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                 México, nueva plataforma de la derecha en América Latina


                                                    

         Presidente pantalla. Patético. Calderón buscó ser la estrella de Davos presentándose como el representante del gobierno más genuflexo a las políticas de la Casa Blanca en la región. 

Laura Carlsen / International Relations Center Américas - Revista Mariátegui
 23/02/07


El presidente mexicano Felipe Calderón se fue al Foro Económico Mundial con una audaz agenda. En el foro y en las reuniones con los líderes de negocios y los jefes de Estado europeos, presentó a México como el garante de la ortodoxia económica y explícitamente criticó a las naciones latinoamericanas que se han desviado del sendero trazado por las instituciones financieras internacionales y por el gobierno estadounidense. 

Volaron chispas en un panel de discusión sobre el futuro de América Latina. En una crítica oblicua pero obvia hacia Hugo Chávez, Calderón profirió advertencias contra el retorno de "dictaduras personales vitalicias", y luego reprochó a Bolivia y Venezuela por lo que considera el retorno de viejas políticas de un pasado de expropiación y nacionalización. 

El presidente Lula, de Brasil, respondió pronto y con firmeza, y apuntó que Chávez "fue electo tres veces, de la manera más democrática posible" y defendió el derecho de Bolivia a controlar las entradas procedentes de la producción de gas. No obstante, sobrevino otro jaloneo diplomático entre Felipe Calderón y el presidente venezolano quien le reprochó al presidente mexicano: "es triste que un jefe de Estado que llega para tratar de proyectar un país vaya a atropellar a otros países". 

Líneas divisorias 
No es la primera vez que un presidente mexicano hiere las sensibilidades de sus colegas en el hemisferio mientras anda de viaje por el extranjero. Los líderes de oposición en el Congreso mexicano de inmediato hicieron un llamado a la "prudencia" en la conducción de la política exterior de la nación -lo que refleja las críticas semejantes que se hicieron al gobierno de Vicente Fox. 

Pero existe una importante diferencia entre ambos presidentes, militantes del Partido Acción Nacional (PAN). Aunque los comentarios "sacados de la manga" de Fox procedían también de su ideología de libre mercado y de su compromiso con la agenda internacional estadounidense, reflejaban más una impulsiva falta de control que una estrategia política pensada. 

Calderón, por otra parte, fue a Davos de pica-pleitos. En su estrategia para serle atractivo a los inversionistas extranjeros, dibujó una América Latina dividida -donde México es, según el retrato, un líder regional de aquellos países que se adhieren a las reglas fijadas por Estados Unidos y las organizaciones de financiamiento internacional, y un dique contra aquellos países que buscan alternativas y modificaciones al modelo neoliberal. 

En los dos últimos años, la mayoría de los 35 países en el Hemisferio Occidental llevaron a cabo sus procesos electorales. En la secuela de esas elecciones, emergió un eje de naciones latinoamericanas que desafía la hegemonía de Estados Unidos en la región y los dictados del libre mercado. El impugnado triunfo de la derecha en México se opone a esa tendencia regional al poner en el cargo un gobierno que eleva el papel del sector privado en el impulso del desarrollo y que ve con escepticismo que el gobierno intervenga en la economía de "libre mercado". En su campaña electoral, Calderón prometió buscar la reconciliación con los países del Cono Sur pero eso choca con sus objetivos ideológicos, lo que hace surgir dudas acerca del papel que el nuevo gobierno habrá de jugar en un continente cambiante. Las aseveraciones de Felipe Calderón en Europa aclaran esas dudas explícitamente, pues buscaron disociar a México de los renegados y preparar el terreno para más privatizaciones en el país. 

La mejor defensa es una fuerte ofensiva 
Evidentemente el nuevo presidente ha decidido que la mejor defensa es una fuerte ofensiva. Calderón está operando sobre un margen de legitimidad tan delgado como un papel y dentro de un país que no ha restañado las heridas de la polarización que ahondó las diferencias en el curso de las elecciones presidenciales del año pasado. En el mejor de los casos-sin tomar en cuenta la posibilidad de manipulaciones electorales y fraude-asumió el cargo respaldado con tan sólo el 21% de los votantes registrados. 

