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                 El discurso de Baduel y el Socialismo del Siglo XXI

                

        Sin calco ni copia. El "nuevo socialismo", tiene mucho que tomar y aprender de las elaboraciones teóricas y las experiencias prácticas del siglo XX.

Narciso Isa Conde / Mariátegui
 27/08/07


El discurso del General en Jefe (EJ) Raúl Isaías Baduel en el acto de entrega del Ministerio de Defensa de la República Bolivariana de Venezuela (18 de julio de 2007), ha llamado mucho la atención por sus carácter teórico y su entrada de lleno al debate sobre el tránsito al socialismo y el modelo correspondiente a la sociedad venezolana.

Baduel nos habla de un "tránsito político-social inédito" y asume como su meta fundamental el denominado "socialismo del siglo XXI", al tiempo de lamentarse de que el socialismo no tenga "un significado uniforme y homogéneo". 

En esa ocasión el General en Jefe de Ejército de la Venezuela Bolivariana afirmó también que el llamado del presidente Chávez a construir el socialismo del siglo XXI implica la imperiosa y urgente necesidad de "formalizar un modelo teórico propio y autóctono de socialismo", tras considerar que el mismo "no existe, no ha sido formulado", lo que a su entender crea incertidumbre.

Convocó además a "inventar" ese modelo "propio" de la mano con la ciencia, destacando- más allá de la persistente religiosidad que exhibe su discurso- el gran valor que para esos fines tiene la necesaria concordancia de ese proyecto con la ideas de Carlos Marx y Federico Engels.

En verdad que entiendo importantísimo que un alto jefe militar, que no estaba precisamente dedicado a la política activa, hable de esa manera y entre a debatir en forma polémica este crucial y trascendente tema.

El "invento" no es de ahora.

Hablar de socialismo en el siglo XXI es impensable sin referirse a las elaboraciones teóricas y las experiencias prácticas que alrededor del tema tuvieron lugar en los siglos XIX y XX.

Este "invento", en consecuencia, comenzó hace ya más de siglo y medio, independientemente de que no tenga un "significado uniforme y homogéneo"; lo que de por sí, a mi entender, no es malo.

El socialismo, como alternativa al capitalismo, ha sido y es- como decía Mariátegui- "creación heroica", surgida de la crítica y de la lucha contra el capitalismo, de los grandes y pequeños combates por el bienestar colectivo.

Ha sido y es una propuesta sometida a múltiples avatares y ensayos, la cual se sigue nutriendo de la prueba del acierto y del error.

Claro está, en la medida esa creación se basó en las ciencias, adquirió más poder para analizar y transformar la realidad. Ese el aporte colosal de Marx y Engels, imprescindible todavía para toda empresa que procure liberar a la humanidad del capitalismo de ayer y del capitalismo actual.

El siglo XX, al socialismo científico de Marx y Engels, esta vez con el protagonismo de sus continuadores, le tocó pasar por una dura prueba, precisamente en circunstancias en era más profunda y detallada su certera crítica al capitalismo que la elaboración en profundidad de la alternativa socialista, y en que acusaba todavía un notable subdesarrollo la teoría de la transición revolucionaria para los desiguales niveles de desarrollo del capitalismo mundial.

En las revoluciones obreras y populares del siglo XX hubo inestables periodos de tránsito al socialismo, modelos de orientación socialista que bien podrían seguir siendo fuentes de inspiración y de aportes al desarrollo actual de esa propuesta histórica.

Me refiero sobre todo a su fases iniciales, cargada de poder popular, democracia directa, control obrero y control social sobre la economía y las instituciones estatales.

Si acaso hay que hablar de socialismo del siglo XX, habría que hacerlo en referencia a esos periodos de esas revoluciones, a esas hermosas fases de arranque; aunque ciertamente sería más correcto hablar de transiciones revolucionaria de orientación socialista.

Luego sobrevino la degeneración, el desvió, la contrarrevolución burocrática de esos procesos: el estatismo burocrático, el anquilosamiento de los órganos de poder popular, el supuesto "socialismo en un solo país" o en un determinado grupo de países.

