Sección:
Situación Nacional
1) Sigue la inflación patronal, que crezca la rebelión
salarial
Luego
de salir fortalecido en las últimas elecciones en su disputa
con el duhaldismo, Kirchner forzó la salida de Lavagna
y armó un gabinete íntegramente subordinado a su
liderazgo.
Ante la seguidilla de aumentos, que no da respiro a los bolsillos
obreros, el gobierno convirtió la lucha contra la inflación
en su "caballito de batalla". Para esto, acuerda con
los supermercadistas un compromiso para que paren la mano con
las subas que ninguno está cumpliendo. ¡No alcanza!
Necesitamos una verdadera recomposición de nuestro poder
adquisitivo y para alcanzarlo el único camino es la lucha.
A
poco más de un mes de las últimas elecciones, los
resultados que arrojaron las urnas comenzaron a traducirse en
hechos políticos concretos. Con el duhaldismo en desbandada,
Kirchner fortalecido decidió empujar a Lavagna del gobierno
y armó un gabinete con un perfil de "centroizquierda"
más nítido, sobre el cual tendrá absoluto
control. Los cuatro designados -Felisa Miceli en Economía,
Nilda Garré en Defensa, Nadalich en Desarrollo Social y
Jorge Taiana en Cancillería- simbolizan el fin del tutelaje
del duhaldismo, padrinazgo del cual Lavagna era el principal exponente.
No es de extrañar que la continuidad de la política
de depuración se lleve puestos próximamente a "los
Fernández", Aníbal y Alberto, sin duda los
dos ministros más impresentables con los que cuenta este
gobierno de cara a la opinión pública.
Frente a estos cambios, el ala "transversal" del kirchnerismo
no oculta su entusiasmo ante lo que consideran un giro de K hacia
posiciones más "nacionales" y "populares".
En la asunción de los ministros -en los salones de Casa
Rosada- un grupo de cortesanos-militantes de Barrios de Pie cantaba:
"Ya lo echamos a Lavagna, a Duhalde también, poco
a poco, poco a poco, compañeros al poder", a lo que
el periodista agregaba "en obvia referencia a Miceli, Garré
y Taiana, todos ellos con militancia setentista a cuestas"
(Clarín, 2/12/05). ¿Será así?, ¿será
que con la llegada de estos ministros supuestos "compañeros"
se abre una nueva etapa de "redistribución de la riqueza"?
La
continuidad de la política de Lavagna
Los pilares básicos de la política del ex ministro
Lavagna seguirán firmes: dólar a 3 pesos para darle
competitividad a las exportaciones y superávit fiscal para
pagar deuda externa. Política que, como sabemos, tiene
como contracara el congelamiento del gasto público, salarios
ultradeprimidos y la vigencia de índices altísimos
de desocupación, pobreza e indigencia.
La dupla Kirchner-Miceli seguirá con las directrices fundamentales
de esta política macroeconómica de Lavagna. En todo
caso es de esperar algunos matices de diferenciación, algunas
medidas leves de promoción "productiva" (que
siempre toman la forma de subsidios o "líneas de créditos"
para los empresarios), como para afirmar la idea de que estamos
ante un cambio de etapa, avanzando hacia un horizonte de mayor
"justicia social". Difícil, porque K no tiene
la menor intención de romper con los nudos estructurales
que generan la dependencia económica de nuestro país
y la pobreza de las masas trabajadoras. ¿Se va a terminar
con el saqueo de las privatizadas? Ni hablar. ¿Y con el
sistema de AFJP´s que vienen expoliando los ahorros de los
futuros jubilados? Tampoco. ¿Se va a romper con el imperialismo
y dejar de pagar la deuda externa? Muchísimo menos.
Sin avanzar decididamente sobre estas causas de fondo, cualquier
propuesta de "redistribuir" la riqueza es una fantasía.
A
los acuerdos se los lleva el viento
La voracidad patronal sigue arrastrando los precios a la suba.
Hábilmente, Kirchner pone el problema "afuera"
y deposita la responsabilidad sólo en los empresarios.
