¡Libre cultivo de la hoja de coca! ¡Libertad para los presos políticos! 

      
                  El triunfo de las derechas o los últimos coletazos de Cromañon

                  

                    Todo el poder. El neoliberal Macri gobernará la ciudad de Buenos Aires.

No los une el amor, sino el espanto.
Será por eso que les temo tanto.

Juan Sasturaín. Escritor argentino.

Raúl Isman / Mariátegui
 08/07/07

El significativo y contundente triunfo obtenido por el candidato de (ultra) derecha neoliberal, el ingeniero Mauricio Macri, en la segunda vuelta a jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires tiene diversas facetas y causas que merecen ser explicadas, pero un origen histórico fácilmente ubicable en el tiempo: la desgraciada noche del 30 de diciembre de 2004 en la que un incendio destruyó un local de recitales causando la muerte de casi dos centenares de personas. En la siguiente nota, intentamos garabatear algunas ideas e impresiones sobre lo ocurrido que parece señalar una cierta recomposición de la derecha.

Los fuegos de aquel infausto fin de año- además de las vidas inmoladas- tuvieron otra consecuencia más bien política. Se trataba de una fractura que el bloque progresista de la ciudad hubo de pagar muy caro: primero con la destitución del jefe de gobierno Aníbal Ibarra y más recientemente con la presentación de dos ofertas electorales en la primer vuelta, opciones que se debilitaron mutuamente para beneficio de Macri. Ocurrida la tragedia en la disco, la caterva reaccionaria que es liderada por el ingeniero-empresario-político comenzó a operar con suma habilidad para desquitarse hundiendo al gobernante que había derrotado a dos pesos pesados de las fuerzas derechistas (en el 2000 Domingo Cavallo y el ganador de la elección que analizamos en el 2003). Seguramente no se privaron de tomar revancha también de la época en que Ibarra desempeñaba funciones judiciales y en las que descolló en defensa de los derechos humanos. Por desgracia, contó para tales fines con la deslucida complicidad de cierta izquierda- con franco coqueteo con el ridículo- que suspira por la realización del comunismo en escala intergaláctica; pero no sabe ni le interesa defender los mínimos espacios institucionales alcanzados. Aunque no se trata de una categoría difundida en ámbitos académicos, la tipificación que propondremos a continuación es útil y práctica en razón de su expresiva capacidad de síntesis: Macrismo-Leninismo. En efecto, tal es el nombre que un amigo de debates políticos utilizó para bautizar esta curiosa orientación consistente en predicar un duro discurso ultra izquierdista, para servir en los hechos a la peor derecha. Lo perjudicial de su accionar no fue enorme en razón de su influencia, minúscula como excremento de mosca, en el escenario político argentino. Pero no vacilaron en colocar sus escasos espacios parlamentarios para sancionar el juicio político (con el aval del diputado por la ciudad Marcos Wollman del Partido Comunista) y luego para destituir al jefe de gobierno (el grotesco legislador zamorista Gerardo Romagnoli). Sin dudas, no midieron adecuadamente las consecuencias políticas de su accionar. Cumplida la faena que hicieron para servir de hecho a las fuerzas conservadoras, Zamora, su mujer y el famoso por un rato Romagnoli se encuentran semiretirados de la política, al menos en su face más pública. Y el Partido Comunista ni siquiera pudo presentarse a elecciones; ni con lista propia, ni en alianza. Al menos para la segunda vuelta sintieron la necesidad de hacer campaña para evitar el triunfo derechista. 

Muricio Macri- el beneficiario principal, hoy está claro- pudo ocultarse en penumbras, pero operando activamente, porque por derecha e izquierda tuvo escuderos que sirvieron fácilmente para lograr sus objetivos. La mascarada macrista-leninista continuó en los tiempos previos al ballotage con el encuentro en el que diversos mini partidos de izquierda- otrora enemistados ferozmente entre si por la custodia de la putrefacta momia de la ortodoxia dogmática- se coaligaron para llamar al voto en blanco en involuntaria e insoslayable complicidad con los deseos de Macri, bajo el conocido argumento que son todos lo mismo. Si el nuevo jefe de gobierno concreta su deseo (ya escasamente) oculto de pasar las topadoras para desalojar la villa de Retiro, estos dirigentes deberían hacer su autocrítica- verbo del cual desconocen el significado y que sólo saben conjugar en segunda persona- de cara a los pobladores de barrio, quienes ya supieron resistir similares intentos en los '90.

