Apuntes sobre los “CUO” y el “Frente obrero y popular”

La sempiterna vuelta sobre sí del revisionismo


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El tránsito a la organización revolucionaria es una necesidad, lo exige el cambio de situación histórica, lo reclama la época de las acciones revolucionarias del proletariado; pero este tránsito sólo es posible si se salta por encima de los antiguos líderes, estranguladores de la energía revolucionaria, si se salta por encima del viejo partido, destruyéndolo.

V.I. Lenin, La bancarrota de la II Internacional

 

Señalaba Marx en El Capital, al describir el papel de la manufactura en el desarrollo del capitalismo, que la cooperación en la producción (entendida como unidad o “coincidencia” de los obreros individuales para producir en un mismo tiempo y lugar y bajo las órdenes de un mismo capitalista) no fue en modo alguno un producto consciente de los trabajadores, sino que emanó del modo en que los empleaba el capital, aseverando que “la concatenación de sus funciones y su unidad como cuerpo total productivo están fuera de ellos, en el capital que los reúne y los mantiene juntos (…) Como personas independientes los obreros son individuos que entran en relación con el capital, pero no consigo mismos. Su cooperación no se inicia sino en el proceso de trabajo, pero en éste han cesado ya de pertenecerse a sí mismos. (…) Como obreros que cooperan (…) no son más que un modo especial de existencia del capital.”[1]

Esta es sólo una de las muchas formas en que Marx interpretó la situación de la clase obrera como clase producto de unas condiciones que le son ajenas y ante las cuales la supresión de su posición subalterna sólo puede presentarse en la forma aniquiladora de todo el sistema social existente que, con el marchar de la historia accionada por el proletariado consciente, toma la forma de dictadura revolucionaria proletaria hasta la total extinción de las clases sociales.

Apreciada esta premisa marxista, hemos de ponderarla ante la última de las propuestas emanadas del campo revisionista en el Estado español en un momento social marcado por la reconfiguración del imperialismo europeo y su concreción a nivel estatal. La radicalización de la aristocracia obrera, determinada por la agresión a que la está sometiendo la burguesía monopolista, obliga a su reivindicación política “extrema”, el revisionismo, a tomar oxígeno, a pulsarse y purgarse a sí misma para ser una referencia creíble ante sus masas, máxime cuando la crisis económica pone en efervescencia a los movimientos de resistencia que, como agua de mayo, esperaba el oportunismo. La proletarización de sectores de la aristocracia obrera y la pequeña burguesía  “impone un cambio” en las directrices políticas del revisionismo de tal modo que, según ellos, han de modificar su “estrategia revolucionaria”[2]. Argumento éste, el de cambio con respecto a la estrategia propulsado por la crisis, inserto en la definición clásica de oportunismo por cuanto señala que la estrategia de la Revolución depende de las crisis puntuales del capital y no del carácter de las relaciones sociales y del Estado en que cristalizan, así como de la (re)constitución del sujeto revolucionario, sin el cual no puede desatarse la estrategia revolucionaria. Sólo con estas premisas dadas, entonces sí, hay que tener en cuenta las medidas políticas que implementa la clase dominante, que no son más que la forma que toma la correlación de fuerzas de clase en un contexto determinado, y que por tanto atienden al soporte táctico de la revolución; y no a la caracterización estratégica de la misma. 

Así ocurre que la base en torno a la que pivota hoy la derecha del movimiento comunista en el Estado español, el PCPE, cambia la efímera “propuesta histórica” que representaba el colorido “frente de izquierdas” hacia la tercera república por el “frente obrero y popular” que ha de guiar hasta un Poder homónimo a los trabajadores. Un nuevo frente que estará nucleado por los Comités para la Unidad Obrera (CUO) una vez las masas hayan comprendido, a base de huelgas y arañando derechos al capital, que el PCPE es su Estado Mayor.

 

Un sindicalismo transversal…

La trayectoria histórica del sindicalismo muestra que sus contradicciones para con el estado de las cosas no llevan en sí más que la pujanza mercantil por arrancarle a la clase capitalista condiciones favorables para reproducir la fuerza de trabajo del proletariado, que tan pronto la pone en marcha deja de pertenecerle. Desde los albores del anti-maquinismo hasta la moderna negociación colectiva, toda disposición política de la clase asalariada en el terreno de la lucha económica ha ido, en última instancia, hacia la convergencia con su contrario, el capital. Sólo el grito de ruptura de este marco social, realizado por la Revolución Proletaria Mundial, pudo silenciar esa anodina melodía sindical al romper el escenario natural de las relaciones sociales burguesas. Mas el hilo del sindicalismo se mantiene claro en el proceso social: En la era del capitalismo concurrencial el sindicato, sin subvertir el orden, se convierte en la primera representación social de la clase obrera, esa clase que es “un modo especial de existencia del capital”; con el advenimiento del capitalismo monopolista[3] y la incursión del movimiento revolucionario comunista[4], el sindicato, como organismo social, da muestra de su limitación política y pasa a representar a las capas del proletariado mejor situadas, que se funden con los intereses de su burguesía para emparentarse directamente con los beneficios que el sistema imperialista mundial reporta a las clases parasitarias.

El PCPE desde su IX Congreso (diciembre 2010) ha propuesto a los CUO como su instrumento para “dotar de combatividad” al movimiento sindical, situándose “transversalmente” entre los “sectores organizados de los trabajadores[5]. Aspiran a ser un sindicato, actúan como un sindicato, pero en boca de sus precursores no son un sindicato. Bien, cada cual es libre de bautizar a sus vástagos como le viene en gana. Tampoco ahondaremos en algunos de los argumentos que esgrimen estos “marxista-leninistas” que apuntalan la “necesidad” de los CUO como “nuevo referente sindical” en la “pérdida” de las CCOO[6]. Pérdida que en todo caso las masas proletarias jamás han podido sufrir directamente, teniendo en cuenta que el proyecto de las CCOO, tan pronto tuvo incidencia en el Estado español, lo hizo de la mano del PCE de la reconciliación nacional, apuesta política que no tenía más objetivo que el situar a la aristocracia obrera española al nivel de sus parientes europeos. Conflictos interrevisionistas a parte, la labor encomendada a los CUO parece clara:

 

Sin lugar a duda, se trata de una iniciativa clasista propiciada por los y las comunistas con el doble objetivo de: 1) dotarnos de una política de intervención en una de las dos expresiones clásicas del movimiento obrero – el sindicato-. 2) Avanzar de forma decidida en la articulación de un referente organizativo transversal nítidamente de clase en el campo sindical.”[7]

 

            Una de “las dos expresiones clásicas del movimiento obrero” dice el PCPE en referencia al sindicato. La leyenda debiera seguir con la otra expresión “clásica” del movimiento obrero: el viejo partido obrero de masas cuya única tarea reside en guiar al sindicato hacia la urna electoral. La proposición de los C.U.O. como elemento transversal del movimiento sindical en la perspectiva de construir el “frente obrero y popular por el socialismo” resulta no ser más que una “nueva” categorización del sindicato como el elemento a través del cual se movilizan masas y se acumulan fuerzas para la “revolución”, en detrimento del sujeto político consciente, el proletariado constituido en Partido Comunista. El transversalismo sindical desbanca a la conciencia revolucionaria en el esquema revisionista y sucede que esta novísima aportación del PCPE exportada, en términos geográficos, desde Atenas, repite palmo por palmo la línea entrista por la cual el PCE de Ibárruri, Carrillo, etc. se propuso como tarea la de infiltrar el sindicalismo oficial fascista para crear su propio movimiento. La propuesta del PCE como ya hemos dicho, no era crear movimiento revolucionario para destruir el Estado burgués, sino postularse como fuerza gestora de la dictadura del capitalismo español vía reconciliación nacional, tal como ocurrió en el proceso transitorio de los 70. Y es que integrarse en el Estado burgués es el plan de toda fuerza política que acomete su plan de construcción “revolucionaria” desde el sindicalismo y la reforma.

