A la conquista del cielo por asalto: La Comuna de París

 

En el año que está terminando se ha cumplido el 140 aniversario de la Comuna de París. Esta efeméride, además de recordar a los héroes que se lanzaron a la conquista del cielo por asalto, nos da una ocasión para mirar a aquella experiencia e intentar comprender mejor desde nuestros días y desde el materialismo histórico el profundo significado de aquellos meses parisinos.

La pequeña burguesía y la revolución proletaria

 Para ser coherentes con la dialéctica, la experiencia de la Comuna solo puede tener sentido para los marxistas desde el estudio de las clases en pugna, por ello queremos empezar este pequeño estudio mirando a la pequeña burguesía de ayer y de hoy. Esta clase a día de hoy parece que está bajo la influencia de la gran burguesía y en el Estado español ha creído uno de los mantras repetidos por el PP en la última campaña electoral: que los emprendedores y las PYMES son la base de la riqueza del país. Esto haría enrojecer de vergüenza a cualquiera que sepa algo de economía al recordar el peso que tienen en la conformación del PIB empresas como Repsol, Telefónica, Banco Santander, etc, que no son precisamente pequeñas y medianas empresas. La situación se muestra más dramática si se recuerda que el PP se encargó de dar a esta pequeña burguesía  el bienestar de los últimos quince años de la mano del sector inmobiliario, de cuyo crecimiento se ha beneficiado, pero que ha sido su tumba, ya que solo ha servido para profundizar la crisis de esta clase cuando ha aparecido el problema de la superproducción. El proyecto económico del partido de Aznar para esta clase ha consistido en elevarla para dejarla caer en el momento en que cambie la tendencia del ciclo económico. No deja de producirnos cierto estupor ver cómo la pequeña burguesía arruinada  responde a los llamados del PP, mientras que las políticas de  éste son las responsables de su auge y caída reciente en el Estado Español.

Al igual que en la Francia de 1871, hoy la pequeña burguesía está ahogada por las deudas, sin embargo esta clase encontró entonces una solución inesperada por parte de otra clase. No ocurría como casi siempre, cuando es la gran burguesía quien le da balones de oxígeno a cambio de su apoyo:

La Comuna los salvó [a la pequeña burguesía], mediante una sagaz solución de la constante fuente de discordias dentro de la misma clase media: el conflicto entre acreedores y deudores. Estos mismos elementos de la clase media, después de haber colaborado en el  aplastamiento de la insurrección obrera  de junio de 1848, habían sido sacrificados sin miramientos a sus acreedores por la Asamblea Constituyente de entonces.[1]

El decreto de la Comuna de París del 16 de abril de 1871 prorrogaba los pagos de las deudas por tres años aboliendo el pago de intereses. Los problemas de esta clase fueron solucionados de forma eficaz por el proletariado revolucionario, pero éste solo fue un problema más al que intentó dar solución. Como venimos diciendo, el problema de las deudas era principalmente un problema que atañía a la pequeña burguesía y que solo encontró solución efectiva bajo la Dictadura del Proletariado. Sin embargo hoy hay quien pueda pensar que las reivindicaciones en torno a estos problemas económicos fueron el motor de la Comuna de París siguiendo el esquema de acumulación de fuerzas para la revolución: Durante un largo periodo la clase trabajadora acumula fuerzas en torno a reivindicaciones económicas concretas (aumento de salarios, reducción de jornada laboral, etc.) esperando a que la situación esté lo suficientemente madura para hacer la revolución en un momento de crisis del capitalismo. Este modelo relega la tarea de los revolucionarios a la espera del momento oportuno en que saltar a la palestra de la dirección de la revolución y hace depender la revolución de las crisis económicas cíclicas del capitalismo, lo que supone eliminar buena parte de la autonomía a la clase revolucionaria, ya que no podría elegir ni el momento ni el lugar. Siguiendo este modelo, la insurrección que fundó la Comuna de París se debería simplemente a largos años de fortalecimiento de las organizaciones obreras (como la confederación de cámaras sindicales o la Internacional) que habrían ido desgastando al estado hasta que la derrota de la Guerra Franco-Prusiana marcara el momento oportuno para tomar el poder.

Como intentaremos demostrar en este artículo, este paradigma revolucionario espontaneísta que acabamos de describir en líneas generales tuvo su validez histórica y funcionó muy bien precisamente hasta 1871, mientras la burguesía fue una clase revolucionaria. En la Comuna de París se produce un hecho inédito, pues por primera vez es el proletariado el que toma el poder, pero armado con el paradigma revolucionario burgués, es decir, la insurrección espontanea que triunfa porque ha sido capaz de arrastrar a las masas. La importancia de la Comuna reside en esto, en que se van a poner de manifiesto las limitaciones de este paradigma aplicado a la revolución proletaria. Esta superposición de elementos proletarios y burgueses fue necesaria, pues hasta aquel momento la burguesía era la única clase que había completado una revolución, por ello la nueva clase revolucionaria solo podía aprender de lo viejo. Claro, sin embargo, que aprender de lo viejo no es repetirlo una y otra vez: con su praxis revolucionaria la clase obrera  parisina enseñó los límites del modelo burgués haciendo frente a problemas inéditos, Marx, Engels y Lenin realizaron un balance de esta experiencia que les allanó el camino de la revolución. De igual modo ahora le compete a la vanguardia realizar el balance del Ciclo de Octubre, una de las tareas de este balance es desentrañar las premisas históricas del proletariado durante el Ciclo y es aquí donde cobra importancia la Comuna, pues es en ésta donde se mezclan elementos burgueses del modelo revolucionario insurreccional con los elementos nuevos aportados por el proletariado. Este artículo pretende señalar algunos de los elementos de lo viejo y lo nuevo con la perspectiva que da toda la experiencia revolucionaria posterior a la Comuna. Para ello es necesario empezar por el gran referente revolucionario del momento: la Revolución Francesa.

Premisas del paradigma: La revolución como recurso político en sí

La experiencia de la Comuna es incomprensible hoy para nosotros si no tenemos en cuenta una de las premisas sociales fundamentales de los siglos XIX y XX: el recurso a la Revolución como mecanismo político para la transformación social. El periodo 1789-1989, en el cual se enmarca el Ciclo de Octubre, estuvo profundamente influido por el modelo de la Revolución Francesa, la luz de esta experiencia marcó una forma de hacer las cosas, un paradigma revolucionario que arraigó en las cabezas de los revolucionarios de dos siglos, por ello es importante que nos detengamos un momento en la experiencia francesa.

