EN AUSENCIA DE REFERENTE REVOLUCIONARIO:
SOBRE LA INEXORABLE ASIMILACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS ESPONTÁNEOS DE LAS MASAS POR LA BURGUESÍA
Crisis, crisis, en todos los
lugares, desde la Europa imperialista hasta el Oriente Próximo se habla de la
crisis económica, y con ésta, vino irremediablemente el resurgir del movimiento
de masas. Desde Grecia hasta Londres, las banlieus, el 15-M, la Primavera
Árabe, el mundo se agita como no se había visto desde hacía mucho tiempo, la
agobiante estabilidad que hace unos pocos años parecía que había condenado a la
historia a un punto muerto, se nos presenta ahora como algo del pasado; y como
de este pasado, al igual que el resurgir del fénix, hoy vuelve a estar a la
orden del día, junto a los problemas triviales que ocupan diariamente a las
masas, la necesidad de cambio (evolución dicen algunos), la necesidad de
revolución. Pero junto a esta reedición del agitar espontáneo de masas, se nos
vuelven a presentar a los comunistas, no tanto como el fénix, sino como el
fantasma de las navidades pasadas, la necesidad de dirección del movimiento de
masas, y es que como ya sentenciaba
Lenin en su ¿Qué hacer?: sin teoría
revolucionaria, no puede haber movimiento revolucionario. Y es aquí donde el
marxismo se nos vuelve a presentar como la juventud del mundo, pues si la
vanguardia revolucionaria desatiende las tareas que permitan al comunismo
volver a convertirse en referente revolucionario, el común denominador de todo
movimiento de masas será su inexorable reconducción y asimilación por la
burguesía.
Crisis de Estado y elecciones:
No hubo sorpresas. La aplastante victoria electoral del
PP, anunciada con meses de antelación, se consumó el 20-N. No obstante, como se
han apresurado a remarcar los plumíferos social-liberales, esta contundente victoria
del PP no ha sido tanto el fruto de una subida en votos, que justificara la
expresión de ola azul, sino de la
debacle del PSOE, no menos espectacular e importante por más previsible que
fuera. Nuevamente se pone de manifiesto el creciente agotamiento del modelo
parlamentario establecido hace más de tres décadas. De nuevo, las masas no han
votado una alternativa ilusionante, sino que se han limitado al
castigo del gobierno de turno (del mismo modo que en el anterior cambio de
ejecutivo, en 2004, votaron más bien en
contra de quienes estaban en
Sin embargo, la debacle del PSOE en
el marco de la aguda crisis financiera que atraviesa
El Estado español es un buen ejemplo
de este proceso general. La crisis del PSOE no es otra cosa que la crisis de
ese modelo de estructuración económica y política del sistema capitalista, pues
no en vano, el PSOE ha representado a los sectores más dinámicos de la
burguesía imperialista española, a la vez que expresaba el vínculo de éstos con
la principal base sociológica del Estado imperialista, la aristocracia obrera.
Tanto la actuación tragicómica de CC.OO. y UGT durante esta última legislatura,
como la sangría de casi 5 millones de votos que ha sufrido el PSOE, muestran a
las claras ese vínculo y el papel fundamental de los “socialistas” como
auténtico partido de Estado, así como
su aguda crisis actual.
Queda despejar la incógnita de hasta
qué punto se van a resarcir los sectores sociales representados por el PP (y
que son, dentro de la burguesía, el sector que más ha notado las consecuencias
de la crisis, en el ladrillo y el
sector financiero de las cajas de ahorro, por ejemplo) sobre el cuerpo
agonizante e inerme de la aristocracia obrera. Desde el punto de vista de la
estabilidad a medio plazo del Estado burgués, los antecedentes no pueden ser
sino inquietantes, pues durante el aznarismo no se dudó en cuestionar
unilateralmente todo el entramado político y las reglas de juego que las
diferentes fracciones de la burguesía se habían dado en 1978 (en ese entonces a
costa de las burguesías nacionales periféricas, aunque la victoria del PSOE en
2004 restauró su posición). No obstante, parece que Rajoy no se ha rodeado en
su ejecutivo de los halcones más duros y reaccionarios, a lo Aguirre, por lo
que, aunque indudablemente, como muestra la composición del ejecutivo, el
castigo sobre la aristocracia obrera será muy duro (pero, como lleva mostrando
el PSOE desde mayo de 2010, ésa es la política estructural establecida para
todo el bloque imperialista europeo), no está tan claro si volverá a plantear
la ruptura del juego consensuado con las otras fracciones burguesas (el otro
sector monopolista y las burguesías medias nacionales, principalmente).