Pero la deformación que el PCPE hace de los lineamientos del movimiento político revolucionario no se queda solo ahí. El PCPE se contenta con el binomio partido/sindicato para definir al movimiento obrero. ¿Dos expresiones clásicas del movimiento obrero? Veamos que decía la Comintern, haciendo balance de la experiencia del movimiento obrero, sobre esta cuestión:

La vieja subdivisión clásica del movimiento obrero en tres formas (Partido, Sindicatos y cooperativas) pertenece ya al pasado. La revolución proletaria en Rusia ha creado la forma esencial de la dictadura del proletariado, los Soviets. En todas partes, la nueva división que debemos sostener es: 1º el Partido; 2º el Soviet y 3º el Sindicato.”[8]

 

Para la Internacional Comunista son tres los elementos del movimiento obrero, tanto en la época “clásica”, ya superada (la era ascensional del capitalismo que coincide con el movimiento en sí de la clase obrera); como en la época del imperialismo y la Revolución Proletaria en la que, al surgir el movimiento obrero de nuevo tipo, el Poder revolucionario (el Soviet) se sustancia como forma fundamental que adquiere el proletariado revolucionario (una vez se ha constituido en Partido) para ejercer su dictadura de clase. Sin embargo el PCPE, siendo consecuente con su visión sindicalista de la revolución, se limita a advertir sobre dos elementos, partido y sindicato, amputando la línea de construcción de los tres elementos de la revolución, y que lo más avanzado de la experiencia del Ciclo de Octubre muestra que se construyen concéntricamente y de forma planificada, al eliminar la cuestión del Poder. Así la línea de construcción se limita a un partido al que se une el sindicato, terminando aquí la planificación de la “revolución” que, una vez dadas estas “dos expresiones clásicas” ha de contentarse con la batalla por modificar los resultados de la explotación capitalista a través de la acumulación de fuerzas desde la práctica reformista hasta el momento en que se dé la “crisis revolucionaria”.

Lenin expresó los límites históricos del tradeunionismo entendiendo por éste no simplemente a los “sindicatos” sino al movimiento político que sustentaba su base material en las luchas espontáneas de las masas, las cuales transfería al ámbito político en forma de tabla reivindicativa asumible por la maquinaria estatal de la burguesía. En la advertencia iskrista en torno a cómo se compone el movimiento revolucionario el elemento principal va a ser el de la conciencia revolucionaria[9]. Para Lenin convertir en políticas las demandas de las masas no es traducir la demanda económica (por ejemplo, que se frenen los desahucios) a demanda político-parlamentaria (que se reorganice el derecho burgués para que se institucionalice la “dación en pago”, los “parques de viviendas sociales”, etc.). Para Lenin el nudo gordiano en la construcción del movimiento revolucionario se encuentra en cómo se va engarzando la teoría revolucionaria con sectores cada vez más amplios de las masas, para dotar definitivamente a éstas de política revolucionaria (en nuestro ejemplo, hacer comprender a las masas que la vivienda ha de ser un bien social que han de defender por sí mismas, dotándolas de los instrumentos necesarios para que defiendan y amplíen sus conquistas frente al Estado burgués). Qué duda cabe que para realizar esta labor los revolucionarios no pueden descender a la categoría de sindicalistas radicales (tal como intenta hoy el revisionismo) que por la simple propaganda hagan ver a las masas la verdad inapelable de sus consignas. Por el contrario, el comunismo ha de dotarse de un sistema de organizaciones que dé forma al movimiento político revolucionario y permita a las masas “por su propia experiencia” comprobar qué le espera bajo la dictadura del capital y que puede obtener si ejecutan por sí mismas su dictadura revolucionaria. Una sistematización de eslabones de la que se desgajarán tareas de distinto grado, en forma de organizaciones de distinto nivel,  que unidas bajo una sola dirección habrán de representar esa unidad, cualitativamente superior, entre vanguardia y masas, a través de sus mediaciones políticas, que se sustancian en el Partido de nuevo tipo. Pero Lenin ahonda muchísimo más en las raíces en torno a la constitución del movimiento revolucionario. Para llegar a ese punto en que las grandes masas marchen hacia la Revolución es una condición inamovible que la vanguardia teórica cuente con una línea política revolucionaria, es decir, que la ideología marxista sea la que funcione como centro motor de la constitución del movimiento político, sea la base de unidad partidaria:

 

“La vanguardia proletaria está conquistada ideológicamente. Esto es lo principal. Sin ello es imposible dar ni siquiera el primer paso hacia el triunfo. Pero de esto al triunfo dista todavía bastante. Con sólo la vanguardia, es imposible triunfar. (…)Si la primera tarea histórica (atraer a la vanguardia consciente del proletariado al Poder soviético y a la dictadura de la clase obrera) no podía ser resuelta sin una victoria ideológica y política completa sobre el oportunismo y el socialchovinismo, la segunda tarea que resulta ahora de actualidad y que consiste en saber llevar a las masas a esa nueva posición capaz de asegurar el triunfo de la vanguardia en la revolución, esta segunda tarea no puede ser resuelta sin liquidar el doctrinarismo de izquierda, sin enmendar por completo sus errores, sin desembarazarse de ellos.”[10]

 

para un Partido de viejo cuño

El PCPE a lo más que alcanza es a presentar al partido como organismo que va a la zaga de las luchas espontáneas de la clase para guiarlas con justeza el día del juicio final. Se observa el movimiento de resistencia económica como la base de la revolución, de ahí que el “partido” no tenga más que estar preparado para el “momento final”. La conciencia revolucionaria sucumbe al, ya determinado por estos señores, devenir histórico que delimita al sujeto consciente a ser el observador más audaz de lo espontáneo, el nuevo anunciador de esa mesiánica “crisis revolucionaria” que no se sabe qué forma terrenal adoptará pero que, realizando un acto de fe sindical, (cuya corporeidad se transcribe a través de la práctica unificadora de los frentes de resistencia)  hemos de esperar:

 

