¡Libre cultivo de la hoja de coca! ¡Libertad para los presos políticos! 

      
                   Colombia: Las Alternativas del Polo Democrático Alternativo

                    

                     Foto: Semana

Carlos Vicente de Roux R / Mariátegui
 25/02/09

Lo que está ocurriendo en el Polo Democrático Alternativo (PDA) tiene que ver con muchos factores. Voy a hablar de uno, entre muchos, que constituye una pequeña tragedia. El hecho de que Gustavo Petro y la izquierda polista, encabezada por Carlos Gaviria y Jorge Robledo, no se hayan entendido y se hayan convertido en rivales encarnizados. 

En el fondo, la identidad entre ambas tendencias es muy grande. Ambas quieren construir un país diferente, una democracia más profunda, una sociedad menos excluyente y más igualitaria. Sus dirigentes son políticos pulcros, ajenos a la corrupción y al clientelismo. Pero en vez de trabajar juntas, cada una de esas tendencias ha estado tocando la puerta del sector pragmático, el de Iván Moreno y Jaime Dussán, para formar mayoría con éste e imponerse sobre la otra. En consecuencia, ha quedado en manos del centro pragmático escoger aliado y orientar al partido hacia donde le parezca. 

Petro ha puesto mucho de su parte para que las cosas estén así. Ha exagerado la incidencia de las Farc en el PDA, a pesar de que la abrumadora mayoría de los polistas está comprometida con la institucionalidad democrática y la Constitución del 91. Y ha maltratado a Gaviria. Hace poco lo acusó, injustamente, de estar aprovechando los eventos previos al congreso interno para promover su candidatura presidencial. 

Mientras Petro le muestra los dientes, los pragmáticos consienten a la izquierda del partido. Ésta no es muy exigente sobre las prácticas políticas de sus socios, a condición de que le den un trato comedido y adopten la retórica que ella juzga correcta. El calendario electoral favorece la aproximación porque la izquierda quiere a Gaviria como candidato en 2010, y los pragmáticos a Samuel en 2014. Las dos fórmulas son compatibles, gracias a la variable tiempo. 

Esta situación puede tener consecuencias muy nocivas en tres planos: la estrategia del partido, sus prácticas políticas y su unidad. En el terreno de la estrategia, podría escamotearse el debate que viene planteando Gustavo Petro. Él propone que el PDA aproveche la posibilidad de aliarse con otros partidos para acceder al gobierno en 2010 y poner en práctica una plataforma común, inspirada en su programa pero conectada con los problemas de la nación en la coyuntura. Este enfoque es correcto. Acarrea el riesgo de que el Polo se desdibuje en una coalición mal planteada, pero conlleva la oportunidad de multiplicar su influencia en la vida del país. Lo clave es definir acertadamente con quiénes y para qué se arma la convergencia. 

Hay una baraja de opciones en juego y es indispensable que el partido las examine con seriedad, y respeto y garantías entre las tendencias. La más audaz es adoptar como bandera electoral el objetivo estratégico del Polo, la construcción de una democracia social profunda, e ir con candidato propio hasta el final. Otras consistirían en combinar algunas propuestas sociales de envergadura con la lucha por los presupuestos de la acción política democrática, maltrechos después de seis años de uribismo. 

Las propuestas sociales girarían en torno a temas como aislar del mercado las políticas sociales (salud, etc.), ya formulada por Petro, y proteger a las personas de escasos recursos de los efectos de la crisis económica global. Los presupuestos políticos en cuestión serían la división de poderes, el relevo presidencial periódico, la articulación de la seguridad con los derechos humanos y el multilateralismo en lo internacional. Alrededor de una combinación así, sería viable estructurar una coalición electoral exitosa. 

También se corre el riesgo de que el partido siga ciego, sordo y mudo respecto al tema de las prácticas políticas. 

Lo que más llama la atención del coqueteo de la izquierda polista y de Petro y sus compañeros con los pragmáticos, es que las posiciones de las dos primeras tendencias son, en el fondo, incompatibles con las de estos últimos. Petro quiere que el PDA se abra. Que conquiste a los jóvenes, a los colombianos pobres que se les han zafado a las clientelas de los partidos tradicionales, a las clases medias progresistas, a la población educada. Pero el mayor obstáculo para que el PDA convoque a la ciudadanía a cambiar este país, puede llegar a ser el deslucimiento en que lo sumirían las prácticas atrasadas, patentadas por los partidos tradicionales, que pujan por penetrarlo a través de su sector pragmático. Se trata de fenómenos como el ingreso de ingentes sumas de dinero en las campañas y la intervención de grandes intermediarios de la contratación en las decisiones, en un época en que gobernar es contratar. También de la clientelización de las entidades, la reducción del nivel técnico de los equipos administrativos y la pérdida de autonomía de los órganos de control. 

De otra parte, nada inhibiría más al partido para hacer reformas profundas, como las que reclama, en particular, la izquierda polista, que una eventual comunidad de intereses con los sectores afectados por esas reformas, en torno a la privatización de lo público. También lo paralizaría tener rabo de paja y convertirse en rehén de la capacidad de denuncia de los enemigos de los cambios. 

Debe aclararse, en todo caso, que miles de miembros del Polo vinculados al sector pragmático, hacen política de la moderna y transparente o trabajan con honradez y competencia para las administraciones. 

Finalmente, corre peligro la unidad. Si se fragua la alianza entre la izquierda y los pragmáticos y la situación no se maneja como se debiera, es probable que Petro y sus aliados se vayan. La división privaría al partido de algunos de sus líderes más visibles y experimentados, afectaría su imagen, cortaría sus puentes con muchas fuerzas y ámbitos, reduciría la riqueza de su debate interno, le haría perder peso en la arena nacional. El centro de gravedad del Polo se correría hacia el sector pragmático y su izquierda quedaría girando en torno a éste. Petro y sus compañeros tampoco la verían fácil, porque su capital político proviene de ser la faceta moderada y oxigenada de un proyecto de izquierda democrática. Por fuera de ésta perderían su atractivo y no tendrían dónde fondear sus naves. 

Si el congreso interno no encara con madurez y responsabilidad los desafíos de la estrategia, las prácticas políticas y la unidad, el Polo, como lo conocemos, con las promesas y esperanzas que ha sido capaz de levantar, dejará de existir. Hay que evitarlo. 


---------------------------------
Carlos Vicente de Roux R. es Concejal de Bogotá, Colombia












                         

 

                         

                




                  


 

 

 

 

 

                                                            Mariátegui. La revista de las ideas.