¡Libre cultivo de la hoja de coca! ¡Libertad para los presos políticos! 

      
                  El PRD cumplió su mayoría de edad, pero todavía le falta madurar

                  

        En camino. López Obrador y su gobierno legítimo son parte del aprendizaje político. 

Juan Diez */ Noticias del Sur - Mariátegui
 08/10/07


Este sábado pasado, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) cumplió 18 años. Simbólica mayoría de edad para un partido que nació de una corriente interna del PRI en torno a las figuras de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, en oposición al rumbo económico que estaba tomando el gobierno delamadrista contrario a lo que ellos consideraban el proyecto histórico de la revolución mexicana y por la democratización del partido para la selección del candidato a la presidencia. Fue justamente la elección de Carlos Salinas de Gortari como candidato lo que terminó generando la separación de Cárdenas, Muñoz Ledo y otros priístas, y la presentación del primero como candidato presidencial por un frente político conformado con priístas disidentes, comunistas y otras expresiones de izquierda en las elecciones de 1988.

A pesar de los resultados reconocidos, y apoyados en la percepción popular de un fraude masivo, las fuerzas que apoyaron a Cárdenas decidieron crear el PRD, en mayo de 1989, como una organización política con la convicción de que la hegemonía del PRI podía ser derrotada por la vía electoral, siempre y cuando se contara con una estructura partidaria que permitiera tener un mayor control nacional sobre los resultados. Así, el surgimiento del PRD generó grandes expectativas dentro del sistema político mexicano. El fraude electoral, todavía presente en la memoria colectiva y la creciente corrupción del gobierno de Salinas crearon un electorado regular -aunque heterogéneo e inestable- para el PRD que, siguiendo la convicción que le dio origen, se centró en capitalizar las expresiones de oposición y disconformidad con los manejos del PRI.

En el nuevo partido, además de los priístas disidentes y los comunistas, también confluyó un movimiento de protesta y organizaciones sociales que se habían conformado ante la lenta reacción del gobierno frente al terremoto que sacudió a la Ciudad de México en septiembre de 1985. Estas organizaciones sociales autónomas, por lo tanto, generaron un clima de opinión altamente favorable a la movilización cardenista contra los resultados de las elecciones de 1988 y tras la creación del PRD, muchas de ellas pasaron a formar parte del nuevo instituto político.

De esta manera, la estructura del PRD fue desde sus inicios bastante laxa, siendo más un conjunto de corrientes y organizaciones aglutinadas en torno al liderazgo de Cárdenas que un partido claramente institucionalizado. A esta situación contribuyó la prominente figura de Cuauhtémoc Cárdenas por ser el hijo del ex presidente Lázaro Cárdenas, asociado en el imaginario colectivo de gran parte de los mexicanos con las grandes conquistas de la revolución como la reforma agraria y la expropiación petrolera. Este elemento dado por el efecto simbólico del cardenismo le permitió al PRD minar la legitimidad del partido de Estado, ya que no sólo le disputaba el poder sino la historia y el pasado revolucionario y, con ello, un amplio electorado educado en las tradiciones de la revolución mexicana.

Ante estas dificultades y la derrota en las elecciones presidenciales de 1994, varios sectores dentro del PRD asumieron la necesidad de fortalecer la estructura del partido. Fue justamente bajo la dirección partidaria de Andrés Manuel López Obrador que el partido del sol azteca estableció, por primera vez, un programa de gobierno y se preparó así para las elecciones de 1997. Este fue el gran año del PRD al consolidarse como una opción no sólo electoral sino de gobierno con el triunfo de Cárdenas como jefe del gobierno de la Ciudad de México, con una amplia mayoría en la Asamblea Legislativa de esa ciudad, situaciones ambas que se mantienen hasta la fecha. Desde entonces, ha logrado ampliar su presencia territorial, ganando elecciones que hoy lo encuentran gobernando a más de 30 millones de habitantes en seis entidades federativas, con una bancada de 127 diputados, 26 senadores y 230 legisladores locales, que lo han posicionado como un actor central de la escena política mexicana. Así, el PRD fue dejando de lado su costado meramente contestatario, para asumir responsabilidades de gobierno y niveles de representación sin precedentes para un partido de izquierda en la historia mexicana.

Desde la perspectiva de algunos movimientos sociales, estos cambios no fueron vistos como algo totalmente positivo, puesto que consideran que el partido del sol azteca se ha ido alejando de las luchas sociales. La percepción no es del todo errada si se considera que en 1998 se redujo el límite para las candidaturas externas, cerrándose así -en buena medida- el espacio que antes tenían los movimientos sociales en la conformación del PRD.

En tal sentido, el PRD, al igual que los demás partidos de oposición, no ha logrado diferenciarse totalmente del funcionamiento del sistema político mexicano hegemonizado por el PRI, donde los políticos vendiéndose al sistema de gobierno y desentendiéndose de los problemas de la sociedad es una de las cuestiones más importantes y que causa la mayor desafección política de la gente. Las elecciones internas para elegir la presidencia del partido en 1999, pusieron de manifiesto las limitaciones del cambio en las formas de hacer política que promueve el PRD: centrado, desde sus orígenes, en sus denuncias en la corrupción y en los métodos antidemocráticos del PRI, las elecciones internas del partido tuvieron que ser anuladas al descubrirse ¡un fraude masivo!

También hay otro elemento donde se ve la huella de origen. Varios de los triunfos y el crecimiento del PRD a nivel nacional se sigue dando por ex priístas, que habiendo perdido la interna en el PRI, se separan y ganan las elecciones a través del PRD, como sucedió en las elecciones a gobernador de Zacatecas, Tlaxcala y Baja California Sur, y en estos días se vuelve a poner en debate con la selección de candidatos para las elecciones locales en Oaxaca y otras partes de México.

A partir del triunfo y su desempeño al frente del gobierno del DF, López Obrador ha sabido aprovechar las críticas y acciones en su contra para proyectar su imagen mucho más allá del PRD. Las masivas movilizaciones contra el desafuero en 2005 y contra el fraude en 2006, con grande concentraciones en el Zócalo, lo convirtieron en un referente político indiscutido para muchas mexicanas y mexicanos cansados de las consecuencias sociales del modelo neoliberal. Gran parte del entusiasmo ciudadano y de la energía de esos acontecimientos siguen aún vigentes. Sin embargo, tanto el PRD como los lopezobradoristas no terminan de asumir el compromiso de ponerse a la altura de las circunstancias. Las discusiones y acusaciones entre algunos perredistas con cargos electorales y miembros del "gobierno legítimo" de López Obrador siguen generando fuertes tensiones y descrédito frente a una parte de la población.

Con todo, el PRD no debe dejar pasar la oportunidad de dar un paso más allá de las actuales prácticas políticas para recuperar el impulso de democratización que tuvo en sus orígenes y así capitalizar la fuerza política y los avances alcanzados. Ya el hecho de haberse mantenido todos estos años, teniendo en cuenta la situación y la época adversas que le tocó atravesar desde su fundación, no resulta un dato insignificante.

En la situación política mexicana actual, resulta indispensable contar con la mayor cantidad de expresiones de izquierda para hacer frente a un creciente aumento de las fuerzas de derecha. De ahí que las decisiones y la suerte del PRD afecten a muchas y muchos más que a sus propios partidarios y militantes, y que no sean pocos los desafíos que le toca afrontar al partido en su vida adulta.

* Editor de Noticias del Sur

 

 

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