El modelo de la Revolución Francesa responde a las necesidades de una nueva clase, la burguesía, que ha ido creciendo a lo largo de los siglos en el seno de las relaciones feudales gracias al desarrollo del comercio. Las contradicciones entre la nueva clase y la clase feudal ya habían sido solucionadas a favor de la burguesía en países como Inglaterra, sin embargo en Francia la resistencia de la clase feudal forzó a la burguesía por una vía revolucionaria de intensidad inédita. Cuando a la burguesía francesa no le basta con la compra de títulos de nobleza, sino que el desarrollo de sus propios intereses de clase exigen la demolición de las estructuras feudales y sus consecuencias (privilegios sociales sancionados por ley, heterogeneidad de legislación, limitaciones al comercio…) para la consolidación del mercado interno, no duda en exigírselo a las clases reaccionarias desde los propios organismos de éstas: el parlamento feudal que eran los Estados Generales. Hasta aquí se trata de una clase que ha crecido y que intenta llegar a un pacto con la vieja clase para ejercer su dominación, lo que cambia todo es el rechazo de la vieja clase feudal a ceder ningún privilegio empujando a la burguesía a la vía revolucionaria para imponer sus intereses.

La burguesía francesa se ve obligada a hacerse revolucionaria y con ello arrastra a todas las clases oprimidas por el feudalismo tras la promesa de libertad, igualdad y fraternidad, desencadenando una movilización social totalmente inédita. Una vez que se ha roto completamente con la clase feudal, la burguesía francesa solo podía apoyarse en las masas urbanas y el campesinado para asegurar sus conquistas y a esta alianza responde la Convención Jacobina y el Terror de 1793: el ala izquierda de la burguesía revolucionaria da respuesta a las presiones del campesinado y las masas urbanas a cambio de que éstas consoliden y defiendan el nuevo estado burgués. Esto significó una movilización política de las masas que iba mucho más allá de cualquier motín campesino. La leva en masa para defender la nación hubiera sido mucho más difícil si antes la burguesía no hubiera dado respuesta a las demandas campesinas (abolición de la propiedad feudal) y  hubiera movilizado a las masas para el ejercicio del terror contra los elementos dominantes de la vieja sociedad.

Esta movilización de masas correrá el riesgo de desbordarse en contra de los intereses burgueses, por ello una facción más moderada de la burguesía acaba desplazando del poder a los jacobinos mediante el golpe de estado de Termidor tan pronto como el peligro de la invasión ha sido momentáneamente conjurado.

De esta experiencia se derivan dos consecuencias que tendrán amplio calado durante los dos siglos posteriores, la primera es la forma de hacer la revolución, la  burguesía había ido creciendo pacientemente dentro de las estructuras del feudalismo, cuando esta  clase está madura y llega el momento adecuado se lanza a por el estado arrastrando en su movimiento a las masas que hasta ese momento compartían el mismo lugar social en el Antiguo Régimen: el Tercer Estado. Éste es el modelo insurreccional espontaneísta que inconscientemente pasó a formar parte del modus operandi de los revolucionarios tanto burgueses como proletarios. Simplemente no había otra forma de hacer la revolución:

Cuando en la revolución de Febrero  [de 1848] todos nosotros nos hallábamos, en lo tocante a nuestra manera de representarnos las condiciones y el curso de los movimientos revolucionarios, bajos la fascinación de la experiencia histórica anterior, particularmente la de Francia ¿No era precisamente de este país, que había jugado el primer papel en toda la historia europea desde 1789, del que también ahora había partido nuevamente la señal para la subversión general?[2]

El problema con este paradigma surge cuando la burguesía deja de ser la clase dirigente de la revolución para pasar a serlo el proletariado junto con los cambios sociales ocurridos desde 1789: los mecanismos sociales que era válidos entonces para la burguesía no funcionan tan bien para el proletariado de 1871 ni de 1917. El proletariado había heredado un modelo revolucionario que solo le servía hasta cierto punto, de ahí los esfuerzos de los grandes del marxismo por encontrar solución a las limitaciones de este.

Aunque no sirviese tan perfectamente para el proletariado como para la burguesía, a la altura de 1871 el paradigma burgués espontaneísta seguía sirviendo perfectamente para movilizar a las masas, esto se debe a la segunda consecuencia del hondo calado de 1793: la profunda influencia que la revolución tenía en toda la sociedad como recurso de transformación social. La mayoría de las personas que vivieron en Europa y América entre 1789 y 1848 participaron o fueron testigos de la transformación revolucionaria de la sociedad. La revolución era una posibilidad real y en la sociedad estaban asimilados sus mecanismos. La velocidad y la frecuencia con que se propagan las insurrecciones por la Europa del siglo XIX dan prueba de la vitalidad del recurso a la revolución. Precisamente es esta segunda consecuencia soluciona parcialmente las limitaciones que tiene el paradigma revolucionario insurreccional para el proletariado señaladas más arriba porque facilitaba la movilización espontanea de las masas.

Este recurso a la revolución permanecerá  vivo en la sociedad cuando la burguesía deje de ser una clase revolucionaria para pasar a ser reaccionaria porque el proletariado sabrá tomar el relevo como clase con iniciativa revolucionaria. Esto se debe a que, al calor de la revolución burguesa la clase obrera se va conformando poco a poco como clase diferenciada de las otras. La conformación del proletariado como clase en sí se produce mediante las luchas económicas concretas, que permiten a la clase tomar conciencia de su existencia como clase. Esta toma de conciencia como clase en sí, en un periodo donde la revolución está a la orden del día permite entender cómo el proletariado herede de la burguesía la condición de clase revolucionaria. Comprender este relevo es de vital importancia para los revolucionarios de hoy, porque la revolución proletaria nace de los elementos que le proporciona la revolución burguesa, algo que, aunque escandalice a algunos pretendidos marxistas, es completamente coherente si se comprende la dialéctica de la lucha de clases:

Así sucedió por primera vez en 1848. Los burgueses liberales de la oposición parlamentaria organizaban banquetes en los que abogaban por una reforma electoral que debía garantizar la dominación de su partido. Viéndose cada vez más obligados a apelar al pueblo en la lucha que sostenían contra el gobierno, no tenían más remedio que ceder la primacía a las capas radicales y republicanas de la burguesía y de la pequeña burguesía. Pero detrás de estos sectores estaban los obreros revolucionarios, que desde 1830 habían adquirido mucha más independencia política de lo que los burgueses e incluso los republicanos se imaginaban.[3]

Como vemos, el proletariado, una vez definido como clase, empieza a actuar políticamente como clase revolucionaria, pues es en un contexto revolucionario en el que se ha conformado. El problema reside en que las herramientas con que la burguesía hace la revolución no son las mismas con que el proletariado debe hacerlas, fue por ello que Lenin diseñó el partido de nuevo tipo o Mao la teoría militar de la clase obrera que es la Guerra Popular (GP). Estos grandes pudieron llegar a estas conclusiones gracias al balance de la experiencia revolucionaria anterior: Lenin con la Comuna de París y la revolución de 1905 y Mao con el estudio crítico de la experiencia soviética. Como vemos, el balance es una de las mejores tradiciones del marxismo, y cuando se lleva a cabo permite avanzar a pasos de gigante. La otra opción es seguir manteniendo nuestra ideología revolucionaria en formol, esperando que desde ahí nos guie. Ustedes eligen. 