Sin embargo, Calderón aparentemente interpretó su victoria como prueba de que en México el actual modelo económico se ganó las "mentes y los corazones" de la población. "El dilema", afirmó, "es si vamos a promover, precisamente, mercados cada vez más rápidos y más diversos, inversiones cada vez más globales, o vamos a volver a regímenes del pasado, de economías cerradas y centralmente planificadas, controladas por el gobierno a través de expropiaciones. Y esa fue, amigas y amigos, la decisión que México tuvo que tomar el pasado 2 de julio en las elecciones". 

En Davos, Calderón presentó una serie de dicotomías fáciles: pasado y futuro; democracia o "regímenes dictatoriales"; libre mercado o economías cerradas. Al hacerlo, caricaturizó la política latinoamericana de hoy, ridiculizó a muchos de sus líderes, e hizo a un lado los puntos de vista de millones de mexicanos que votaron en su contra y por un proyecto económico muy diferente. 

La oposición al candidato del PAN surgió de un profundo desencanto con el modelo económico. Mucha de la población de México, en especial sus sectores más pobres y vulnerables, consideran no estar representados por el gobierno de Calderón . Pero en lugar de intentar una reconciliación, en Davos el nuevo presidente reafirmó su compromiso con asegurar que México se mantenga siendo el niño publicitado del status quo . Al emprender en el ámbito internacional una plataforma ideológica en pos de una ortodoxia económica, Calderón le echa sal a heridas aún frescas por el conflicto post-electoral. 

Encandilar inversionistas insultando a los vecinos 
Pese a las chispas que cruzaron entre los líderes mundiales, el principal objetivo de Calderón en su gira europea no fue, para nada, la política sino lo económico, y fue en ese ámbito donde hizo una distinción entre México y sus vecinos del Sur. Davos es el foro principal para los grandes jugadores de la globalización, y los líderes políticos asisten como suplicantes. En varias de las reuniones con inversionistas y directivos de corporaciones, el presidente mexicano buscó posicionar a México como destino de la inversión global. 

Su estrategia fue decir que México es quien se ha mantenido en línea, quien ha seguido todas las reglas. Y como los otros países se han portado mal, parece decir, deberían elegir a México y no a los otros. Criticando a otras naciones en el hemisferio Calderón establece la dicotomía de un "nosotros" contra un "ellos" que estratégicamente pone distancia entre México y el resto de América Latina con el fin de buscar los favores de los inversionistas globales. 

Esto surge de una visión del futuro en la que los países en desarrollo luchan unos con otros por las inversiones extranjeras cual si fueran éstas el único motor del desarrollo. Al afirmar, erróneamente, que "recientemente Goldman Sachs, por ejemplo, en sus pronósticos para el futuro, estableció que para el año 2040 México será una de las cinco economías más grandes del mundo", Calderón buscaba situar a México en el círculo de vencedores de la globalización, los llamados países del "BRIC", siglas de Brasil, Rusia, India y China. 

Pero Alejandro Nadal hábilmente ha mostrado que México está muy lejos de cumplir los pre-requisitos de crecimiento de estas cuatro pujantes centrales de energía. En varios grados, estos países han seguido estrategias que rehúsan las fórmulas impuestas por el sistema internacional. Con Lula, Brasil se unió a muchas naciones en desarrollo para insistir en concesiones dentro del sistema comercial-una reducción en los subsidios otorgados en los países desarrollados, pero también el derecho a producir medicamentos genéricos y otros aspectos que van contra los términos del libre comercio según el modo promovido por Estados Unidos y Europa. 

Todos han desafiado la ortodoxia económica y le reservan un papel activo al Estado en la planeación económica, la transferencia de tecnología y en la educación. Como casi todas las economías dinámicas del mundo, cuestionan la teoría y la práctica impuestas por las instituciones financieras internacionales y los países desarrollados, y contribuyen a un consenso sobre la necesidad de repensar los modelos económicos en los países en desarrollo. 