Esa acumulación de fuerzas del lado del socialismo en confrontación creciente con el capitalismo monopolista se orienta hacia la crisis revolucionaria. Como apuntó Lenin, “sólo cuando los de abajo no quieren vivir como antes, y los de arriba no pueden continuar como antes, puede triunfar la revolución”. No se puede determinar cuál será el motivo concreto que desencadene la crisis revolucionaria: la tarea es lograr que el proletariado, en alianza con las capas populares, y con su Partido Comunista al frente, esté preparado y en condiciones de cumplir su tarea histórica llegado el momento.”[11]

Resulta lógico que con estos mimbres a nuestros revisionistas les parezca absurdo el papel principal que ha de ocupar la teoría revolucionaria en la reconstitución comunista. Para ellos lo que importa es el movimiento espontáneo engordado por la “acumulación de fuerzas del lado del socialismo”, que se refiere al conjunto de movimientos parciales (estudiantiles, de género, laborales, por la paz…) tras de los que se agazapan en cada huelga y manifestación para realizar su práctica oportunista. Al revisionismo no le resulta práctica la tarea de reconstituir ideológica y políticamente el comunismo para que el proletariado pueda intervenir en la lucha de clases de forma independiente. Y más extraña es aún para estas gentes la consecuente labor de realizar un balance sobre toda la praxis revolucionaria que nos precede[12] desentendiéndose absolutamente del Balance del Ciclo de Octubre.

Sobre la máxima oportunista que el partido es la suma de frentes de resistencia de la clase en el proceso que desencadena la “crisis revolucionaria”, se lapida el aserto leninista en torno a la posición “externa” que la conciencia  revolucionaria mantiene con respecto al movimiento espontáneo de la clase, en el proceso previo a constituir dicho organismo social. Como hemos dicho, la “fusión” de ambos factores no pasa, en el ideal revisionista, de ese formalismo limitado a que su parafernalia sea la que encabece las demandas económicas de la clase (esas que agrupan en sus programas de Poder). No logran concebir que la relación contradictoria entre la conciencia y el movimiento sólo se puede superar a través de la unión dialéctica de ambos elementos, unión que transforma a los mismos e impide necesariamente que la práctica de ese nuevo organismo social, el partido de nuevo tipo, tenga que ver con la vieja política sindical, cualitativamente perteneciente a los intereses de clase enmarcados en las inercias (económicas, políticas, culturales) de la sociedad burguesa y que el proletariado destruye con su praxis revolucionaria. Razón por la cual en la era de la Revolución Proletaria resulta inservible el viejo partido obrero y se hace necesario el Partido Comunista, como movimiento político que moviliza a las masas hacia el Poder de nuevo tipo, hacia la construcción del Nuevo Estado desatando planificada y conscientemente la Guerra Popular contra toda forma de capital.

Los adalides oportunistas de la “práctica” se convierten en los primeros en situar al marxismo en una posición burguesa, para que el sujeto consciente no sea más que el observador de lo espontáneo, ya que el “comunista” interviene, desde su particular esquema, en la lucha de clases, pero sólo como sindicalista. Se desentienden así de la necesidad de un plan en torno a las tareas de la Revolución (táctica-plan) y se atrincheran en la anquilosada teoría oportunista del movimiento por el movimiento (táctica-proceso) que invita a “organizar” y “preparar” ese “frente obrero y popular” (suma cuantitativa de movimientos espontáneos) que espere la definitiva crisis del sistema que “no se sabe” cuando va a caer. Y ocurre que en vez de la Revolución Socialista parece que estas gentes se están preparando para el diluvio universal reuniendo en su arca (léase partido) a una pareja de cada especie (léase movimientos espontáneos) para sortear la beligerancia de las aguas impuesta por una deidad incorruptible (léase devenir de las luchas espontáneas). Un esquema cuasi bíblico, que sospechosamente estará integrado por las mismos especímenes que, hasta 2010, debían abanderar la lucha por la Tercera república desde el Frente de izquierdas, salvando que, donde antes estaban las plataformas republicanas ahora se sitúan los CUO. Un sesgo éste que evidencia la “enorme profundidad” de los cambios acaecidos en la línea política del PCPE.

La construcción del movimiento partidario desde el agregado de la resistencia y la reforma no supera el charco del mercadeo laboral. Claro que para el revisionismo, como línea política unida a la aristocracia obrera, por cuanto el afán de reforma del Estado burgués coincide con el interés social de aumentar el nicho dentro del Estado imperialista, esta es su posición política natural, por lo que entiende que la “práctica revolucionaria” se origina a base de interpelar a la clase sobre lo malas que son sus condiciones bajo el capital y presentándole, como prescripción “revolucionaria”, un recetario de reformas. Como decimos la dialéctica le es ajena. Se le hace incompresible lo que, objetivamente, implica el Partido Comunista como organismo social: para llevar a cabo praxis revolucionaria se necesita un sujeto nuevo, que no puede surgir del mero desenvolvimiento de la producción capitalista como ocurriera con el sindicato y el viejo partido de masas. Para realizar praxis revolucionaria se requiere de un salto cualitativo, de una negación dialéctica, que no consiste en decir “no” al sindicalismo oficial proponiendo un sindicalismo de clase y combativo, sino que implica la unión en una síntesis superior del objeto, la clase proletaria, y el sujeto, la conciencia revolucionaria, que cristaliza en movimiento proletario revolucionario y cuya praxis no puede ni acercarse a la que protagonizaban los viejos elementos burgueses, alcanzando así el máximo sentido la sentencia leniniana de que la política sindicalista es la política burguesa de la clase obrera. 

 

Una consecuencia lógica

 

Ya hemos señalado que el oportunismo encuentra su base material en los sectores privilegiados de la clase asalariada, esto es, la aristocracia obrera. Por ello, para batallar por sus masas, el pantano del siglo XXI ha de entrar en el juego de quienes las encuadran:

 

¿Qué papel están jugando CC.OO y UGT en esta dramática situación?”

Se equivocan quienes han cogido a estas dos organizaciones sindicales como el saco de las hostias. Es gravísima la responsabilidad de sus direcciones sindicales absolutamente vendidas y funcionales al sistema de dominación, y también de una parte de sus cuadros sindicales, pero buena parte de la clase obrera organizada está en esos sindicatos. Es un grave error alejarse de esa base obrera, e incluso confrontar con ella. Dentro de la campaña de la burguesía contra todo lo que sea actividad sindical nadie que se considere del lado de la clase obrera puede hacer de comparsa de esa campaña de enorme calado contra toda la clase obrera y su derecho a la organización sindical. (…) El PCPE no va a colaborar ni un minuto en dividir a la clase obrera por la sigla sindical en la cual se organice. Otra cosa es la lucha contra la dirigencia traidora, ahí no hay concesiones.”[13]

Estas palabras del secretario general del PCPE resumen el verdadero carácter del “análisis concreto de la situación concreta” oportunista. La aristocracia obrera como clase burguesa que es genera un inflado aparato burocrático de representación. Las cúspides sindicales representan el consejo de administración de los intereses de la aristocracia obrera, a su vez ligado al consejo general de administración de los intereses del conjunto de la clase dominante.