La pérdida de legitimidad de las
instituciones representativas y de los sindicatos, y su inoperancia para
afrontar la ofensiva del capital financiero, han provocado el inquieto
movimiento de los sectores medios (aristocracia obrera y pequeña burguesía) en
trance de proletarizarse –no son, como ya hemos señalado en otras ocasiones,
las masas hondas y profundas de nuestra clase las que protagonizan el 15-M,
pues para estos sectores permanentemente deprimidos en su vivir cotidiano, la
diferencia entre periodos de crisis y de bonanza económica es puramente
académica. Está por ver hasta qué punto los organismos tradicionales de la
aristocracia obrera, los sindicatos y la izquierda parlamentaria (o con pretensiones de parlamento), podrán
insuflarse nuevas fuerzas con este movimiento, aunque las maniobras de IU-PCE
van en esta dirección (su programa ya se ha vuelto abiertamente conservador: restaurar el esquema de los años dorados). No obstante, a pesar del
entusiasmo de los peceros por sus
resultados electorales, lo cierto es que han quedado muy lejos de la época de
Anguita, aún cuando el actual contexto se presentaba a priori más prometedor para ellos.
Lo cierto es que nos hallamos en
medio de una importante crisis política. Como decimos, la falta de legitimidad
creciente de las instituciones representativas y el hecho de que la izquierda
institucional sea incapaz de capitalizar el creciente descontento de la
aristocracia obrera, en medio del inicio de un ciclo ascendente de luchas
espontáneas de las masas, son algunos de sus síntomas. Poco se puede decir de
estas luchas, salvo que están condenadas al agotamiento o a ser reconducidas a
la reforma del Estado burgués si la vanguardia proletaria no reconstituye el
referente de
A conformar esta amenaza no
contribuye, más bien la dificulta, la política de algunos destacamentos de la
vanguardia autodenominada comunista, que insisten en la participación
electoral, independientemente de esas circunstancias
concretas de las que tanto gustan cuando se trata de combatir los principios
del comunismo. Y es que de nuevo, tanto dan los años de bonanza económica o los
de crisis política o social, la receta concreta
resulta ser siempre la misma: la presentación a las elecciones, aún sin
posibilidad real de obtener ningún representante. De nuevo a los que se les
llena la boca con la calle y el trabajo de masas, vuelven a ignorar la
voz que se oye en esas calles, cuestionando espontáneamente esas instituciones
a las que dan aire con su participación y desde la que, en su propaganda
electoral, se les promete nada menos que todo.
Pero en fin, las más que sobradas y justas razones para el boicot ya las hemos
expuesto en numerosas ocasiones, incluida la última cita electoral, por lo que
no insistiremos en ello.
Pero ya que de elecciones se trata,
nos tendremos que fijar en los resultados de esta tendencia, para ver cómo se
refleja el trabajo de masas en apoyo
electoral a los comunistas. Y si ésa
es la consideración, como suelen señalar los abogados de la participación
electoral, los resultados no pueden ser más desconsoladores. En este contexto
de crisis y ofensiva del capital financiero sobre el proletariado y la
aristocracia obrera, siendo el PCPE la mayor organización del abigarrado espectro
comunista a la izquierda del PCE, los votos para la candidatura comunista han sido de algo más de
26.000, unos pocos miles más que en las anteriores elecciones generales. Aún
concediéndoles unos cuantos miles de votos más, ya que debido a la nueva
reforma del sistema electoral, para hacerlo aún menos democrático, el PCPE se
presentaba por el 80% del censo, es un crecimiento porcentual menor que el de
IU-PCE. Y precisamente ese crecimiento de IU-PCE tan por debajo de su techo en
este contexto es una de las razones de peso que se pueden esgrimir para señalar
la agudeza de la crisis política, que aún en el creciente desgaste y crisis de
las fuerzas tradicionales y del sistema de representación, la izquierda
parlamentaria y extraparlamentaria no haya conseguido aglutinar una masa de
votos cercana a sus mejores momentos (y hay que decir que el PCPE se encuentra
porcentualmente mucho más lejos de su techo electoral, en 1989, que IU-PCE del
suyo).