Entonces se entroniza una gran confusión al bautizarse con el nombre de socialismo lo que a lo sumo llegó a ser un tránsito de inspiración anticapitalista y antiimperialista, generador de un inmenso poder burocrático, negador de los principales valores socialistas formulados por Marx y Engels y enriquecidos por Lenin y otros(as) grandes revolucionarios(as) de ese siglo. Tránsito que finalmente entra en crisis y colapsa antes de concluir el siglo XX.

Pero de todas maneras en el imaginario de la gente ese es el socialismo del pasado siglo.

De ahí la pertinencia de hablar de un socialismo del o para el siglo XXI, de un nuevo socialismo; no por que no exista un referente teórico, un punto de partida, una concepción científica del socialismo en permanente evolución, con estancamientos y desfases, con revitalizaciones y enriquecimientos importantes.

En verdad no hay que partir de cero, ni en teoría, ni en experiencias prácticas.

No hay que "inventar" un socialismo porque entremos a un nuevo siglos; sino que es preciso, conveniente y necesario, hablar de un nuevo socialismo por lo que pasó en el siglo pasado con las experiencias socialitas euro-orientales, por la necesidad de diferenciar la propuesta socialista actual de aquellas que se alejaron del socialismo y luego colapsaron.

Pero el socialismo en el siglo XXI, el "nuevo socialismo", tiene mucho que tomar y aprender de las elaboraciones teóricas y las experiencias prácticas del siglo XX, de sus innumerables conceptos y propuestas sobre propiedad social, sobre las cooperativas, sobre el proceso de extinción del Estado, sobre la manera de hacer predominar la ley del valor, sobre la creación de contrapoder y contra-hegemonía obrera y popular, sobre los órganos del poder popular, sobre el concepto hegemonía, sobre el bloque histórico emancipador, sobre el carácter internacional del proceso, sobre la revolución permanente, sobre los peligros de la burocratización…

Tiene demasiado que aprender de las fases iniciales y del espíritu creativo de las revoluciones proletarias, obrero-campesinas, populares y nacional-liberadoras del siglo pasado.

Como tambien tiene que ajustar cuentas con las causas de la burocratización, de su desgraciado devenir en modelos estatistas (sin democracia popular) y de su incontenible derrumbe; a pesar de haber acumulado un enorme poder militar-industrial y haberse constituido -en el caso de la URSS y los países del Este Europeo- en un campo de naciones con no pocas conquistas sociales y enormes avances respecto a sus respectivos puntos de partida.

De ahí la trascendencia y vigencia de los escritos de Lénin, Trosky, Preobrashensky, Rosa Luxemburgo, Mao…de ahí la consistente actualidad de Gramsci, Mariátegui y el Che.

Pertinencia de la crítica al "socialismo irreal".

En ese ajuste de cuenta frente al desvío se ha avanzado mucho y no solo en cuanto al reconocimiento de "las fallas de orden político del modelo soviético", sino en la crítica integral y multilateral de ese modelo, y en el examen de las causas estructurales de su derrumbe. Que equivale a la necesaria crítica a un "socialismo real" que resultó bastante "irreal", de la cual pueden destacarse los siguientes aspectos:

- Confusión del necesario predominio de la propiedad social en sus diferentes formas con la estatización total o casi total.
- Propiedad de Estado basada en el trabajo asalariado y en la gestión y planificación centralizada, no democrática. Separación en consecuencia de los (as) trabajadores (as) de la propiedad de los medios de producción, distribución y recursos naturales.
- Manejo del excedente por los funcionarios del Estado en relación con sus intereses particulares, sistemas de privilegios y criterios antojadizos, excluyendo de esas decisiones al pueblo trabajador y de toda autoridad y control social sobre las empresas e instituciones del Estado.
- Burocratización en alta escala en el contexto de un súper-Estado propietario. Reemplazo de los monopolios y oligopolios privados por los monopolios estatales. Auge, en consecuencia, de los privilegios, la corrupción burocrática y la dogmatización.
- Fusión del partido con el Estado y con las organizaciones sociales y órganos del poder popular. Estatización de todo, incluyendo del partido. Supresión, en consecuencia, de la democracia.
- Desarrollo extensivo de la industria y freno burocrático a la aplicación de los avances de la ciencia y de la técnica a la industria de bienes de consumo. Baja productividad a consecuencia de la precarización del salario y de las largas permanencias de tecnologías atrasadas.
- Debilitamiento del internacionalismo en función de los intereses del Estado
- Exceso e irracionalidad en el gasto militar y en la explotación de recursos naturales.