El PCPE reconoce la existencia de la aristocracia obrera en abstracto, pero no le otorga ningún papel en el actual marco de la lucha de clases en el Estado español[14]. En su análisis imagina a la “burocracia sindical” desligada por completo de su base, intentando casar la realidad con la ensoñación que de la misma se ha hecho. Realizan la misma parodia que la casta gobernante cuando intenta explicar la podredumbre de su sistema social y político a través de ruedas de prensa sobre indemnizaciones en diferido y cuentas suizas. Cierto es que el sindicalismo oficial atraviesa una crisis de representatividad con respecto a sus masas, crisis que atañe en los últimos años al conjunto institucional de la burguesía. Pero esto no implica que esos organismos y que sus bases hayan perdido su particular esencia de clase (si bien ahora hay un sector que ha de enfrentarse a un proceso de proletarización). En la pugna por las masas motor del reformismo, el PCPE entra en colisión con las estructuras que gestionan las luchas económicas de las capas asalariadas privilegiadas en el Estado español, CCOO y UGT; a la vez se ve obligado a converger con toda la masa que forma dicha estructura para reconvertirla a la “revolución”, sin separarla un solo centímetro de la práctica político-sindical más estrecha.

Por cierto, en el imaginario revisionista aparece constantemente la idea que en esos organismos incrustados en la maquinaria de la burguesía (CCOO, UGT), es donde está organizada gran parte de la clase obrera. Un simple vistazo a las estadísticas pone el último clavo en la caja de pino del discurso revisionista: En 2010 el número de asalariados en el Estado español ascendía a 15.346.800[15]. Estaban encuadrados en sindicatos el 18,9 % (2. 894.200). De éstos apenas medio millón (el 17,9% del total de afiliados sindicales) tenía un salario igual o menor a 1.000€. En este sector del proletariado la tasa de afiliación estaba en el 10,7 %. Mientras que entre los asalariados asentados en el compás de los 1.601-2.100€, el porcentaje de afiliados era del 30,4%. Es decir, que entre los que no llegan al mileurismo y los que perciben un salario medio-alto la diferencia es de 20 puntos. Una diferencia similar a la establecida entre los asalariados del sector privado (15,1% afiliación) y el público (31%); y que se mantiene (aunque reducida) entre los trabajadores temporales (11,7) y los indefinidos (21,2). Datos todos éstos que señalan que las masas proletarias no están en los sindicatos, en todo caso están desmovilizadas, y que a la par dibujan el perfil del afiliado sindical, de la base social a la que se remite el revisionismo con su propuesta política, bien cercana a la reforma y al mantenimiento de las prebendas de la democracia burguesa que el capital monopolista deslizó hacia abajo en forma de salario diferido y que, al ser removido, lanza a la calle, en forma de mareas de colores, a los sectores que principal y más directamente participaron de ello.       

El PCPE separa al sindicalismo de sus resultados, pretendiendo la existencia de ese “sindicalismo puro y combativo”. Referencia bucólica a la era del capitalismo concurrencial que idealiza, y esconde, los límites objetivos del sindicalismo y que dispone al revisionismo para recoger el testigo de los gerifaltes de la representación obrera si estos se ven “superados” por la protesta social. Como representación programática de la aristocracia obrera, el revisionismo busca la cohesión social y, frente a la desafección de las masas por los organismos funcionales de la dictadura burguesa alza la voz, no para hacer propaganda comunista y suministrar a la clase proletaria los organismos políticos que necesita para hacer la Revolución Socialista, sino para parchear esas viejas estructuras, mancilladas por sus direcciones y las que nuestros revisionistas pretenden restaurar su honorabilidad. 

Una consecuencia lógica, la de buscar la redención del sindicalismo oficial, pues el rudo y combativo sindicalismo del PCPE no es más que la versión 2.0 de las organizaciones mayoritarias de los asalariados privilegiados por el sistema imperialista mundial, que no buscan la ruptura radical de la realidad burguesa, para lo que se requiere la planificación y la resolución de tareas en la perspectiva de la Guerra Popular contra el Estado capitalista, sino que sólo buscan la confrontación sindicalista para promocionar una paz social en la que la aristocracia obrera recupere las posiciones perdidas ante la fuerte embestida del capital monopolista que ha roto el equilibrio de la correlación de clases en el, para los proletarios, falso idilio del Wohlfahrtsstaat.

 

Un “poder obreroa la medida de la burguesía

 

En cuanto al poder, el PCPE habla en algún lugar de sus tesis congresuales de la dictadura del proletariado[16], lo cual está muy bien. Aunque más allá el “control obrero” es el nuevo garante del in dubio pro operario del derecho burgués. Dicen algo sobre el socialismo. Y en otro lado se expone la alianza del “frente obrero y popular” que desgranan en las elecciones con su “Todo para la clase obrera”. Pero resulta que el programa que nos va a llevar al socialismo tiene el mismo contenido “anti-monopolista” y “anti-oligárquico” que proponían “antaño” para la Tercera República: nacionalización de sectores estratégicos, paralización de privatizaciones de “lo público”, medidas de tipo laboral (jornada 35h, salario mínimo, etc.). También señala que “hay que reducir el gasto militar”; sin olvidar la reivindicación por un “ejército de milicias populares”, la cual, por otra parte, hace mucho ya figuraba “en los programas de todos los partidos que deseen llamarse socialistas”[17], más allá de su verdadero trasfondo. Pero ¿en qué quedamos, reducimos el gasto militar o destruimos el ejército reaccionario? Además ¿cómo se va a formar este ejército de milicias populares? ¿Va a organizarse una vez se haya disuelto el ejército burgués o va a ser el instrumento a través del cual el Partido Comunista movilice a las masas de la clase para derribar a la burguesía siendo el mar armado de masas de la Revolución Socialista en el Estado español? Ni una palabra al respecto por parte del PCPE. Su llamada a ese ejército miliciano tan solo consta en su programa electoral.

 Los CUO se insertan en la tesis del PCPE sobre el “Poder obrero y popular”. Según esta organización los CUO, que no son un sindicato aunque hacen sindicalismo[18], forman parte de la “táctica para disputarle la hegemonía al reformismo y, desde esa disputa, comenzar a construir estructuras paralelas de poder popular que confronten con el estado y el sistema de dominación burgués (objetivo estratégico).”[19]

Los CUO, ese movimiento sindical compuesto básicamente por la militancia del partido y que, juran y perjuran, no es un sindicato, será elemento vertebrador de “estructuras paralelas de poder popular”, ¡ahí es nada! Con estas aguerridas proclamas sería de justicia decir que el PCPE por fin ha abandonado esa costumbre de relegar el marxismo a una doctrina liberal, reinterpretándolo hasta el punto de remarcar torpemente que existe, como reconoce de refilón que “hizo”, una etapa intermedia entre el estado imperialista y la Revolución Socialista:

 

En esta perspectiva, el Congreso debate un tema fundamental: la necesidad de superar la postura asumida por el comunismo español (y por otras secciones del movimiento comunista internacional), según la cual existe una fase democrática intermedia, de carácter antimonopolista y antilatifundista, entre el capitalismo monopolista y el socialismo, restableciendo la tesis leninista que afirma, por el contrario, que entre el capitalismo y el socialismo ni existe un sistema social ni un poder político intermedio entre el poder estatal de la burguesía y el de la clase obrera.”[20]

 

¿Postura asumida por el comunismo español? Postura asumida ¡por la mayoría! del comunismo español. Por todos los oportunistas a los que hemos declarado la guerra, empezando por el PCPE, y que durante años se han parapetado detrás del republicanismo (puerta que dejan abierta al hacer depender a su línea estratégica de las idas y venidas cíclicas del capital) para desatender las verdaderas tareas, marcadas por la reconstitución, que ante los comunistas sitúa el estado concreto de la lucha de clases.