México ha hecho justo lo opuesto. Durante seis años del gobierno de Fox, en los foros de la globalización por todo el mundo, buscó ser el paladín de la causa de Estados Unidos-lo que con frecuencia minó los esfuerzos de negociación de los países en desarrollo. Hacer causa común con otras naciones en desarrollo, incluso las de su misma región, estuvo fuera de la agenda del gobierno mexicano desde el borrador que presentó Derbez en la junta ministerial en Cancún hasta la petulante defensa que hizo Fox de la moribunda Área de Libre Comercio de las Américas en Mar del Plata. 

En Davos, Calderón fue tan lejos que defendió el ALCA haciendo referencia a, "la discusión del ALCA y de otras cosas donde prevalecieron razones políticas y prejuicios de carácter político, ideológico por encima de razonamiento". 

Lo contradijo de inmediato José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos, que replicó que no fue un problema de prejuicios políticos sino que los países siguieron caminos diferentes. "A mí no me parece que se trate tanto de un prejuicio político, el problema es el comercio, el hecho de que los países han seguido caminos diferentes y ahora hay que cambiar. En 1998 se habló del acuerdo de libre comercio de las Américas, pero no se va a dar, eso es un hecho que tenemos que aceptar, hay que encontrar una salida diferente". 

Además de caer en malos modos de acuerdo a los términos diplomáticos, la postura del gobierno mexicano es increíblemente miope como incentivo a las inversiones . Los inversionistas tienden a ser pragmáticos. Por lo común le dejan las minucias ideológicas a los Estados e invierten donde son mayores las retribuciones-sin importarles si el país sigue la ortodoxia económica dictada por Washington. 

El desarrollo de las inversiones de los años recientes en América Latina debe ser frustrante para los gobiernos de Acción Nacional. Tras seguir la línea establecida por Carlos Salinas de Gortari y malbaratar casi todos los bienes de México excepto aquellos cuya venta tendría repercusiones políticas insostenibles, la nación enfrenta tiempos peores en cuanto a atraer inversiones extranjeras directas. 

Según la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (conocida internacionalmente como UNCTAD por sus siglas en inglés), en 2004 Brasil absorbió mucho más inversión extranjera directa que México, y Argentina (criticada también por Calderón por transgresora de las reglas) duplicó su cuota el año pasado. Mientras, China drena la industria maquiladora mexicana por lo que incluso la mano de obra mexicana perdió ya su margen competitivo. 

Jugar apegado a las reglas cuenta, pero a las grandes corporaciones les pesan mucho en sus estrategias un ambiente de negocios estable, una fuerza de trabajo constante, una infraestructura moderna y un sistema de transparencia. Una inflexible postura ideológica no puede mantener todos esos factores en una sociedad polarizada. Un México aislado y fracturado no es modo de atraer inversión extranjera. 

Una geopolítica de derecha 
Aunque el presidente Calderón dice que no se trata de un asunto de izquierdas o derechas, la visión que planteó en Davos estuvo claramente guiada por lo ideológico. 

Es revelador que sus escaramuzas con los líderes de la centro-izquierda del hemisferio ocurrieron al mismo tiempo en que se inauguraban en la ciudad de México los nuevos cuarteles generales de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA). 

La ODCA es un grupo de 33 partidos políticos de derecha que encabeza el presidente del PAN, Manuel Espino. En su conferencia, ODCA se comprometió a luchar contra la proliferación de los gobiernos de izquierda en el continente y por establecer una estrategia para promover el libre comercio, haciendo alianzas para derrotar a los "populistas" país por país. 

En particular, los líderes del movimiento de derecha se refirieron a las "amenazas" que implican Venezuela y Cuba. Según información publicada en el periódico mexicano La Jornada, los demócrata-cristianos ofrecieron un gran contingente de exiliados "cubano-americanos" como base política en México desde donde poder orquestar una "transición pacífica" en Cuba. La preocupación es que dado que la organización tiene estrechos lazos ideológicos con Calderón, la política exterior de México pueda usarse para promover ese objetivo-uno contrario a la larga historia de respaldo a la isla entre el pueblo mexicano y de "no intervención" en los asuntos exteriores. 

