Sin Tregua / N°12 Diciembre 2005 / Enero 2006

Sección: Situación Nacional
1) Sigue la inflación patronal, que crezca la rebelión salarial

Luego de salir fortalecido en las últimas elecciones en su disputa con el duhaldismo, Kirchner forzó la salida de Lavagna y armó un gabinete íntegramente subordinado a su liderazgo.
Ante la seguidilla de aumentos, que no da respiro a los bolsillos obreros, el gobierno convirtió la lucha contra la inflación en su "caballito de batalla". Para esto, acuerda con los supermercadistas un compromiso para que paren la mano con las subas que ninguno está cumpliendo. ¡No alcanza! Necesitamos una verdadera recomposición de nuestro poder adquisitivo y para alcanzarlo el único camino es la lucha.

A poco más de un mes de las últimas elecciones, los resultados que arrojaron las urnas comenzaron a traducirse en hechos políticos concretos. Con el duhaldismo en desbandada, Kirchner fortalecido decidió empujar a Lavagna del gobierno y armó un gabinete con un perfil de "centroizquierda" más nítido, sobre el cual tendrá absoluto control. Los cuatro designados -Felisa Miceli en Economía, Nilda Garré en Defensa, Nadalich en Desarrollo Social y Jorge Taiana en Cancillería- simbolizan el fin del tutelaje del duhaldismo, padrinazgo del cual Lavagna era el principal exponente. No es de extrañar que la continuidad de la política de depuración se lleve puestos próximamente a "los Fernández", Aníbal y Alberto, sin duda los dos ministros más impresentables con los que cuenta este gobierno de cara a la opinión pública.
Frente a estos cambios, el ala "transversal" del kirchnerismo no oculta su entusiasmo ante lo que consideran un giro de K hacia posiciones más "nacionales" y "populares". En la asunción de los ministros -en los salones de Casa Rosada- un grupo de cortesanos-militantes de Barrios de Pie cantaba: "Ya lo echamos a Lavagna, a Duhalde también, poco a poco, poco a poco, compañeros al poder", a lo que el periodista agregaba "en obvia referencia a Miceli, Garré y Taiana, todos ellos con militancia setentista a cuestas" (Clarín, 2/12/05). ¿Será así?, ¿será que con la llegada de estos ministros supuestos "compañeros" se abre una nueva etapa de "redistribución de la riqueza"?

La continuidad de la política de Lavagna
Los pilares básicos de la política del ex ministro Lavagna seguirán firmes: dólar a 3 pesos para darle competitividad a las exportaciones y superávit fiscal para pagar deuda externa. Política que, como sabemos, tiene como contracara el congelamiento del gasto público, salarios ultradeprimidos y la vigencia de índices altísimos de desocupación, pobreza e indigencia.
La dupla Kirchner-Miceli seguirá con las directrices fundamentales de esta política macroeconómica de Lavagna. En todo caso es de esperar algunos matices de diferenciación, algunas medidas leves de promoción "productiva" (que siempre toman la forma de subsidios o "líneas de créditos" para los empresarios), como para afirmar la idea de que estamos ante un cambio de etapa, avanzando hacia un horizonte de mayor "justicia social". Difícil, porque K no tiene la menor intención de romper con los nudos estructurales que generan la dependencia económica de nuestro país y la pobreza de las masas trabajadoras. ¿Se va a terminar con el saqueo de las privatizadas? Ni hablar. ¿Y con el sistema de AFJP´s que vienen expoliando los ahorros de los futuros jubilados? Tampoco. ¿Se va a romper con el imperialismo y dejar de pagar la deuda externa? Muchísimo menos.
Sin avanzar decididamente sobre estas causas de fondo, cualquier propuesta de "redistribuir" la riqueza es una fantasía.

