Censura
Ramón Chao / Le Monde Diplomatique - Mariátegui
17/10/08
Como no soy especialista de las técnicas de información, para abordar la censura habré de limitarme a mi experiencia personal, basada en cerca de medio siglo de práctica del periodismo, tanto en Francia como en España. La lección que saco de esta mirada retrospectiva, es que nuestra profesión se ha ido adaptando a la evolución del capitalismo, si no la ha inducido. En resmen, que cuando en 1960 empecé a escribir en la prensa, la censura la ejercían los gobiernos; luego la justicia, al servicio de aquéllos, y ahora está en manos de los empresarios. Hace unos siete u ocho años el primer ministro francés del momento, Lionel Jospin, declaró, en un arranque de sinceridad que le fue muy reprochado, que los gobiernos no podían hacer nada contra las multinacionales; y esta apreciación se ha de aplicar también a la prensa, hoy en manos del gran capital.
Yo empecé el oficio periodístico en 1960 en la Sección en español de Radio Francia, que ahora se llama Radio Francia Internacional. En el equipo figuraban Mario Benedetti, Mario Vargas Llosa, Severo Sarduy, Fernando del Paso y otros escritores conocidos, pero esto es anecdótico. La censura, preliminar, la ejercía el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Quai d'Orsay, que nos preparaba en francés los boletines informativos, los comentarios y el dinero. Cada sección (inglés, alemán, español, etc...) se limitaba a traducir el boletín, sin salirse de la raya. Igual hacía la BBC de Londres. Fernando del Paso, que trabajó primero en este organismo inglés para venirse luego con nosotros, me contaba que allí se hacía lo mismo. A él le interpusieron una reconvención administrativa por haber añadido "el presidente electo Salvador Allende", cuando lo de electo no figuraba en el texto oficial del Ministerio.
A veces - raras- el control se le iba de las manos al poder. En cierta ocasión, allá por 1966, vino a vernos un colaborador de Radio La Habana, llamado Claude Hacquin. Nos propuso que participásemos en un concurso radiofónico internacional organizado por su emisora. Lo hicimos clandestinamente con "De la Bastilla a Moncada". Resulta que ganamos el primer premio, tal vez no debido a la calidad intrínseca del programa, sino por representar a un señalado país capitalista: la dirección nos prohibió acudir a La Habana a recogerlo. A nuestro director de entonces, André Camp, le costó el cargo. A mí no me pasó nada porque inmediatamente se produjo Mayo de 1968 y el gobierno hubo de tragarse muchas cosas. Y aproveché para desplazarme a Cuba a recibir el premio; tarde, pero mejor que nunca.
Este período de intervención directa y descarada de los gobiernos duró hasta 1981, cuando en Francia llegó al poder el Partido socialista con François Mitterrand. Desde entones cada redacción goza de libertad para componer sus propios boletines informativos. En esa fecha me nombraron director del Servicio para España y América latina, y puedo asegurar que en más de cuarenta años que asumí este cargo no hubo intervención alguna del gobierno. Sólo tuve un problema con un periodista que me quisieron imponer-recomendado por la Primera dama de Francia-, a lo que me negué rotundamente a menos de que ese señor se sometiese a las pruebas habituales, las superase y me alargasen el presupuesto. Excuso decir que no se habló más del asunto. He de decir que la ahora ex-primera dama -progresista ella-, no me guardó rencor, pues hace unos años me propuso para formar pargte del Consejo de administración de su Fundación.
En esos años estaba yo encargado también de las emisiones en gallego de Radio Francia. Las dirigí y realicé en pleno franquismo durante tres o cuatro años. Por las antenas pasaba gente como Celso Emilio Ferreiro, José Luis Méndez Ferrín, Manuel María y otros intelectuales gallegos, todos comprometidos en la lucha antifascista. Era embajador de España entonces José María de Areilza, liberal franquista y conde de Motrico, quien intervino ante el gobierno francés y logró suprimir dichas emisiones, y de paso también las que se hacían en eusquera y catalán.
