marea negra: arma de destrucción masiva del capitalismo Efectos económicos de la marea negra del Prestige

Maria do Carme Garcia Negro
Xoán Ramón Doldán Garcia

Directores del Equipo de Investigación de Economía Pesquera y Recursos Naturales
Departamento de Economía Aplicada
Universidade de Santiago de Compostela

El miércoles, 13 de noviembre de 2002, el petrolero Prestige, cargado con 77.000 t de fuel-oil, lanzó un mensaje de auxilio en el Cabo Fisterra (Galiza- España). Dio así comienzo un dantesto arrastre que acabaría con el hundimiento del barco cerca de las Islas Cies el 20 de noviembre provocando una situación catastrófica desde el punto de vista medioambiental y económico. A día de hoy, estamos inmersos en el desarrollo de los acontecimientos, ante lo que parece sólo una primera fase de la marea negra. La situación actual podría verse agravada si la marea negra se extiende a la Ría de Arousa o a más zonas de la costa gallega. Sería precipitado ajustar demasiado en cuanto a la magnitud de los efectos económicos; no obstante, y por desgracia, el conocimiento previo de catástrofes similares en las costas gallegas (Polycommander en 1970, Urquiola en 1976, Andros Patria en 1978, Aegean Sea en 1992) nos permite avanzar lo que sin duda serán algunos de esos efectos.

La marea negra del Prestige está afectando a zonas de importantísimo valor ecológico, en su mayor parte protegidas y catalogadas por su interés medioambiental, paisajístico y faunístico. La Costa da Morte, el humedal de Corrubedo y Baldaio, la desembocadura del río Anllóns, la laguna de Traba, son sólo algunos ejemplos de las zonas afectadas, que además se encuentran entre las áreas ornitológica más ricas de Europa. También están afectadas las islas Sisargas y el cabo Vilán, donde se encuentran las últimas colonias de arao común (Uria aalge), cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis), gaviota tridáctila (Rissa tridactyle), etc. La costa afectada posee, además, una extraordinária riqueza en especies de peces, moluscos y crustáceos marinos (jurel, pulpo, almejas, mejillones, percebes, centollas, nécoras, etc, etc...) de gran valor en el mercado del consumo humano. Esta situación se ve agravada por el hecho de que, en el caso del Prestige, el hasta el momento innombrable derivado del petróleo, presenta un alto nivel de toxicidad, es de muy baja calidad y con una capacidad contaminante enorme por la presencia de benceno, azufre, tolueno, con las consecuencias que esto puede acarrear a medio y largo plazo sobre la salud de la población. Por supuesto, el evidente y gravísimo impacto biológico y ecológico no puede deslindarse del impacto económico, que perdurará durante mucho tiempo. Conviene recordar que en diciembre de 2002 se cumplen diez anños del embarrancamiento y marea negra del Aegean Sea, que afectó a la costa coruñesa, de Sisargas a Ponta Langosteira, y cuyos efectos económicos todavía no han desaparecido totalmente. Esta zona está de nuevo afectada, ampliándose los efectos hasta hoy a más de 400 Km de costa, en una zona donde la dependencia económica de la actividad pesquera y marisquera es altísima. La economía se verá resentida al menos mientras no se produzca el reequilibrio ecológico, e incluso con posterioridad, y sabemos que este reequilibrio seá sólo parcialmente posible y a largo plazo. Nos encontramos, pues, ante períodos de recuperación económica y medioambiental que superarán como mínimo los diez años y que incluso, en algunas especies, puede llegar a los 25 años.

Es preciso, por tanto, tener en cuenta tanto los efectos económicos sobre las actividades productivas ligadas directa o indirectamente al mar (bienes y servicios de mercado), como los efectos económicos sobre los bienes y servicios que no son objeto de explotación mercantil pero que son indispensables para la sustentabilidad económica y ecológica (bienes y servicios de no mercado), como son el patrimonio natural y la pérdida de la riqueza de ecosistemas únicos de la Unión Europea en el Atlántico Norte. Todos ellos pueden ser objeto de valoración monetaria dado que tienen de por si un valor económico, máxime cuando estamos hablando de la inevitable indemnización a las personas afectadas que, en este caso, son tanto las que viven más directamente del mar como la sociedad gallega en su conjunto. No olvidemos que estamos ante una pérdida patrimonial que pertenece a todos los ciudadanos y ciudadanas y que posee unas características únicas en el mundo.

El desequilirio económico provocará desajustes productivos en todos los sectores por transmisión de unos sectores a otros. Es decir, el primer gran impacto se multiplicará a medida que, dado el encadenamiento productivo, se desplace a todos los demás sectores de la economía.

Para entender mejor las implicaciones económicas de la catástrofe, es necesario analizar brevemente la importancia del sector en la economía gallega. Las personas que trabajan directamente en la pesca extractiva gallega son 41.600, de ellas 18.400 en la provincia de A Coruña casi todas afectadas en este momento por la marea negra; además, 9.200 personas trabajan en el marisqueo y 13.422 en la acuicultura (estas cifras se elevan a 119.874 personas si incluimos el empleo directo e indirecto, el 12,2% del empleo total gallego). Algunas localidades de la zona afectada dependen casi exclusivamente de la pesca: Fisterra (47,2% de las personas ocupadas), Ribeira (39,9%), Malpica(32,4%, Camariñas (27,9%)...La flota gallega es de 8.811 buques, de los que 6.000 son artesanales y más de 2.000 se dedican también a la pesca costera, que son las flotas más afectadas por la catástrofe. La producción pesquera gallega supone alrededor de un 40% de la española, siendo la primera región pesquera de Europa.