A los acuerdos se los lleva el viento
La voracidad patronal sigue arrastrando los precios a la suba. Hábilmente, Kirchner pone el problema "afuera" y deposita la responsabilidad sólo en los empresarios. Mentira, que los capitalistas son "chupasangre" no hay duda, pero el gobierno también es co-responsable de estos aumentos, por permitir la "cartelización" de los supermercados y no ir a fondo contra las empresas formadoras de precios que siguen acumulando fabulosas ganancias. El acuerdo de bajar los precios que firmó el gobierno con los grandes supermercadistas es una broma de mal gusto. Los empresarios se ríen de esos acuerdos y borran con el codo lo que firman con la mano. ¿Qué resultados dio el acuerdo que firmaron meses atrás con los grandes frigoríficos para que no suban los precios? Ninguno, la carne fue uno de los artículos que más aumentó y así podríamos seguir con los lácteos, la yerba y un larguísimo listado de etcéteras.
Con decisión en la lucha, se puede ganar
Muy preocupado, un periodista de Clarín criticaba días atrás al gobierno por mostrar un flanco débil en el manejo de los conflictos gremiales y alertaba: "El desenlace del conflicto de Aerolíneas Argentinas también podría servir para instalar la idea de que las medidas de fuerza más duras son el único camino para conseguir una respuesta a las reivindicaciones salariales" (Clarín, 4/12/05). Para desgracia de este periodista-patronal, su alarma llega tarde...
Ese "mal ejemplo" se viene instalando poco a poco en la conciencia de crecientes sectores de la clase trabajadora. Se inspira en las reiteradas batallas de las y los laburantes del subte; en los telefónicos que a fines del año pasado tomaron los edificios de Telecom y Telefónica; en los petroleros del sur que se impusieron con paros y acciones directas; en los camioneros que bloquearon las embotelladoras y ganaron, o los obreros de las automotrices que cortaron Panamericana y obligaron a las multinacionales a otorgar aumentos por arriba de los $2000. Días atrás, fue el turno de los pilotos y técnicos de Aerolíneas Argentinas, quienes empujando desde las bases paralizaron por 9 días las actividades, le ocasionaron millonarias pérdidas a la empresa y arrancaron un aumento inicial escalonado que va de los 400 a los $1000. Ni el primero, ni el último, sólo un ejemplo más en esta seguidilla
La lucha salarial se instaló como el eje estructurante del enfrentamiento de clases durante este año. Esto muestra al mismo tiempo la potencialidad y los límites del desarrollo político de la clase trabajadora. Con mayor o menor claridad sobre los caminos a recorrer, la clase obrera se reanima, se pone en movimiento para recuperar el terreno perdido a manos de los patrones. En buena hora.


2) El escenario post-electoral

El nuevo mapa político que se configura para el próximo período, luego de las elecciones de octubre, va tomando forma. Un balance inicial arroja diversas conclusiones. La primera es que no hay elementos de peso para determinar el cierre de la fragilidad institucional (que en distintos momentos denominamos crisis de dominación, crisis del régimen, inestabilidad de la institucionalidad burguesa, etc.). La confianza en las instituciones continúa mellada y el régimen se asienta en un consenso más bien pasivo, que cualquier cimbronazo tiende a resquebrajar. La explosión de rabia en la estación de Haedo; la presión y movilización de los familiares de víctimas de Cromañón que pusieron al desnudo la complicidad del gobierno nacional y luego forzaron el juicio político a Ibarra; e incluso los recientes e ignorados cacerolazos realizados en algunos barrios porteños ante los recientes cortes de luz de las privatizadas, son todas expresiones que -más allá de su evidente heterogeneidad y límites- nos hablan de que la reacción popular está a flor de piel y que cuando emerge, suele hacerlo con fuerza.
A su vez, desde el punto de vista del régimen, sigue sin consolidarse una dirección hegemónica. Si bien Kirchner salió bastante fortalecido, no lo hizo al punto de erigirse como el articulador de los intereses de la burguesía en su conjunto. De hecho sigue generando rechazo y resistencia en fracciones importantes de la burguesía, principalmente entre los sectores más conservadores y de la derecha oligárquica, los más estrechamente ligados a las FF.AA. Mientras la economía marche bien para ellos, su encono se mantendrá objetivamente limitado al plano ideológico; pero distinta sería la actitud en una eventual situación de crisis económica o de agudización de una puja interburguesa.
En líneas generales, es evidente que no surgió una oposición potente, ni por derecha y menos aún por "izquierda". Elisa Carrió recibió un cachetazo en la ciudad de Buenos Aires que la dejó mal parada; mientras que Macri, Sobisch y Romero sueñan con vertebrar una alternativa neomenemista, pero todavía están más que lejos de lograr la solidez y el arraigo de masas necesarios. La disyuntiva que parece perfilarse a futuro, es si el intento pasará por armar una opción de derecha por fuera del peronismo o si apostarán a abroquelarse con algún sector del peronismo anti-kirchnerista -por ejemplo con la tropa fiel que todavía le pueda quedar a Duhalde en el 2007.