Ya que estamos en el tema de la radio, diré que en aquellos momentos yo ejercía de corresponsal suplente de Radio Nacional de España. Quiere decir esto que sustituía Angel Roselló, el titular, cuando caía enfermo o tomaba vacaciones. Sucedió que me tocó hacerlo en julio de 1969. El dictador acababa de proponer a Juan Carlos de Borbón como su sucesor con título de Rey. Aquel día íbamos a realizar un multiplex, con los corresponsales de Paris, Roma, Londres y Nueva York. Orquestaba el programa desde Madrid el notorio falangista Victoriano Fernández Asís. La víspera nos anunciaba siempre el tema del día siguiente, y teníamos que preparar una revista de prensa sobre lo que se comentaba del evento en cada país. Al día siguiente, en directo, el señor Asís fue preguntando a todos. El tema era, como dije, la repercusión de la decisión arbitraria del general. El jefe empezó con los otros. -Pues en Italia… tal y cual; en Inglaterra el Corriere de la sera……-- -¿Y en París que se dice, Chao? - Pues aquí no encontré ningún comentario. -Hombre, algo habrá ¿no? -Pues no; no se habla nada de eso. Nunca más me volvieron a llamar para sustituir a Roselló. Y no me pude quejar, que no tenía contrato ni nada.
Antes, allá por 1967, era yo corresponsal del diario "EL Alcázar". He de aclarar cuanto antes que no se trataba del posterior Alcázar neo-fascista, sino de un matutino de derechas, como todos, que pertenecía al Opus Dei aperturista y que deseoso de entrar en Europa, jugaba la carta liberal. ¿Cómo me contrataron a mí? : Por influencia del escritor gallego José María Castroviejo, quien me admiraba desde que yo era un mocoso porque tocaba al piano, dicen que de maravilla, una piececilla cursi y facilonga titulada "El Lago de Como". El bueno de Castroviejo, padre de un biólogo y de un embajador notables, ignoraba que tras diez años de estancia en París ya me había desasnado. Conocía y trataba a los cabecillas del Mayo de 1968 Cohn Bendit, Sauvageot y otros, y publiqué sendas entrevistas en El Alcázar que dieron al movimiento estudiantil otro cariz que el que le atribuían los medios oficiales. Tanto, que el entonces falangista y ministro de Información, Manuel Fraga Iribarne, decidió retirar el periódico de las manos del Opus Dei para entregarlo a la Hermandad de los Defensores del Alcázar, aunque nadie se acuerdaba ya de Moscardó ni del Alcázar de Toledo. Inmediatamente dimití, y lo hice a tiempo, porque de todas maneras me hubieran echado.
No sé como calificar esta censura. De todas formas gubernamental, pero ya reflejaba un lucha intestina dentro de la política imperante: Opus Dei contra falange.
Después de mi dimisión empecé a escribir en La Voz de Galicia, periódico de La Coruña que dirigía Francisco Pillado, persona íntegra y progresista, simpatizante del Partido Socialista Popular creado en aquellos años por Enrique Tierno Galván. Mantenía yo una crónica semanal muy extensa titulada "Paris a los cuatro vientos". Ahí también llegaron las luchas políticas y el brazo de Manuel Fraga Iribarne. Se montó un complot contra el director, manejado por el ministro y llevado por María Victoria Armesto, periodista del diario, miembro de la familia de los propietarios y su marido, el conocido periodista de derechas Augusto Assía, disfrazado entonces de liberal. Entre Fraga y la pareja desbancaron al director Pillado, quien se jubiló y tuvo la valentía de empezar a estudiar piano a los sesenta años. Yo me largué a modo de solidaridad con él. Vemos que en este caso la censura política se unió a la empresarial.
Sufrí otra censura, esta vez por presuntuoso. Al regresar de Cuba, después de recoger el premio de Internacional de Radio La Habana, escribí cinco artículos sobre mi visita a las Islas. Lo digo en plural porque uno de los artículos versaba sobre la Isla de Pinos, que acaba de ser convertida en Isla de la Juventud. ¿Dónde publicarlos? Tenía varias opciones, y decidí ofrecérselos al diario Pueblo, de los sindicatos verticales (falangistas). ¿Por qué? : Pues porque quise imitar a Jean-Paul Sartre, nada menos: él, en vez de publicar sus artículos sobre Cuba en Les Temps Modernes, la revista para iniciados y convencidos que dirigía, lo hizo en "France-Soir", diario popular que tiraba a un millón de ejemplares. Pero no todo el mundo es Jean Paul Sartre, y en Pueblo - el de mayor tirada de España - me publicaron los dos primeros artículos, pues ya Emilio Romero cambiaba de rumbo. A partir del tercero (precisamente sobre la Isla de la Juventud), intervino la censura y se desplomó mi ilusión existencialista. Después supe que había habido una intervención directa el ministro de Información, Manuel Fraga Iribarne, del que voy a decir unas palabras, pues aparece demasiado a menudo en esta crónica.