Es interesante que estos resultados
se hayan producido a pesar de situarse en medio de un proceso de unidad (absorción por el PCPE, más bien)
con otros destacamentos (JCA, UP, UJC-M) iniciado ya, lo que le ha reforzado
orgánicamente. Por cierto que nos parece natural y positivo este proceso, pues
la pluralidad de organizaciones no tiene justificación en la similitud de la
línea política y el estilo de trabajo revisionistas que comparte gran parte de
ese sector del movimiento en el Estado español. El PCPE es la organización
paradigmática en cuanto a implementación de la línea
economicista-parlamentaria, combinada con una retórica y estética ortodoxa, por lo que está bien que el
terreno se vaya clarificando y se reduzca la inflación de siglas que realmente
no tienen expresión en líneas ideológicas y políticas sustancialmente
diferentes.
Así pues, desde el punto de vista de
las elecciones como barómetro del estado de ánimo de las masas (para medir el
cual no es necesaria la participación de los comunistas), los resultados nos
muestran la creciente desafección hacia el sistema tal y como está hoy
establecido por un importante sector de éstas. Nos señala también el divorcio
entre la fracción de la burguesía imperialista representada por el PSOE y la
aristocracia obrera, vínculo que garantizaba la estabilidad social a largo
plazo, con la consecuente crisis política (queda por ver cómo intentará recomponer
el PSOE ese vínculo, con todas las cortapisas que en este sentido se están
imponiendo desde Berlín al conjunto de
Precisamente, que el PCPE apenas se
haya aprovechado de este fenómeno, animado por el único movimiento de masas que
existe ahora en el conjunto del Estado, es un claro indicativo de la nula
capacidad referencial del revisionismo y del escaso eco de su pretendido trabajo de masas. Así pues, crisis del
fundamento estructural del capitalismo monopolista de Estado, tal y como estaba
configurado hasta ahora, que es el que vinculaba en cogestión y beneficio a
burguesía imperialista y aristocracia obrera, crisis de legitimidad de las
instituciones representativas, incapacidad de la izquierda institucional para
encauzar ese malestar, y absoluta carencia de influencia del revisionismo entre
esas masas.
Nuevamente la crisis pone de
manifiesto el profundo estado de postración de nuestro movimiento, la
incapacidad de ser referente de las masas. Poco puede esperar el proyecto de la
revolución proletaria de esta crisis económica y política, pues la tarea
previa, constituirse como un sujeto político con entidad propia está por hacer.
De hecho, esa reconstitución pasa inevitablemente por derrotar las concepciones
hegemónicas del revisionismo, que queman a los cuadros vocacionales del
comunismo en un supuesto trabajo de masas
que se muestra estéril año tras año, desviándolos de las necesarias tareas que
hoy se enmarcan en el plano de la vanguardia y de reconstitución de la teoría
revolucionaria como referente de avanzada de la sociedad.
Unos apuntes sobre el MLNV: ETA, del reformismo armado
al reformismo parlamentario.
Junto con el análisis de los resultados electorales de
los comunistas parlamentarios, es interesante señalar la vuelta de la
Izquierda Abertzale al parlamento. La
llegada de Amaiur al parlamento estatal viene a encumbrar la línea política del
MLNV en la última década. Con la “Alternativa KAS” el MLNV pretendió acumular
fuerzas a través de la lucha armada para negociar políticamente. ETA debía
garantizar la fortaleza del MLNV como interlocutor ante los Estados francés y
español en un proceso en que éstos debían reconocer la existencia de Euskal
Herria y por tanto su derecho a la autodeterminación sin injerencias. La
Alternativa KAS se ahogó en las Conversaciones de Argel y en la primera mitad
de los 90 el MLNV realizó su “reordenamiento táctico-estratégico” en torno a la
“Alternativa Democrática” donde se elaboró una hoja de ruta en que la izquierda
abertzale debía trabajar por la “construcción nacional permanente” en un estilo
de trabajo similar al de la socialdemocracia: trabajo sindical, educativo,
cultural, parlamentario… cuyo máximo exponente y en donde debía converger todo
esto era Udalbiltza, el agente político proyectado por los cargos
institucionales abertzales como validos de la nación vasca ante Francia y
España. La negociación “de tú a tú”, al no plantearse la cuestión de ETA,
seguía siendo el horizonte, conquistándose ahora posiciones a través de las
luchas económicas del pueblo vasco,
concepto que pasaba como un rodillo por encima del acuñado anteriormente por el
MLNV, a saber, el de pueblo trabajador vasco como justificante “marxista” de la
circunscripción chovinista de las luchas abertzales que se impuso frente a la
línea más internacionalista en los debates en torno a los que pivotó el MLNV en
los años 60-70.
