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¿Quién es Walter Chávez, el ex asesor de Evo?

                                                            

       Fuera de la sombra. Los soldados del capitalismo y la oligarquía desconocen la reconocida trayectoria  periodística de Chávez, al que acusan de ser un oscuro asesor y ex terrorista.

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Tankar Rau-Rau Amaru (*) / Bolpress - Revista Mariátegui
 05/02/07

Hay una campaña de difamación contra el periodista peruano Walter Chávez, asesor del presidente Evo Morales. Ante tanta calumnia que vierten los medios pro-chilenos en el Perú y los peones del capitalismo en Bolivia, nosotros los periodistas kechwa-aymaras nos obligamos a lanzar nuestra palabra.

Chávez es kechwa, cajamarquino de nacimiento. Estudió filosofía en la Universidad Mayor de San Marcos de Lima. Cuentan sus amigos que Jürgen Haberlas, el pensador y filósofo alemán, lo quiso llevar a su país para tenerlo como su discípulo pero Chávez no quiso ir, porque tenía miedo a viajar en avión.

Fujimori y el terrorismo de Estado
Ahora Walter Chávez es asesor de Evo Morales. O era hasta ayer. Se fue del Perú en los comienzo del fujimontesinismo, cuando comenzó la persecución contra los opositores: dirigentes estudiantiles, obreros, campesinos, y periodistas que osaron enfrentársele. Felizmente se fue del país y, como era kechwa, encontró refugio en nuestros hermanos kechwa-aymaras de Bolivia. Si no se iba, pronto hubiera muerto en un "asalto" o en un "accidente automovilístico", que era la forma favorita de Montesinos de acabar con los opositores. Muchos de los periodistas que ahora atacan a Walter Chávez desde diferentes medios pro-chilenos, no eran tales en los comienzos del fujimorismo. No saben lo que pasó entonces. Por eso son capaces de llamar "emerretista" o "senderista" a cualquiera, según el interés de sus patrones. Quienes estuvimos en los diarios de Lima en esos años sí tenemos autoridad para decir qué sucedió realmente.

Yo llegué a Lima en 1991. Pío Fernández Cano, director del diario Ultima Hora, me dio la oportunidad de trabajar como corrector a pesar de que yo no era más que el comunero kechwa de un pueblito de Ayacucho, encima un comunero casi adolescente. Llegaron a Ultima Hora César Lévano y Alfredo Berríos. También Nilo Espinoza Haro. César Hildebrandt tenía allí una columna. Los muertos del fujimorismo estaban por aparecer en las calles y en las universidades. Un día metieron a la cárcel a Yehude Simon luego de calumniarlo como asesino de un dirigente. La prensa de Fujimori dijo que "Simon era emerretista" y sacaron supuestas "pruebas". Claro, era falso, preparado por los servicios secretos. El objetivo de Fujimori era eliminar del terreno político a un naciente líder socialdemócrata que podía hacerle sombra. Simon pasó varios años en la cárcel, por gusto. Ahora Yehude Simon es uno de los mejores presidentes regionales de Perú, y va a su segundo periodo.

Después llegó el golpe de Fujimori. Esa misma noche Fujimori cerró Ultima Hora porque era incómodo para la dictadura que allí escribieran periodistas decentes como Pío Fernández, César Lévano y César Hildebrandt, quien en esa fecha ya se encontraba en España (dicen que se fue por una beca pero sospechamos que se enteró de las intenciones asesinas de Montesinos). El mismo Alan García escapó por los techos.

Así comenzó la persecución. El periodista que se oponía al régimen, recibía mil presiones. Los dirigentes que hablaban contra la dictadura, aparecían muertos en "accidentes" o en "asaltos".

Algunos de los periodistas que nos quedamos sin trabajo en Ultima Hora, empezamos a trabajar en Diario Uno, un periódico de oposición donde estaban Nilo Espinoza, Iván García y muchos otros jóvenes que hoy brillan en el periodismo nacional. Pero desde el primer día sufrimos el acoso de los servicios secretos de Montesinos. Presionaban a los empresarios para que no pongan aviso en nuestro periódico, para matarnos de inanición. "Compraban" a los canillitas para que escondan el periódico. Sobrevivimos algunos meses. 

