas de otro equipo, pero no pueden ser hinchas de cualquier equipo. No. Tiene que haber uno: el nuestro. Así como debe haber otros equipos con sus respectivos hinchas, nuestros diferentes. Esta fórmula se aplica a los pueblos, las ciudades, los trabajos, las profesiones y tantos otros espacios como gente hay en el mundo. 

Casi todas las diferencias se reafirman con rivalidades, como en la competencia por ejemplo. Por lo general estas rivalidades conviven armoniosamente, dentro de un orden social determinado, en el que contribuyen a la constante recreación de todo lo posible. Lo malo es que todo orden social "vive", es decir, nace, crece y muere, o para decirlo en otros términos, se origina en determinada coyuntura, se afianza, se hegemoniza y llega a decaer cuando un nuevo orden comienza a desplazarlo, o cuando su propia sobresaturación lo vuelve decadente. En esos tiempos de crisis, las rivalidades suelen acentuarse, se convierten en enemistades, enemistades que llevan al conflicto, y si llegan a la guerra el destino es la destrucción mutua. Claro, hasta que se reordene la sociedad. Y mientras dura la hegemonía de cierto orden, también hay guerras, para mantenerlo y legitimarlo. Por eso tantas rebeliones aplastadas y tantas conquistas, por eso tanta opresión y tantas cárceles.

En este continuo ordenamiento y reordenamiento del mundo, los conflictos son muchos, a veces se mezclan y otras se diferencian claramente. En el turbulento siglo XVI, los españoles venían conquistando el territorio andino y a la vez se producía un conflicto entre los pizarristas y los almagristas, lo que no era mayor problema puesto que también surgieron conflictos entre los inkas y los wankas, chachas y kañaris, y hasta entre los inkas mismos. Pero a pesar de lo caótico del momento, las diversas tropas y caudillos sabían muy bien quien era su enemigo, o a quien elegían como enemigo. Como Paullu Tupa observando la batalla de las Salinas en la que perdió Almagro, su viejo aliado, y se encumbraron los Pizarro, a quienes Paullu brindaría su apoyo. 

En la guerra las enemistades dependen de una suma de alianzas, marcadas por el curso de los acontecimientos, de quién va ganando y quién ya fue vencido. En la guerra civil española, los marxistas del POUM y los anarquistas de la CNT lucharon juntos contra los franquistas y debieron enfrentar a la vez la represión de los estalinistas, que también luchaban contra Franco. Dicen que muchas veces la guerra pierde toda lógica, ¿no será más bien que ésa es su lógica?

Ganar o perder
El objetivo de toda guerra es el triunfo, en caso de no lograrlo, sólo queda una segunda opción: la derrota. Lo demás está matizado por una serie de alianzas que, según la conveniencia, están destinadas a compartir algo del triunfo o evitar que la derrota sea total. Una vez perdido su poder, los romanos tuvieron que aliarse con los francos y visigodos para repeler el ataque de los hunos, que amenazaban conquistarlos a todos. En la segunda gran guerra, las potencias capitalistas tuvieron que aliarse con la Rusia comunista para vencer al "Eje" que estaba atacando por todas partes.

La guerra siempre se plantea obtener el triunfo por la fuerza, ya sea para someter o para liberarse, la guerra pone el diálogo a segundo plano. Es el poder basado en los triunfos alcanzados el que hace sentar a las dos partes para capitular, no para conversar sobre una discrepancia sino para negociar la solución al conflicto a partir de presiones. Ninguna victoria es satisfactoria para las dos partes, todo héroe es a la vez un villano para los vencidos, como todo rebelde es a la vez un héroe para su gente. Recordemos la frase romana "pobres de los vencidos", o cuando Manko Inka venció a los wankas y los mataba gritando "los ayuden vuestros amos".

Cuando en Latinoamérica estaba en boga el marxismo, se hablaba mucho de violencia mala y violencia buena, de violencia burguesa y represiva frente a violencia proletaria y revolucionaria. Como tantas veces en la historia, el discurso disfrazaba la cruda realidad. Como cuando los capitalistas se presentaban como defensores del mundo ante la amenaza comunista, o como ahora los EEUU se proclaman los protectores del mundo frente al terrorismo, para en realidad adueñarse del mundo. Y los terroristas de toda laya y dictadores de todos lados justifican su accionar como defensa ante la agresión imperialista. En síntesis, todos justifican su violencia con su bondad, con sus nobles ideales y con la maldad de sus enemigos. Especialmente con la maldad de sus enemigos.