A todo esto el Estado español, sin abandonar los
ataques contra el MLNV desde las cloacas de la democracia parlamentaria, dio
otra vuelta de tuerca a su legislación creando a inicios de este siglo la Ley
de Partidos ahogando así la estrategia de la Alternativa Democrática que se
nutría en gran medida de la representación abertzale en las instituciones
burguesas. El MLNV volvió a reordenarse y parió la propuesta de Anoeta para “llevar
el conflicto de las calles a la mesa de negociación”. De esto en 2004 al cese
de la lucha armada quedaban ya unos pasos. La represión en Euskal Herria no
cesó, por el contrario, el Estado siguió sus envestidas ilegalizando cualquier
formación de la Izquierda Abertzale, salvo las que renegasen de la política por otros medios. No obstante la construcción nacional del MLNV
seguía adelante, y como no podía hacerse fuera de las instituciones la IA
preparó el terreno para que las distintas corrientes abertzales que gestionaban
el Estado convergiesen en un Frente Nacional o Unidad Popular: Eusko
Alkartasuna, aliada del PNV; y algunas escisiones de la propia IA y de la
federación vasca de Izquierda Unida. Esto salió del proceso de debate en la IA
“Zutik Euskal Herria”. Sus documentos señalaron que la Izquierda Abertzale
debía ser la vanguardia de la paz (de la paz imperialista) y la normalización
(la normalización imperialista) en Euskal Herria sin esperar al resto de
“agentes sociales”. ¿Qué pasó? Pues que el “resto de agentes sociales” son la
burguesía monopolista española así como la gran burguesía nacional vasca. Y la
pequeña burguesía radical vasca (desprovista de fuerzas reales cara a la negociación
por el aislamiento de ETA, como garante
del respeto de las decisiones de Euskal Herria, con respecto a las masas) se ha
estrellado con la realidad que no es otra cosa que el Estado español como
órgano de opresión contra el pueblo vasco y como organismo imbricador de
relaciones entre las clases dominantes. En este sentido ETA se ha aislado por
no poder romper esa correlación de fuerzas que se representan en el Estado
español, por los golpes que el Estado le ha asestado y, en otro orden, por su
concepción pequeñoburguesa de la lucha de clases en donde un destacamento de la
vanguardia (nacional, que no de clase) ejerce la lucha armada como garante de
un proceso político en donde participa la vanguardia “institucional”, es decir,
por la conformación de un movimiento reformista que unifica a destacamentos con
diversas labores pero que no tienen por objetivo ni unirse a las masas para
elevarlas ni destruir el viejo aparato del Estado, tareas que sólo puede
acometer el proletariado revolucionario reconstituido en Partido.
Así,
la IA se ha visto necesitada de conciliar con todo esto, con el marco de
relaciones sociales existente, que en la cuestión vasca no se ha movido con
respecto a los años de la transición.
Ha tenido que prescindir de la lucha armada, para integrarse en el Estado
burgués español, en las relaciones democráticas con la burguesía vasca y
española a través de la Unidad Popular que
es principalmente, un frente electoral para gestionar la dictadura del capital.
Y esto no debe sorprender pues la vocación de la Izquierda Abertzale, y de todo
programa pequeñoburgués, como el que tiene por bandera el MLNV, ha sido siempre
sentarse ante el Estado para negociar. Es lo mismo que plantea el foquismo
inconcluso de las FARC-EP en Colombia, luchar contra el Estado para obligarlo a
negociar. O lo que han hecho los revisionistas de Nepal que desarrollaron la
Guerra Popular no para destruir el viejo Estado sino para tener la fuerza
suficiente en la mesa de negociación con el resto de partidos de la burguesía nepalí.