A don Manuel lo conozco desde pequeño. Somos del mismo pueblo de Villalba (¡y también Rouco Varela!). Su casa estaba a cincuenta metros de la nuestra. Resulta que yo, como dije, desde donde me llega la memoria fui un niño prodigio del piano. A los seis años mi fama se extendía por la comarca, y a los diez di el primer concierto en el Circulo de las Artes de Lugo. Manolito Fraga, ya abogado prometedor, iba a escucharme a la galería de mi casa, y como ya era un personaje influyente, me consiguió becas para ampliar estudios, primero en Madrid y luego en París. En cuanto llegué a la capital francesa nuestras posiciones políticas empezaron a divergir, sin que nunca se resintieran nuestras relaciones personales. Y así puedo decir que Fraga fue la persona que más me ayudó en mi carrera pianística, y la que más me perjudicó en la periodística.
Por ejemplo, con la revista "Triunfo", me hizo daño a mí, a la revista, a los lectores y a la democracia. Ya sabrán ustedes que Triunfo fue la publicación antifranquista más importante de España, por su tirada y su contenido.
Pues bien, hubo un momento en 1966 en que Fraga se vistió de demócrata y suprimió la censura. La prensa mundial elogió esta medida progresista. En realidad fue peor: suprimió la censura gubernamental, que era demasiado zafia e inculta, y se recurrió a la censura penal. La ley fue redacatada por el fino gallego (¡un pleonasmo!) Pío Cabanillas, y el director de Triunfo, José Angel Ezcurra, en su día recurrió a la parábola de la alambrada para explicarla. Todo director de periódico, todo periodista tenía libertad para escribir y publicar lo que quisiera, pero cualquier individuo podía llevarlo a los tribunales. Es decir, existía un campo de minas protegido por alambradas, y el gobierno retiró las alambradas : Con esta sencilla pirueta legislativa se acabó con "Triunfo". Dos veces seguidas se le aplicaron condenas de cuatro meses de cierre y la consabida multa por dos artículos, uno el 24 de abril de 1971 titulado "El Matrimonio en España", por un artículo homónimo de José Aumente, el y el otro por una sencilla pregunta: ¿"Estamos preparados para el cambio"? Dos días antes, el Emilio Romero de marras recomendaba "cortar algunas lenguas": la sanción, tomada en Consejo de ministros ( ¡ni que fueran a lanzar la bomba atómica!), supuso otros cuatro meses de suspensión y un cuarto de millón de pesetas de multa a José Angel Ezcurra así como la apertura de un expediente en el Tribunal de Orden público. O sea, que esta vez, de la censura dictatorial, primero pasamos a la censura de clan, para llegar ahora a la censura judicial.
Pero la evolución prosigue, y hace un par de años Ignacio Ramonet y yo hemos sido victimas de la censura empresarial.
Ambos llevábamos tiempo escribiendo sendos artículos semanales en La Voz de Galicia. De pronto el propietario del periódico fuerza la dimisión del director, Bieito Rubido. Inmediatamente, la misma semana dejan de publicarnos a nosotros dos sin explicaciones, ni a Ignacio ni a mí, como tampoco a los lectores. Lo cual no justifica, por supuesto, que ahora le llamen La Coz de Galicia.
Porque se ha de reconocer que este diario se mostró abanderado en España de una tendencia que ya era común en Francia: Serge July, promotor notorio del Mayo de 1968 francés, fundador y director del diario "Liberation", fue puesto de patitas en la calle por diferencias ideológicas con el multimillonario Edouard de Rothschild, accionista mayoritario desde abril de 2005. Del mismo modo salió catapultado Alain Genestar, director de "Paris-Match", por haber publicado en portada de este semanario una fotografía de Cecilia Sarkozy en compañía de su entonces amante y hoy marido. Cecilia es nieta del compositor Isaac Albéniz, por lo cual me resulta simpática. Por lo demás, ejerció muy pocos días de esposa del actual presidente de la República, amigo íntimo de Arnaud Lagardère, dueño de la revista, y se sabe que la fugaz primera dama no votó por el flamante Sarkozy.
Y así, al mismo tiempo del avance del capitalismo hacia el neoliberalismo, asistimos a una progresión simultánea, paralela, de la prensa, que en su inmensa mayoría se encuentra en manos de los grandes capitales. Se diaboliza todo lo que vaya contra los intereses de los accionistas: hombres y regímenes políticos, oganizaciones humanitarias o sindicales. Pero la moraleja que saco de mi experiencia es: El monstruo devora a sus lacayos.
Mariátegui.
La revista de las ideas.
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