Entre el vencedor y el perdedor ¿quién queda? Cuando gana la élite, ¿ganan todos? ¿O es que los más (o los menos), sólo apoyan a uno por evitar la agresión del otro? Porque por lo general no existen otras opciones. Lo peor de estar en una guerra es estarlo en medio. Si no te matan unos, te pueden matar los otros. Y así, los "pequeños" se ven obligados a apoyar a algún "grande" para evitar que lo atropellen todos. Lo que en tiempo de paz se soluciona con diálogos y debates, en tiempos de guerra sólo se puede solucionar por la fuerza, y si no hay la suficiente fuerza hay que buscar alguna alianza.

Pensemos en la guerra civil norteamericana, entre la Unión y la Confederación no había más caminos, tanto en el este como en el oeste. En la guerra del Pacífico, cuando el ejército chileno invadió suelo peruano, no fue el ejército peruano quien lo combatió, sino civiles comandados por algunos militares, encabezados por el Brujo de los Andes. Pero no formó una tercera fuerza, no, porque el conflicto ya estaba en marcha, sólo quedaba estar con uno u otro, a pesar de que luego ambos terminarían haciendo lo mismo (como de hecho sucedió, pues el mismo Cáceres terminó reprimiendo a sus antiguos soldados). 

Lo mismo nos pasó en la guerra interna de los ochentas. Teníamos dos frentes en conflicto: Sendero y las Fuerzas Armadas. Luego se sumó el MRTA, que terminó confundiéndose con Sendero en el imaginario popular, porque el conflicto ya estaba en marcha y era muy difícil "abrirle" espacio a un frente más. Los ronderos luego, se pegaron al Estado y las fuerzas armadas, no crearon un tercer frente porque eso implicaba iniciar una nueva guerra y, por lo general, sólo surge una nueva guerra cuando la anterior ha caducado.

La vanguardia
"El fin justifica los medios" decía Maquiavelo, el resultado final resultaba ser más importante que el proceso previo, aunque incluyera atrocidades, muchos fines resultaron positivos para muchos pueblos, pero los medios siempre fueron devastadores. Eso del "costo social" por ejemplo, no toma en cuenta que ese "costo" incluye vidas humanas, vidas cortadas, mutiladas o traumatizadas para siempre. La guerra no piensa en los individuos, ni siquiera en todo el colectivo, porque prioriza los resultados y así, se aleja de aquéllos a quienes pretende brindar esos resultados. 

La izquierda leninista gustaba utilizar el nombre y el mito de la vanguardia. Entendido como un grupo de políticos especializados que iniciará los cambios sociales, y como se dice que la guerra es la prolongación de la política por otros medios (y viceversa), la vanguardia revolucionaria era un grupo especializado que iniciaría la guerra revolucionaria. Así obtuvieron triunfos en Rusia, China, Cuba y otros lugares. Al margen de los beneficios obtenidos a partir de estos triunfos -que de hecho son mayores que los existentes en los países capitalistas-, los sacrificios han sido muchos. No se trata de juzgar ni mucho menos condenar el accionar de grupos que respondieron a su momento histórico, a las necesidades de su contexto, pero tampoco hay que olvidar que junto con las reformas bolcheviques está la masacre de Kronstand, o los fusilados por el régimen cubano (el famoso Che), aunque sean pocos y en su mayoría "contrarevolucionarios", también son vidas humanas.

Vanguardias ha habido siempre en la historia, muchas veces han fracasado, otras triunfaron, en fin, eso de jugar con la historia no es fácil. Sin embargo el rasgo común entre todas ha sido que siempre han intentado desplazar o reemplazar al grupo más privilegiado, o cuando menos huir de estos. Por su propia estructura, la vanguardia decide por su cuenta el rumbo de la historia, no está para consultar a todos ni aplicar algo de democracia, la vanguardia se asume el rol de salvadora del mundo, y lo hace, para bien o para mal. Vanguardias ha habido muchas y no sólo en la guerra, están las vanguardias intelectuales, artísticas, culturales, políticas y en cada una de las ramas del conocimiento humano. Al final, toda vanguardia termina convirtiéndose en la nueva hegemonía (y por ende, dominación) o se disuelve en el proceso social, entre los nuevos actores sociales que muchas veces surgen gracias a sus acciones.

El enemigo imaginado
Tenía frente a sí unos enormes monstruos de largos brazos giratorios y aunque Sancho le insistía que se trataba de simples molinos, igual la emprendió contra los fieros gigantes. Todos recuerdan el desenlace de la historia, el viejo Quijote apaleado por unos enemigos que sólo él veía. Y muchos piensan que los veía por que estaba "tocadito", pero la verdad es que ese imaginar enemigos está presente en todas partes y en todas las gentes, y así, sin darnos cuenta -o sin querer hacerlo- terminamos enfrentados a monstruos muchas veces más absurdos e irreales que los que enfrentara el Caballero de la Triste Figura.