Pero más allá de la vergonzante “autocrítica” que hace el PCPE ¿qué conciben en esta organización como Poder Obrero y Popular? ¿La dictadura del proletariado o una versión roja del Estado de bienestar? La respuesta se encuentra, ecléctica y difusa, en las pequeñas dosis propagandísticas con que este partido adorna sus concursos electorales y sus tareas sindicales. Cuando hablan, por ejemplo, del “Control Obrero” o del “Nuevo Estatuto Obrero”:

 

(…)-Control obrero del respeto al medioambiente en la producción. -Establecimiento de un vínculo legal entre la celebración de comités de empresa y asambleas previas, con periodicidad bimensual. La asamblea de trabajadores tendrá decisiones vinculantes en la inclusión de puntos y en la celebración de comités extraordinarios. -Democratización de la negociación colectiva regulando el debate en asambleas de centro de trabajo. (…) -Fortalecimiento del Derecho a la Huelga como derecho fundamental, democrático y colectivo, que debe prevalecer sobre los derechos patronales e individuales. -Protección legal de la actividad de los piquetes informativos ante el terror y la represión patronal en las huelgas.”[21]

 

  ¡Así se educa al proletariado en la revolución! Convirtiendo al Estado burgués en el árbitro de la contienda entre clases. Frente al terror patronal nuestros sindicalistas no oponen el terror revolucionario de las masas, sino la pacificación gubernamental. El contenido político “camino del socialismo” que el PCPE, mediante los CUO, ofrece a la clase obrera es un compendio de medidas sociales del Estado burgués. Si fuesen un partido de demócratas radicales del período previo a la revolución de 1848, cuando el proletariado aún no había experimentado que era imposible tomar la máquina estatal de la burguesía para sí, aún tendrían algo de progresivo. Pero el revisionismo nada tiene que ver con los demócratas revolucionarios de hace 180 años. Aquellos se habrían puesto a la cabeza del armamento de las masas proletarias. Nuestros sindicalistas encabezarían el desarme. Precisamente los límites del “poder popular” pecepero evidencian lo que anunciábamos sobre el carácter del revisionismo: resulta que las “estructuras paralelas de poder popular” no son más que, renombradas, las estructuras que ya tiene el Estado imperialista para mediar en la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía.

Sin embargo, para los comunistas revolucionarios hablar de Poder obrero y popular, y en esto reconocemos nuestro alejamiento radical de académicos pequeñoburgueses y de pérfidos oportunistas, sólo puede referirse a hablar de ejecución del Programa de la Revolución Proletaria. Para ello el proletariado ha de conquistar el instrumento con el cual aplicar ese programa, el Partido Comunista y, desde éste, construir el Ejército Rojo (o Popular) junto a las masas que con Guerra Popular van creando el Frente-Nuevo Poder desde el cual las masas realizan su obra revolucionaria. El Nuevo Poder que surge con y mediante guerra popular y que supone que la clase obrera destruye el poder del capital construyendo el suyo propio. Esta es la esencia de la Revolución Socialista y que engarza los tres ejes en los que se subdivide el movimiento obrero, formados por el Partido, el Ejército Rojo y el Nuevo Poder (o Soviet, como reclamaba la IC). Hay que ser meticulosamente claros en esto. No dejar al azar ningún elemento en la cadena constitutiva del movimiento revolucionario organizado como hace el revisionismo. La línea revolucionaria no permite, pues la clase proletaria no puede permitírselo, las oquedades conceptuales y discursivas del oportunismo.

En aquella circunstancia a la que nos referíamos más arriba sobre el problema actual de la vivienda y los desahucios, el Partido Comunista, reconstituido, actuará tomando las propiedades de usureros y especuladores y poniéndolas a disposición de las masas. Hecho esto el P.C. constituirá, si no lo estaban ya, milicias rojas armando a esas masas para que defiendan esos hogares, ya que el sujeto político consciente tiene como tarea constituir los organismos necesarios para que las masas hondas y profundas del proletariado puedan ver cubiertas sus demandas sin necesidad de rogar leyes al Estado capitalista. De esta forma el P.C. se vinculará y movilizará a las masas con guerra popular para que éstas, siendo Base de Apoyo de la Revolución Socialista, experimenten por sí mismas qué es y cómo se realiza la dictadura revolucionaria de los explotados, poniendo en marcha el Programa de la Revolución Socialista que no es más que la fusión de los principios políticos del proletariado con las demandas de la clase. Esta es la única fórmula desde la que puede visualizarse el Nuevo Poder, que horroriza por igual al honrado oportunista, al académico burgués y al pútrido revisionista. Esta es la forma que toma el marchar del sistema único de organizaciones representado por en el Partido de nuevo tipo que utiliza todos los mecanismos sociales a su alcance para derrocar la dominación de la clase expropiadora.

Y esta práctica no está desapegada, como vociferan los oportunistas desde la tribuna sindical,  ni de la experiencia histórica de la lucha revolucionaria en torno al poder; ni de lo que la propia resistencia de las masas supura en el día a día: En la actualidad existen por un lado movimientos espontáneos (surgidos al calor de aquellas movilizaciones de indignados a los que el PCPE veía como un peligro para sus cuentas electorales[22]) como los que luchan contra los desahucios que, con el pacifismo y el reformismo por bandera (como no puede ser de otro modo dado el estado de desintegración en que se encuentra la alternativa revolucionaria), evitan que la democracia burguesa ejecute sus designios paralizando cientos de desahucios al anteponerse a las fuerzas del orden y la justicia. Por otra parte, cientos, sino miles, de familias sin hogar ocupan ya edificios provenientes de la burbuja inmobiliaria[23], sin necesidad que ningún organismo estatal bendiga su actividad. Esto, con todas las taras que acompañan a las características de los movimientos espontáneos, da muestra de la potencialidad de las masas que, para realizar su resistencia frente al Estado, no necesitan de la presencia ni de comunistas-sindicalistas de medio pelo ni de sus programas mínimos, que llevan demostrando demasiado tiempo que, no solo están alejados de los principios del marxismo y de las tareas propias de la  vanguardia, marcadas por la etapa de preparación del siguiente Ciclo de la Revolución Proletaria Mundial; sino que además están completamente desnortados con respecto a lo que la calle reclama: movimientos de masas se enfrentan a los dictados constitucionales de la burguesía sobre la propiedad privada; incluso empiezan a poner en entredicho el monopolio estatal de la violencia (si bien el escrache no rebasa la pacífica intervención social, sobre el cual  el gobierno pretende aplicar medidas contra-terroristas el mismo); y mientras los revisionistas siguen en el lodazal del laboralismo buscando una componenda para mejorar las condiciones de explotación del proletariado. Y esta es la gente que luego fanfarronea de estar allá donde están las masas.