Y paro aquí de contar, sin pretensión alguna de haber agotado el tema.

El por qué de la NEP. 

En el caso de la URSS esa no fue la consecuencia de la Nueva Política Económica (NEP), impulsada por Lénin. A ella no debe atribuírsele la consecuencia de un "Estado único dueño de los grandes medios de producción y distribución".

A raíz de sufrir la naciente Unión Soviética las consecuencias forzadas del llamado "comunismo de guerra", superada la durísima fase de la guerra civil, Lénin concibió la NEP como un modelo de transición con diversas formas de propiedad y de gestión, con combinación de propiedad estatal, propiedad colectiva y propiedad privada capitalista, con hegemonía pro-socialista, con variadas formas de propiedad social, con colectivización voluntaria del campo, con democracia en el partido y en los soviets, con capacidad de auto-superación.

Se trataba de un modelo de desarrollo descentralizado, dinámico, auto-sostenido.

Un modelo de socialización progresiva al compás del impulso al desarrollo de las fuerzas productivas.

Un modelo que creaba riquezas al tiempo de distribuirlas con sentido de justicia.

De la NEP al estatismo- burocrático y al estalinismo.

El gran mal vino después, en el llamado periodo estalinista:

La vuelta atrás: a la centralización extrema, a la estatización casi total, a la colectivización forzada y cruel, a la funsión del partido con el Estado; a los grandes crímenes y la grandes purgas, al aplastamiento de la democracia en el partido, los soviets y toda la sociedad; a la dogmatización extrema en todos los planos; al énfasis excesivo en la industria pesada a costa de la industria ligera y del consumo del pueblo.

No es verdad que ese modelo estatista falló porque repartió riquezas antes de crearlas y es incorrecto deducir sobre ese error que primero hay que producirla y luego repartirla.

La producción de riqueza siempre es relativa y en cada nivel puede ser justa o injustamente distribuida, y bien o mal empleada.

Un proceso no es primero que el otro.

Pasa igual con la propiedad y la gestión sobre lo medios llamados a generar y distribuir bienes materiales y espirituales.

Propiedad privada, gestión privada y apropiación de excedentes van de la mano y en la transición al socialismo, a diferencia del capitalismo, lo que debe procurarse es que cada vez en mayor escala los (as) trabajadores (as) y toda la sociedad sean reales propietarios y gestores colectivos de los medios de producción y distribución, y de los recursos naturales. Y en los casos en que la economía de escala aconseje la propiedad estatal, la socialización debe hacerse por la vía de la auto-gestión, la co-gestión y de la distribución de los ingresos.

Los(as) trabajadores(as) como dueños y gestores, la sociedad participando y controlando, deben procurar que esos medios generen cada vez más excedentes y se pueda decidir colectivamente el destino de los mismos en función del interés social. Primero bajo la norma de cada quien según su capacidad y a cada quien según su trabajo, hasta crear las condiciones que posibiliten darle a quien según sus necesidades, lo que presupone altos niveles de abundancia y de conciencia.

Que a su vez el Estado, socialmente controlado, establezca normas y planes que ayuden a generar riquezas, a cuidar el ambiente, a renovar recursos naturales y a distribuir su uso y consumo con racionalidad y sentido de justicia.

Que regule las áreas no socializadas para que las ganancias de las empresas privadas no sean unilateralmente acaparadas por sus dueños y no afecten el interés colectivo.

Generación y distribución de riqueza petrolera en Venezuela.

En una sociedad rentista-petrolera como la venezolana, es explicable y justo el énfasis del General Baduel en la necesidad de un modelo que diversifique la producción, supere el facilismo, la dependencia y el parasitismo respecto esa enorme riqueza generada por varias decenas de miles de trabajadores (as) desde un gran emporio petrolero.

