¡Libre cultivo de la hoja de coca! ¡Libertad para los presos políticos! 

      
            Desmovilizar al Uribismo

Roque Gonzáles La Rosa / Mariátegui
Penal Miguel Castro Castro
 01/07/08

Las recientes declaraciones del Presidente Chávez sobre las FARC han merecido calurosas felicitaciones y elogios, lo paradójico y preocupante es que esta vez proviene de Washington, Uribe y Alan García. Este eje guerrerista, conservador y represivo acaba de orientarse hacia la paz y justicia en el continente o ¿el Presidente Chávez erró en su apreciación?

Aló Presidente es un espacio dominical que desde hace varios años es un vehículo que acerca a Chávez con la población venezolana, en un marco informal y distendido el presidente conversa o reflexiona sobre diversos aspectos del escenario político venezolano e internacional, por informal y ameno es que creemos que puede a veces no resultar el marco que permita el abordamiento cabal y profundo de un fenómeno de múltiples aristas como el conflicto interno colombiano. Solo así se entiende las declaraciones en las que Chávez -el mandatario a todas luces que más se ha jugado por la paz en Colombia- propone validamente en una misma frase un gesto unilateral de entrega de rehenes por las FARC y otros aspectos que seguramente merecían mayor reflexión. Estas declaraciones son enteramente coherentes con el esfuerzo que Chávez viene honestamente desplegando, generando iniciativas concretas para la paz en Colombia pero también ponen sobre el tapete otros temas menos consensuales.

Cuando Chávez en su intervención ante la Asamblea Nacional sostuvo el carácter de fuerza beligerante de las FARC EP asumía con valentía y claridad de estadista el abordamiento de una compleja problemática donde otros mandatarios solo saben lanzar adjetivos, indiferencia y planes militares tan multimillonarios como fallidos.

Desde luego considerar a la guerrilla colombiana fuerza beligerante constituye solo la formalización de algo que de hecho existe con terco realismo hace mas de 40 años, reconocer su condición de contendiente militar es un paso elemental previo a cualquier voluntad sincera de diálogo; la iniciativa venezolana errostro la hipocresía de un continente que tiene comprometido en este conflicto fronteras, fuerzas militares y hasta fenómenos oscuros como el contrabando de abastos para la guerrilla. Sin embargo cuando Chávez reconoce la condición de fuerza beligerante a las FARC, sus decenas de frentes y miles de combatientes ni por asomo sugiere la viabilidad de la toma del poder por la guerrilla, reconocer su estatuto no implico remotamente alentar la estrategia insurgente. Chávez no dice nada nuevo cuando llama a la guerrilla a entregar los rehenes para poner en evidencia con este gesto que el principal obstáculo para la paz en Colombia es Uribe y el imperio, cosa de la que esta plenamente convencido. Su llamado es coherente con la mecánica del diálogo como forma de resolución de esta guerra, por consiguiente, la entrega unilateral de los retenidos o parte de ellos contribuiría en la lógica del presidente a arrear a la mesa de conversaciones a Uribe. 

En este sentido existe un hilo de continuidad en el esquema de Chávez para desentrampar la guerra con que Uribe trafica, desangra y reclama la presencia norteamericana en el continente. Sin embargo, en Aló presidente, Chávez deslizó otros elementos complementarios que sí contradicen posiciones dentro de la izquierda latinoamericana y en otros casos la lógica misma de la Revolución Bolivariana, su historia y continuidad. Estos son los que han generado el preocupante aplauso de la derecha y que al margen de la voluntad de Chávez lamentablemente se convierten en hecho político secuenciado dentro de los recientes golpes que ha recibido las FARC. La vigencia de la lucha armada de la guerrilla fariana no constituye un debate en el plano de la reflexión abstracta, corresponde mas bien al análisis político de un fenómeno histórico concreto, no constituye una polémica cuyo resultado pueda universalizarse como axioma, en este caso por usar a Scorza, diríamos que la violencia política colombiana es una larga lágrima petrificada en el rostro de Colombia, lamentable adherencia en su historia, historia que transformó a Pedro Antonio en Marulanda -escribe Ernesto Toledo en Kausachun- un campesino en un guerrero trashumante, a un liberal en comunista, a una persona que sin educación formal se hizo un dirigente político y estratega militar. La vigencia de la lucha armada en Colombia es un aspecto que Chávez y millones de latinoamericanos podemos hacer parte de nuestra reflexión, es imposible una visión de nuestro continente que no se estremezca con un conflicto que pone el llanto en la triste cotidianeidad colombiana, es natural que sobre nuestras adhesiones ideológicas revolucionarias surjan valoraciones en que cuestionamos la eficacia de una forma de lucha que tras décadas se hace parte del paisaje, se empantana crónica e indolente. Necesaria la remoción. Sin embargo, tampoco podemos decretar el fin, la caducidad de un fenómeno histórico y menos en cuerpo ajeno. 