Pero no carguemos demasiado las tintas con la izquierda patética que supimos conseguir, ya que en esta elección se confirmó plenamente una tendencia largamente insinuada en los comicios del 3 de junio: existió una oleada derechista (que analizaremos más adelante), razón por la cual un desempeño más racional de la sinistra criolla no hubiera modificado en lo más mínimo el escenario comicial. De hecho, el voto en blanco subió tres puntos porcentuales, con lo cual todas las sectas unidas (todos unidos no triunfaremos) sacaron menos votos que separadas. 

Una campaña diseñada con inteligencia
A comienzos del corriente 2007- cuando aún Macri cavilaba acerca de presentarse en la ciudad, en la provincia o en la nación- estaba instalado en todos los sectores políticos y en el mundillo de los encuestadores una (luego demostrada como incorrecta) percepción consistente en que no podría perforar su fuerte imagen negativa. Tal situación lo llevaría a perder la segunda vuelta contra cualquier otro candidato. El propio Mauricio (que ahora triunfador asume que es Macri) estaba convencido de la existencia del límite señalado. En la decisión de disputar la Capital influyó la necesidad de que su indudable carisma (que reconstruye en menor dimensión la capacidad de Carlos Saúl Menem para unir a los sectores más altos y concentrados del poder con las franjas más pobres de la escala social) operase para fortalecer el desempeño de su lista legislativa, de modo que se incrementara la representación institucional de la derecha, más que en lo que aparecía como remota posibilidad de quedarse con el premio mayor en el ejecutivo de la ciudad capital. 

Para revertir el techo que aprisionaba las chances de Macri se desarrolló un esquema de campaña lavado (sin mayores definiciones) y pretendidamente desideologizado, que presentaba al candidato como un recién llegado desde afuera a la política y completaba el combo con la imagen de la aspirante a vice-jefe, verdadera recreación del sufrimiento cristiano, desde su silla de ruedas, y también hipócrita y falazmente expuesta como personaje ajeno al mundo político. Lo cierto es que Gabriela Michetti tiene una trayectoria en la cual, la actividad política no resulta en absoluto novedosa. En particular en sus formas más desprestigiadas: por ejemplo el bastardeo de la palabra empeñada; ya que apela constantemente al recuerdo de su maestro, el fallecido Carlos Auyero, quien debe revolcarse en su tumba- si ello fuese posible- al ver como su nombre es evocado para justificar una construcción política tendiente a legitimar la peor derecha. Además, ha sido funcionaria de la Organización Mundial del Comercio, un organismo tan al servicio del imperialismo como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Antecedentes que ponen en relieve que el electorado no mensuró adecuadamente sus antecedentes, por no hablar de los del jefe recientemente electo.

El discurso de campaña interpelaba y conectaba con un sentido común ampliamente instalado por los grandes medios de difusión, orgánicamente al servicio del poder económico. Algunos de sus contenidos y mecanismos publicitarios son ampliamente conocidos, pero nunca está demás volver a puntualizarlos: 
1) La ideología es algo intrínsecamente perverso; no sólo indeseable, sino más bien repudiable y casi perverso.
2) La política es una actividad execrable (eje central del discurso del nuevo jefe, que colocándose por fuera de la actividad capitalizó desde la derecha el "que se vayan todos").
3) El imperativo de asumir actitudes banal y vanamente positivas, es decir, no críticas frente a la preeminencia de la derecha. Por cierto que todos los ciudadanos somos negativos y positivos con relación a ciertas orientaciones. Pero la exigencia de presentarse de modo positivo en abstracto conduce a legitimar el injusto predomino del poder globalizado, como si fuese una calamidad natural y no algo deliberadamente construido.
4) Apropiarse del concepto de cambio, más allá de todo debate acerca del contenido concreto de la transformación. 
5) Repetir vaguedades ausentes de sentido y rehuir el debate hacia la segunda vuelta, cuando en el correspondiente al comicio del 3 de junio Macri se escondió detrás del enfrentamiento Filmus-Telerman. 