Mentira, que los capitalistas son "chupasangre" no hay
duda, pero el gobierno también es co-responsable de estos
aumentos, por permitir la "cartelización" de
los supermercados y no ir a fondo contra las empresas formadoras
de precios que siguen acumulando fabulosas ganancias. El acuerdo
de bajar los precios que firmó el gobierno con los grandes
supermercadistas es una broma de mal gusto. Los empresarios se
ríen de esos acuerdos y borran con el codo lo que firman
con la mano. ¿Qué resultados dio el acuerdo que
firmaron meses atrás con los grandes frigoríficos
para que no suban los precios? Ninguno, la carne fue uno de los
artículos que más aumentó y así podríamos
seguir con los lácteos, la yerba y un larguísimo
listado de etcéteras.
Con decisión en la lucha, se puede ganar
Muy preocupado, un periodista de Clarín criticaba días
atrás al gobierno por mostrar un flanco débil en
el manejo de los conflictos gremiales y alertaba: "El desenlace
del conflicto de Aerolíneas Argentinas también podría
servir para instalar la idea de que las medidas de fuerza más
duras son el único camino para conseguir una respuesta
a las reivindicaciones salariales" (Clarín, 4/12/05).
Para desgracia de este periodista-patronal, su alarma llega tarde...
Ese "mal ejemplo" se viene instalando poco a poco en
la conciencia de crecientes sectores de la clase trabajadora.
Se inspira en las reiteradas batallas de las y los laburantes
del subte; en los telefónicos que a fines del año
pasado tomaron los edificios de Telecom y Telefónica; en
los petroleros del sur que se impusieron con paros y acciones
directas; en los camioneros que bloquearon las embotelladoras
y ganaron, o los obreros de las automotrices que cortaron Panamericana
y obligaron a las multinacionales a otorgar aumentos por arriba
de los $2000. Días atrás, fue el turno de los pilotos
y técnicos de Aerolíneas Argentinas, quienes empujando
desde las bases paralizaron por 9 días las actividades,
le ocasionaron millonarias pérdidas a la empresa y arrancaron
un aumento inicial escalonado que va de los 400 a los $1000. Ni
el primero, ni el último, sólo un ejemplo más
en esta seguidilla
La lucha salarial se instaló como el eje estructurante
del enfrentamiento de clases durante este año. Esto muestra
al mismo tiempo la potencialidad y los límites del desarrollo
político de la clase trabajadora. Con mayor o menor claridad
sobre los caminos a recorrer, la clase obrera se reanima, se pone
en movimiento para recuperar el terreno perdido a manos de los
patrones. En buena hora.
2) El escenario post-electoral
El
nuevo mapa político que se configura para el próximo
período, luego de las elecciones de octubre, va tomando
forma. Un balance inicial arroja diversas conclusiones. La primera
es que no hay elementos de peso para determinar el cierre de la
fragilidad institucional (que en distintos momentos denominamos
crisis de dominación, crisis del régimen, inestabilidad
de la institucionalidad burguesa, etc.). La confianza en las instituciones
continúa mellada y el régimen se asienta en un consenso
más bien pasivo, que cualquier cimbronazo tiende a resquebrajar.
La explosión de rabia en la estación de Haedo; la
presión y movilización de los familiares de víctimas
de Cromañón que pusieron al desnudo la complicidad
del gobierno nacional y luego forzaron el juicio político
a Ibarra; e incluso los recientes e ignorados cacerolazos realizados
en algunos barrios porteños ante los recientes cortes de
luz de las privatizadas, son todas expresiones que -más
allá de su evidente heterogeneidad y límites- nos
hablan de que la reacción popular está a flor de
piel y que cuando emerge, suele hacerlo con fuerza.
A su vez, desde el punto de vista del régimen, sigue sin
consolidarse una dirección hegemónica. Si bien Kirchner
salió bastante fortalecido, no lo hizo al punto de erigirse
como el articulador de los intereses de la burguesía en
su conjunto. De hecho sigue generando rechazo y resistencia en
fracciones importantes de la burguesía, principalmente
entre los sectores más conservadores y de la derecha oligárquica,
los más estrechamente ligados a las FF.AA. Mientras la
economía marche bien para ellos, su encono se mantendrá
objetivamente limitado al plano ideológico; pero distinta
sería la actitud en una eventual situación de crisis
económica o de agudización de una puja interburguesa.
En líneas generales, es evidente que no surgió una
oposición potente, ni por derecha y menos aún por
"izquierda". Elisa Carrió recibió un cachetazo
en la ciudad de Buenos Aires que la dejó mal parada; mientras
que Macri, Sobisch y Romero sueñan con vertebrar una alternativa
neomenemista, pero todavía están más que
lejos de lograr la solidez y el arraigo de masas necesarios. La
disyuntiva que parece perfilarse a futuro, es si el intento pasará
por armar una opción de derecha por fuera del peronismo
o si apostarán a abroquelarse con algún sector del
peronismo anti-kirchnerista -por ejemplo con la tropa fiel que
todavía le pueda quedar a Duhalde en el 2007.