Pero eso no debe excluir la necesidad de distribuir mucho mejor- a partir de una apropiación mayor desde la sociedad y de un control social mas eficaz sobre el Estado- de los inmensos y valiosos recursos que genera la industria petrolera, evitando que la alta y mediana burocracia estatal dilapiden y se apropien de parte de ellos, aun no sea en los niveles escandalosos registrados en la IV República

Esto nos remite al tema no solo de quitarle a la oligarquía, al capital trasnacional y a la "meritocracia" el poder sobre ese sector -como efectivamente se ha hecho- y no solo al tema de las nuevas inversiones sociales y obras claves y vitales de infraestructura -como en efecto se está haciendo en forma ejemplar- sino también, y sobretodo, a la real socialización de PEDEVESA. Solo así se podría evitar la formación de una camada de nuevo ricos, una especie de neo-burguesía burocrática.

Derechos y deberes.

Cierto que los pueblos deben aprender no solo cuales son sus derechos, sino también cuales son sus deberes. Pero creo que no es verdad que tienen bien sabido lo primero y muy poco lo segundo.

Los déficit en ambos planos son significativos (y a veces enormes).

Al hecho de que no conozcan a fondo sus derechos, se debe la posibilidad de que en diferentes países y contextos tanto los capitalistas privados como los funcionarios de Estado hagan y deshagan en detrimento de las clases y sectores sociales explotados y excluidos, de las naciones, sociedades y pueblos.

Sobre todo cuando se establece que conocer a fondo sus derechos equivale a ser poder, a decidir su destino, a determinar en forma organizada y participativa el uso de las riquezas generadas, su relación con el Estado y sus vínculos con el resto de la naturaleza

Partido de Estado o vanguardia real.

Este tema en sentido general se vincula a otra cuestión fundamental para los países en trance de revolución: el de la fuerza política conductora, el de la vanguardia de la revolución o del proceso hacia la revolución y el nuevo socialismo.

Va en detrimento de que el pueblo logre real poder, el hecho que esa fuerza política o político-social, se funda con el Estado y que éste a su vez se la trague junto a las organizaciones sociales y a los órganos de poder popular influidos por ella. Ya esto quedó trágicamente demostrado en la URSS y los países de Europa Oriental.

Ese proceso no solo conduce a que el partido suplante a la sociedad como dice Baduel, sino aun peor: a que el Estado suplante al partido y aplaste a la sociedad.

Pero resultados similares podrían darse, si en el caso de no existir esa vanguardia política, se le intente formar desde el Estado, con el predominio de sus métodos y su patrimonio y se trata de imponer esa fórmula a pesar del anhelo y la brega del pueblo conciente por crear una fuerza política democrática, revolucionaria, socialista y autodeterminada; a pesar incluso del deseo del líder principal o de una parte de los líderes del proceso.

Ambos caminos conducen a un mismo lugar: a la sustitución de la esclavitud respecto a los capitalistas privados y el imperialismo por la esclavitud respecto al Estado y a sus funcionarios, como bien lo analizó José Martí por allá por el siglo XIX, a propósito de sus comentarios sobre la obra del historiador británico Spencer.

¿Socialismo en un país o grupo de países?

El tránsito a un nuevo socialismo no deber ser pensado solo desde Venezuela y para Venezuela, o solo desde un determinado país o grupo de países en vía de revolución.

El nuevo socialismo como meta y como continuidad de las propuestas históricas socialistas tiene que ser un proyecto continental y mundial.

Recordemos que no puede haber socialismo pleno en solo país o grupo determinado de países. La existencia del imperialismo y del sistema capitalista mundial retrasa y obstruye la socialización integral que incluye la progresiva extinción del Estado.

Recordemos que lo que está a la orden del día es la transición hacia una nueva sociedad, partiendo de la superación progresiva del capitalismo y todas sus herencias.

Recordemos que ni el capitalismo ni el socialismo son exclusivamente modos de producción y distribución, sino sistemas integrales: económicos, políticos, ideológicos, culturales. Y que en consecuencia la revolución de uno hacia otro, la transición transformadora, debe ser también integral y progresiva hasta llegar al socialismo.

En tanto el capitalismo no es nacional, ni autóctono, ni propio, no debería de hablarse ya de un socialismo enmarcado dentro de esos parámetros. La globalización neoliberal, por demás, ha ampliado y profundizado la internacionalización de gran capital e introducido más regularidades.