Además de sacar los colores al revisionismo,  la práctica de las masas en su resistencia al capital da una vez más carta de naturaleza a la posibilidad de generar espacios en los que la burguesía se ve incapacitada para intervenir[24] y que, una vez el movimiento político revolucionario esté (re)constituido (con toda la modificación del marco social que esto conllevará: todos estos movimientos de masas que surgen en ausencia de un referente marxista-leninista tienen la marca de agua de la burguesía. Por tanto, para desterrar cualquier ilusión espontaneísta, no estamos diciendo que en las circunstancias actuales pudieran convertirse en parte del movimiento revolucionario. Lo que estamos reivindicando es que este tipo de movimientos señalan cual es el suelo social en que puede prender el movimiento proletario revolucionario pues el imperialismo genera las condiciones objetivas para la Revolución Socialista), podrán ser generados, o ensanchados si son producto de la explosión social, por el Partido Comunista, que, entonces sí, podrá rellenarlos con el Poder revolucionario de las masas armadas, con los comités de base del Nuevo Poder.

Pero para el revisionismo esto queda demasiado alejado de “los centros de trabajo” y la actividad parlamentaria, hoy limitada a las pegadas de carteles, a labores jurídicas contra los “pucherazos” y a algún que otro pacto presupuestario municipal, ya que el PCPE, a la que puede, demuestra que su labor parlamentaria no consiste en denunciar el carácter burgués de las instituciones y obstaculizar la labor de las mismas, sino en hacer viable la gobernabilidad de la dictadura del capital, eso sí, en nombre de los trabajadores[25]. Porque para el revisionismo el Poder consiste en ejecutar medidas sin distinción de los instrumentos que se utilicen, es decir, sin mirar bajo qué dictadura de clase se llevan a cabo esas medidas.

No obstante habrá quien reproche que el PCPE no cierra la puerta a esta línea revolucionaria, puesto que la concreción de la estrategia en torno al Poder la deja pendiente de perfilar para futuros análisis concretos. Podemos entonces recurrir, sin peligro de equívoco, a la luz que arrojan sus camaradas del Partido Comunista de Venezuela (envuelto en un movimiento “anti-imperialista” que redefine el marco de relaciones sociales capitalistas en el país), con el que comparten militancia internacional[26] y al que no dudan en ofrecer calurosos saludos en defensa de su “poder obrero”[27]. Los del PC de Venezuela, fuerza subsidiaria de la burguesía “bolivariana”, hablan con efusividad de las leyes que se desarrollan desde las instituciones burguesas. En especial de la “revolucionaria Ley Orgánica del Trabajo”, prima hermana del “Nuevo Estatuto Obrero” que propone el PCPE:

 

La nueva y revolucionaria Ley Orgánica del Trabajo (LOT) que el PCV propone (…) Dotar a las clases oprimidas de ciertos medios y procedimientos de lucha para el derrocamiento de los opresores (exactamente lo contrario a lo que impone el orden estatal burgués, en palabras de Lenin). Propiciar el establecimiento de una nueva correlación de fuerzas en la sociedad venezolana, que sirva a la lucha revolucionaria de la clase obrera y de todo el pueblo trabajador (…) para avanzar hacia la conquista de su poder político, su ascenso como clase dominante, indispensable para la derrota del poder de la burguesía y el inicio de la real construcción del Socialismo.”[28]

 

En vez de construir organismos genuinamente proletarios enfrentados al poder de la burguesía, el PCV propone que la clase obrera ha de maniobrar con los dictámenes jurídicos de las instituciones burguesas para poder “avanzar hacia la conquista de su poder político”. Los Comités de Base del Nuevo Poder, Consejos Obreros o Soviets, (como instrumento del proletariado revolucionario organizado en clase dominante) se quedan en pura fantasía. Kautsky es, una vez más, devuelto a la vida por el revisionismo para que el “poder obrero y popular” se torne en una interpretación social liberal de la dictadura burguesa, donde elementos como el “control obrero” no son más que la conversión del proletario en administrador solidario de la producción capitalista bajo la dictadura del Estado burgués. En su espasmódica reiteración de la práctica histórica del revisionismo, los pragmáticos ortodoxos “marxista-leninistas” desoyen cualquier advertencia de la historia de la lucha de clases y tropiezan con las tesis burguesas sobre el Estado y la revolución socialista:

 

   El periódico Die Freiheit ("La Libertad"), órgano de prensa de la socialdemocracia alemana "independiente" (léase: mezquina, filistea, pequeñoburguesa), publica en su Nº 74, del 11 de febrero de 1919, un llamamiento titulado "Al proletariado revolucionario de Alemania". Este llamamiento está firmado por la dirección de dicho partido y por toda su minoría de la "Asamblea Nacional", la "Constituyente" alemana. En él se acusa a los Scheidemann de tener la intención de eliminar los Soviets y propone -- ¡no se rían! -- combinar los Soviets con la Constituyente, conferir a los Soviets ciertos derechos estatales, un determinado lugar en la Constitución.

¡Conciliar, unir la dictadura de la burguesía con la dictadura del proletariado! ¡Qué sencillo! ¡Qué idea filistea más genial!

Sólo es de lamentar que la hayan experimentado ya bajo Kerenski, en Rusia, los mencheviques y eseristas unidos, esos demócratas pequeñoburgueses que se creen socialistas.

Quien, al leer a Marx, no haya comprendido que en la sociedad capitalista, en cada situación grave, en cada importante conflicto de clases, sólo es posible la dictadura de la burguesía o la dictadura del proletariado, no ha comprendido nada de la doctrina económica ni de la doctrina política de Marx. Pero la idea genialmente filistea de Hilferding, Kautsky y Cía. de unir de un modo pacífico la dictadura de la burguesía con la dictadura del proletariado exige un análisis especial, siempre que se quiera analizar a fondo los absurdos económicos y políticos acumulados en este notabilísimo y ridiculísimo llamamiento del 11 de febrero. Habrá que aplazarlo, pues, para otro artículo”[29]

 

Un sueño revisionista hecho realidad con el que también converge toda la neoizquierda occidental, decididamente anti-comunista, que falta de inspiraciones en el viejo continente y que tras arrojar el marxismo al basurero por antigualla, ha encontrado en la decimonónica espada de Bolívar la redención del nuevo siglo. De la mano, revisionistas ortodoxos y los enfants terribles de la izquierda estatal[30] nos llevan, una vez más, a 1848. Si al proletariado parisino que ansiaba un ministerio del trabajo en la República Social Marx lo “acusó” de falto de experiencia (histórica), al revisionismo sólo se le puede juzgar, desde que se inició la era del imperialismo, como elemento burgués nacido del seno mismo de la clase asalariada y puesto contra la mayoría proletaria, explotada por el capital; y junto a la minoría burguesa que vive del parasitismo imperialista al que sirve con fervor. 