Ausencia de alternativa y marginalidad de la izquierda
Como es sabido, la licuación de la centroizquierda en las elecciones pasadas no redundó en el fortalecimiento de una propuesta de izquierda. Esto quedó claramente expresado en el desempeño de los partidos de izquierda que se presentaron a los comicios, que volvieron a recibir un mazazo preanunciado en las urnas, con escuálidos porcentajes y pérdidas de bancas legislativas.
Sin embargo, frente a esta debacle de la izquierda electoral de ninguna manera puede desprenderse, por oposición, que aquellas organizaciones que se pronunciaron (nos pronunciamos) por el rechazo electoral tengan mayor predicamento o algo por el estilo. Ese 40% del padrón que se expresó negativamente entre la abstención y el voto en blanco, no debe obnubilar ni dar lugar a análisis fuera de lugar. De aquí no se desprende la inevitable gestación de una crisis política y mucho menos revolucionaria. El régimen puede vegetar mucho tiempo en esta condición si efectivamente no es jaqueado por un ascenso de masas. En ese 40% se manifiesta una apatía, un desinterés, pero de ninguna forma indica un quiebre político de masas, una ruptura abierta con el régimen. No podemos confundir nuestros deseos con la realidad.
La falta de una alternativa revolucionaria de la clase obrera y el pueblo viene siendo el elemento decisivo desde diciembre de 2001. La superación de esta ausencia de alternativa será el fruto de todo un período de construcción y acumulación política, de inserción y desarrollo entre los más amplios sectores del pueblo trabajador. En su conjunto, e independientemente de matices, las fuerzas de izquierda seguimos siendo minoritarias, con un peso de masas todavía marginal. Ninguna organización que se pretenda revolucionaria puede perder de vista este elemento insoslayable de la situación política de la etapa, sino a riesgo de haber perdido todo contacto con la realidad: la construcción de una alternativa política de la clase obrera y el pueblo no se plasmará de un día para el otro, sino que es una tarea enorme para todo un período.

3) Cumbre de las Américas y lucha antiimperialista
En las dos Cumbres que tuvieron lugar en Mar del Plata se puso en juego, nuevamente, el momento particular que vive América Latina. Una lucha antiimperialista consecuente sólo es posible si la toma en sus manos la clase trabajadora de nuestro continente.

Si algo dejó en claro la IV Cumbre de las Américas para el análisis de la situación latinoamericana, y el rol que en ella juega el gobierno argentino, es que el imperio norteamericano se encontró con obstáculos muchos más firmes a los que esperaba para imponer el reinicio de las negociaciones por el ALCA.
Que el presidente Néstor Kirchner finalmente no haya negociado con los Estados Unidos apoyo en las negociaciones con el FMI, a cambio de aceptar un párrafo sobre el ALCA en el documento final de la Cumbre de Mar del Plata, no sólo fue producto de un cambio de estrategia en las relaciones internacionales, sino también, expresión de la cintura política de un gobierno que se mueve permanentemente con un ojo puesto en las encuestas. En este sentido, no es un dato menor recordar que el extendido sentimiento antinorteamericano de los trabajadores y el pueblo argentino -el más alto de Latinoamérica- jugó un rol importante al ser nuestro país la sede de la Cumbre. No podemos sesgar la mirada y desconocer los datos que guían los movimientos políticos de los representantes de las burguesías modernas.
Pero a ningún marxista se le puede escapar que lejos de una voluntad de defender una abstracta soberanía nacional, el gobierno expresa con su oposición al ALCA los intereses de capitales extranjeros y nacionales que compiten en el mercado mundial con los norteamericanos y, más precisamente, defiende las pérdidas que a éstos pudiera significarle la apertura de las fronteras a los productores agrícolas subsidiados por el gobierno de Bush.
La importante jornada antiimperialista que tuvo lugar el 4 de noviembre fue la más genuina expresión de este sentimiento de repudio al genocida George Bush. En Mar del Plata, Capital Federal, Neuquén, Córdoba, Rosario, Tucumán, Salta, entre tantos otros puntos de la Argentina, se sucedieron movilizaciones, escraches, cortes de rutas y todo tipo de acciones para expresar que en Argentina Bush no es bienvenido.