Al apropiarse las fuerzas conservadoras de cuestiones decisivas (nada menos que la noción de transformación) construye el imaginario colectivo y así nos viene ganando la disputa cultural. Lo propio realiza al instalar el miedo colectivo frente al problema de la delincuencia. Cuando desde tal triunfo logra edificar además fuerza electoral reúne con gran facilidad a una coalición silenciosa que despierta los temores de Sasturaín y que puede poner en peligro las construcciones más sólidas.

El núcleo de hierro de la derecha puede incluir aproximadamente un tercio del electorado porteño. No puede sorprender a nadie que las clases dominantes ostenten clara conciencia de sus intereses. Pero lo llamativo es la seducción que el discurso dominante (extraña dialéctica del amo y el esclavo) ejerce sobre amplia franjas de los sectores desposeídos, fenómeno que excede largamente a la Argentina. Por otra parte, vastos sectores de clase media- hace poco más de un lustro insurreccionados caceroleros- ha virado cual mutante en autoritaria y racista sonoramente silenciosa multitud demandante de orden y por barrer del espacio público a las personas más débiles de la pirámide social. Con los métodos que fuere. No hay dudas que el pretendido apoliticismo es un cemento ideológico capaz de amalgamar la vasta y extraña coalición. Según un sondeo publicado por un matutino "De los 969 ciudadanos consultados entre el 40 y el 50 por ciento de los porteños manifestaron tener un interés "bajo o nulo en política"". (Clarín del 24 de junio de 2007). En especial, el discurso anti-político es la fuerza conceptual que unifica a los votantes de Macri. Los sufragantes de Pro(ceso) no parecen querer advertir que colocarse pretendidamente por fuera de la iniciativa política es un modo de hacerla, que favorece invariablemente a… los políticos de la derecha. Esperemos que el necesario aprendizaje que deben atravesar los sectores populares que apoyaron a Macri se realice con el menor sufrimiento social posible. Aunque desgraciadamente tal esperanza no tenga en la realidad sustento objetivo y material alguno. Las cesantías de contrato (eufemismo que esconde la palabra cesantía) que ya realiza la agonizante gestión Telerman es apenas un anticipo de las que desencadenará el macrismo (ya sin leninismo) en el poder. 

¿Era evitable la derrota?
La vasta coalición derechista que hizo su presentación el 3 de junio resultaba prima facie muy difícil de horadar. Las únicas posibilidades de revertir la elección implicaban diversas variables, que no se verificaron en ningún caso. Ellas eran las siguientes:
a) Quitarle al menos cinco puntos porcentuales a los votantes por Pro en la primera vuelta.
b) Politizar el comicio de modo de romper la trampa implícita en la campaña de los ganadores; es decir el vaciamiento de significado en el discurso de Macri y sus seguidores. Todos los dirigentes y simpatizantes de la fuerza ganadora parecían buenos alumnos y fieles recitadores de un discurso armado previamente.
c) Movilizar a los que se abstuvieron y votaron en blanco, sembrando conciencia del peligro finalmente verificado: que la derecha neoliberal gobierne la ciudad. 

Ninguna de estas posibilidades se verificó; entre otras causas por la operación realizada desde los grandes medios para despolitizar la elección, instalando la sensación que el electorado ya se había pronunciado en la primera vuelta. En la segunda, la mayor parte de los votantes por los otros candidatos en primera vuelta se dividió prácticamente en partes iguales. Por lo tanto un debate que debe darse es si Macri se impuso por su propio peso o capitalizó hábilmente los errores de las fuerzas nacionales, populares y progresistas. 

Seguramente hay parte de las dos circunstancias, pero nos parece que- más allá de las equivocaciones- resultaba muy complejo lograr el triunfo en esta elección. Básicamente porqué admitiendo que gran parte de los sufragantes (el porcentaje exacto será materia de debate para encuestadores) por Macri lo hicieron desde la explícita conciencia de castigar electoralmente a Kirchner. De modo que son muy escasas entonces las posibilidades de revertir una tendencia tan significativa; además en un espacio territorial caracterizado por su histórico y cerril antiperonismo. Más relevante nos parece polemizar acerca de los verdaderos alcances y contenidos de la oleada ideológica de contenidos derechistas, predominante en el electorado porteño. Lo central, en nuestra opinión, es la imposición por parte del discurso dominante de contenidos relacionados con la cerrazón al ámbito privado favorecidos, por un lado, por tendencias "seculares" relacionadas con la globalización; y, por el otro, por una aceptación acrítica de los enunciados propalados por parte de los intelectuales orgánicos de la derecha.