Y aunque ambos desenlaces, el vasco y el asiático, se encuadran en el final de
un Ciclo, el de Octubre, claro está, no
tiene el mismo calado histórico para la Revolución Proletaria Mundial la
integración en el Estado burgués de un grupo nacionalista que la sumisión ante
el capital de uno de los destacamentos que representaba la avanzada del
Movimiento Comunista Internacional. Y para esto no vale escudarse en teorías
conspiranoicas, siempre ajenas al marxismo. Esto ha de ser analizado y
explicado por los comunistas a través del Balance del Ciclo que propone el MAI.
Siguiendo con nuestros abertzales, al ser derrotados
se han tenido que sentar a ver que les concede el Estado, renegando de ETA,
mendigando al enemigo victorioso la reconciliación como acto de “valentía” y
esperando gestos de bondad parlamentaria de quienes hasta hace poco les
torturaban y que no han dudado en negarles injustamente el grupo parlamentario
en Madrid demostrando que en la lucha de clases el más fuerte es el que marca
las reglas a seguir y el único que goza del banquete
de la victoria.
En medio de esta batalla en que el proletariado no se
jugaba nada no podemos olvidar a los “comunistas abertzales”, una amplia
amalgama de corrientes en donde se juntaban, sin revolverse, socialdemócratas
como el EHK, trotskistas variados y revisionistas ortodoxos. Los dos primeros siguen a pies juntillas la
deriva abertzale mientras los últimos se han quedado prácticamente solos en su
llamamiento a mantener en alto la bandera de la lucha armada. Y quizás por ello
estos son, sin quererlo, los mejores representantes de la tragedia que supone para el
proletariado diluir sus intereses y su independencia como clase en un
movimiento que le es ajeno por contenido, en él no va a encontrar la solución a
la reconstitución ideológica y política del comunismo, y que no puede
encabezar, precisamente porque no existe partido de nuevo tipo. Nota deberían
tomar los que plantean para el conjunto del Estado español la revolución desde
los, para colmo, inexistentes frentes interclasistas obreros y populares.
Crisis europea y reorganización imperialista.
Después de los puntos anteriores,
donde hemos hecho un breve repaso político en el ámbito estatal, nos disponemos
a reseñar una serie de cuestiones sobre la crisis y sus consecuencias en el
contexto internacional.
Es conocido por todos que frente a
las diferentes posturas defendidas por los diversos sectores de la burguesía,
desde los que defienden una crisis de tipo financiero hasta los revisionistas
que buscan un reparto equitativo en la distribución de las consecuencias de la
crisis, todos tienen en común su afán por echar balones fuera buscando
cualquier tipo de chivo expiatorio, que permita liberar de cualquier culpa al
verdadero responsable: el sistema capitalista.
Nos encontramos, como define Marx en
El capital, ante una crisis cíclica
de superproducción, cuyas características principales son: por un lado, la
tendencia de la producción capitalista a la caída de la tasa de ganancia,
después de un periodo de bonanza económica, basado en la saturación de
determinadas ramas de la producción y que afectó al sistema financiero que
apoyó con sus créditos ese período de expansión; y por otro lado, el colapso de
los instrumentos de compensación que pretende amortiguar esa caída de las
inversiones.
A la hora de abordar el problema de crisis, se sigue
un esquema clásico de superación de la crisis, podemos enumerar entre otros: el
frenazo del crédito, paralización de la producción, aumento del ejército de
reserva, disminución de los medios de vida de la clase obrera y aumento de la
explotación de aquellos, que aún no han pasado a formar parte del ejército de
reserva, mediante la compensación de la disminución de la tasa de ganancia con
el aumento de la plusvalía... En el plano internacional aumenta la explotación
de los países oprimidos (sobreexplotación de su clase obrera y de sus recursos
naturales).