La ofensiva del imperio en la región
En 1994 los Estados Unidos lanzó la propuesta del ALCA en el marco de la I Cumbre de las Américas. Este representó uno de los primeros pasos del imperio para consolidar su posición geopolítica en América Latina en el marco de un recrudecimiento de la disputa interimperialista. Por esos años, mientras Europa consolidaba su unidad, Japón y China fortalecían su hegemonía en el creciente polo de desarrollo representado por Asia y el Pacífico.
Desde entonces, en el continente americano se empezaron a escuchar siglas como NAFTA, MERCOSUR, TLCAN, CAFTA, etc. Todas expresiones concretas de acuerdos regionales de libre comercio que progresivamente pretendieron crear las condiciones de posibilidad para la implementación del ALCA. En ST Nº11 decíamos: "Los acuerdos de libre comercio alcanzados por las burguesías transnacionales con intereses en la región, si bien retrasaron la firma del ALCA no han sido más que un intento de fortalecer las posiciones relativas para posicionarse mejor en la disputa interburguesa de un apetecible mercado que se extendería de Alaska a Tierra del Fuego".
La posición intransigente de los países del MERCOSUR en la Cumbre marplatense no es más que un nuevo capítulo de esta disputa. Párrafo aparte nos merece Venezuela, cuyo presidente semanas antes había declarado que el MERCOSUR y la Comunidad Andina fracasaron. A pesar de la alianza táctica que tuvo con los países que integran el MERCOSUR para frenar el ALCA, el gobierno de Chávez, bajo la máxima de que "la mejor defensa es el ataque", está plenamente volcado a trascender experiencias comerciales como las sostenidas por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, apostando a una alternativa estratégica como es el ALBA, el intercambio integral que hoy está fortaleciendo la revolución cubana, y del cual las fuerzas de izquierda nos debemos un profundo y sincero análisis.
Desde M-IR hemos sostenido que sobre la base de los acuerdos regionales que sólo buscan sostener y ampliar la tasa de ganancia de las burguesías multinacionales con intereses en estas tierras, no hubo ni habrá respuesta real para los 240 millones de pobres de nuestro continente. La propia historia de la lucha de clases nos demuestra que la integración latinoamericana sólo podrá satisfacer las más sentidas necesidades de los trabajadores y el pueblo si adquiere independencia de los intereses de la burguesía.

La clase obrera y el pueblo contra el saqueo imperialista
En ocasión de la llegada de Bush, nuestra organización difundió una declaración en la que entre otras cosas expresábamos: "los pueblos no suelen aceptar indefinidamente un destino de expoliación sin rebelarse. En nuestro continente allí tenemos a Cuba con su ejemplo de dignidad intacto; Venezuela, que vive un proceso revolucionario que sigue radicalizándose y que vuelve más urgente que nunca una profundización hacia una alternativa socialista con la clase trabajadora a la cabeza. También Bolivia aporta a estas experiencias de lucha, donde los trabajadores, campesinos y pueblos originarios se preparan para nuevas batallas; lo mismo en Colombia donde las organizaciones guerrilleras siguen dando combates frontales al fascista y pronorteamericano Uribe; y en Ecuador donde las masas trabajadoras, cada tanto, recurren al saludable ejercicio de voltear presidentes que traicionan el mandato popular".
La ofensiva para avanzar en la integración imperialista de los pueblos del continente americano por parte de los Estados Unidos va tomando cada día más fuerza. En su disputa interimperialista no se puede dar el lujo de no contar a su favor con la que considera el área de influencia más inmediata. A esto, debemos sumarle la crisis interna que está atravesando su gobierno con los índices de popularidad más bajos desde que asumió Bush, y los huracanes que arrasaron los pozos petroleros del Golfo de México que agravó su crisis energética. Estados Unidos además de consumir uno de cada dos barriles que se producen en el mundo, sólo autoabastece un 20% del petróleo que consume.
Hoy el imperio se encuentra en una encrucijada que los trabajadores y el pueblo del mundo, pero sobre todo de América, debemos seguir de cerca. Mientras comienza a perder terreno en la disputa económica interimperialista, con el fantasma de la emergente China que lo acosa en forma permanente y sostenida, pasa por uno de sus peores momentos políticos al interior de sus fronteras, y en la región que hasta no hace mucho mantenía bajo su absoluto control.
La lucha contra el imperialismo es una lucha sin cuartel y, en esta etapa, más que nunca, no hay lugar para el doble discurso del gobierno, que pese a sus crecientes y pronunciados esfuerzos por mostrarse distante de las directivas del imperialismo yanqui, continúa sin romper los lazos centrales de la dependencia económica y política con el poder imperial. No se puede estar de los dos lados del mostrador. Reiteramos una vez más que no existen alternativas viables para nuestros pueblos en función de los intereses de los burgueses locales, estos siempre, indefectiblemente, juegan un rol como socios y aliados del poder imperialista.
La lucha antiimperialista sólo avanza hasta las últimas consecuencias cuando la clase trabajadora la toma en sus manos. No existe una lucha antiimperialista consecuente si al mismo tiempo no se la libra contra el capitalismo y por el socialismo. En América Latina no hay "terceras vías" posibles: Revolución Socialista o Caricatura de Revolución. Socialismo o barbarie capitalista.