Desde sectores nacionales, populares y progresistas se afirmaba que el único candidato capaz de vencer al ingeniero (titulado) era el judas de Cromañon, Jorge Telerman. No se aportaron jamás argumentos convincentes para fundamentar tan temeraria afirmación. Resulta difícil creer que un payaso que bailaba en T.V. ornada su testa desierta de cabellera con una peluca de colores fuese el dique de contención a la barbarie neoliberal. Pero además de nuestra presunción, hay varios hechos objetivos que avalan lo que afirmamos. La proximidad política e ideológica de varios de sus funcionarios con el macrismo, la sospechosamente dócil complacencia de los legisladores Pro(cesistas) con los desastres presupuestarios debidos a la administración del traidor que usurpó la casa de gobierno en la ciudad post-Cromañon, el manejo de las fechas electorales (alejando la compulsa de las elecciones nacionales cercanas a las cuales mermaban las chances del nuevo jefe de gobierno), el dejarle a Macri nada menos que la inauguración de las nuevas líneas de subterráneo nos hacen decir sin temor a equivocarnos que- lejos de ser alternativa para el espacio nacional y popular- el calvireluciente inminente ex jefe de gobierno era otra cara del modelo neoliberal, tal como lo hemos denunciado en una nota reciente, que puede verse en http://www.redaccionpopular.com/articulos/articulo.php?idArt=900.

Por otra parte, el voto en las zonas pobres de la ciudad no sólo refleja el carisma del ganador. También demuestra que importantes franjas del peronismo más derechoso jugaron a dos puntas. Es decir, formalmente alineados bajo la conducción de Alberto Fernández. Pero bajo cuerda alentaron el voto por Macri, recelosos e incómodos con el liderazgo de Néstor Kirchner al que observan (y critican) como demasiado recostado hacia sinistra. 

Otro discurso erróneo, en nuestra opinión, es responsabilizar del auge conservador a los límites e inconsecuencias del progresismo. Más bien el castigo sufrido por las fuerzas menos impiadosas se debió más a sus aciertos que a sus errores. Los votantes P.R.O. no lo hicieron por una ciudad más solidaria, sino claramente por soluciones autoritarias e individualistas a los problemas de la ciudad. Tal como analizamos líneas arriba, el sufragio que se impuso parecía amplificar lo que machaca a cada instante Radio 10 "yo quiero una ciudad limpia de chorros, piqueteros, bolivianos, cartoneros y drogadictos, no importa a que costo". De haber sido el progresismo más consecuente en su práctica con las propuestas históricas, la cosecha electoral tal vez hubiera sido peor. 

Los medios de comunicación de la derecha- y para no perder la costumbre, coincidentemente también la izquierda grotesca- destacaron que el 24 de junio fue un día negro para el proyecto nacional liderado por el presidente; computando en tal dirección también el resultado de Tierra del Fuego. En realidad lo más doloroso fue el resultado porteño, habida cuenta que en la provincia más austral del mundo la candidata del A.R.I. que se impuso en la segunda vuelta, Fabiana Ríos, se diferenció todo lo que pudo de la referente nacional y rabiosa antikirchnerista Elisa Carrió; marcando una y otra vez el carácter local de su triunfo. De haber intentado la ex diputada viajar al sur del territorio nacional para hacer campaña, la novel gobernadora hubiera debido alquilar una carpa de elefantiásicas proporciones para ocultar el incomodo apoyo y una enorme mordaza para evitar que hablase. Carrió se expresó desde Buenos Aires, una vez escrutadas las urnas para pronosticar un vendaval bíblico sobre la construcción de Kirchner; pero la recepción de su discurso fue equivalente a la atención que le brindan los visitantes en los hospitales psiquiátricos al onírico discurso de los pacientes allí alojados.