Si atendemos a las repercusiones económicas en los sectores que viven más directamente del mar, la destrucción del medio marino afectará a las actividades pesquera, marisquera y acuícola, pero también a otros sectores que viven y trabajan directamente de éstas (rederas, transportistas, manipuladores en puerto, astilleros, abastecedores de suministros, comercializadores...), o al resto de la economía (hostelería, comercio, sector inmobiliario, turismo...). El menor poder adquisitivo de los pescadores y mariscadores necesariamente supondrá un problema gravísimo para toda esta zona, empeorando lo que ya venía siendo una situación de declive económico y demográfico (hay que recordar que gran parte de la emigración gallega al exterior procede precisamente de estes lugares). Efectos que serán más graves en las zonas afectadas pero que se dejarán notar también en el resto de Galicia. A esto habrá que añadirle la pérdida en la calidad de vida, por la destrucción del entorno y del paisaje e incluso de la propia cultura del pueblo gallego, por estar ésta desde tiempos inmemoriales unida al mar.

La paralización de las actividades de pesca extractiva, marisqueo y acuicultura supondra una pérdida inicial de ingresos (más importante por producirse en uha época en la que los precios son siempre más elevados). Pero las pérdidas en rentas para las personas que viven directamente del mar no acabarán cuando se levanten las restricciones para trabajar en estas actividades. Los efectos sobre el medio harán que la pesca extractiva vea mermadas gravemente las capturas de ciertas espécies y que el desequilibrio ecológico merme las capturas totales, con un resultado final en el que habrá una caida del valor de la producción pesquera durante varios años. Algo parecido ocurrirá con el marisqueo, sobre todo en algunas espécies como el percebe por su carácter sedentario. Del mismo modo, actividades como la producción de mejillón podrían verse gravemente afectadas ya que los períodos desde el cultivo hasta la recogida son de un mínimo de 18 meses, contados a partir del momento en que puedan volver a trabajar.

La zona afectada por la marea negra do Prestige es, sin lugar a dudas, además de un enorme atractivo turístico. La Costa da Morte, el litoral y las rías gallegas son lugares de referéncia turística por su paisaje, entorno natural, y peculiaridades etnográficas, razón por la cual se pretendia convertir en un activo económico más para los habitantes de la zona. Además, el carácter simbólico de Fisterra como Finisterrae europeo, o como lugar de finalización del Camino de Santiago, son elementos de un especial atractivo turístico. El desplazamiento de personas hacia estas zonas por períodos más o menos prolongados, se verá en gran medida interrumpido, en función de las agresiones que el mar y el entorno natural sufran. Habría que ir aún más lejos, ya que esta afectación acabará por implicar no sólo a las zonas afectadas sino también a la marca turística de Galicia y a la alta calidad de los productos gallegos.

La interrupción de los movimientos turísticos provocará una caída en el consumo de productos en estas zonas, sin que los provedores puedan compensarla con ventas en otros lugares, ya que muchos de estos productos están ligados a la actividade turística o son dificilmente mobilizables hacia otro lugar. Es el caso de los productos pesqueros y marisqueros que se consumen localmente y que en cierta época del año, ante una mayor demanda por la afluencia de los turistas, pueden elevar los precios. Los pescadores de bajura y mariscadores tendrán así menos poder adquisitivo, lo que repercutirá entre otras cosas en el comercio y en la venta de inmuebles (que también se verán afectados por la menor afluencia turística). Del mismo modo, la hostelería local verá diminuir su actividad.

A estas alturas, y a la espera de como se desarrollen los acontecimientos, la catástrofe ya ha alcanzado dimensiones gigantescas, de hecho, la mayoría de los medios de comunicación internacionales ya la situan por encima de la marea negra ocurrida en 1989 en Alaska con el "Exxon Valdez". En aquel momento (hace 13 años) el daño se valoró en el equivalente a 2.800 millones de euros, llegando a superar los pagos entre indemnizaciones, multas y trabajos de limpieza los 3.000 millones de euros. Nuestra trágica experiencia en catástrofes anteriores, nos aleja mucho de estas cifras, la indemnización por la marea negra de 80.000 t de petróleo provocada por el buque griego "Aegen Sea" (propiedad del mismo armador que el "Prestige") en la bahía de A Coruña (Galicia) en 1992 fué de tan solo 63 millones de euros, indemnización que los afectados aún no percibieron en su totalidad.

Tenemos la responsabilidad de esclarecer al máximo los efectos económicos y ambientales de esta catástrofe con el fin de obligar a los responsables a aliviar las pérdidas irreparables. Debe evitarse, de una vez por todas, que una catástrofe de estas características sea tratada y valorada de forma distinta dependiendo de la importáncia económica del país que la sufre. Por su dimensión, ésta es una catástrofe ecológica mundial y así debe tratarse. La ignorancia de los hechos y el silencio es cómplice. Pedimos la colaboración de todo el mundo para que esto no vuelva a suceder NUNCA MAS.