¡Libre cultivo de la hoja de coca! ¡Libertad para los presos políticos! 

      
                 Las 35 horas de George W Bush en Uruguay


                                                                

            El  último que ríe... Bush se fue feliz de Uruguay, porque llegó con las manos vacías y provocó que se vuelva a discutir el TLC y los rumores sobre una posible salida del Mercosur.  

El jardín de los arándanos

Guillermo Waksman / Brecha - Revista Mariátegui
 21/03/07

El presidente de Estados Unidos quedó muy satisfecho de la escala uruguaya de su gira. No está acostumbrado a que lo traten tan bien. Para el Frente Amplio, en cambio, la visita fue un peludo de regalo. Le provocó una crisis de identidad y le reabrió una vieja y complicada discusión: la de los TLC y su incompatibilidad con el Mercosur.

La estadía de George W Bush en Uruguay, entre la noche del viernes 9 y la mañana del domingo 11, se convirtió en la principal contradicción con su propia historia que debió enfrentar el Frente Amplio (FA) desde que, hace dos años, asumió el gobierno. No había duda de que, como lo adelantó el presidente Tabaré Vázquez el viernes 2 en su discurso de la plaza Independencia, aunque el FA sigue siendo una fuerza política antimperialista, el gobierno no tenía otra alternativa que recibirlo, como debe hacerlo con cualquier jefe de Estado de un país que mantiene relaciones diplomáticas con Uruguay. Casi todos los uruguayos teníamos derecho a hacer pintadas -o a gritar con todas nuestras fuerzas- "fuera Bush" y podíamos tratarlo, por ejemplo, de "asesino" o de "genocida"; la excepción eran los altos funcionarios del gobierno, que tienen no sólo derechos cívicos sino además obligaciones institucionales, más allá de que seguramente casi todos ellos compartan, en su fuero íntimo, esos calificativos. Otra historia es cómo se lo recibía -es decir si el trato era meramente protocolar-, qué relaciones se establecían con miras al futuro, si había que cuidar o no que las mismas afectaran otros compromisos internacionales que tiene el país y, también, qué actitud asumía, ya no el gobierno, sino la fuerza política que lo ejerce.

Por esas circunstancias, es probable que el presidente Bush tuviera más ganas de venir a Uruguay que su colega Vázquez de recibirlo. Nadie puede pensar que llegó a este país sólo porque su padre le dijo que valía la pena conocerlo ni tampoco para comprar arándanos. El visitante sólo podía tener beneficios y para el anfitrión había sobre todo inconvenientes. Ser bien acogido en un país pequeño, sí, pero con un gobierno de izquierda y con una tradición democrática reconocida por la comunidad internacional no era poca cosa para un presidente cuya popularidad, dentro y fuera de su país, está en caída libre y que ostenta merecidamente el título de campeón mundial de las masacres contra otras naciones y del desconocimiento abierto del derecho internacional y de las Naciones Unidas. 

La gira por América Latina era una excelente oportunidad para desviar la atención de la opinión pública estadounidense de la guerra de Irak y de los problemas internos. Pero además -como sostuvo Joseph Stiglitz, ex vicepresidente del Banco Mundial y premio Nobel de economía en 2001- fue antes que nada un intento de destruir la unidad y la cooperación de los países de la región. Dice también Stiglitz que la estrategia de Bush hacia América Latina ha sido la de dividirla y, a través de acuerdos bilaterales, tratar de romper los tratados regionales. En este momento, el objetivo parece muy claro: meter una cuña que deje de un lado a Chile, Brasil y Uruguay, y del otro a Venezuela, Argentina, Bolivia y Ecuador. Los siete países tienen diferencias enormes con su gobierno y, sobre todo, con su política exterior. Pero siempre es posible separar a los malos de los peores o a los bagres de las tarariras, ya que de pescar se trataba. 

En Uruguay, el historiador Alberto Methol Ferré, entre muchos otros analistas, se ha manifestado en la misma línea de pensamiento: Bush es un nuevo lord Ponsonby que viene a refundar el "Estado tapón" entre Argentina y Brasil (Crónicas, viernes 9). Hace cinco años Methol ya sostenía que uno de los objetivos del actual presidente de Estados Unidos era "africanizar" América Latina. 

Con su escala en Uruguay, Bush tenía todo para ganar. Sobre todo si era recibido, como lo fue, como un verdadero amigo, en un clima distendido, sin corbata y en mangas de camisa (salvo el canciller Reinaldo Gargano, quien prefirió marcar, aunque sea de ese modo, la distancia), en una estancia que le permitió sentirse como en su casa y hasta le recordó la residencia presidencial de Camp David y su propio rancho de Texas. Ese ambiente donde había más afabilidad que la exigida por el protocolo fue especialmente destacado, por lo infrecuente, por algunos periodistas estadounidenses que integraban la comitiva. Dio la impresión de que Uruguay buscaba ser "el mejor de la clase".