Ausencia de alternativa y marginalidad de la izquierda
Como es sabido, la licuación de la centroizquierda en las
elecciones pasadas no redundó en el fortalecimiento de
una propuesta de izquierda. Esto quedó claramente expresado
en el desempeño de los partidos de izquierda que se presentaron
a los comicios, que volvieron a recibir un mazazo preanunciado
en las urnas, con escuálidos porcentajes y pérdidas
de bancas legislativas.
Sin embargo, frente a esta debacle de la izquierda electoral de
ninguna manera puede desprenderse, por oposición, que aquellas
organizaciones que se pronunciaron (nos pronunciamos) por el rechazo
electoral tengan mayor predicamento o algo por el estilo. Ese
40% del padrón que se expresó negativamente entre
la abstención y el voto en blanco, no debe obnubilar ni
dar lugar a análisis fuera de lugar. De aquí no
se desprende la inevitable gestación de una crisis política
y mucho menos revolucionaria. El régimen puede vegetar
mucho tiempo en esta condición si efectivamente no es jaqueado
por un ascenso de masas. En ese 40% se manifiesta una apatía,
un desinterés, pero de ninguna forma indica un quiebre
político de masas, una ruptura abierta con el régimen.
No podemos confundir nuestros deseos con la realidad.
La falta de una alternativa revolucionaria de la clase obrera
y el pueblo viene siendo el elemento decisivo desde diciembre
de 2001. La superación de esta ausencia de alternativa
será el fruto de todo un período de construcción
y acumulación política, de inserción y desarrollo
entre los más amplios sectores del pueblo trabajador. En
su conjunto, e independientemente de matices, las fuerzas de izquierda
seguimos siendo minoritarias, con un peso de masas todavía
marginal. Ninguna organización que se pretenda revolucionaria
puede perder de vista este elemento insoslayable de la situación
política de la etapa, sino a riesgo de haber perdido todo
contacto con la realidad: la construcción de una alternativa
política de la clase obrera y el pueblo no se plasmará
de un día para el otro, sino que es una tarea enorme para
todo un período.
3)
Cumbre de las Américas y lucha antiimperialista
En las dos Cumbres que tuvieron lugar en Mar del Plata se puso
en juego, nuevamente, el momento particular que vive América
Latina. Una lucha antiimperialista consecuente sólo es
posible si la toma en sus manos la clase trabajadora de nuestro
continente.
Si
algo dejó en claro la IV Cumbre de las Américas
para el análisis de la situación latinoamericana,
y el rol que en ella juega el gobierno argentino, es que el imperio
norteamericano se encontró con obstáculos muchos
más firmes a los que esperaba para imponer el reinicio
de las negociaciones por el ALCA.
Que el presidente Néstor Kirchner finalmente no haya negociado
con los Estados Unidos apoyo en las negociaciones con el FMI,
a cambio de aceptar un párrafo sobre el ALCA en el documento
final de la Cumbre de Mar del Plata, no sólo fue producto
de un cambio de estrategia en las relaciones internacionales,
sino también, expresión de la cintura política
de un gobierno que se mueve permanentemente con un ojo puesto
en las encuestas. En este sentido, no es un dato menor recordar
que el extendido sentimiento antinorteamericano de los trabajadores
y el pueblo argentino -el más alto de Latinoamérica-
jugó un rol importante al ser nuestro país la sede
de la Cumbre. No podemos sesgar la mirada y desconocer los datos
que guían los movimientos políticos de los representantes
de las burguesías modernas.
Pero a ningún marxista se le puede escapar que lejos de
una voluntad de defender una abstracta soberanía nacional,
el gobierno expresa con su oposición al ALCA los intereses
de capitales extranjeros y nacionales que compiten en el mercado
mundial con los norteamericanos y, más precisamente, defiende
las pérdidas que a éstos pudiera significarle la
apertura de las fronteras a los productores agrícolas subsidiados
por el gobierno de Bush.