En este contexto, los capitalista individuales maniobran, de éstos, los más débiles tratan de paliar la crisis sin sucumbir y ser absorbidos por los más poderosos, los cuales pretenden concentrar en sus manos mayor cuota de mercado a costa de los menos poderosos. En el mismo sentido, los distintos países también maniobran tratando de obtener las mejores condiciones para sus capitalistas. En esta situación nos encontramos con distintos niveles entre los países imperialistas y también entre aquellos que pugnan por serlo como las llamadas potencias emergentes: China, Brasil, Rusia e India fundamentalmente.
Dentro de los países o bloques imperialistas nos encontramos con aquellos que se encuentran en claro declive con una potencia industrial en franco retroceso, como es el caso de EE. UU. y Gran Bretaña. En estos países imperialistas, por la situación de su clase obrera, ya bastante explotada y con pocas posibilidades de sobreexplotación, con un “estado del bienestar” ya muy adelgazado, y una aristocracia obrera poco poderosa, la superación de la crisis pasa por la sobreexplotación de sus semicolonias o la consecución de nuevas de las que obtener plusvalías. Esta situación les aboca a embarcarse en guerras imperialistas de rapiña para tener mayor parte del pastel de las naciones oprimidas, principalmente para obtener las del bloque imperialista derrotado: el soviético. Claros ejemplos de ello son la sucesión de guerras en las que estos países se han involucrado, con la necesidad, dada su paulatina debilidad, de aliarse con otros países imperialistas para llevarlas a cabo. Irak, Afganistán y Libia dan buena cuenta de ello, a lo que tendremos que sumarle, desgraciadamente, futuras intervenciones imperialistas. La reconstrucción de lo destruido siempre es un buen negocio, a no ser que puedan evitar la guerra, en cuyo caso, lo hacen mediante el cambio de la fracción de clase explotadora en el poder, lo que les garantiza una redistribución de los benéficos entre la nueva fracción de la clase en el poder y su propia clase capitalista.
Por otro lado, las potencias que poseen una aristocracia obrera de cierta relevancia, observado en un mayor estado de bienestar, han conservado cierto margen para aumentar la explotación de su clase obrera. Esto les ayuda a poder permitirse un mayor colchón para reestructurarse a través de eliminar conquistas sociales, lo que significa una bajada de los costos de producción, y así aumentar la productividad de su clase obrera, y como consecuencia de ello, la competitividad industrial frente a sus rivales. Esta circunstancia se da sobre todo en la UE y en Japón.
En el contexto europeo, existe colusión y pugna entre los
distintos países que la forman. Se reproduce el esquema clásico para superar
las crisis capitalista: aquellos países con un capitalismo más desarrollado
(Alemania y Francia fundamentalmente), tratan de “engullir” a los más débiles
(Grecia, Irlanda, etc.). La estrategia de éstos consiste en “convertirlos en
semicolonias” sirviéndose de múltiples mecanismos, donde el más significativo
quizás sea el de la deuda soberana. El ejemplo paradigmático de ésta es que,
mediante el crédito de los países fuertes a través de sus bancos, los países
débiles han financiado grandes infraestructuras no productivas (juegos
olímpicos, etc.) que fundamentalmente han realizado empresas de nacionalidad
alemana y francesa. Cuando no se puede pagar el crédito (ejemplo de la
hipoteca), la banca se queda con el país (casa). Y para evitar que otras
potencias emergentes dentro de la UE participen del pastel, se aumenta la
capitalización bancaria.
Tras
la primavera árabe los imperialistas hacen su agosto
El que acabamos
de describir es el juego del imperialismo europeo con los países amigos pero para los que forman parte
del eje del mal hay otra receta. Como decíamos más arriba, una
de las vías de contrarrestar la crisis por las potencias imperialistas en
decadencia ha sido la captura de nuevas semicolonias. Estas se encuentran en la
antigua área de influencia del socialimperialismo y por ello ha sido
imprescindible romper el estado: fue el caso de Irak y el de Libia. Veamos cómo
están evolucionando las cosas en el segundo.
Lenin decía que
en los momentos de auge revolucionario el tiempo parecía acelerarse de tal modo
que un día equivalía a años de periodos de calma. El caso de la “primavera
árabe” es parecido, pues los cambios políticos se han sucedido a gran
velocidad, pero ahora, nueve mese después podemos empezar a valorar el alcance
y el significado de lo que está ocurriendo en el norte de África y Siria.