 

La única ruptura revolucionaria del laberinto sindical

 

Los CUO y el “frente obrero y popular” del PCPE tan “novedosos”, tan “cercanos” al socialismo-comunismo, son la sempiterna vuelta sobre sí del revisionismo. En cuanto a la construcción partidaria, el PCPE sigue proponiendo las luchas espontáneas de las masas, cuyo centro es la lucha sindical, como agente propulsor de la revolución. Consecuentemente con esta visión, el determinismo se empodera de su línea con respecto al problema del poder de tal modo que ni siquiera se detiene a planificar la forma en que se ha de tomar el mismo. Cierto que hay sectores de nuestro movimiento que en un exceso de condescendencia, advierten que los comunistas-sindicalistas encumbran su línea de “acumulación de fuerzas” economicista con la insurrección. Pero el revisionismo nada dice al respecto. Ni elecciones, ni insurrecciones, ni guerras revolucionarias… Porque nos propone el movimiento por el movimiento mientras se ahonda, supuestamente, en cual va a ser el desencadenante de la “crisis revolucionaria”. Se pretende que desde instituciones burguesas y con un contenido programático burgués el proletariado puede desenvolver su práctica revolucionaria. Cuestión bastante absurda si se reconoce que las tareas pendientes de la Revolución son de carácter Socialista. Se conmina al proletariado a dar palos de ciego, como si la experiencia de la lucha de clases no ofreciese ya suficientes elementos para comprender que los instrumentos de la Revolución se construyen concéntricamente, mediante el desarrollo dialéctico de la relación entre vanguardia y masas, elementos contradictorios que cambian conforme se avanza en la reconstitución del movimiento revolucionario: Partiendo de la resolución de las contradicciones en el seno de la vanguardia ideológica (conquistando así el elemento central, la ideología), siguiendo por conquistar a la vanguardia práctica (que se entrelaza con la ideológica) y finalmente resolviendo, ya mediante la praxis revolucionaria, las contradicciones entre la vanguardia (teórica y política) y las amplias masas que se fusionan en el Partido Comunista para desatar la guerra popular.

Así, en base a la Línea de Reconstitución que desentraña la táctica-plan del proletariado revolucionario, se va abriendo la brecha de la Revolución en la realidad burguesa, que se repite una y otra vez, aunque nunca de igual de modo, como enseñan tanto sus crisis cíclicas como las repetidas resoluciones temporales que les pone enfrente: haciendo descender el valor de la fuerza de trabajo; refundándose, con Keynes, la Escuela de Chicago o la Troika sobre los mismos esquemas del poder imperialista; o rebautizando, con la república intermedia o la fantasía sindical, la línea política de su última, y a la vez primera, barricada, el revisionismo.

Traíamos a colación la cita de Marx en la que sentaba que el proletariado es una forma especial de existencia del capital. Esto impone al proletariado que su representación dentro de la sociedad burguesa no pueda desprenderlo de esa posición que ocupa como forma de capital, por mucho que se le quiera llevar a las esferas del poder burgués como regidor de la producción y sujeto de derecho de alguna ley burguesa. El proletariado necesita dotarse de los instrumentos que garanticen y sustancien su independencia como clase revolucionaria con respecto al capital. Desde la ideología revolucionaria, primer núcleo duro que cimenta los principios de la Revolución y eleva al proletariado en la comprensión de las leyes del desarrollo social; y pasando por el Partido de nuevo tipo que media entre esta teoría de vanguardia y las hondas masas explotadas; hasta que concreten su Poder en su armamento como clase revolucionaria dominante y lo extienden hasta extinción de las clases sociales.

 

 

Movimiento Anti-Imperialista
Mayo 2013

Notas

[1]              K. MARX, “El Capital” Libro I, Tomo II, págs. 29 y 31. AKAL, 1976.

[2]                La magnitud de esta crisis y sus consecuencias para la clase obrera hacen necesario que el PCPE perfile con mayor profundidad su estrategia revolucionaria y defina la táctica que corresponde aplicar en el momento presente, abordando debates que en otros momentos no estaban sobre la mesa o no requerían aún una respuesta urgente.” Tesis del IX Congreso del PCPE. Propuesta Comunista nº 61, Julio de 2011.

[3]              La sociedad actual vive a expensas del proletario moderno. Marx subrayaba especialmente esta profunda observación de Sismondi. El imperialismo modifica algo la situación. Una capa privilegiada del proletariado de las potencias imperialistas vive, en parte, a expensas de los centenares de millones de hombres de los pueblos no civilizados”. V.I. LENIN “El imperialismo y la escisión del socialismo”

[4]              Los sindicatos representaban un progreso gigantesco de la clase obrera en los primeros tiempos del desarrollo del capitalismo, por cuanto significaban el paso de la división y de la impotencia de los obreros a los embriones de unión de clase. Cuando empezó a desarrollarse la forma superior de unión de clase de los proletarios, el partido revolucionario del proletariado (que no merecerá este nombre mientras no sepa ligar a los líderes con la clase y las masas en un todo único, indisoluble), los sindicatos empezaron a manifestar fatalmente ciertos rasgos reaccionarios, cierta estrechez corporativa, cierta tendencia al apoliticismo, cierto espíritu rutinario, etc.” V.I. LENIN “La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo”

[5]              Unir a toda la clase obrera para luchar por sus derechos y por el avance hacia una sociedad socialista.” I Encuentro Estatal de los CUO. Documento Aprobado. Asturias, 26/05/2012”

[6]              Sobre la creación de ese “sindicalismo transversal”, señala el PCPE “Esta tarea sólo la puede desarrollar el PCPE, pero para ello necesita un alto grado de unidad política en torno a ella. Disciplina y un compromiso cerrado de toda su militancia para desarrollarla. Sin este paso previo (por eso decimos que sólo es desarrollable por un partido comunista) es imposible plantearse el objetivo de la creación de la confederación sindical de clase en el estado español que el desarrollo de la lucha de clases exige y que la pérdida de CC.OO. como referencia única e inequívoca de los y las comunistas españoles en el movimiento obrero, nos obliga a poner en marcha.” Documento aprobado por la Conferencia de Movimiento Obrero y Sindical del PCPE. Madrid, 10 y 11 de Abril de 2010. 

[7]              Ibíd.

[8]              Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista (1919-1923). Pluma. Buenos Aires, 1973. Tomo I, pág. 171.

[9]              Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Ésta sólo podía ser introducida desde fuera. La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la teoría del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas, elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales” V.I. LENIN “¿Qué hacer?”