La referencia teórica, los ejes del proyecto transformador, deben tener más alcance, más sentido sistémico.

Esto, claro está, no es para obviar lo particular, lo propio, lo histórico y cultural concreto.

No, así como el capitalismo, y más aun el capitalismo neoliberal, a pesar de todo lo globalizador que es, a pesar de todo lo común que genera en las diferentes latitudes, da lugar a modelos neoliberales específicos por países y regiones, así el tránsito al nuevo socialismo será suma y articulación de estrategias comunes y de modelos propios y específicos en función de historia, cultura, niveles de desarrollo, particularidades nacionales que confluyen en grandes escenarios regionales y mundiales hasta socializar, transformar y controlar las grandes fuerzas productivas y distributivas planetaria y el mercado internacional.

Transición y Socialismo.

Es necesario insistir en no confundir la transición al socialismo con el socialismo mismo.

La transición al socialismo es un proceso dinámico y progresivo de largo aliento en múltiples direcciones. Es, mas que una construcción - término que aunque muy usado resulta ser bastante mecánico- una gran metamorfosis, una gran transformación.

La transición es socialización progresiva en todos los órdenes: propiedad, excedentes, ingresos, precio-valor, mercados, recursos naturales, Estado-sociedad, seres humanos- medio ambiente, relación de género y de familia; vínculos entre adultos y jóvenes, relaciones entre etnias, razas, naciones, culturas; relaciones entre civiles y militares, concepción sobre defensa y seguridad…

La transición esta también internacionalización, globalización de la alternativa al capitalismo, derrota progresiva y ascendente del imperialismo. Y en lo continental esto se traduce en política pro-Patria Grande.

Lo nuevo en el proyecto socialista actual debe ser el rescate de los valores socialistas que se negaron en prácticas pasadas, la asimilación de las causas de los reveses acaecidos en el siglo XX.

Lo nuevo debe ser es tener presente los cambios en la evolución del capitalismo y del imperialismo y las respuestas creativas que ellos requieres, incorporar todas las experiencias prácticas y creaciones teóricas que lo enriquecen de manera integral; acompañar el proceso de emancipación de las clases explotadas y excluidas de las demás liberaciones: étnica-racial, de género, cultural, generacional…

Lo nuevo es la incorporación de los nuevos sujetos del cambio y el nuevo internacionalismo.

La transición y lo militar.

En esa transición al socialismo, proceso sistemáticamente impugnada por el imperialismo, la oligarquía capitalista y la partidocracia tradicional -todos ellos factores condenados a ser desplazados de resortes fundamentales de poder- no puede prescindirse de nuevas Fuerzas Armadas estructuradas como ejército, marina, aviación, cuerpos especializados, inteligencia y contra inteligencia, policías…

Pero al mismo tiempo el nivel de defensa y seguridad que exige una revolución popular, antiimperialista y anticapitalista- impugnada por fuerzas políticas, sociales y militares muy poderosas a escala internacional- precisa de una incorporación del pueblo a esas tareas imperiosas.

Lo militar tiene que ser ampliado de manera que la desventaja objetiva en la confrontación regular de ejército a ejército sea compensada y superada con la masificación de la defensa, la asimetría, la concepción de resistencia irregular y la incorporación del concepto de guerra de todo el pueblo ; procurando hermanar las fuerzas armadas regulares y el pueblo armado en una mima dirección, acercando al pueblo uniformado y al pueblo no uniformado, superando el monopolio de las armas y la estricta profesionalización de lo militar, haciendo realidad las consignas "armas para el pueblo" y "todo el pueblo en disposición combativa".

Eso equivale a democratizar, a socializar, lo militar mientras resulte imprescindible ese recurso de fuerza para impedir la derrota del proceso y para avanzar en las transformaciones.

Esto equivale a ampliar los sujetos responsables de la "custodia de las armas de la república" y los recursos para la defensa de la revolución.

Socialismo y religión.

El socialismo -sobre todo después de creada sus bases científicas hace más de 150 años- no necesita mas apellidos que aquellos que permitan diferenciarlo de lo que fracasó.

El socialismo del siglo XXI no debe ser ni cristiano, ni musulmán, ni budista, ni utópico…aunque respete los aportes pre-científicos que todas esas y otras culturas, creencias, concepciones -cada cual en casos, situaciones y regiones específicas- representan. 