El discurso del nuevo Lord Mayor y la recomposición de la derecha
Durante la campaña Macri se cuidó muy bien de desarrollar y cumplir a la perfección el papel que le fue instruido por sus jefes de campaña, en especial el ecuatoriano Jaime Durán Barba. Discurso "positivo", buenas ondas, propuestas (vacías de mayor contenido), inclusión social para todos; tan solo él que había llamado durante la campaña del 2003 a los cartoneros (recolectores informales de residuos) personas que robaban la basura. Hubo un solo momento en que fue traicionado por su travieso inconsciente y anticipó su verdadero rostro. El 18 de junio el periodista pro-imperialista Joaquín Morales Solá le preguntaba que hacer con la Villa de Retiro (barrio pobre de casas muy precarias) y, al entonces candidato, el rostro se le iluminó con la llama de la codicia y dijo: "hay que erradicarla". En otro programa se recompuso y se negó a una definición acerca de si utilizaría las topadoras para ello. El citado barrio de emergencia es muy posible que se constituya en la primera prueba de fuerza para el nuevo gobierno. Por un lado, los intereses de la construcción han puesto sus ojos hace más de dos décadas en los valiosos terrenos de la villa. Y la actividad de edificar es uno de los nudos empresariales de Sociedades Macri (SOCMA) grupo empresarial perteneciente a papá Franco, pero en el que el nuevo jefe de gobierno ha aceptado que conserva el 20 % del paquete accionario. Por otra parte, desde el punto de vista filosófico, la derecha se relame por imponer sus valores insolidarios al conjunto de la sociedad. ¿Qué mejor oportunidad para ello que barrer con un barrio que resiste desde hace más de tres décadas y en el cual descolló en su labor misional el sacerdote mártir del terrorismo de estado Carlos Mujica? Se sacarían de la vista al conjunto de pobres, feos, sucios y malos (algunos para peor bolivianos) víctimas de la exclusión social haciendo simultáneamente grandes negocios, al par que ganarían puntos en la aceptación lograda en vastos sectores de nuestras clases medias. En efecto, muchos aceptan la pobreza; en especial, cuanto más alejada se vea de la mirada ávida de consumo, mejor. 

Por otra parte, el escenario arroja claros vencedores y beneficiarios, aunque dentro de límites relativos: en primerísimo lugar lo peor de la (nueva y vieja) derecha, que ha logrado salir de su atonía y cree hallarse en las cercanías de lograr la recuperación del poder político nacional. Un político, Ricardo Hipólito López Murphi, devaluado y ninguneado por su propio aliado (Mauricio Macri) no se cansó de perseguir ninguna cámara televisiva. Entre paréntesis se puede decir que hasta la coalición PRO se halla de hecho rota, en razón que el triunfador del comicio porteño se ha negado a apoyar la candidatura nacional del patético Lópèz Murphi. Detrás de Macri se abalanza el carnaval de los defensores de la dictadura militar y sus valores culturales (los Blumberg, los Etchecolatz, Bergoglio, Elisa Carrió, Cecilia Pando y personajes similares), quienes creen que les ha llegado la hora de tomar venganza. Mauricio Macri- quien en la euforia del festejo confirmando su condición de gorila bailó una ridícula danza simiesca- abandonó el tono lavado y autista de su discurso para advertir que los votantes que sufragaron por su candidatura lo hicieron por una línea que signifique "No más perseguir fantasmas del pasado, no más resentimiento. ¡Queremos construir para adelante! Queda claro que para la derecha, si se trata de un delito común, que como todos, ocurre en el pasado, debe caer todo el peso de la ley. Pero si lo que se juzga son secuestros de niños, tortura a mujeres embarazadas y arrojar seres vivos al mar, para que se beneficien un conjunto de empresarios la acción de la justicia es marcadamente inconveniente. Resulta indiscutible que los supuestos y pretendidos defensores de la "calidad institucional" se defecan nada menos que en el principio constitucional de igualdad ante la ley, cuando resulta conveniente para el poder real. 