Oscar Fonseca

4) La legitimidad de la violencia popular ante la opresión imperialista

Las acciones de violencia popular que provocó como respuesta la indeseable visita del genocida Bush, generaron el repudio en cadena de los medios masivos del sistema así como de los funcionarios gubernamentales.
A este coro se sumaron, sin muchos matices de diferencias, diversas organizaciones de izquierda que recurrieron a casi las mismas palabras que los voceros mediáticos y políticos de las clases dominantes, para repudiar la violencia de organizaciones populares.

Entre todas las manifestaciones políticas de la clase obrera y el pueblo, suelen desatar interminables polémicas aquellas que tienen un importante contenido de violencia y son protagonizadas por organizaciones del campo popular. La llegada de Bush, y las acciones directas de repudio que ésta generó como rechazo -enmarcadas dentro de las más variadas expresiones que nuestro pueblo utilizó para manifestar su repudio- actualizó ese debate.
Al respecto, no asombran los alaridos de condena de la burguesía y sus aparatos ideológicos y propagandísticos. En cualquier circunstancia defienden el monopolio de la violencia ejercida por el estado y sus instrumentos coercitivos, e incluso justificarán su trasgresión cuando sus altos intereses se pongan en juego. En cambio, aunque no novedosas, resultan graves las expresiones de repudio y denuncia en coro por parte de algunas organizaciones de izquierda.
La relación entre política y violencia lleva miles de páginas escritas en la literatura marxista. Destacamos la importancia del debate en la búsqueda de una acción más conciente y eficaz para las fuerzas revolucionarias. En este sentido, entendemos que existen diferentes estrategias de poder y concepciones políticas al respecto; no impugnamos que cada cual construya o desarrolle su práctica conforme a estas convicciones, pero sí señalamos la gravedad de ciertas actitudes cercanas al pacifismo y la alcahuetería. A eso suenan los lamentos y denuncias de organizaciones como el PO, el MST o el PC, que rápidamente salen a deslindarse y apuntar de manera descalificadora a organizaciones hermanas bajo el pretexto de la "delimitación y disputa política", con epítetos que van desde "lumpenismo" hasta el ya remanido latiguillo de la acción de "infiltrados".
Si rastreamos históricamente nos encontraremos con que estas mismas corrientes endilgaron la responsabilidad del último golpe militar a las organizaciones que desarrollaron un accionar armado, sugiriendo intenciones y complicidades espurias, además de las ya consabidas acusaciones de "ultraizquierdismo" expresión de la "impaciencia pequeño-burguesa". Asimismo, algunas de estas corrientes no dudaron, luego del intento de copamiento del Regimiento de La Tablada, en solidarizarse con los militares y mandar flores a sus familiares, al tiempo que condenaban con duras imputaciones a compañeros que, más allá de sus concepciones evidentemente erróneas, formaban parte de nuestras filas (tal como hizo el MAS de aquellos años ante esa coyuntura).
Esta actitud de descalificación suele repetirse en cada movilización donde se establecen niveles de confrontación más allá de lo tolerable para estas organizaciones, que siempre parece ser muy poco.
Aunque en verdad cabe la aclaración que en algunas ocasiones el criterio varía drásticamente. Nos referimos a los hechos que tienen lugar a miles de kilómetros de nuestro país, para los cuales no suelen faltar los más entusiastas adjetivos en caracterizaciones sumamente elogiosas de acciones de violencia popular en lejanos territorios.