Volvamos a  las consecuencias sociales que tuvo 1793 para la revolución. Como hemos dicho, destacamos dos consecuencias de largo alcance: un modelo revolucionario que funciona a la perfección, el insurreccional espontaneísta que surge de la experiencia de la revolución burguesa y el recurso real a la transformación revolucionaria de la sociedad (que se observa por la multiplicación de las insurrecciones por toda Europa y América a partir de 1789). Con estos dos elementos empieza a actuar el proletariado una vez que se define económicamente como clase diferenciada de las demás. La simultaneidad los dos elementos que estamos describiendo permitía una formulación de revolución proletaria hija natural del modelo de revolución burgués que funcionaba hasta cierto punto: Cuando se dan las condiciones adecuadas, cuando aparece  un periodo de crisis, los elementos revolucionarios preparan una insurrección a la que se sumará la clase obrera que se ha ido entrenando para este asalto definitivo mediante sus reivindicaciones económicas. ¿Resulta familiar? Este es el programa revolucionario que a día de hoy comparten implícita o explícitamente desde los comunistas revisionistas amigos de la “acumulación de fuerzas” hasta los anarquistas insurreccionalistas y que ya fue criticado en su día:

Educados en la escuela de la conspiración y mantenidos en cohesión por la rígida disciplina que esta escuela supone, los blanquistas partían de la idea de que un grupo relativamente pequeño de hombres decididos y bien organizados estaría en condiciones no solo de adueñarse en un momento favorable del timón de estado, sino que, desplegando una acción enérgica e incansable, sería capaz de sostenerse hasta lograr arrastrar a la revolución a las masas del pueblo y congregarlas en torno a un puñado de caudillos.[4]

Si este modelo se ajustaba perfectamente a las revoluciones burguesas, para el proletariado apenas le servirá para tomar el poder pero no para conservarlo: la Comuna es el último ejemplo de una insurrección triunfante: las insurrecciones hermanas de ésta en Lyon, Narbona, Toulouse, Marsella, Saint-Etienne y Le Creusot son rápidamente aplastadas, como lo serán las insurrecciones de la revolución rusa de 1905, la Semana Trágica de Barcelona, la insurrección espartaquista en Berlín… la única excepción parece ser Octubre, que si bien es cierto que se guiaba por este concepción espontaneísta, triunfa en la medida que rompe dialécticamente con él, siendo reformulado principalmente por tres elementos:  el partido de nuevo tipo de Lenin, el papel de los Soviets como nuevo poder y la guerra civil[5].

Desde el MAI consideramos que  este paradigma fue necesario en su época, no podía ser de otra forma porque siendo coherentes con el materialismo histórico, la clase obrera del siglo XIX es hija de las condiciones sociales, políticas y culturales del siglo XIX. El deber de los revolucionarios es comprender estas experiencias y extraer lecciones, como hemos dicho antes, lo contrario es mantener en formol al marxismo en vez de nutrirlo con la realidad de la lucha de clases. Esta actitud que censuramos podría quedarse ahí, sin embargo, lo criminal es empeñarse en repetir los viejos esquemas que solo pueden terminar en derrota.

La relativa facilidad con que prendían las insurrecciones a la altura de 1871[6] explica en parte el éxito de la Comuna, y permitió solucionar hasta cierto punto las limitaciones que el paradigma insurreccional espontáneo planteaba para la revolución proletaria. A la altura del 1871 la revolución proletaria ya es posible porque esta clase está consolidada como clase en sí independiente de la iniciativa política de la burguesía, de hecho, la Comuna de París es la primera manifestación de esta clase como clase revolucionaria, es decir, con voluntad de llevar adelante su propia revolución.

Ésta es la importancia de la Comuna de París, clausura la revolución burguesa y pone al orden del día la revolución proletaria, es el punto en que enlazan históricamente las dos revoluciones y una prueba de ello es la cuestión del estado:

Si te fijas en el último capítulo de mi Dieciocho Brumario, verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla, y ésta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente. En esto, precisamente, consiste la tentativa de nuestros heroicos camaradas de París.[7]

 Como consecuencia del nuevo terreno que pisaban, la clase obrera no podía actuar con respecto al estado como lo había hecho la burguesía con el estado absolutista que heredó:

Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina (el Estado), en vez de destruirla. Los partidos que luchaban alternativamente por la dominación consideraban la toma de posesión de este inmenso edificio del Estado como el botín principal del vencedor.[8]

Sin embargo el proletariado por primera vez en el poder en el París de 1871 actuará de manera muy distinta de la burguesía  con respecto al estado: en lugar de reforzarlo se dedicará a destruirlo. Esta es una de las diferencias entre revolución burguesa y la proletaria. A esas diferencias, a ese contenido diferente de las dos revoluciones corresponderán, por tanto, modelos revolucionarios distintos. Veamos más de cerca algunas de esas diferencias que ya se apuntan el episodio de la Comuna.

 

Desarrollo de la comuna: vacío de poder y guerra nacional

Como se sabe, el Segundo Imperio (1851-1870) supuso un gran desarrollo económico:

… su régimen [el de Luis Napoleón] estimuló la especulación y las actividades industriales; en una palabra, el auge y el enriquecimiento de toda la burguesía en proporciones hasta entonces desconocidas.[9]

Sin embargo su propio desarrollo generó las causas de su caída:

Era imposible que subsistiese a la larga un Imperio francés dentro de las fronteras de la antigua monarquía, más aún, dentro de las fronteras todavía más amputadas de 1815. Esto implicaba la necesidad de guerras accidentales y de ensanchar las fronteras.[10]

La política exterior del Segundo Imperio se caracterizó por el aventurerismo como el de la intervención en Méjico que acabó en una humillante derrota a manos de los patriotas mejicanos o la intervención contra la República de Roma con la intención de restaurar al poder papal que había sido derrocado por una insurrección.

La última guerra de agresión del Segundo Imperio supuso su ruina. El objetivo era ensanchar las fronteras del imperio por el este a costa de Prusia, a la que no se consideraba un gran rival militar, sin embargo el Estado Prusiano demostró estar mucho mejor preparado para la guerra que el imperio en la victoria de Sedán con la captura del emperador y el asedio de París.

La crisis del imperio por la guerra se traduce en la proclamación de la III República el 4 de septiembre de 1870. Es interesante la descripción que hace un testigo de la proclamación de la república porque refleja una de las premisas creadas en 1793 y comentadas más arriba: el recurso a la revolución por parte de las masas:

Es [refiriéndose a la comisión de gobierno que nombran los antiguos diputados electos durante el Imperio por París para hacer frente al vacío de poder tras la desaparición de aquél] una comisión de gobierno nombrada por la asamblea; es la paz solicitada, aceptada a toda costa;  es, para colmo de las vergüenzas, la monarquía más o menos parlamentaria. Una nueva ola echa abajo las puertas [de la sala donde estaba reunida la comisión de gobierno], llena la sala, expulsa o anega lo diputados. Gambetta, lanzado a la tribuna, tiene que anunciar la destitución [de la comisión de gobierno]. El pueblo quiere aún más: ¡la república!, y se apodera de los diputados de la izquierda para ir a proclamarla al Hôtel de Ville.[11]