Del nuevo jefe de gobierno tampoco puede decirse tampoco que ha descollado por el brillo intelectual de sus pensamientos y discursos. Más bien ha estudiado de memoria simples enunciados y los ha recitado hasta el hartazgo, como por ejemplo, el de la pareja de centenarios que concurriría a sufragar por él. Agotado el disfraz de campaña, el ingeniero enunció una curiosa versión de la historia:
"El siglo XX fue de los derechos humanos, el siglo XXI debe ser de las obligaciones ciudadanas. (Página 12 del 25/6/07) Llamar siglo de los derechos humanos a la centuria que conoció campos de exterminio como Auschwitz, la E.S .M.A, el genocidio armenio y la carnicería de Bosnia (no son los únicos casos, por cierto) no puede ser denominada en ningún caso como una mirada rigurosa sobre la disciplina herodotiana. Tal vez, podría ser caratulada como verdadera licencia poética, sino constituyese en realidad una cínica apología de muchos de tales crímenes. En el caso de las tropelías realizadas por la dictadura comenzada en 1976, las masacres se realizaron en beneficio de la clase social que, a la vez, integra y representa Macri: los grandes empresarios. Pero lo más sustancioso resulta la segunda parte del enunciado. Implícitamente, afirma que o bien se ha cerrado la etapa de los derechos humanos o bien ya todos se han conseguido y se hallan en plena vigencia. Por lo cual se abre la etapa "de las obligaciones ciudadanas". Allí reside el núcleo de la cuestión. 

La gestión gerencial que el ingeniero promete en el gobierno porteño reconocerá algún derecho ocasional; pero en contraposición a un conjunto de deberes que colocará a los galeotes de la antigüedad, en comparación con los trabajadores actuales, en la condición de únicos privilegiados por decirlo de modo peronista. Ya el sindicato de los trabajadores de la ciudad (el S.U.T.E.C.B.A.) debió ponerse en alerta y, desde la representación corporativa, en la planta de empleados también existen otras organizaciones gremiales que deberán resistir o asistir pasivamente a una significativa merma de sus padrones de afiliados.

Las propuestas macristas relacionadas con los medios de comunicación públicos de la ciudad y la educación demuestran claramente una simple verdad: afirmar que los cantos de sirena (proposiciones) del P.R.O. implican una vuelta a los '90 (el predominio del neoliberalismo); lejos de ser "campaña sucia", como decían Macri, Michetti y demás repetidora teledirigidas, resulta una tímida pintura de la realidad. Antes de triunfar el ingenioso ingeniero ya había amenazado con cerrar el canal de la ciudad, ya que no tenía rating. De modo que si, por ejemplo, los teatros como el Colón y el San Martín no logran éxitos de publico; podrían ser cerrados o privatizados en favor de empresarios bailanteros, duchos ellos si en las artes de la rentabilidad y el acceso a públicos masivos. No es muy diferente el trato propinado a los trabajadores de la educación. La misma noche del triunfo Macri salió a diferenciar los maestros que trabajan; de los que están constantemente de licencia. De manera que los educadores deben tomar nota que no está permitido enfermarse. Una patología los coloca en el indeseable sitio de los que quieren gozar de derechos, sin realizar sus correspondientes deberes. No podemos pretender que alguien que nunca trabajó comprenda el sacrificio y desgaste (con consecuencias en la salud) que implica la profesión docente. Pero al menos que reconozca la íntima conexión de su discurso con el que propalaban los ministros de educación de Carlos Menem, quienes siempre afirmaban que el más grave problema del sistema educativo eran los docentes licenciosos (en licencia). Por el contrario, toda pretensión de vincular a Macri con el Menemismo y el neoliberalismo era motejada como "campaña sucia". En realidad, las verdaderas víctimas de la "campaña sucia" resultaron las fracciones más ingenuas de la sociedad que sufragaron por Macri.

De modo que antes de asumir queda ya configurado el terreno en disputa y el escenario social de la confrontación que se producirá sin lugar a dudas: es decir si tendrán vigencia o no los derechos decisivos. Desde los más elementales (la propia visibilidad para los cartoneros); el acceso a la supervivencia para la vivienda de sectores populares que lo han resuelto de modo autogestionario (villeros); la salud y la educación; hasta llegar a algunos más sofisticados como la posibilidad de producir y degustar de formas excelsas del arte o un tipo de televisión que no fuera gran hermano, crímenes morbo-sexuales o bailando por un caño. Los sectores que hemos definido líneas arriba como los afectados deberán coaligarse, de modo que la resistencia que sin dudas habrá resulte lo más eficaz posible. Y si es necesario aliarse con fracciones de la burocracia sindical con pasado espúreo, habrá que hacerlo. Por cierto que no podrán ser descartadas formas "por arriba" para ir esmerilando la fortaleza que Macri hoy puede exhibir. 