La ODCA tiene también estrechos lazos con los esfuerzos de la derecha en pos de los "cambios de régimen" de los cuales es punta de lanza el gobierno de Estados Unidos. El vicepresidente de ODCA, Marcelino Miyares, un residente de Miami, encabeza el Partido Demócrata Cristiano de Cuba (PDC) y es veterano de la operación en Bahía de Cochinos. Entre los prominentes invitados al evento del 30 de noviembre en la ciudad de México estaban los representantes del International Republican Institute (IRI)-el cual canalizó millones de dólares del dinero de los contribuyentes a grupos que se oponen a Chávez, incluido el partido demócrata cristiano Copei (Comité Político Electoral Independiente), durante los años anteriores al golpe de Estado de abril de 2002, y a grupos que participaron en el derrocamiento de Aristide en Haití. 

Según los informes noticiosos, Espino le bajó el tono a su discurso para evitar que se vincularan las ofensivas simultáneas del PAN contra la izquierda en Davos y en la ciudad de México. En ambos casos, aunque la derecha mexicana tiene la presidencia, enfrenta serios obstáculos para darle la vuelta a la ola de centro-izquierda que barre la región. Una de las razones es que su aliado más poderoso-el gobierno de Bush-está en su punto de mayor debilidad. Su tasa de aprobación es de las más bajas del hemisferio y los demócratas ya hacen campaña para hacer que la debacle en Irak culmine en un referéndum sobre el Partido Republicano y el conservadurismo en las siguientes elecciones presidenciales. 

Otra razón es que los gobiernos de centro-izquierda en América Latina tienen ahora un quorum a favor de hacer causa común mientras la derecha en muchos de estos países ha recibido palizas políticas importantes. Más de lo mismo no es ya una fórmula para ganar, y los partidos de derecha están tan trabados en la defensa de intereses amarrados y en una ortodoxia ideológica que no han sido capaces de ofrecer algo que vaya más allá. 

Una unidad latinoamericana o la globalización de perros que se comen a los perros 
Al pintar su raya entre quienes deben de ser premiados por mantener la ortodoxia capitalista y quienes deben ser castigados por insubordinación, Calderón le suplica a los inversionistas que premien la obediencia de México y abandonen a los pecadores a su condenación. 

En esta visión, la diplomacia y la política van en el asiento trasero. La unidad latinoamericana es vista como una quimera. En relación a la Alternativa Bolivariana de Chávez, aunque sin nombrarla directamente, Calderón dijo: "me parece que mientras más invocamos la unidad latinoamericana, estamos generando más tensión entre los países latinoamericanos, y eso nos impide estar unidos". 

Incluso el periódico español El País, normalmente parcial hacia Calderón, se sintió obligado a proferir un leve regaño: "Calderón, como presidente, debería mostrarse menos ideológico al establecer buenas relaciones con el Cono Sur y Venezuela y poner mayor énfasis en la integración latinoamericana". 

Lo extraño es que la beligerancia de Calderón contraste con el tono de las recientes declaraciones que salen de Washington. En un discurso en el centro de estudios internacionales y estratégicos [Center for Strategic and International Studies], el secretario adjunto para Asuntos Hemisféricos, Thomas Shannon, llamó a la reconstrucción del "Pan-americanismo" en un continente "post-Consenso de Washington". Aunque enfatizara que el "comercio es un componente de vital importancia en esta integración porque enlaza mercados, y las economías de mundo no son conducidas por las naciones-Estado sino por los mercados, también enfatizó la importancia de la agenda social y la cooperación, y minimizó los conflictos con Venezuela. 

Bajo fuego por su política en Irak, aparentemente el Departamento de Estado ha decidido intentar la reconstrucción de su hegemonía en América Latina mediante más acciones de bajo perfil. Aunque no queda claro que es lo que quiere decir la secretaria de estado Condoleeza Rice cuando habla de una agenda de "involucramiento positivo", pareciera significar esfuerzos por consolidar una base geopolítica en una región que se le aparta, evitando la confrontación retórica con los líderes izquierdistas y enfatizando las dependencias económicas y los convenios de seguridad. 