Aquí, las masas urbanas parisinas asaltan la reunión del gobierno efectivo de Francia, compuesto por los diputados electos del imperio, ante el doble temor de que este gobierno firme la paz con Prusia y que el nuevo gobierno adopte la forma de monarquía. Compárese este asalto con los acontecimientos del 15 de junio de 2011 en Barcelona[12] y se podrá comprobar la gran diferencia que hay en nuestra época en la movilización revolucionaria de masas. En el siglo XIX y buena parte del XX era relativamente fácil arrastrar a las masas a una acción revolucionaria que, al menos, tuviera consecuencias políticas, sin embargo lo sucedido en Barcelona, a pesar de haber nacido del más amplio movimiento de masas de los últimos años, solo fue capaz de movilizar a los sectores más decididos del movimiento, lo que restó bastantes fuerzas. Este hecho, lejos de imponer una imposibilidad de la revolución lastimero, plantea un problema inédito que los revolucionarios deben resolver ¿Cómo dar iniciativa revolucionaria a las masas? En el pasado esta iniciativa simplemente estaba ahí  o se daba por supuesta pero ahora debemos hacer frente a esta nueva situación y desde el MAI estamos convencidos que la solución a este problema pasa ineludiblemente por la reconstitución política e ideológica sobre los elementos de nueva planta que sancione el balance.

Volviendo a la Comuna, como se ve, las masas no se movilizan por ninguna cuestión económica como la carestía de la vida o las deudas de los alquileres sino que se movilizan por dos cosas: el patriotismo y a favor de la república, es decir, en base a cuestiones políticas. Sobre el patriotismo como factor de movilización Marx, consciente de que la crítica revolucionaria es indispensable para el desarrollo de la Revolución, ya advirtió al proletariado parisino poco después de la proclamación de la III república. Lección ésta que enseña que los revolucionarios no pueden conciliar nunca en su movimiento con la pequeña burguesía y han de señalar siempre y en todo momento, sin escudarse en la realpolitik, qué es práctica propia del proletariado revolucionario y que no. Y que "el momento" no justifica el desentendimiento respecto de los principios y tareas de la clase, ni las desviaciones propias o cometidas en solidaridad de tal o cual organización o movimiento, pues eso es oportunismo como venimos señalando sucesivamente desde el MAI :

Los obreros franceses deben cumplir con su deber de ciudadanos; pero, al mismo tiempo, no deben dejarse llevar por los recuerdos nacionales de 1792, como los campesinos franceses se dejaron engañar por los recuerdos nacionales del Primer Imperio.[13]

En cuanto a la reivindicación de la república, ésta era entendida por el proletariado como la única forma posible de estado en la que imponer sus intereses de clase revolucionaria, es decir, abolir el capitalismo, pero dado el grado de desarrollo político ideológico, nadie sabía cómo hacerlo:     

Gracias al desarrollo económico y político de Francia a partir de 1789, la situación en París desde hace cincuenta años ha sido tal que no podía estallar allí ninguna revolución que no asumiese un carácter proletario, es decir, sin que el proletariado, que había pagado la victoria con su sangre, presentase sus propias reivindicaciones después del triunfo conseguido. Estas reivindicaciones eran más o menos faltas de claridad y hasta del todo confusas, conforme al grado de desarrollo de los obreros de París en cada ocasión, pero, en último término, se reducían siempre a la eliminación del antagonismo de clase entre capitalistas y obreros. Claro está, nadie sabía cómo se podía conseguir esto. Pero la reivindicación misma, por vaga que fuese la manera de formularla, encerraba ya una amenaza al orden social existente; los obreros que la planteaban aún estaban armados; por eso, el desarme de los obreros era el primer mandamiento de los burgueses que se hallaban al timón del Estado.[14]

Es gracias a experiencias como la de la Comuna que la clase aprende. En la Comuna supimos que la dictadura del proletariado no puede ejercerse utilizando el viejo estado, pero para ello fue imprescindible el balance de la experiencia. Sigamos negándonos a hacer balance y dejemos muerto el desarrollo de nuestra ideología.

¿Qué pasó tras esta revolución que proclamó la República? A partir de este momento empiezan a conformarse dos poderes, o dos formas enfrentadas de entender la república: por un lado la burguesa y por otro la proletaria. Estas dos clases van a intentar imponer sus intereses, empezando por lo más apremiante dado el riesgo de crisis militar con el ejército prusiano asediando París. El nuevo gobierno republicano surgido el 4 de septiembre toma la forma de Gobierno de Defensa Nacional y en él Lissagaray ya nos da pistas sobre las dos tendencias antagónicas que se disputarán la nueva república:

Éste [el Hôtel de Ville] pertenecía ya al pueblo. En el patio de honor se disputaban el campo la bandera tricolor y la bandera roja, aplaudidas por unos y silbadas por otros.[15]

Sobre el general Trochu, que sería el presidente del gobierno:

Exigió que se le garantizase a Dios, y pidió la presidencia, se le pidió esto y lo demás.[16]

Y sobre los elementos de izquierda en el gobierno:

Cinco de estos doce hombres [los que formaban el Gobierno de Defensa Nacional] eran los que habían perdido la república del 48.[17]

De este modo tenemos que de la quiebra del Imperio aparece una república que alberga en su seno dos tendencias contrapuestas. ¿Cómo se desarrollan éstas hasta que se declaran la guerra civil?

De forma paralela a la proclamación de la república se había ido recomponiendo la Guardia Nacional (GN), organización armada de masas creada en la revolución del 1830 por la burguesía como milicia urbana. Inicialmente a la GN solo podían ingresar los votantes (recordemos que el sufragio censitario fue la norma hasta la revolución del 1848) que pudieran pagar su equipo militar. Esto había convertido a esta organización en cuerpo de policía burgués y su importancia había ido decayendo con el pasar de las décadas. Sin embargo, el peligro prusiano hizo renacer a esta organización en 1870, solo que ahora, en un París proletarizado, la GN se había convertido en un ejército proletario:

El 14, cuando Trochu pasaba revista a la guardia nacional, trescientos mil hombres escalonados en los bulevares, la plaza de la Concordia y los Campos Elíseos, prorrumpieron una aclamación inmensa, llevado a cabo un acto de fe análogo al de sus padres en la mañana de Valmy.[18]

La burguesía había movilizado una vez más a las masas bajo una de las pocas banderas que aún podía hacerlo: la nación en peligro, precisamente porque en 1793, a diferencia de hoy,  la nación era un elemento revolucionario. No olvidemos que es la burguesía quien históricamente crea naciones en su revolución, la defensa de la nación era uno de las pocas excusas que con las que la burguesía podía utilizar a la clase obrera:

Si, París se entregó sin reservas a esta izquierda, a la que había tenido que violentar para la revolución. Su impulso de voluntad no duró arriba de una hora. Una vez tirado por tierra el Imperio, creyó que todo había terminado y volvió a abdicar.[19]

Como se ve, la lucha de clases se impone, y aunque el pueblo sea capaz de derribar gobiernos, la burguesía maniobra y es capaz de reconducir la situación hacia sus intereses, en este caso, alcanzar la paz con Prusia (el 20 de septiembre se inician los contactos para establecer las condiciones de paz), pero intentando mantener una posición de fuerza, es para eso que necesita a los obreros movilizados bajo la idea de defender la nación en peligro.