[10]             V.I. LENIN “La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo

[11]             Tesis del IX Congreso del PCPE. Propuesta Comunista nº 61, Julio de 2011.

[12]             Fiel a su filosofía del materialismo dialéctico, Marx toma como base la experiencia histórica de los grandes años de la revolución, de los años 1848-1851. Aquí, como siempre, la doctrina de Marx es un resumen de la experiencia, iluminado por una profunda concepción filosófica del mundo y por un rico conocimiento de la historia.” V.I. LENIN. “El Estado y la Revolución”. Epígrafe “Balance de la Revolución” del capítulo II.

[13]             Entrevista a Carmelo Suárez, realizada por Insurgente.org el pasado verano.

                http://www.insurgente.org/index.php/template/politica/item/892-insurgente-entrevista-al-secretario-general-del-pcpe

[14]             El PCPE observa a la aristocracia obrera como una capa corrompida más cercana a la pequeña burguesía que al proletariado. Sin embargo en el desarrollo del análisis de la lucha de clases la caracterización del sindicalismo, en concreto de los sindicatos mayoritarios, se limita a denunciar a las “burocracias sindicales” y en el análisis en torno a la clase dominante se solventa la cuestión con el “bloque oligárquico-burgués” y el pliegue, respecto a éstos, de las burguesías medias y nacionalistas. Ver Propuesta Comunista nº 61 pág. 65 y siguientes. 

[15]             Todos los datos sobre afiliación sindical que se mencionan proceden del documento “Sobre la legitimidad del sindicalismo” publicado en 2010 por la “Fundación Primero de Mayo”, de CCOO: http://www.1mayo.ccoo.es/nova/files/1018/InformeLegitimidad.pdf

[16]             “…nuestro objetivo y nuestro deber es abrir el camino del derrocamiento revolucionario del capitalismo español, su superación dialéctica a través de la revolución socialista; la organización de la dictadura del proletariado en nuestro país como forma superior de democracia popular, del poder organizado de los obreros revolucionarios, en una república socialista cuyos medios de producción sean socializados” Tesis del IX Congreso del PCPE. Propuesta Comunista nº 61, Julio de 2011. Pg. 87

[17]             V. I. LENIN, “El Estado y la Revolución”. Lenin señala (en referencia a los mencheviques) que desde que la Comuna suprimió el ejército permanente y lo sustituyó por el pueblo armado esa reivindicación de la milicia popular la recogía cualquier programa “socialista”. 

[18]             Las características que el PCPE otorga a los CUO, su sindicato ideal son: “Reivindicativo y de clase”, “militante”, “independiente”, “asambleario”, “feminista”, “sociopolítico”, “unitario”, “plural”, “de masas”, “democrático y participativo” e “internacionalista”. Documento aprobado por la Conferencia de Movimiento Obrero y Sindical del PCPE. Madrid, 10 y 11 de Abril de 2010

[19]             Ibíd. 

[20]             Tesis del IX Congreso del PCPE. Propuesta Comunista nº 61, Julio de 2011. Págs. 59-60

[21]             Unir a toda la clase obrera para luchar por sus derechos y por el avance hacia una sociedad socialista.” I Encuentro Estatal de los CUO. Documento Aprobado. Asturias, 26/05/2012

[22]             Ver la “Declaración del CE del PCPE sobre las movilizaciones iniciadas el 15 M”:

                http://www.pcpe.es/comunicados/item/268-sobre-las-movilizaciones-iniciadas-el-15-m.html

[23]             Cualquier diario da fe de esta circunstancia de actualidad en la que miles de familias expulsadas de sus hogares por el capital toman edificios enteros. Por ejemplo, a finales de 2012 cincuenta familias ocuparon una urbanización en Valdemoro. Veinticinco familias tomaron en Alcalá de Guadaira unas viviendas y otras 30 en Mairena del Alcor, ambas localidades en Sevilla. Otras diecisiete hacían lo propio en el barrio de La Trinidad, en Málaga, en febrero de este año. En Girona 30 personas tomaban un edificio este mes de marzo. La lista es interminable.

[24]             Como hemos dicho, el movimiento anti-desahucios, es un movimiento pacífico cuyo programa político no rebasa la frontera de la reforma. Este hecho limita la capacidad real de ese movimiento en su enfrentamiento con el Estado imperialista. Sin embargo, insistimos, que las masas pongan en cuestión la legalidad burguesa y se organicen fuera de los cauces estatales es signo indeleble del espacio social que puede ocupar el sujeto político revolucionario, una vez esté reconstituido.  

[25]             El pasado año los cuatro concejales de UPOA, la marca electoral del PCPE-PCPA en la localidad andaluza de Aguilar de la Frontera, votaban en favor de los presupuestos municipales del PSOE, en los que veían un “logro social” para los obreros de la localidad por cuanto dotaba de sociabilidad  el presupuesto del ayuntamiento, ese pequeño organismo de la dictadura del capital. http://www.pcpe.es/el-partido/pcpe/item/1361-comunicado-de-la-c%C3%A9lula-del-pcpa-pcpe-de-aguilar-de-la-frontera-ante-el-importante-logro-social-conseguido-por-upoa-con-la-aprobaci%C3%B3n-de-los-presupuestos-municipales-en-aguilar-de-la-frontera.html

[26]             El PCPE y el PCV forman parte de las organizaciones que participan del “Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros” donde coinciden con, entre otros, el PCE, el KKE, el PTB o el PC de India (marxista). http://www.solidnet.org/14-international-meeting/3175-14-imcwp-parties-participated-en

[27]             Apoyamos la propuesta del PCV de dar su apoyo al presidente Chávez, una propuesta caracterizada entre otras cosas por avanzar en la acumulación de fuerzas populares en perspectiva al Socialismo, por el impulso del Poder Popular como base del nuevo Estado, fortalecer las luchas en la calle y centros de trabajo por el control obrero y social en la producción y distribución, por seguir construyendo Consejos Socialistas de Trabajadores y Trabajadoras, por las nacionalizaciones y por la solidaridad internacionalista.” “El PCPE apoya el poder obrero, en Venezuela y en todas partes”. Resolución del Comité Central del PCPE. Madrid, 23 de septiembre de 2012.

[28]             Fundamentación teórica y política para una nueva y revolucionaria LOT” Pedro Eusse (Secretario Nacional para el Movimiento Obrero y Sindical del PCV). Edición 201 de Tribuna Popular, año LXV, órgano del Comité Central del Partido Comunista de Venezuela - 2 al 22 de marzo 2012; Pg. 5.

                http://issuu.com/tribuna_popular/docs/tp_201

[29]             V.I. LENIN, “La Tercera Internacional y su lugar en la historia”. 

[30]             Nos referimos a ese sector intelectual radical, dentro del establishment, que se agrupa en torno a organizaciones como Socialismo 21 o la Fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales, CEPS; defensores acérrimos de la “revolución bolivariana” y de los distintos procesos “cívicos y democráticos” que se están dando en América del Sur.