La legitimidad de la violencia popular para repudiar a Bush
La violencia no puede analizarse en abstracto. Por eso siempre se debe discernir entre la violencia opresora y la violencia de los oprimidos, precisar claramente en cada caso el contenido de clase que la motiva. No asignamos a la violencia y al método un valor en sí mismo (ver recuadro “Método y fetiche”). Sabemos de su valor instrumental en relación con los objetivos estratégicos de la clase obrera y el pueblo en la lucha por su liberación. En esta perspectiva, defendemos el valor de la violencia política cuando ésta aporta a la acumulación de fuerzas, un fortalecimiento del quehacer revolucionario, un aprendizaje significativo para las masas y/o algunos sectores más avanzados del pueblo. También cuando conlleva un mensaje político claro que pueda superar el cerco informativo, cuando permite resaltar los contenidos de la acción, por sobre sus formas, en la apreciación subjetiva de las masas.
El 4 de noviembre pisó nuestro país el principal genocida de nuestros tiempos. Es el jefe de las tropas masacradoras de Irak y Afganistán; el que ordena los bombardeos sobre poblaciones civiles, que matan a hombres, mujeres y niños, y que no duda en apelar a los más brutales y denigrantes métodos de tortura para aterrorizar a los prisioneros.
Bush es la personificación de la más despiadada brutalidad del imperialismo, y su sola presencia en nuestro país fue una provocación para nuestro pueblo. Por eso afirmamos que ante tamaña escoria humana todos los métodos son legítimos. Por eso resulta difícil de creer que organizaciones que se reivindican revolucionarias -algunas de las cuales no dudan en autoproclamarse como el "partido de la clase"- hayan propuesto como línea de acción la realización de pintorescas marchas testimoniales.
De nuestra parte, no dudamos en afirmar que así como repudiamos los destrozos ocasionados contra pequeños comercios y otros establecimientos particulares de diversos sectores de nuestro pueblo, reivindicamos la legitimidad y la justicia de todas las iniciativas de acción directa realizadas sobre bancos, cadenas comerciales y empresas que son emblema del saqueo imperialista.
Frente a la barbarie imperialista, el único delito es quedarse de brazos cruzados.

Recuadro:
Método y Fetiche

Entendemos que los métodos adquieren sentido en función de nuestra estrategia, de nuestro programa, del contexto socio político y la madurez de la clase. Partimos de reconocer el carácter necesariamente violento de la revolución, la ineludible participación en la preparación y desarrollo de la violencia revolucionaria por parte de las organizaciones que se reclaman revolucionarias, y que por lo tanto se hace imprescindible el desarrollo de herramientas específicas, es decir la organización de fuerza proletaria militar independiente, más allá de la forma que ésta adquiera
Desde M-IR asumimos que la construcción revolucionaria debe desarrollarse en todos los terrenos, incorporando todas las herramientas de lucha, legales e ilegales, violentas y pacíficas. En este sentido vemos imprescindible impulsar distintos planos de unidad en función de consolidar las posiciones de la clase y poder pasar a la ofensiva, acumulando en organización, conciencia y lucha. Sabemos que cuando lo que aglutina es solamente el método se incurre en el fetichismo y se corre el riesgo de englobar opciones estratégicas divergentes que detonarán más temprano que tarde, dándole a los marcos de unidad un carácter meramente práctico y cortoplacista. Sin embargo consideramos que hoy la disputa política e ideológica principal debe plantearse contra aquellas organizaciones que no cesan en esparcir el veneno del pacifismo, que adormecen y amansan a las masas detrás de formulaciones abstractas para los días de fiesta.