La importante jornada antiimperialista que tuvo lugar el 4 de
noviembre fue la más genuina expresión de este sentimiento
de repudio al genocida George Bush. En Mar del Plata, Capital
Federal, Neuquén, Córdoba, Rosario, Tucumán,
Salta, entre tantos otros puntos de la Argentina, se sucedieron
movilizaciones, escraches, cortes de rutas y todo tipo de acciones
para expresar que en Argentina Bush no es bienvenido.
La
ofensiva del imperio en la región
En 1994 los Estados Unidos lanzó la propuesta del ALCA
en el marco de la I Cumbre de las Américas. Este representó
uno de los primeros pasos del imperio para consolidar su posición
geopolítica en América Latina en el marco de un
recrudecimiento de la disputa interimperialista. Por esos años,
mientras Europa consolidaba su unidad, Japón y China fortalecían
su hegemonía en el creciente polo de desarrollo representado
por Asia y el Pacífico.
Desde entonces, en el continente americano se empezaron a escuchar
siglas como NAFTA, MERCOSUR, TLCAN, CAFTA, etc. Todas expresiones
concretas de acuerdos regionales de libre comercio que progresivamente
pretendieron crear las condiciones de posibilidad para la implementación
del ALCA. En ST Nº11 decíamos: "Los acuerdos
de libre comercio alcanzados por las burguesías transnacionales
con intereses en la región, si bien retrasaron la firma
del ALCA no han sido más que un intento de fortalecer las
posiciones relativas para posicionarse mejor en la disputa interburguesa
de un apetecible mercado que se extendería de Alaska a
Tierra del Fuego".
La posición intransigente de los países del MERCOSUR
en la Cumbre marplatense no es más que un nuevo capítulo
de esta disputa. Párrafo aparte nos merece Venezuela, cuyo
presidente semanas antes había declarado que el MERCOSUR
y la Comunidad Andina fracasaron. A pesar de la alianza táctica
que tuvo con los países que integran el MERCOSUR para frenar
el ALCA, el gobierno de Chávez, bajo la máxima de
que "la mejor defensa es el ataque", está plenamente
volcado a trascender experiencias comerciales como las sostenidas
por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, apostando a una alternativa
estratégica como es el ALBA, el intercambio integral que
hoy está fortaleciendo la revolución cubana, y del
cual las fuerzas de izquierda nos debemos un profundo y sincero
análisis.
Desde M-IR hemos sostenido que sobre la base de los acuerdos regionales
que sólo buscan sostener y ampliar la tasa de ganancia
de las burguesías multinacionales con intereses en estas
tierras, no hubo ni habrá respuesta real para los 240 millones
de pobres de nuestro continente. La propia historia de la lucha
de clases nos demuestra que la integración latinoamericana
sólo podrá satisfacer las más sentidas necesidades
de los trabajadores y el pueblo si adquiere independencia de los
intereses de la burguesía.
La
clase obrera y el pueblo contra el saqueo imperialista
En ocasión de la llegada de Bush, nuestra organización
difundió una declaración en la que entre otras cosas
expresábamos: "los pueblos no suelen aceptar indefinidamente
un destino de expoliación sin rebelarse. En nuestro continente
allí tenemos a Cuba con su ejemplo de dignidad intacto;
Venezuela, que vive un proceso revolucionario que sigue radicalizándose
y que vuelve más urgente que nunca una profundización
hacia una alternativa socialista con la clase trabajadora a la
cabeza. También Bolivia aporta a estas experiencias de
lucha, donde los trabajadores, campesinos y pueblos originarios
se preparan para nuevas batallas; lo mismo en Colombia donde las
organizaciones guerrilleras siguen dando combates frontales al
fascista y pronorteamericano Uribe; y en Ecuador donde las masas
trabajadoras, cada tanto, recurren al saludable ejercicio de voltear
presidentes que traicionan el mandato popular".
La ofensiva para avanzar en la integración imperialista
de los pueblos del continente americano por parte de los Estados
Unidos va tomando cada día más fuerza. En su disputa
interimperialista no se puede dar el lujo de no contar a su favor
con la que considera el área de influencia más inmediata.
A esto, debemos sumarle la crisis interna que está atravesando
su gobierno con los índices de popularidad más bajos
desde que asumió Bush, y los huracanes que arrasaron los
pozos petroleros del Golfo de México que agravó
su crisis energética. Estados Unidos además de consumir
uno de cada dos barriles que se producen en el mundo, sólo
autoabastece un 20% del petróleo que consume.