El motivo es que el gobierno tenía expectativas en cuanto a lo que pudiera dejar esta aproximación a Estados Unidos en materia comercial: se habló de lograr un aumento en la cuota de la carne vacuna -se propuso cuadruplicarla, para después negociar, según anunció el ministro José Mujica-, de colocar carne ovina, textiles, más software, cítricos (salvo naranjas), un poco de etanol y hasta los famosos arándanos. "Bush dijo que sí a todo menos a los textiles", anunciaron con delirante optimismo algunos titulares de prensa. Claro, a los textiles había dicho directamente que no -por los acuerdos de su país con China-, pero con respecto a todo lo demás apenas había respondido "vamos a ver". 

Nadie podía engañarse: es sabido que los negocios no se concretan en las visitas de los presidentes, en las que sólo se logran predisposiciones. Eso se consiguió: Bush se fue muy bien predispuesto, como anunció el lunes 12 con enorme satisfacción el ministro Danilo Astori, al término de la reunión en que Vázquez informó al Consejo de Ministros sobre sus seis horas con Bush (incluidas sus dos conversaciones a solas, una de 45 minutos, en tierra firme, y otra de 40 navegando por el río San Juan). Tan complacido quedó el presidente de Estados Unidos que -según él mismo lo difundió en la tarde del sábado, durante la recepción en la residencia del embajador Frank Baxter- le dijo a Vázquez que, ante cualquier problema, no dejara de llamarlo. Uruguay logró un "teléfono rojo" con la Casa Blanca, aunque habría que decir, un poco más modestamente, un "teléfono celeste" porque, a diferencia del que existía con el Kremlin, no basta con levantar el tubo para hablar; hay que digitar el número. 

Claro que este alicaído presidente Bush, en los últimos 20 meses de su mandato y en minoría en el Congreso, no pesa mucho en las decisiones comerciales de su propio gobierno. Un primer indicio de que el intercambio comercial no estaba entre las prioridades de la delegación de Estados Unidos se conoció cuando llegó el avión y se supo que Susan Schwab, la responsable de la Secretaría de Comercio en este tipo de asuntos, se había salteado la escala uruguaya para quedarse en San Pablo. Es lógico: con Brasil los negocios -y el etanol- tienen otro interés: una confirmación de que el tamaño sí importa.

Del conflicto con Argentina y de la instalación de la planta de celulosa de Botnia en Fray Bentos ni se habló, según aseguró Vázquez. No se habló de eso, sin duda, pero no hacía falta: la sola presencia de Bush en Uruguay -y por si fuera poco la simultánea de Hugo Chávez en Argentina, así como la predisposición, mala en este caso, de Bush con Néstor Kirchner- permite prever que si algún día le tocara al mandatario estadounidense meter una baza en este intríngulis, lo haría a favor del gobierno uruguayo, incluso sin necesidad de usar el teléfono celeste. Ya lo hizo, por lo demás, en ocasión del voto a favor del préstamo a Botnia en el directorio del Banco Mundial.

¿Ser o No Ser? Los sectores del FA tenían libertad de acción para asistir al acto convocado por el pit-cnt y otras organizaciones sociales. No fue por una decisión expresa en ese sentido de la Mesa Política, sino porque no había logrado la mayoría especial requerida (dos tercios) una moción que planteaba la adhesión a la convocatoria. Si bien no se planteó adherir a la convocatoria de la Coordinación Antimperialista -que llamaba a cuestionar no sólo a Bush sino también al gobierno, porque lo recibía-, hubo claramente dos posiciones en la coalición de izquierda. Por un lado, la de los partidarios de asumir, como fuerza política, la misma actitud del gobierno: "No se puede estar en la misa y en la procesión", dijo al respecto el senador Carlos Baraibar (Asamblea Uruguay) cuando fue consultado por Brecha. Por otro, la de quienes entendían que, más allá de las obligaciones institucionales del gobierno, el FA debía mantener la misma posición antimperialista que había sostenido durante toda su historia. Hubo, por cierto, militantes frenteamplistas que optaron por asistir a la marcha de la Coordinación Antimperialista y que, por lo tanto, cuestionaron la actitud del gobierno. 

Si la marcha que sólo repudiaba a Bush no hubiese existido, Uruguay y su gobierno de izquierda habrían ingresado al Libro Guiness como el único país donde una visita del actual presidente de Estados Unidos sólo es repudiada por unos pocos miles de personas, o bien esa misma marcha -donde hubo expresiones de violencia- habría tenido una participación muchísimo mayor. La protesta contra el comportamiento del gobierno, por consiguiente, también habría sido considerablemente más grande. ¿No habría sido más saludable que el FA convocase a la marcha junto a las organizaciones sociales, dejando claramente sentada que una cosa es la posición de la fuerza política y otra su obligación como gobierno? Es más confuso y genera mayor división interna simular que la bandera del antimperialismo -que el presidente Vázquez reivindicó- debe esconderse mientras el FA sea gobierno o que incluso, para levantarla, haya que asistir a actos a los cuales oficialmente no se adhiere.