Lo primero que
podemos constatar, aunque ya lo sospechábamos, es que las llamadas revoluciones
árabes no son más que reestructuraciones de estos estados: Ni ha habido ni va a
haber transformaciones revolucionarias en estas sociedades, sino modificaciones
en la facción de la burguesía que dirige los estados, como veremos más abajo
con el ejemplo libio. La forma en que están teniendo lugar estas reestructuraciones se explica por el
profundo malestar de las masas que, a falta de un sujeto revolucionario capaz
de darles una respuesta efectiva , es aprovechado por una facción de la burguesía
compradora tras neutralizar a la burguesía
nacional cuyos intereses vienen siendo defendidos por el islamismo.
Otro elemento
que llama la atención son los dos modelos en que se están produciendo estas
reestructuraciones. Tenemos por un lado un modelo basado en el pacto de la
facción dirigente con la nueva tras un periodo de movilizaciones de las masas,
el modelo de Egipto y Túnez. Este modelo pacífico se ha dado hasta la fecha en
estados que estuvieron bajo la influencia
del bloque imperialista occidental durante la Guerra Fría y quizá por ello no
fuese necesaria una intervención abierta del imperialismo para defender sus
propios intereses en estos países.
Frente a este
modelo pacífico tenemos el modelo de guerra civil que ha tenido lugar en Libia
y que parece ser el camino hacia el que se dirige Siria. En estos estados,
aunque forman parte de la cadena imperialista, el control político por parte
del imperialismo es más débil y por ellos éste se muestra más interesado en su
reestructuración, aunque sea a costa de una intervención militar directa como
ha sucedido en Libia, o mediante presiones económicas a cargo de la ONU. La
explicación de la deriva en guerra civil puede encontrarse en el hecho de que
estos países estuvieron bajo la órbita del socialimperialismo durante la Guerra
Fría y el imperialismo por un lado tendría menos capacidad de influencia
diplomática sobre los gobiernos y por otro estaría más interesado en una guerra
que barriese las estructuras política de estos estado y pasar a controlar desde
el principio la edificación del nuevo estado.
Esto último
parece comprobarse en los jefes del CNT libio, donde abundan los casos de
cuadros educados en EE.UU. Veámoslo más de cerca.
En los puestos
importantes del CNT encontramos una mezcla de antiguos miembros de la Yamahiriya Árabe, “exiliados” e
islamistas enemigos a muerte de Gadafi. En primer lugar, tenemos a un
concienciado defensor de los derechos humanos del pueblo y muy crítico con la
política gadafista en este tema… ¡desde dentro del propio estado libio! Mustafá Abdel Jalil, presidente del
CNT, ha aparecido en los medios como tal ya desde sus tiempos de simple juez en
1978. El caso es que su compromiso con las libertades
democráticas le valió el ascenso dentro de las estructuras políticas
libias: en 2002 fue nombrado presidente de la corte de apelación y en 2007
ministro de justicia. Si hacemos caso a la descripción que aparece en los
medios y a su carrera política, parece que el estado libio se dedicaba a
promover en cargos de primera línea a ciudadanos críticos con el régimen.
Frente al
comprometido Abdel Jalil nos encontramos con Abdurrahim al-Keib el actual
interino desde el 31 de octubre por 26 votos de 51. Antes de sumarse a la
revuelta fue profesor de ingeniería eléctrica en la Universidad de Alabama
(EE.UU.) y en el Instituto del petróleo en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos),
además de tener negocios privados[1]. En su
formación cuenta con un máster y un doctorado por la Universidad de California
(EE.UU.). Su perfil es el de un tecnócrata perfectamente capaz de “entenderse”
con los organismos internacionales que jugarán un papel fundamental en la
reconstrucción de Libia como el FMI, UE y gobiernos de países imperialistas.