Hoy el imperio se encuentra en una encrucijada que los trabajadores
y el pueblo del mundo, pero sobre todo de América, debemos
seguir de cerca. Mientras comienza a perder terreno en la disputa
económica interimperialista, con el fantasma de la emergente
China que lo acosa en forma permanente y sostenida, pasa por uno
de sus peores momentos políticos al interior de sus fronteras,
y en la región que hasta no hace mucho mantenía
bajo su absoluto control.
La lucha contra el imperialismo es una lucha sin cuartel y, en
esta etapa, más que nunca, no hay lugar para el doble discurso
del gobierno, que pese a sus crecientes y pronunciados esfuerzos
por mostrarse distante de las directivas del imperialismo yanqui,
continúa sin romper los lazos centrales de la dependencia
económica y política con el poder imperial. No se
puede estar de los dos lados del mostrador. Reiteramos una vez
más que no existen alternativas viables para nuestros pueblos
en función de los intereses de los burgueses locales, estos
siempre, indefectiblemente, juegan un rol como socios y aliados
del poder imperialista.
La lucha antiimperialista sólo avanza hasta las
últimas consecuencias cuando la clase trabajadora la toma
en sus manos. No existe una lucha antiimperialista consecuente
si al mismo tiempo no se la libra contra el capitalismo y por
el socialismo. En América Latina no hay "terceras
vías" posibles: Revolución Socialista o Caricatura
de Revolución. Socialismo o barbarie capitalista.
Oscar
Fonseca
4)
La legitimidad de la violencia popular ante la opresión
imperialista
Las
acciones de violencia popular que provocó como respuesta
la indeseable visita del genocida Bush, generaron el repudio en
cadena de los medios masivos del sistema así como de los
funcionarios gubernamentales.
A este coro se sumaron, sin muchos matices de diferencias, diversas
organizaciones de izquierda que recurrieron a casi las mismas
palabras que los voceros mediáticos y políticos
de las clases dominantes, para repudiar la violencia de organizaciones
populares.
Entre
todas las manifestaciones políticas de la clase obrera
y el pueblo, suelen desatar interminables polémicas aquellas
que tienen un importante contenido de violencia y son protagonizadas
por organizaciones del campo popular. La llegada de Bush, y las
acciones directas de repudio que ésta generó como
rechazo -enmarcadas dentro de las más variadas expresiones
que nuestro pueblo utilizó para manifestar su repudio-
actualizó ese debate.
Al respecto, no asombran los alaridos de condena de la burguesía
y sus aparatos ideológicos y propagandísticos. En
cualquier circunstancia defienden el monopolio de la violencia
ejercida por el estado y sus instrumentos coercitivos, e incluso
justificarán su trasgresión cuando sus altos intereses
se pongan en juego. En cambio, aunque no novedosas, resultan graves
las expresiones de repudio y denuncia en coro por parte de algunas
organizaciones de izquierda.
La relación entre política y violencia lleva miles
de páginas escritas en la literatura marxista. Destacamos
la importancia del debate en la búsqueda de una acción
más conciente y eficaz para las fuerzas revolucionarias.
En este sentido, entendemos que existen diferentes estrategias
de poder y concepciones políticas al respecto; no impugnamos
que cada cual construya o desarrolle su práctica conforme
a estas convicciones, pero sí señalamos la gravedad
de ciertas actitudes cercanas al pacifismo y la alcahuetería.
A eso suenan los lamentos y denuncias de organizaciones como el
PO, el MST o el PC, que rápidamente salen a deslindarse
y apuntar de manera descalificadora a organizaciones hermanas
bajo el pretexto de la "delimitación y disputa política",
con epítetos que van desde "lumpenismo" hasta
el ya remanido latiguillo de la acción de "infiltrados".
Si rastreamos históricamente nos encontraremos con que
estas mismas corrientes endilgaron la responsabilidad del último
golpe militar a las organizaciones que desarrollaron un accionar
armado, sugiriendo intenciones y complicidades espurias, además
de las ya consabidas acusaciones de "ultraizquierdismo"
expresión de la "impaciencia pequeño-burguesa".
Asimismo, algunas de estas corrientes no dudaron, luego del intento
de copamiento del Regimiento de La Tablada, en solidarizarse con
los militares y mandar flores a sus familiares, al tiempo que
condenaban con duras imputaciones a compañeros que, más
allá de sus concepciones evidentemente erróneas,
formaban parte de nuestras filas (tal como hizo el MAS de aquellos
años ante esa coyuntura).