Ya en la revolución de 1848 la participación del proletariado hace que aquélla se desborde más allá de lo deseable por la burguesía y ésta debe recurrir a una matanza de obreros para reprimir la insurrección de junio. En el París que va de la proclamación de la república a la  proclamación de la Comuna siete meses después, la burguesía intentará evitar que la situación la sobrepase intentando contener la movilización de masas que ella misma ha promovido para la defensa nacional, mientras al mismo tiempo prepara el armisticio con Prusia.

Esta tensión tiene uno de sus puntos álgidos en 31 de octubre, cuando la ciudad se entera de la capitulación de la fortaleza Metz, donde los restos del ejército francés llevaban asediados meses, de la pérdida de Le Bourget, un enclave al norte de París conquistado recientemente por las tropas de París y de la firma de un armisticio con Prusia. Esta triple noticia propicia una insurrección que logra capturar momentáneamente a los miembros del gobierno de defensa nacional en el Hôtel de Ville. Sin embargo, esta insurrección también acaba fracasando. 

El gobierno de defensa nacional continúa por un lado intentando apaciguar a las masas que desean defender París  y por otro sentar las bases de la paz con Prusia. A esta táctica responde la incursión suicida del 18 de enero en la que se utilizó a los mejores batallones de la GN con el objeto de desgastarlos. El malestar que provoca la política de defensa del gobierno y su voluntad de capitulación se traduce en una nueva insurrección el 22 de enero que tampoco triunfa. Cinco días después se firma la capitulación: el ejército prusiano ocupa los fuertes que defienden París y las unidades del ejército francés son desarmadas y hechas prisioneras. Sin embargo, la GN no es desarmada, lo que será de vital importancia para el éxito de la Comuna:

Pero París en armas era la revolución en armas. El triunfo de París sobre el agresor prusiano  hubiera sido el triunfo del obrero francés sobre el capitalista francés y sus parásitos dentro del estado. En este conflicto entre el deber nacional y el interés de clase, el gobierno de la defensa nacional no dudó en convertirse en un gobierno de traición nacional.[20]

El 8 de febrero se convocan elecciones para la asamblea nacional de la república. La mayoría elegida es monárquica, consecuencia del voto campesino. Al peligro reaccionario se suma a la humillación de la capitulación por el gobierno de defensa nacional, humillación ya de por si profundizada  al conocerse las condiciones preliminares: cesión de Alsacia y Lorena a Prusia y pago de una indemnización de guerra.

Desde este momento hasta la proclamación de la Comuna van madurando los organismos con que la clase obrera se dota inconscientemente y que le permitirán ejercer su dictadura. Son  estas organizaciones (GN y su Comité Central y  el Comité Central de los 20 distritos principalmente) las que permiten al proletariado parisino ir más allá del paradigma espontaneísta de las revoluciones burguesas y sus éxitos se explicaran en la medida que son capaces de romper con aquél. En esta maduración tiene importancia la Internacional, algunos de cuyos miembros formarán parte del Comité Central definitivo de la GN. Por otra parte, el estado burgués se está reconstituyendo mediante la asamblea de rurales de Burdeos y el gobierno que se instala en Versalles, sus prioridades para consolidarse son una paz a cualquier precio con Prusia y derrotar al proletariado parisino erigido mediante la Comuna en contrapoder. El triunfo revolucionario de la Comuna pasará por la imposición de su estado en formación sobre los organismos del estado burgués en París.  Veamos más de cerca este proceso y sus instrumentos.

El proletariado crea sus organizaciones revolucionarias

Como se ha dicho, la GN es un resto de la burguesía revolucionaria. El gobierno de defensa nacional la resucita al final de la guerra franco prusiana, ahora formada mayoritariamente por obreros. Ante el peligro reaccionario ya suficientemente claro bajo el gobierno de traición nacional  y la asamblea reaccionaria de Burdeos surgida de las elecciones de febrero, la GN se organiza federando sus batallones y dotándose de un Comité Central (CC), es decir se dota de sus propios organismos. El CC se forma el 24 de febrero mediante elección por 2000 delegados de 200 batallones y nombra una comisión para elaborar los estatutos de la federación.

Este CC se forma en medio de una agudización de la crisis: La asamblea de Burdeos había nombrado jefe de gobierno a Thiers y se preveía la entrada de los prusianos en París para el día 27 de febrero, tras el fin del armisticio que se extendía hasta el 26. Esta crisis provoca una de las premisas para que triunfe una revolución: el vacío de poder.  Se estaba intentando recomponer un estado francés desde la caída del Imperio y dado que el ejército estaba en descomposición, la única fuerza militar efectiva en París era la de la GN:

Y París sólo tenía ahora dos caminos; o rendir las armas, siguiendo las órdenes humillantes de los esclavistas de Burdeos y reconociendo que su revolución del 4 de septiembre no significaba más que un simple traspaso de poderes de Luis Bonaparte a sus rivales monárquicos, o seguir luchando como el campeón abnegado de Francia, cuya salvación de la ruina y cuya regeneración eran imposibles si no se derribaban revolucionariamente las condiciones políticas y sociales que habían engendrado el Segundo Imperio y que , bajo la égida protectora de éste, maduraron hasta la total putrefacción.[21]

El día 27 de febrero las tropas del gobierno se retiran sobre la orilla izquierda del Sena, para dejar paso al ejército prusiano, lo que supone profundizar el vacío de poder. Ese mismo día 40.000 hombres  armados de la GN esperan en los Campos Elíseos a los prusianos, que no aparecen, un bando anuncia que París será ocupado el 1 de marzo.

El 3 de marzo se presentan los estatutos de la federación de batallones de la GN, donde dice que

 los delegados [de los batallones] deberán prevenir todo intento que tenga por fin el derrumbamiento de la República.[22]

 Es decir, se dan a sí mismos la función de fuerza armada de la República. Tanto la asamblea de Burdeos como el CC hablan de la misma república, al menos nominalmente, pero ambos tienen en mente una idea diferente de república.