Pero la muerte estaba anunciada desde el primer día. Era delito oponerse al sátrapa, que ya empezaba a vender todo lo que no le pertenecía con el aplauso de cierta prensa vendida, ahora pro-chilena (El Comercio, Panamericana), precisamente los que atacan a Walter Chávez. Cerraron Diario Uno, pero seguimos en la pelea. Comenzamos en La Mañana, fundada por Maruja Valcárcel y el genial Sofocleto. Imposible sobrevivir. Sofocleto estaba hecho de otra madera: era un ser nacido para ser libre y no se sometería jamás. Y Maruja se había forjado bajo el yunque del indigenismo. Juntos eran dinamita y un peligro real para Fujimori y para los vendepatrias que le rodeaban, que en ese tiempo ya entregaban todo a las transnacionales. La presión económica vía SUNAT empezó enseguida. Antero Flores Aráoz era amigo del periódico, pero no pesaba mucho. Los periodistas eran seguidos por los servicios secretos como vulgares ladrones, entre ellos Pepe Calderón y Manuel Cadenas, aunque quizás nunca se enteraron. 

Algunos éramos sospechosamente asaltados en pleno Miraflores. Al poco tiempo cerró La Mañana, y Sofocleto fue a morirse lentamente a su casa, en este país donde los mejores, o murieron abandonados o acabaron olvidados.

Chávez en Bolivia
Walter Chávez también sufrió los golpes del fujimorismo. Fue detenido, calumniado de emerretista. Chávez era filósofo, sabía pensar, y para Fujimori era un delito saber pensar en un país al que había hipnotizado casi hasta la parálisis con los medios de comunicación serviles. Felizmente Chávez se fue del país.

Cuentan sus amigos bolivianos que Walter Chávez, que trabajaba como jefe de Cultura del diario Hoy, podía leer tres o cuatro libros en un día y también podía editar 16 páginas en una tarde. También trabajó en el diario La Razón de Bolivia. Sacó el quincenario El Juguete Rabioso, y él mismo se encargaba de distribuir y negociar con los kiosqueros de La Paz y El Alto. El Juguete Rabioso es profundo, corrosivo, puede ir contra la última novedad editorial en su tapa o tumbarse a un ministro.

Chávez ahora es asesor (o era hasta ayer) de nuestro hermano aymara Evo Morales. Como descendiente del Tawantinsuyu, trabaja por los desposeídos, por los sin tierra, por los sin zapato, por los que hace quinientos años esperan liberarse de sus opresores. Eso se llama solidaridad, y es propio de los kechwa-aymaras.

No importa lo que digan aquí y allá los soldados del capitalismo, los mastines de los oligarcas desfallecientes. No importan las calumnias de cierta prensa de Lima, pro-chilena, que ataca al ver que por primera vez un kechwa peruano asesora a un kechwa-aymara boliviano, rompiendo de ese modo la hegemonía de los asesores chilenos, que siempre estuvieron detrás de los presidentes bolivianos (y también peruanos), en forma abierta o silenciosa… 

No importan los ataques de los sectores minoritarios de la oligarquía boliviana que no están convencidos de que un presidente kechwa-aymara esté al mando de la nación. Nuestros hermanos de Bolivia ya han identificado a los enemigos y ya saben de dónde viene el ataque. 

Ya saben que el cambio lo harán ellos mismos, porque son kechwa-aymaras, los verdaderos dueños del gran Tawantinsuyu al que ahora llaman "Perú, Bolivia y Ecuador". Algún día seremos nuevamente uno solo, entonces "echaremos al mar 500 años de podredumbre" y seremos, nuevamente, un pueblo libre y con dignidad.

(*) Escritor y periodista ayacuchano. Subdirector del diario Opinión de Andahuaylas. Secretario de Ideología del Movimiento de Integración Kechwa de Apurímac (Minka).

                                                            Mariátegui. La revista de las ideas.