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                Bolivia: Nueva Constitución, la gran marcha al futuro

Antonio Peredo Leigue / Mariátegui
 04/12/08

Fue un tiempo de sabores amargos. Pero valió transitar ese periodo. La nueva Constitución Política del Estado marcha hacia su confirmación, el 25 de enero próximo, cuando más del 70% de bolivianos y bolivianas le digan si a ese texto. No se trata de simples palabras; es el diseño de un nuevo Estado, en cuya conformación participará realmente todo el pueblo.

Durante un año, los grupos opositores agotaron su repertorio de improperios contra la CPE redactada por la Asamblea Constituyente, con más de dos tercios de sus miembros, en salas acosadas por asaltantes. Los derechistas comités cívicos y prefectos opositores, propiciaron los desmanes de esos grupos; incluso los organizaron y protegieron para usarlos en todas las tropelías imaginables.

Esa oposición, que se endureció a medida que el gobierno se empeñaba en encontrar un consenso mediante el diálogo, tenía un solo objetivo: impedir el avance popular, frustrar el diseño de un nuevo país, cerrar el paso a la gran marcha por el futuro.

De cómo se enseñoreó el racismo
Primero fueron los dos tercios. Ante la interpretación que buscaba avanzar en la discusión y aprobación del texto para una nueva Constitución Política mediante la mayoría, la oposición se atrincheró en la exigencia de obtener dos tercios para cualquier decisión que se adoptase en la Asamblea Constituyente. Ocho meses se fueron en esa discusión, sin que se avanzase en el tratamiento del texto. La derecha buscaba y logró que, la amplia mayoría obtenida por el Movimiento al Socialismo (MAS), no marcara el ritmo de esa asamblea.

Inmediatamente plantearon el tema de la capitalidad. Al menos, ese fue y sigue siendo el nombre que le pusieron a la demanda de trasladar la sede de gobierno a Sucre, capital oficial de Bolivia. La derecha encontró receptividad en la clase media y las familias tradicionales de esa ciudad. Allí sesionaba la Asamblea Constituyente, desde el 6 de agosto de 2006. Por tanto, casi de inmediato, los asambleístas se convirtieron en rehenes de esa ciudad; los comités cívicos, sobre todo el de Santa Cruz, se encargaron de la campaña mediática.

El racismo, que ocultaba someramente la oligarquía venida a menos, apareció con sus rasgos más groseros. Los estudiantes de la universidad pública, provenientes de todo el país y muchos de extracción humilde, fueron instrumentos de las peores acciones ocurridas en el último medio siglo. Campesinos y mujeres de pollera fueron violentados, golpeados y humillados entre septiembre de 2007 y mayo siguiente. Esto ocurrió en Sucre; pero también, y por más tiempo, en Santa Cruz donde la Unión Juvenil Cruceñista, reclutadora de maleantes, se adueñó de las calles, violentó las oficinas del gobierno, quemó documentos y muebles, robó equipos y dejó ambientes destruidos. En otras ciudades -Trinidad, Tarija, Cobija- a nombre de un autonomismo deformado que se plasmó sólo en violencia, ocurrió otro tanto. Nadie recuerda jornadas tan sucias como éstas.

Montados en lo que parecía una pasividad gubernamental, llevada al extremo, realizaron referendos ilegales para aprobar estatutos que no tienen marco referencial para su aplicación. El propósito es evidente: culpar al gobierno de oponerse a la autonomía.

Ser pacífico es la consigna
Copio las expresiones de una amiga que vive en el exterior: "las noticias son terribles y dan una idea de la utilización, por parte del gobierno, de la palabra democracia para sus fines políticos". Traduzcamos políticos por partidarios y veremos como se manipula la información, tanto dentro como fuera del país. Este gobierno no es democrático, aunque obtuvo el 54% en las elecciones y más de 67% en un referendo revocatorio realizado en agosto pasado. Lo califican de totalitario aunque la libertad de expresión es tan amplia que, los medios masivos que usa la oposición no tienen reparos en calificar al presidente con términos insultantes. Lo acusan de dictatorial, no obstante que la policía tiene órdenes precisas de no usar la violencia los comiteístas se jactan de humillar a las autoridades nacionales.

No se si se trata de una estrategia o la infinita paciencia del presidente Evo Morales. Esa paciencia fue inalterable durante todo este año de atrocidades cometidas por la oposición. El 11 de septiembre pasado, en Pando, el departamento más pequeño del país, el prefecto Leopoldo Fernández decidió dar una advertencia sangrienta: preparó la masacre de campesinos que preparaban una marcha. 

El cálculo fue engañoso para el prefecto. El estado de sitio recobró la calma para esa población. Fernández está en prisión y deberá responder no sólo por el crimen. Sino por la corrupción mediante la que se hizo millonario y enriqueció a sus familiares y allegados. Si la justicia actúa sin parcializarse, el acusado guardará varios años de cárcel.

La paciencia estaba dirigida a buscar escenarios de acuerdo con la oposición. Los opositores, sin embargo, se convencieron de que había debilidad y llegaron a acusar, a los ministros del gobierno, de la violencia que ellos se encargaron de desatar. Sin alterarse por esa red de intrigas, Evo Morales convocó varias veces a los prefectos insubordinados y el vicepresidente se reunió con representantes de partidos y parlamentarios, sin obtener más que jornadas agotadoras que concluían mal.

Menos por menos da MAS
La última oportunidad -aunque todos sabemos que siempre habrá una nueva después-, se dio este octubre. La noche del pasado 8, el presidente convocó a las directivas del Congreso Nacional. Mostró su disposición a encontrar consenso, aunque días antes había concluido una larga y frustrante reunión con los prefectos. Sugirió posibilidades de escenario parlamentario y adelantó posibilidades de concesión.

El Presidente advertía que, la marcha que preparaba el Consejo Nacional por el Cambio (CONALCAM), con el propósito declarado de cercar al Parlamento, provocaría nuevas confrontaciones y mayor violencia.

Senadores y diputados, en representación de las bancadas oficialista y opositoras, se pusieron a la tarea. Largas sesiones, desconfianzas mutuas, demandas excesivas, concesiones mínimas; este era el ambiente durante varios días. Pero, finalmente y reuniones paralelas de por medio, se llegó a un consenso.

La marcha del CONALCAM, llegó a La Paz, pero ya no en son de amenaza. Evo Morales logró que se convirtiese en vigilia festiva. A primera hora de la tarde, el lunes 20 se instalaron en la plaza Murillo de La Paz y, junto al propio presidente, esperaron la aprobación de las leyes que permiten, ahora, organizar y realizar los referendos dirimidor y aprobatorio de la nueva Constitución Política del Estado.

Se hicieron cambios. Se cedió en muchos puntos; se cedió por ambos bandos. El texto que se consultará no es el mismo que se aprobó en la Asamblea Constituyente. Tiene la virtud, sin embargo, de haber despejado dudas y susceptibilidades. Quien vote por el no, el 25 de enero próximo, lo hará porque no está de acuerdo con un nuevo Estado, con un país incluyente, con una sociedad en que se destierre el racismo. 

El pueblo de Bolivia ganará, una vez más.


                         

 

                         

                




                  


 

 

 

 

 

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