En la Colombia que es señalada en el último informe de Amnistía Internacional como el lugar mas peligroso del mundo para sindicalistas y periodistas, que tiene 400 líderes sindicales asesinados en el gobierno de Uribe, en donde han sido victimados 12 de los que organizaron la reciente marcha contra el paramilitarismo de abril último, un país con una escandalosa acumulación terrateniente, en esa Colombia de la parapolítica con 70 congresistas uribistas procesados y 40 de estos encarcelados por homicidios vinculados al paramilitarismo, en esa Colombia llamar a una fuerza guerrillera a desmovilizarse sin más, requiere de mucha prudencia. La prudencia que corresponde al líder de una revolución bolivariana que se sustenta sobre un pueblo al que se le moviliza para defender su proceso en caso de intervención norteamericana, que con algo de simbología y realismo hace unas semanas llamó a crear uno, dos Vietnam. Sobre una mesa de diálogo, con respeto entre interlocutores, donde los secuestrados de las selvas y las cárceles estén con sus familias, donde no se asesine con bombardeos a los voceros, no se inventen computadoras… en ese escenario las FARC serán anacrónicas, innecesarias e inviables. Los fenómenos históricos como la guerrilla se hacen obsoletos, pierden o afirman su razón de ser en relación a contextos, en ese sentido las FARC deben alcanzar la obsolescencia, hacerse anacrónicas para una Colombia justa, democrática, de campesinos dignificados, donde narcos y paramilitares estén tras las rejas y no gobernando el país.

La guerra en Colombia justifica enormes barbaridades, desde el paramilitarismo hasta bases norteamericanas, el Plan Colombia y las fuerzas armadas que medran de él, desde bombardeos a países vecinos hasta el encarcelamiento de 7 peruanos que asistimos al Congreso Bolivariano de Quito, todos los odios inherentes a la malignidad de una guerra desatados por el hecho más inhumano de la humanidad. Empero, si la desmovilización de las FARC, si dejar de oponernos al egoísmo y exclusión neoliberal garantizasen el fin de la represión y la agresión norteamericana en nuestra América, entonces bien valdría desmovilizarse, declinar posturas y todos los desarmes. Desafortunadamente el imperio desde tiempos inmemorables parece destinado por la providencia a plagar de males nuestra América, decía Bolívar. Sin guerrilla colombiana seguramente surgirá alguna otra amenaza que justifique la represión, máxime en tiempos de guerra preventiva donde las necesidades norteamericanas pueden crear armas de destrucción masiva, ejes del mal. El imperio inventó Ton Kin, Irak, así como Alan García criminaliza Casas del Alba, CCB, o resucita fantasmas; porque aunque suene trillado, la guerra es consustancial al capitalismo, reiterarlo no requiere citar a Lenin sino simple constatación de la historia de la humanidad.