El proyecto socialista como proceso hacia un nuevo orden jurídico, político, social; como creación de nueva sociedad (la transición hacia él, su institucionalidad) -aunque haga acopio y aplicación creativa de los valores positivos y ejemplos rescatables de las culturas religiosas y de la religiosidad popular- debe ser laico y, por tanto, respetuoso de todas las concepciones y creencias.

El socialismo moderno es post-capitalista y resulta inseparable de la ciencia, sin despreciar todo el acervo histórico cultural que posibilite enriquecerlo y viabilizarlo; sin menospreciar nunca la fuerza de la fe y de los sentimientos que lo impulse en cada época fase de la lucha y cada época histórica.

La revolución hacia el socialismo es movida por la razón y el mito multitudinario que se nutre de sentimientos y valores espirituales. Ignorar en el curso de esa creación heroica el aporte a su buen desarrollo del comunitarismo indígena (culturas comunistas primitivas todavía con peso y vigencia significativa en nuestra América), el valor de la teología de la liberación opuesta a teología de la liberación, o las ideas pro-socialistas de una parte de nuestros próceres, en una solemne torpeza.

La formidable revolución en el pensamiento social que encabezaron Marx y Engels, apoyada en el análisis científico, es un marco teórico sobresaliente y necesariamente hegemónico, pero no excluyente. 

Y si no fue excluyente respecto a la diversidad de fuentes que le dieron origen, menos debería serlo si se asume como teoría en constante desarrollo.

Lo que es incompatible con su carácter científico es imprimirle contenidos deterministas, sean de corte materialita, de corte divino, mágico-religioso o fundamentalista.

Porque asirnos ahora, en el marco de la actual revolución científico- técnica, al socialismo pre-científico sería caminar hacia atrás. Y no es de de eso de lo que se trata.

En política, por demás, el laicismo es una valiosa conquista de la humanidad que vela por garantizar el respeto a la diversidad religiosa. El socialismo deberá desarrollar y ampliar esa conquista para fortalecer la formación científica sin coartar la libertad de cultos.

El desarrollo de la ciencia es infinito y a eso debemos apostar, lo que no excluye tratar con ese método y situar en ese tren creativo y transformador las diversas cosmovisiones y concepciones emancipadoras, incluidas las religiosas y no religiosas: indigenistas, feministas, ambientalistas, antirracistas, anti adulto-céntricas, cristiana-revolucionaria…

Distinciones necesarias y originalidad.

Las distinciones en ese plano son muy necesarias, pues no es lo mismo, por ejemplo, identificar al cristianismo con el Vaticano y los Papas conservadores, que hacerlo con la teología de la liberación y sus propulsores.

Como no es lo mismo el feminismo radical al feminismo revolucionario y socialista.

La teoría revolucionaria es dinámica, no puede ser un "modelo" conceptual, aunque de ella si pueden derivarse una diversidad de modelos y estructuras.

Con la teoría del tránsito al socialismo y con la propuesta socialita ha de pasar, repito, lo que pasó y pasa con el capitalismo, ahora en su fase neoliberal: una estrategia global, unas líneas generales, líneas regionales y modelos capitalistas-neoliberales particulares, según los niveles de desarrollo, las estructuras específicas, la historia y las culturas.

Las transiciones revolucionarias tienen mucho de propias, inéditas y originales, pero siempre dentro del marco conceptual alternativo a la sociedad que nos proponemos reemplazar.

Enriquecer, recrear en cierta medida, ese marco conceptual socialista, es responsabilidad de los revolucionarios (as) de los diversos países y por eso el debate rebasa las fronteras venezolanas al tiempo que nuestra América se convierte en uno de los laboratorios políticos-teóricos mas activos de planeta, lo que es inseparable de la ola de cambios esperanzadores que tienen lugar en no pocos de sus escenarios nacionales y más allá.

¡Bien por el General Baduel por atreverse a tocar temas trascendentes!

El gran debate a penas comienza y ojalá que nunca termine, aunque siempre será útil registrar sus estaciones de avances y los consensos que conducen felizmente a ellas.



 

                                                            Mariátegui. La revista de las ideas.