Como parte del reafirmarse implica diferenciarse de los otros, siempre estamos buscando nuestros "similares-diferentes". Cuando la guerra culmina y el mundo se reordena, ¿quiénes son los nuevos enemigos? Cuando concluyó la segunda gran guerra y las potencias centrales quedaron vencidas, el mundo se dividió en dos bloques: los comunistas y los capitalistas. Ahora que la guerra fría acabó, el imperio global busca nuevos enemigos, aunque tenga que imaginarlos, construirlos. Entonces aparece el terrorismo, ¿cuántos de los grupos terroristas descritos por la CIA serán reales? Recordemos que en Afganistán no encontraron a Ben Laden y en Irak no había armas químicas ni relación alguna con Al Qaeda. Tal vez estemos como en la novela "1984" (Orwell), donde la guerra que abarcaba a todo el mundo, en realidad no existía.

Es muy fácil imaginar un enemigo, para que los demás se lo crean están los medios de comunicación y listo, la sociedad se lo creyó. Claro que últimamente ya no les está funcionando, es el único resultado positivo de la guerra en Irak. Esto debido a la lucha constante de organizaciones sociales agrupadas bajo el nombre de "movimientos antiglobales", nombre que dicho sea de paso, se lo pusieron los dominadores. Esa lucha constante y múltiple que en los últimos años ha comenzado a golpear al imperio por donde este más nos golpea: el aspecto simbólico.

Volvamos a cómo se imaginan los enemigos. Si el poder se reafirma a partir de las diferencias y enemistades, cuando estas desaparecen, ¿desaparece su legitimidad? Ya vimos que no, que el poder (sea el que sea) recurre a construirse enemigos imaginarios y así, mantiene su poderío en la mente de sus súbditos. Ya sean los salvajes, los herejes, los comunistas, o los enemigos de turno. Su existencia afianza y justifica la necesidad de mantener el orden existente. Y esas construcciones se realizan a partir de los temores de la sociedad misma, el temor a lo diferente, a lo no conocido. Por eso los árabes le funcionan muy bien como enemigos a occidente, como los indígenas en otros tiempos.

Lo peor de esto es que no sólo los poderosos inventan enemigos, también los "de abajo" tienen sus propios fantasmas, los mismos que son utilizados por los dominantes a favor suyo. Por ejemplo, los grupos de izquierda se han mantenido más ocupados en sus contradicciones internas que en enfrentar a las derechas, haciendo que al final de la jornada siempre lleguen desgastados y terminen con tristes derrotas. Como esa exagerada confrontación entre socialistas y anarquistas, y las múltiples peleas entre socialdemócratas, leninistas, trotskistas, guevaristas, sindicalistas, indigenistas, feministas, etc. Ante toda propuesta nueva surge de inmediato la oposición antes del análisis, claro, es mucho más fácil tener un enemigo que un amigo, es más fácil catalogarlo de malo que intentar aprender de lo bueno que tenga. Y curiosamente se apela a una mal entendida radicalidad, a los principios, y todo lo que en el fondo sólo sirve para dogmatizarse y mantenerse aislado.

Divide y reinarás dice el refrán, pero el orden imperante ya ni necesita dividir, porque la mayoría ya vienen divididos de antemano. Bueno, es cierto que las contradicciones existen, pero el casi colapso de la modernidad nos hizo comprender (trágicamente) que la diversidad es inevitable y más bien presenta mucho potencial para reconstruir una civilización más justa y armónica. Puede decirse que vivimos una buena época, que aunque observa cada vez mayor destrucción y devastación de todo lo construido por las miles de sociedades que han existido en este planeta a lo largo de los miles de años de historia, también presenta algunos pequeños intentos por evitar ese proceso y, lo mejor del caso, que esos esfuerzos se están encontrando, poco a poco y con dificultad para vencer sus taras particulares.

El trabajo inmediato que nos queda es evitar a toda costa la guerra que sea, ya no seguir alimentando con muertes la guerra de quienes nos dominan. Los pueblos de Chile y Perú (por ejemplo) son hermanos, dominados por las mismas corporaciones transnacionales que dominan todo el mundo. Con una historia oficial llena de mentiras, exageraciones y rencores. El deber de los historiadores es reescribir esa historia, intentar cambiar esa memoria colectiva construida por los estados y hacerlo cuanto antes, es decir, nos toca "hacer" la historia a demás de estudiarla y relatarla.

                                                            Mariátegui. La revista de las ideas.