La lógica que la rebeldía genera la represión puede deslizarnos peligrosamente a responsabilizar a la dignidad por las respuestas ruines que suscita, así habría que acabar con Fidel para que no exista bloqueo, devolver PDVSA a la oligarquía para que no exista sabotaje escuálido. Para el opresor no existe terreno válido, tolerable donde consentir oposición; los peruanos no estamos necesitando de conflicto interno para merecer cárcel, asesinato de campesinos movilizados, mordaza de prensa crítica. El poder no esta recurriendo a las fosas comunes ciertamente, en la medida que las rebeldías vegeten, se muestren larvarias o se opongan responsable o cosméticamente.

El presidente Chávez, en todo caso, a ganado a pulso la autoridad moral para generar iniciativas de paz para la crisis que por décadas marca Colombia, su peso político y ético no depende de los consentimientos oficiales del régimen de Uribe, pues está avalado en el pueblo colombiano, los familiares de los rehenes, en su valía humana y sensibilidad con que se avocó generosamente al lío que otros consideran ajeno. Constan sus intervenciones públicas, los recursos invertidos y nos consta a quienes vivimos el reciente año nuevo venezolano en que en las horas climax del consumismo o celebración, el presidente Chávez alcanzaba el abrazo a su familia vía microondas; desde nuestros hogares presenciar la dedicación que Chávez seguía poniendo a esas horas a la liberación de Enmanuel, Consuelo Gonzáles de Perdomo y Clara Rojas, no dejó de hacernos sentir vergüenza y emplazar la comodidad con que los latinoamericanos a veces contemplamos el drama colombiano creyéndolo ajeno. Chávez pide a las FARC la entrega unilateral de los rehenes, difícil no imaginar que es conciente de la dificultad para que su propuesta tenga eco. Recurrir a esta solicitud que debilitará su autoridad moral sobre la guerrilla expresa la voluntad que a veces puede sobreponerse incluso al realismo, porque si de gestos se trata ya se han desarrollado hasta dos liberaciones unilaterales por parte de las FARC, que han sido respondidas con el asesinato de Raúl Reyes, el encarcelamiento de quienes transportaban las pruebas de vida de los retenidos, adjetivos y fomento a la traición. 

En el momento más crítico que atraviesan las FARC en décadas, difícilmente prosperará iniciativa tan noble, y es precisamente por noble y generosa que el Uribismo no podrá sino usarla a la altura de su bajeza. Chávez sabe lo que es tenderle la mano a los caimanes, en diciembre último sin presión de por medio amnistió la casi totalidad de personas que dirigieron el golpe de estado Carmonista, el gesto unilateral que se elevaba por encima de rencores fue reinventado por la oligarquía como expresión de debilidad del Chavismo, animó a la derecha venezolana a exigir la libertad incluso de criminales de lesa humanidad responsables de la matanza del Puente Yaguno. Y hablamos del bien cimentado Chávez frente a una oligarquía maltrecha; pensemos en como procesaría Uribe la entrega unilateral de los rehenes de las FARC.

Colombia acaba de perder una oportunidad valiosa para acercar la paz para sus hijos, la apuesta que abraza la mayoría de su población avalando la mano dura de Uribe puede consolarlos momentáneamente, pero solo significa patear un problema hacia adelante, volverá encontrarse con él en el camino, como dijo con cruel realismo un dirigente político liberal, nos volveremos a ver dentro de 50 mil muertos. El ejército popular fariano, combatiente de viejas guerras empieza a cerrar un capitulo de su historia, retornando otra vez a sus montañas a restañar heridas, desde los diálogos con Pastrana no habían atravesado un año tan intenso, esperanzador y con tan duro saldo, la suerte de sus compañeros presos, así como la de Ingrid y demás prisioneros dolorosamente tendrá que esperar otra coyuntura, otro plazo, desafortunadamente el tiempo político para una guerrilla de casi medio siglo no necesariamente es el nuestro.

Chávez no contravendrá su tenacidad sustentada en la identificación humana con la tragedia colombiana, seguirá seguramente generando iniciativas, buscando nuevos ángulos.

Coherentemente bolivariano y guevarista no dejará de sentir en carne propia el dolor ajeno. Aunque reiteramos, no es ajeno.

 

 

 

                                                            Mariátegui. La revista de las ideas.