 Desde este momento el doble poder es evidente: El gobierno nombra general de la GN al monárquico D’ Aurelles en un intento de controlarla y es enviado a París. El CC rechaza este nombramiento y responde llamando a los ciudadanos a sus círculos de batallón y consejos de legión (órganos de la federación de batallones a nivel de batallón y de distrito respectivamente) para  que elijan a sus delegados para nombrar un CC definitivo que se constituirá el 15 de marzo[23].  El CC representa cada vez más claramente una amenaza para la burguesía en un momento en que ésta está pasando por un momento de debilidad  que le impide ejercer la represión:

Vinoy [general bonapartista] decía  como Vautrain, “detengamos al Comité Central” y nada parecía más fácil, ya que todos sus miembros inscribían sus señas en los pasquines. El propio Picard [ministro de interior] respondía “yo no tengo policía, deténgalos usted mismo”, Vinoy replicaba “eso no es de mi incumbencia”[24]

La GN es la organización militar del proletariado en medio de un vacío de poder provocado por la crisis. A la que se suma el Comité Central de los veinte distritos, surgido de los comités de vigilancia de cada distrito encargados de fiscalizar la actuación de los alcaldes y recibir reclamaciones[25].  La clase obrera ha conseguido crear sus propios organismos de forma espontánea, bajo cierto grado de influencia de las organizaciones obreras como la confederación de cámaras sindicales y la Internacional, en la medida en que los mecanismos de la vía revolucionaria espontánea todavía estaban vigentes,  ante los cuales muy pronto los comuneros comprobarán sus limitaciones. El gobierno buscaba el control de la GN con el nombramiento de D’Aurelles frente a lo cual la clase genera inconscientemente sus organismos, ante el intento de arrebatar los cañones de la GN por los versalleses, el CC responderá con la Comuna y ante la guerra que le declara Versalles, la Comuna responderá con la guerra. Todo esto muestra los  límites del espontaneísmo: estar a la merced de los acontecimientos y responder siempre a los golpes del enemigo, en vez de golpear primero. Ahora mismo, si el imperialismo es la era de la Revolución Proletaria, esta clase no puede guiarse por un modelo revolucionario que le impide la autonomía. Ésta es una de las lecciones importantes de la Comuna: el fin del modelo revolucionario espontaneísta frente a uno basado en la construcción consciente de las herramientas de la revolución, lo que coincide con el solapamiento histórico de revolución burguesa y la proletaria que se produce en la experiencia parisina. Después de la Comuna, cualquier revolución proletaria necesitará para triunfar un partido de nuevo tipo, que genere un ejército para atacar a la burguesía, crear vacios de poder e instalar su dictadura.  Frente a esto, el heroico proletariado parisino consiguió dotarse de una organización armada y una dirección que residía en el CC de la GN, maniobrando en medio de una crisis que ellos no habían creado. 

La toma efectiva del poder por el  proletariado mediante sus organizaciones (la GN y su CC) tiene lugar el 18 de marzo con el conocido episodio del intento de la toma de los cañones de la GN por el gobierno de Versalles. La agresión de Versalles comenzó hacia las 3 de la mañana y hacia las 11 ya ha sido completamente rechazada[26], sin embargo, los batallones de la GN se quedan estacionados en sus barrios y no toman el Hôtel de Ville y levantan la bandera roja hasta las 7 de la tarde[27]. A pesar de todo el fracaso de los versalleses y el enfrentamiento abierto con las masas parisinas suponen la declaración de la guerra civil y urgen al CC para que consolide su poder: los acontecimientos de 18 le empujan para que pase a dirigir el nuevo  estado.

A partir de ese momento el CC dirige París, pero se da la aparente paradoja que, tras acabar de inaugurar la primera Dictadura del Proletariado de la historia, la vieja concepción  burguésa  sigue planeando. En el esquema de las revoluciones burguesas, tras el éxito de la insurrección, el siguiente paso son unas elecciones para un parlamento. El CC tuvo todo el tiempo en mente que ellos eran los auténticos representantes de la república proclamada el 4 de septiembre y no el gobierno de Versalles, pero las herramientas políticas para ejercer su dominación de clase eran las que habían heredado de la burguesía, es decir, el parlamentarismo, como se deja ver en el pasquín que publica el CC el 19 de marzo:

Ciudadanos, el pueblo de París, tranquilo, impasible en su fuerza, ha esperado sin temor y sin provocación a los locos desvergonzados que querían tocar a la República. Que París y Francia juntas pongan las bases para una República aclamada con todas sus consecuencias, el único gobierno que cerrará para siempre la era de las invasiones y de las guerras civiles. Queda convocado el pueblo de París en sus secciones para hacer las elecciones comunales[28]

Si la Comuna es el gozne entre la revolución burguesa y la proletaria es porque, por primera vez en la historia, el impulso revolucionario burgués desplegado durante la primera mitad del siglo XIX es superado por la clase que la burguesía traía consigo: el proletariado. Esto se plasmara en la guerra civil entre los dos estados. 

Antes de eso, el CC tuvo que completar su victoria, en París quedaban representantes del viejo estado: los alcaldes de los 20 distritos en que se dividía administrativamente París y los diputados de la asamblea rural de Burdeos por el departamento de París (Sena).

El 20 de marzo los alcaldes reclaman el poder al CC, que se niega contando con el apoyo del CC de los 20 distritos y de la Internacional que le piden al CC que siga gobernando en el Hôtel deVille. El 21 los alcaldes publican un pasquín contra las elecciones que convoca el CC y se posiciona a favor de la asamblea de Burdeos. Finalmente, el 24 el CC manda ocupar las alcaldías de los distritos I y II, para lo que envían 2 delegados del CC, 600 hombres y dos cañones. El grupo de los alcaldes se desintegra, el 25 la mayoría se adhiere a la convocatoria de elecciones del 26 de marzo ante la inmensa fuerza que el CC había reunido. Tras la desaparición de los últimos representantes del viejo estado,  la clase obrera domina París:

Y, sin embargo, era ésta la primera revolución en que la clase obrera fue abiertamente reconocida como la única clase capaz de iniciativa social incluso por la gran masa de la clase media parisina –tenderos, artesanos, comerciantes—, con la sola excepción de los capitalistas ricos.[29]

Y aunque es la clase dominante, sabe atraerse a la pequeña burguesía, que se posiciona ante el doble poder:

Pero no fue éste el único motivo que les llevó a apretar sus filas en torno a la clase obrera. Sentían que había que escoger entre la Comuna y el Imperio, cualquiera que fuese el rótulo bajo el que éste resucitase[30].

La Comuna: entre 1793 y Octubre

Precisamente, esto ilustra uno de los mecanismos de la revolución proletaria que cada vez se ha manifestado con más claridad: la revolución proletaria, cuando ha llegado al grado de guerra civil consiste en el desarrollo de un doble poder, su dictadura contrapuesta a la de la burguesía, que acaba aplastando al estado reaccionario. El contrapoder revolucionario debe ser capaz de atraer aliados de otras clases, demostrándoles que el estado burgués es incapaz de dar respuesta a sus intereses. Esto se dio en la Comuna y por ello la pequeña burguesía parisina eligió la Comuna al Imperio.

Esta dualidad de poderes que se asoma en la Comuna, se verá más claramente en la Revolución Rusa de febrero a octubre:

¿En qué consiste esta dualidad de poderes? En que junto al Gobierno Provisional, junto al gobierno de la burguesía, se ha formado otro gobierno, débil aún, embrionario, pero existente sin duda alguna y en vías de desarrollo: los Soviets de diputados obreros y soldados […]Este poder es un poder del mismo tipo que la Comuna de París de 1871. Los rasgos fundamentales de este tipo de poder son 1) La fuente del poder no está en una ley, previamente discutida y aprobada por el Parlamento, sino en la iniciativa directa de las masa populares desde abajo y en cada lugar, en la “toma” directa del poder, para emplear el término en boga; 2) sustitución de la policía y del ejército, como instituciones apartadas del pueblo y contrapuestas a él, por armamento directo de todo el pueblo; con este poder guardan el orden público los mismos obreros y campesinos armadas, el mismo pueblo en armas; 3) los funcionarios y la burocracia son sustituidos también por el poder directo del pueblo o, al menos, sometidos a un control especial…[31] 

Lejos de ser una particularidad soviética, el doble poder y la creación de un nuevo estado contra el viejo estado son elementos que se han confirmado en las revoluciones proletarias del Ciclo de Octubre y que, como hemos visto, ya pueden adivinarse en la Comuna, sin que esto quite importancia a la originalidad de Octubre que, sin duda, supera la experiencia parisina.