El TLC Resucitado. Según el senador oficialista Alberto Couriel, "la visita de Bush pasó sin pena ni gloria y el gobierno de Uruguay no va a cambiar su política internacional ni su actitud con respecto a la integración regional" (La República, miércoles 14). Hay algunos indicios que permiten dudar de que después de esta visita -que por cierto no tuvo gloria alguna- ese vaticinio se cumpla. Primer indicio: ya en su discurso de Anchorena, el presidente Vázquez sostuvo que "no queremos un proceso de integración cerrado sino un proceso de integración abierto, que este Mercosur se pueda integrar con otros bloques, o con otros países del mundo, pero también que cada uno de los integrantes de este proceso, por ejemplo Uruguay, pueda ejercer su derecho soberano de desarrollar relaciones bilaterales con otros procesos de integración u otros países. En ese sentido estamos trabajando, y en ese sentido se inscribe entonces esta reunión que tuviéramos el honor de tener con el señor presidente de Estados Unidos". 

Segundo indicio: el ministro Astori desmintió el miércoles 14 haber formulado la versión que difundió la prensa local de una nota publicada en el Financial Times, de Londres, en la cual se le atribuye haber declarado que Uruguay debería dejar de ser miembro pleno del Mercosur si no se lo autorizaba a celebrar acuerdos bilaterales con otros países. Pero en el mismo desmentido Astori señala que es partidario de seguir planteando en los órganos del bloque que se le autorice a firmar ese tipo de acuerdos; sostiene que "Uruguay no puede ponerse límites (por tener) una economía muy pequeña que tiene que encontrar en su diversificación de relaciones la fortaleza que no le da su pequeño tamaño"; y anuncia que, además del acuerdo conjunto de todo el Mercosur con Chile, está planteada, entre otras alternativas, la posibilidad de que Uruguay celebre un acuerdo de libre comercio con ese país. 

Tercer indicio: el ex presidente Jorge Batlle* afirmó que el teléfono celeste es "una especie de cheque en blanco imponente para cualquier gobernante", e interpretó que lo único que Vázquez le puede pedir a Bush es "hacer un tratado de libre comercio" (radio El Espectador, lunes 12). La misma interpretación, seguramente interesada, hicieron la mayor parte de los empresarios que el sábado 10 estuvieron con Bush en la residencia del embajador Baxter, muchos de ellos relacionados con las cámaras y otros directamente con empresas ligadas al comercio con Estados Unidos (El País, lunes 12). 

Cuarto indicio: en una entrevista publicada ayer, jueves, por Búsqueda el embajador de Japón plantea la disposición de su país a suscribir un TLC con Uruguay.

Lo cierto es que, haya o no un antes y un después de la visita de Bush, la discusión sobre el TLC, que parecía estar muerta y enterrada desde que Vázquez la descartó, parece haber sufrido una súbita resurrección. 

* Batlle también se regocijó con el sorprendente reconocimiento que hizo Vázquez al gesto de Bush cuando dispuso el préstamo-puente de 1.500 millones de dólares cuando la crisis de 2002. Recordemos que el préstamo fue sólo por cuatro días.

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Mi amigo el execrable
El 8 de febrero la ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, afirmó públicamente que "el señor Bush es realmente la representación de lo más execrable, asesino y belicista que hay en el mundo". Arismendi fue convocada a la Comisión Permanente para que diera cuenta de sus dichos -no compareció porque, según se dijo, no fue posible concertar una fecha adecuada- y el diputado colorado Washington Abdala sostuvo que podría haberse configurado el delito de atentado contra el honor de un jefe de Estado extranjero. Algunas semanas después, preguntada sobre si se había arrepentido de esas opiniones, Arismendi respondió clara y escuetamente que no.

Los principales dirigentes y legisladores de la mayoría de los sectores del FA asistieron al acto organizado por el pit-cnt y otras organizaciones sociales, en el cual se leyó una proclama en la que había conceptos similares a los expresados por Arismendi. Fue notoria la ausencia de representantes de Asamblea Uruguay, la Alianza Progresista y el Nuevo Espacio o, al menos, de sus dirigentes más conocidos. José Mujica, por su parte, declaró que si no fuera ministro habría asistido a ese acto.

En cambio, no fueron muchos los dirigentes frenteamplistas que el sábado 10 concurrieron a la recepción ofrecida en su residencia por el embajador Frank Baxter. Concurrió el vicepresidente Rodolfo Nin, medio gabinete -Danilo Astori, Reinaldo Gargano, Jorge Lepra y Jorge Brovetto, que ya habían estado en Anchorena, y Daisy Tourné, Héctor Lescano y Eduardo Bonomi-, así como el senador Carlos Baraibar (au-FA). El ministro Mujica, cuya presencia en Colonia fue especialmente agradecida por Bush porque conocía su trayectoria de luchador -según señala Búsqueda en su edición de ayer-, prefirió quedarse en su casa y reflexionar mientras trabajaba la tierra. Recibió además a algunos periodistas, a quienes trasmitió la sensación de pesar que tenía por haber participado en las actividades de Anchorena, pero aclaró que entendía que ésa era su obligación como ministro. 

                                                            Mariátegui. La revista de las ideas.