El antecesor
del al-Keib en el cargo, Mahmoud Jibril también
resulta un personaje interesante, hace un año era ministro de Gadafi y en 2009 ocupó la presidencia del despacho
de desarrollo económico nacional, organismo del antiguo estado libio para
conseguir inversión extranjera en Libia. Todo esto lo convirtió en la marioneta
ideal del imperialismo: en un cable de 2009, filtrado por Wikileaks, el
embajador norteamericano en Libia, Gene Cretz definía a Jibril como un
interlocutor serio que “entendía” la perspectiva de EE.UU.[2] Sin embargo,
la prometedora carrera de Jibril en la “nueva Libia” ha encontrado un escollo,
pues tuvo que abandonar su cargo ante los recelos del sector islamista en el
CNT.
Precisamente,
uno de los principales representantes de este sector es Abdel Hakim Belhaj Comandante de las fuerzas rebeldes en Trípoli
(Comité Militar de Trípoli). Nació en 1966 y estudió ingeniería civil en la
universidad de al-Fateh. A finales de los 90 fundó en Libia el Grupo de Combate
Islámico Libio que desarrolló cierta actividad armada en el este libio hasta
que fueron desarticulados en el 98, tras lo cual huyó a Afganistán. Tras la
caída del estado islámico la CIA lo detuvo en Tailandia en 2004 y fue entregado
por la agencia al gobierno de Gadafi que lo recluyó hasta 2010. Belhaj
representa a la burguesía nacional islamista cuyos intereses están en
contradicción con el imperialismo y la burguesía burocrática que
representarían Jibril y al-Keib, sin
embargo, esta burguesía nacional islámica ha quedado huérfana de modelo
político tras la caída de ese estado islamista feudal que era el estado
talibán. Por tanto, su única opción para esta clase parece ser la búsqueda de
un acomodo en la nueva Libia en colusión con la burguesía burocrática. Esta
solución a la contradicción burguesía burocrática-burguesía nacional es
inviable a largo plazo, pero políticamente es posible dado el giro conciliador
que ha dado el islamismo que representaba a la burguesía nacional en países
como Egipto o Marruecos, donde los Hermanos Musulmanes y Justicia y Desarrollo
son favoritos o han ganado las elecciones respectivamente.
El desafío y
alternativa política que pretendía ser el denominado “fundamentalismo islámico”
para el capitalismo a principios de siglo no ha podido resistir la ofensiva
militar y política de este. Aunque es un referente político importantísimo
especialmente en los países musulmanes,
su proyecto político de independencia nacional de occidente (casos del
Afganistán talibán o del actual Irán) solo puede ser una forma más de opresión
clasista totalmente incapaz de romper la
cadena imperialista. Por ello su única opción real es integrarse como país
dependiente del imperialismo, como ha sucedido con Irak una vez pacificado o en
el Irán dependiente de las exportaciones de crudo y a la merced de las
“sanciones de la comunidad internacional”.
Ésta parece ser
la vía que se abre en Libia, una más estrecha integración en el sistema
imperialista como país dependiente, que es el objetivo de la reestructuración
que está experimentando. Para ello la vía parece ser el fortalecimiento de los
representantes de la burguesía compradora con figuras como al-Keib y Abdel
Jalil mientras se aplaca a la burguesía nacional colocando a islamistas moderados en el gobierno como Beljah. Para esta clase la
única salida inmediata parece ser la colusión con la burguesía compradora,
pues, como se ha dicho antes, carece de programa político propio. Esto no es
patrimonio exclusivo de la burguesía nacional libia, porque en la época del imperialismo esta clase es
incapaz de elevar un proyecto político consistente, como demuestran cada día
proyectos tan dispares como el estado islámico o el Socialismo del Siglo XXI
que no han evitado la explotación imperialista.
Lo que está
pasando en Libia, Túnez y Egipto no es más que la profundización de explotación
de estos países por el imperialismo, que es el único que puede aprovechar los
cambios políticos en estos países. Por otra parte es el correlato a la
profundización de la crisis general del capitalismo que se llama imperialismo,
éste es el telón de fondo que puede explicar la geoestrategia y la política
internacional de las potencias imperialistas. Cuando los mass media nos hablan de “revolución democrática” solo cabe pensar
en el estrechamiento de la opresión mediante el desarrollo del capitalismo
burocrático en los países dependientes.
Diciembre 2011
[1]
http://www.bbc.co.uk/news/world-africa-15552501
(Consulta 1/12/2011)
[2]
http://www.bbc.co.uk/news/world-africa-14896059
(Consulta 1/12/2011)