Problemas en el frente interno 
En el frente interno, la insistencia de Calderón en un sistema de libre comercio sin mitigaciones puede muy pronto dar vuelta y comenzar a perseguirlo. Después de unas elecciones en que la mitad de la población llamó vehementemente a reformas que atendieran las crecientes necesidades de los pobres, su negativa a la conciliación podría conducir a la inestabilidad. 

Las señales de alarma ya están aquí: México es una nación que exporta medio millón de personas anualmente-en su mayoría los pobres y los subempleados que "votan con sus pies" contra un sistema económico que les falló. Pocos días después del foro en Davos, decenas de miles de mexicanos marcharon en las calles protestando por el alza en el precio de las tortillas y la caída real en salario. En muchas entidades, notablemente Oaxaca, la protesta social no ha amainado incluso ante una violenta represión. 

Una cruzada presidencial para posicionar a México como modelo de la derecha en América Latina no es buena para México, no importa qué orientación ideológica tenga uno. 

Al alegar que la obediencia a las normas más estrictas de la globalización es una virtud, Calderón elimina públicamente el espacio de políticas que podrían poner en marcha las medidas correctivas tan urgentemente requeridas. Al hacer que la economía de libre comercio conservadora sea la plataforma competitiva de México, Calderón rechaza las demandas en pos de un modelo económico nuevo o modificado y los programas sociales que reducirían la inequidad. Sus políticas inevitablemente inflamarán las diferencias internas de México. 

Como política exterior, la estrategia simplemente desafía el sentido común. Nunca es buena idea antagonizar con los vecinos. De rutina, el gobierno del PAN ha exacerbado los conflictos con los jefes de estado en el Sur, ha hecho más difíciles los términos de la cooperación y ha trazado líneas de diferenciación donde podría existir una búsqueda común de soluciones a problemas compartidos. También ha rechazado las interesantes perspectivas de modos alternativos de integración del continente. 

Es más, lo hace en un continente donde las poblaciones activas han forzado a los gobiernos a reconocer que los sistemas de libre comercio no deben ser el único determinante de las políticas nacionales-dada la vasta inequidad que provocan. El contragolpe popular contra el modelo económico dominante ha conducido a la rebelión política y a un repensar la base constitucional de la sociedad en América Latina. Bolivia estableció una Asamblea Constituyente para reestructurar el gobierno y la economía política, mientras que en Ecuador, los simpatizantes del presidente Rafael Correa irrumpieron en el Congreso con una demanda semejante, y el 31 de enero varios miles de mexicanos se volcaron a las calles con exigencias que incluían un nuevo "pacto social" entre las prioridades de cambio. 

La búsqueda de nuevos caminos 
La suposición de que un involucramiento del gobierno en la economía es cosa del pasado ha caído en desgracia en años recientes. Se hizo evidente que la internacionalización de los mercados requería, y requiere, mayor involucramiento estatal: el rediseño de los programas nacionales, el subsidio de la industria de inversión y exportación, y la creación de regulaciones orientadas hacia los intereses de las corporaciones transnacionales y sus actividades económicas. 

El impacto adverso de la economía de libre comercio ha dejado claro que existe la necesidad de crear, cuando menos, algunos controles y balances dentro del sistema global y, en un sentido más general, el desarrollo de políticas proactivas por parte del gobierno para responder a los derechos de los pobres. 

El corazón del asunto es la búsqueda de un nuevo camino, o nuevos caminos, que dejen atrás las enormes inequidades generadas por el modelo neoliberal y que abran espacio político para que el estado reafirme sus responsabilidades hacia todos sus ciudadanos. 

El reciente ataque masivo de Calderón contra otros países latinoamericanos que exploran nuevas estrategias de desarrollo hace que el gobierno mexicano se posicione como obstáculo en ese camino. 

* Laura Carlsen es directora del Programa de las Américas del IRC (www.ircamericas.org) en la ciudad de México donde por veinte años ha sido escritora y analista política. Traducción: Ramón Vera Herrera

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