En este último sentido, puede citarse el modo en que el presidente Néstor Kirchner manejó la presión con que el nuevo jefe de gobierno presionó en pos de lograr una fuerza de policía propia. Primero el patagónico recibió antes a la nueva mandataria fueguina que al improvisado intendente recien electo, lo cual puede ser interpretado en términos de ligera gastada. Producida la reunión (miércoles 27) se le concedió la posibilidad de una ley para lograr los objetivos, en sentido muy general. Pero la posibilidad concreta de implantar una fuerza coercitiva bajo responsabilidad directa de la ciudad- una atribución peligrosísima en razón de la corte de represores, torturadores, veliblancos blumbereanos y gatilladores fáciles que rodea a Macri- quedó librada al juego parlamentario y a que el presupuesto de la ciudad cargue con la nueva fuerza. Sería difícil que el nuevo jefe de gobierno quisiere debutar con suba de impuestos y, si lo aceptase, aún falta el visto bueno del parlamento nacional.

Macri se (PRO)nunció por construir un armado opositor, pero esquivó el compromiso de ser el candidato en octubre. Habida cuenta de la inexistente organicidad en la derecha a nivel nacional- que sólo podía ser suplida en parte por su figura- sería muy difícil que su triunfo del 24 tuviere consecuencias más allá de Buenos Aires, al menos en lo inmediato. Por lo tanto, en nuestra opinión no corre demasiado peligro (inminente) el proyecto presidencial y uno de sus aspectos más dolorosos para la derecha: la alianza con la Venezuela Bolivariana. Para peor de las pretensiones conservadoras, luego de reunirse con Telerman, Macri tomará vacaciones parisinas, contribuyendo de tan molicioso modo a diluir el impacto de su éxito electoral. De todos modos, el ingeniero destaco que la oposición permitiría "que controlemos mejor la inflación…" En realidad, para controlar la inflación sería necesario golpear más duramente a las grandes empresas, las verdaderas causantes de los incrementos de precios. Es obvio que por formación ideológica y por su extracción de clase, el afortunado presidente de Boca Juniors no está llamado a desempeñar ningún papel en la tarea citada, si no más bien a oponerse a que ella se realice. También destaco que el armado derechista permitiría que "tengamos energía". (Declaraciones realizadas el domingo 24 y recogidas por el matutino Página 12 del 25 de junio). Como aún no fue denunciado el acuerdo de Macri con López Murphi, nunca está demás recordar que el modo preconizado por el perruno economista para que "tengamos energía" no es otro que aumentar las tarifas. De este modo se limitaría el crecimiento económico, con lo cual sobrarían los fluidos energéticos. Es justo, preciso y necesario realizar un ejercicio de memoria y recordar el año 2001, la recesión resultaba un flagelo para todo el pueblo y el bull-dog aplicaba un recordado plan que incluía la rebaja de salarios para las maestras. Dime con quien andas y te diré quien eres. 

Algunas conclusiones

1) En el corto plazo la derecha no puede hacer peligrar el proyecto nacional, ni la alianza con la Venezuela Chavista.
2) La lucha por frenar los planes neoliberales será compleja, ardua, prolongada y dificultosa; por lo cual no podrá ser descartado ningún modo de resistencia, ni hipotéticos aliados por su carácter burocrático-sindical, por ejemplo.
3) La defensa de una verdadera ciudadanía social con derechos verificables y operantes para todos será el teatro central del enfrentamiento.

Docente. Escritor. Miembro del Consejo Editorial. de las Revistas Desafíos y 2010.
Colaborador del periódico socialista El Ideal. Director de la revista Electrónica Redacción popular. 
http://www.geocities.com/raulisman 
http://raulisman.blog.terra.com

                                                            Mariátegui. La revista de las ideas.