En este episodio revolucionario que estamos tratando se da una mezcla de nuevos elementos que conviven con el viejo paradigma burgués. Como se ha visto, en medio de la crisis social por la caída del Imperio, la clase obrera se dota de su propia organización que le permite la autonomía suficiente para tomar y mantener el poder: el CC de la GN y el CC de los 20 distritos. La organización espontánea de la clase obrera parisina, que se había curtido en la lucha revolucionaria bajo el paradigma burgués, consigue lanzarse a la toma del poder como clase, en un primer momento sin salirse del marco democrático burgués:

Lo que somos, los acontecimientos lo han dicho; los ataque reiterado de una prensa hostil a la democracia nos lo han enseñado, y las amenazas del gobierno han venido a confirmarlo. Somos la barrera inexorable levantada contra todo intento de derrumbar la República[32].

Pero tras el 18 de marzo se va abriendo paso una concepción distinta, donde se nota el papel que miembros de la Internacional han ido jugando, que es fruto del nuevo terreno que están pisando los obreros parisinos en el poder:

Los proletarios de la capital, en medio de los desfallecimientos y de las traiciones de las clases gobernantes, han comprendido que había llegado para ellos la hora de salvar la situación, tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos. […] La burguesía, su hermana mayor [del proletariado], que realizó su emancipación hace más de tres cuartos de siglo, ¿no comprende que hoy le ha llegado la hora de la emancipación del proletariado? ¿Por qué persiste, pues, en negar al proletariado su parte legítima?[33]

En esta cita se aprecia como la clase obrera es consciente de que ha tomado el poder (“tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos”) como la burguesía ya hizo. Y reconoce en la “hermana mayor” burguesa la maternidad del modelo revolucionario del que el proletariado revolucionario se nutre.

¿Cómo es posible este solapamiento de revolución democrático-burguesa con la proletaria? Responde, en primer lugar a la movilización y armamento del proletariado parisino desde el respaldo radical a la revolución burguesa ante la traición nacional de la burguesía: la defensa intransigente del único elemento burgués todavía capaz de levantar a las masas: la guerra nacional[34] (el recurso a la revolución que comentamos al principio del artículo) y en segundo lugar, a que la crisis política que supone el derrumbe del II Imperio crea un vacío de poder que es aprovechado por el proletariado para tomar el poder tras dotarse de su propia organización.

En estos dos elementos se sintetizan los elementos ineludibles para la revolución: armamento de la clase, crisis política y vacío de poder y una clase revolucionaria dotada de su propia organización, es decir, el Partido Comunista (PC). Sin embargo, a día de hoy es imposible que estos elementos aparezcan como lo hicieron en la Comuna: en ésta el vacío de poder y el armamento de las masas no son fruto de la acción consciente del proletariado, sino que vienen dadas desde fuera y la organización de la clase tampoco es fruto de un plan consciente. Por ello decimos que la Comuna todavía está en parte bajo la influencia del modelo revolucionario burgués, no podía ser de otro modo, pero esta influencia es superada por la propia acción revolucionaria y abre las puertas a lo nuevo: la revolución proletaria

La situación histórica actual, con la perspectiva que nos da la experiencia histórica del Ciclo de Octubre nos permite empezar a ver el desarrollo histórico de los elementos novedosos de la Comuna. Dado que la burguesía deja de ser históricamente revolucionaria en el momento en que el capitalismo entra en la fase imperialista y se abre la era de la revolución proletaria, no cabe esperar que la clase obrera  sea movilizada y armada por otra clase que no sea ella misma: ahí es donde radica la importancia y el problema de la constitución o reconstitución del PC. Dado que el capitalismo está en estado de descomposición, la crisis social se hace permanente, por lo que no tiene sentido esperar a una crisis económica que atice a las masas hacia la política. Ahora mismo, en plena crisis económica, podemos comprobar lo erróneo de este planteamiento. En lugar de eso,  debe ser la propia acción del proletariado constituido en PC el que agudice la crisis mediante la GP, creando vacios de poder en los que instalar su nuevo poder.

Aquí cobra pleno sentido la famosa tesis de la Internacional “la emancipación del proletariado solo puede venir de manos del proletariado”, si en la Comuna esta clase todavía podía apoyarse hasta cierto punto en elementos heredados de la burguesía, a partir de entonces la independencia de ésta y su autonomía serán imprescindibles.

Desgraciadamente, la primera dictadura del proletariado solo pudo mantenerse en pie varios meses. Marx ya señaló algunos errores como la falta de decisión en el avance hacia Versalles o en la toma del banco de Francia. Cuando el gobierno de Versalles cuenta con el ejército suficiente se lanza contra París. La lucha heroica del proletariado parisino dará paso a una represión en grado desconocido, solo comparable con la amenaza que la Comuna ha supuesto para la burguesía. A los 13.700 procesados hay que sumar los 20.000 muertos en las calles, fruto de fusilamientos arbitrarios y de las famosas carnicerías con ametralladora en los muros del cementerio de Père Lachaise.

Sin embargo, estos hermanos que dieron su vida no lo hicieron en vano. La experiencia de la Comuna también fue una lucha interna entre las diferentes corrientes revolucionarias de la que salió reforzado el marxismo frente al blanquismo o el poudhonismo:

Esta escuela [la de Proudhon]  ha desaparecido hoy de los medios obreros franceses; en ellos, actualmente, la teoría de Marx predomina sin discusión, y no menos entre los “posibilistas” que entre los “marxistas”. Solo quedan proudhonianos en el campo de la burguesía radical. […]

Esto [la doctrina blanquista de la conspiración] llevaba consigo, sobre todo, la más rígida y dictatorial centralización de todos los poderes a manos del Nuevo gobierno revolucionario ¿Y qué hizo la Comuna, compuesta en su mayoría precisamente por blanquistas?  En todas las proclamas dirigidas alos franceses de las provincias, la Comuna les invita a crear una Federación libre de todas las comunas de Francia[35]

Por tanto, la Comuna significó la bancarrota de las ideas pequeñoburguesas radicales.  Además de esto, la derrota de la Comuna no supuso una desmoralización general del proletariado:

La burguesía estaba contenta “¡Ahora se ha acabado con el socialismo para siempre!”, decía su jefe, el sanguinario enano Thiers, cuando él y sus generales hubieron ahogado en sangre la sublevación del proletariado de París. A cabo de unos seis años de haber aplastado la Comuna, cuando muchos de sus defensores se hallaban aún en el presidio o en el exilio, inicióse en Francia un nuevo movimiento obrero. La nueva generación socialista, enriquecida con la experiencia de sus predecesores, cuya derrota no la había descorazonado en absoluto, recogió la bandera que habían soltado las manos de los defensores de la Comuna y la llevó con firmeza y audacia al grito de “¡Viva la revolución social! ¡Viva la Comuna!”[36]

Para la revolución no es indiferente ni siquiera la forma de la derrota. La Comuna sirvió para dar fuerzas a la generación posterior, a pesar de la inmensa represión y de la paz de los cementerios que supuso la victoria de Versalles. Compárese esta derrota con la de la Guerra Civil en el Estado Español, que supuso la postración del movimiento revolucionario más allá de la muerte de “nuestro” enano sanguinario y la desmoralización del proletariado, la memoria de cuyos mártires revolucionarios, presentados como defensores del orden constitucional burgués, ha sido pisoteada. Si la Comuna fue derrotada en su intento de asaltar los cielos,  cuando la clase obrera fue capaz de mantener una guerra civil revolucionaria, el caso del estado español, si bien el movimiento revolucionario fue aniquilado por medio del genocidio fascista, por otra parte la vanguardia había abandonado a las masas al pasar a defender la legalidad republicana burguesa. Al desenlace de la guerra, las masas quedaron desmoralizadas tanto por el terror fascista, pero también por una república que en esencia, era ajena a los problemas de los campesinos y obreros. Y esa desmoralización aún pesa hoy, porque desde los años treinta no ha habido un movimiento revolucionario de masas, sino movimientos de masas reivindicativos más o menos radicales e intentos de destacamentos de vanguardia por construir un movimiento revolucionario.

Más allá de esto, la derrota que significa para el marxismo el fin del Ciclo de Octubre tampoco se parece a la de la Comuna. A más de veinte años de la caída del muro, el movimiento revolucionario todavía no ha sido capaz de reponerse. La potencialidad revolucionaria del marxismo está fuera de toda duda: en estos veinte años no ha habido ninguna ideología, de entre las que se dicen revolucionarias, capaz de llegar donde llegó el marxismo durante el Ciclo, solo han aparecido viejas ideologías que intentan hacerse pasar por nuevas: el llamado Socialismo del siglo XXI no es más que el  viejo nacionalismo populista de Perón, la “antiglobalización” no deja de ser una corriente heterogénea de diversas ideologías incompatibles que no ha sido capaz de elaborar una alternativa al capitalismo, por no hablar de las ideologías que representan reivindicaciones parciales como el ecologismo que se ha traducido en “compra productos verdes” y el feminismo que ha conseguido atar a la mujer al trabajo asalariado además de a la casa.

Entonces, si estos últimos años no hs surgido ningún movimiento político capaz de superar los logros revolucionarios del movimiento comunista ¿Cómo se explica la inactividad de este más allá de las decididas Guerras Populares en países concretos? Como decimos, para los comunistas no debe ser indiferente la forma del fracaso. El fin del Ciclo, la derrota del marxismo, ha llevado a una desmoralización que solo puede tener respuesta si somos capaces de comprender la situación actual. El fin del Primer Gran Ciclo de la Revolución Proletaria Mundial, dado lo novedoso históricamente de la situación, plantea problemas inéditos a los que solo podremos dar respuesta con un balance de la propia experiencia revolucionaria, balance que, como hemos visto, no es algo ajeno al marxismo.

 

Movimiento Anti_Imperialista
Diciembre 2011


Notas

[1] MARX, K. y ENGELS, F.: Obras Escogidas Ed. AkaI, Madrid, 1975. Tomo I.

[2] MARX ; ENGELS : O.E. Tomo I pág. 108

[3] MARX ; ENGELS : O.E. Tomo I. (la negrita es nuestra)

[4] MARX ; ENGELS : O.E. Tomo I.

[5] Para un estudio sobre la Revolución de Octubre desde esta perspectiva, recomendamos la lectura de Octubre: lo viejo y lo nuevo en el número 20 de El Martinete.

[6] En París entre la insurrección del 4 de septiembre del 1870 que proclama la III República y el 18 de marzo de 1871 con la proclamación de la Comuna tienen lugar otras dos insurrecciones, la del 31 de octubre y la del 22 de enero.

[7] MARX, Carlos: Cartas a Krugelmann, ed. Avanzar. Buenos Aires 1969

[8] MARX; ENGELS: O.E. Tomo I.

[9] Ibid.

[10] Ibid.

[11] LISSAGARAY,P.O.: Historia de la Comuna. Editorial Laia, Barcelona 1975.

[12] Ese día els indignats intentaron impedir pacíficamente la entrada de sus miembros al parlament, acción ampliamente censurada por medios de comunicación y partidos políticos.

[13] MARX ; ENGELS : O.E. Tomo I

[14] MARX ; ENGELS : O.E. Tomo I.(La negrita es nuestra)

[15] LISSAGARAY,P.O.: Op. Cit.

[16] Ibidem.

[17] Ibidem.

[18] Ibidem.

[19] Ibidem.

[20] MARX ; ENGELS : O.E. Tomo I

[21] Ibidem.

[22] Cfr. LISSAGARAY, P.O.: Op. Cit. Pág. 140

[23] Ibidem. Pág. 148

[24] Ibidem.

[25] Ibidem.Pp. 87-88

[26] Ibidem. Pág. 158

[27] Ibidem. Pág. 162

[28] Declaración del CC del 19 de marzo. Cfr. LISSAGARAY, P.O. Op.Cit.

[29] MARX ; ENGELS : O.E. Tomo I

[30] Ibidem.(La negrita es nuestra)

[31] LENIN; Obras Completas, tomo 24 pp. 19-20 Editorial Progreso, Moscú. (Cursivas en el original)

[32] Informe del CC de la GN del 10 de marzo Cfr. LISSAGARAY: Op. Cit.

[33] Artículo de Moreau, Rogeard y Longlet en Le journal officiel de la Republique Française del 21 de marzo de 1871 Cfr. LISSAGARAY : Op.Cit.

[34] En el siglo XIX la construcción nacional fue uno de los elementos del programa revolucionario de la burguesía: se construían naciones en las que desarrollar un mercado interior homogéneo en contraposición a los estados absolutistas infestados de aduanas interiores, diversidad de idiomas, reglamentaciones que limitaban la circulación de productos. El nacionalismo fue una ideología que rompía con el feudalismo lo que quedó grabado en el proletariado en formación que trajo detrás la burguesía. Sin embargo hoy es un error considerar que el nacionalismo, aún el de nación oprimida, pueda aportar algo al proletariado revolucionario, como ya viene siendo advertido desde los manifiestos de la Internacional escritos por Marx a los trabajadores sobre la guerra franco prusiana. Por supuesto que esto no significa que el MAI esté en contra del derecho a la autodeterminación de todas las naciones.

[35] MARX ; ENGELS : O.E. Tomo I

[36] LENIN: O.E., tomo 17, p. 115