Esta actitud de descalificación suele repetirse en cada
movilización donde se establecen niveles de confrontación
más allá de lo tolerable para estas organizaciones,
que siempre parece ser muy poco.
Aunque en verdad cabe la aclaración que en algunas ocasiones
el criterio varía drásticamente. Nos referimos a
los hechos que tienen lugar a miles de kilómetros de nuestro
país, para los cuales no suelen faltar los más entusiastas
adjetivos en caracterizaciones sumamente elogiosas de acciones
de violencia popular en lejanos territorios.
La
legitimidad de la violencia popular para repudiar a Bush
La violencia no puede analizarse en abstracto. Por eso siempre
se debe discernir entre la violencia opresora y la violencia de
los oprimidos, precisar claramente en cada caso el contenido de
clase que la motiva. No asignamos a la violencia y al método
un valor en sí mismo (ver recuadro “Método
y fetiche”). Sabemos de su valor instrumental en relación
con los objetivos estratégicos de la clase obrera y el
pueblo en la lucha por su liberación. En esta perspectiva,
defendemos el valor de la violencia política cuando ésta
aporta a la acumulación de fuerzas, un fortalecimiento
del quehacer revolucionario, un aprendizaje significativo para
las masas y/o algunos sectores más avanzados del pueblo.
También cuando conlleva un mensaje político claro
que pueda superar el cerco informativo, cuando permite resaltar
los contenidos de la acción, por sobre sus formas, en la
apreciación subjetiva de las masas.
El 4 de noviembre pisó nuestro país el principal
genocida de nuestros tiempos. Es el jefe de las tropas masacradoras
de Irak y Afganistán; el que ordena los bombardeos sobre
poblaciones civiles, que matan a hombres, mujeres y niños,
y que no duda en apelar a los más brutales y denigrantes
métodos de tortura para aterrorizar a los prisioneros.
Bush es la personificación de la más despiadada
brutalidad del imperialismo, y su sola presencia en nuestro país
fue una provocación para nuestro pueblo. Por eso afirmamos
que ante tamaña escoria humana todos los métodos
son legítimos. Por eso resulta difícil de creer
que organizaciones que se reivindican revolucionarias -algunas
de las cuales no dudan en autoproclamarse como el "partido
de la clase"- hayan propuesto como línea de acción
la realización de pintorescas marchas testimoniales.
De nuestra parte, no dudamos en afirmar que así como repudiamos
los destrozos ocasionados contra pequeños comercios y otros
establecimientos particulares de diversos sectores de nuestro
pueblo, reivindicamos la legitimidad y la justicia de todas las
iniciativas de acción directa realizadas sobre bancos,
cadenas comerciales y empresas que son emblema del saqueo imperialista.
Frente a la barbarie imperialista, el único delito es quedarse
de brazos cruzados.
Recuadro:
Método y Fetiche
Entendemos
que los métodos adquieren sentido en función de
nuestra estrategia, de nuestro programa, del contexto socio político
y la madurez de la clase. Partimos de reconocer el carácter
necesariamente violento de la revolución, la ineludible
participación en la preparación y desarrollo de
la violencia revolucionaria por parte de las organizaciones que
se reclaman revolucionarias, y que por lo tanto se hace imprescindible
el desarrollo de herramientas específicas, es decir la
organización de fuerza proletaria militar independiente,
más allá de la forma que ésta adquiera
Desde M-IR asumimos que la construcción revolucionaria
debe desarrollarse en todos los terrenos, incorporando todas las
herramientas de lucha, legales e ilegales, violentas y pacíficas.
En este sentido vemos imprescindible impulsar distintos planos
de unidad en función de consolidar las posiciones de la
clase y poder pasar a la ofensiva, acumulando en organización,
conciencia y lucha. Sabemos que cuando lo que aglutina es solamente
el método se incurre en el fetichismo y se corre el riesgo
de englobar opciones estratégicas divergentes que detonarán
más temprano que tarde, dándole a los marcos de
unidad un carácter meramente práctico y cortoplacista.
Sin embargo consideramos que hoy la disputa política e
ideológica principal debe plantearse contra aquellas organizaciones
que no cesan en esparcir el veneno del pacifismo, que adormecen
y amansan a las masas detrás de formulaciones abstractas
para los días de fiesta.