El Martinete - Número 20

Septiembre de 2007

 
La ignorancia es atrevida
 

 

Compañero Miguel:

En respuesta a su último comentario-contestación, O MAI e sua forma de entender a loita de linhas e seu leninismo a carta , publicado en su blog durante el mes de octubre del pasado año, hemos de decirle que puede mantener su alegría inicial, pues nuestra disconformidad con su actitud y con sus inconsistentes planteamientos no sólo se mantiene sino que se acrecienta. A nosotros, por el contrario, esta disconformidad no nos alegra, sino que nos disgusta profundamente, a pesar de lo cual nos brinda la ocasión para combatir una peligrosa tendencia que se extiende por la corriente maoísta del movimiento comunista. Es gracias a esta posibilidad de transformar en útil lo inútil que nos decidimos a responderle. Si su primer comentario, O MAI e seus ataques dende a “esquerda” a Revolución no Nepal , por lacónico y flojo en argumentaciones y contenidos revolucionarios –aunque repleto de indicadores del más pueril y superficial oportunismo revisionista–, carecía por completo de valor positivo y utilidad alguna, incluso para los indiscutidos por usted dirigentes del PCN(m), este segundo comentario suyo se pasa de lleno al campo de la contrarrevolución, rebasando ampliamente por la derecha al propio PCN(m). No nos alegramos en absoluto de que su testarudez en un seguidismo ciego y carente de todo argumento le haga expresar cosas que, si se hubiera detenido a investigar un poco, ni tan siquiera se le hubiesen ocurrido como malos chistes.

El comunismo y su ideología entraron en crisis ya hace muchos decenios y ello llevó al desastre que causó la derrota y fin del primer ciclo revolucionario. El revisionismo vence, simple y llanamente, porque su contrario, el marxismo-leninismo, es más débil. Y dentro de este marxismo-leninismo están contenidas todas las corrientes, incluido el maoísmo, que también será derrotado, a pesar de sus valientes intentos por reactivar la ideología proletaria en lucha continuada con la línea burguesa. La confusión es grande y desgraciadamente aún perdura cuando algunos pretenden salvar alguna de esas corrientes de la quema sufrida, encubriendo su parte de responsabilidad bajo el sofisma de unos supuestos e inevitables errores, que no serían más que circunstanciales, menores, pocos y pasajeros. ¡Pues vaya errores, que arrastran a la derrota a toda la línea revolucionaria y provocan el colapso completo del movimiento comunista, disgregándolo y barriéndolo prácticamente de las vanguardias que hoy día pasan por transformadoras y antisistema! Verdaderamente abstracto es este recurso a los errores, nunca definidos cabalmente y, sin embargo, de una entidad que los aciertos no pudieron contrarrestar, hasta situar a la mayoría de lo que queda del movimiento comunista en el actual estado de debilidad y postración, estado que no podrá ser nunca superado por el innegable esfuerzo de atrincheramiento resistencial de escasísimos agrupamientos comunistas que, en ningún caso, consiguen frenar la tendencia a la descomposición generalizada que aún predomina en nuestras filas y uno de cuyos exponentes más osados pretende usted representar.

Empirismo y verdad

Pero confrontemos sus afirmaciones con la realidad, la cual no se conoce adecuadamente sólo con la experimentación, sino que además es imprescindible, para obtener un buen conocimiento, realizar la correspondiente reflexión a través del análisis y del estudio, porque si algo enseña la ciencia es que no siempre todo lo que uno cree ver o incluso percibe y vive es lo que parece. Y aprovechamos esto para denunciar resueltamente la afirmación, empleada desde antaño como recurso generalizado por parte del revisionismo, de que sólo quien participa personalmente en un asunto o acontecimiento está en condiciones de conocerlo o de emitir algún juicio sobre él, o, lo que es lo mismo, que sólo se puede conocer un hecho si se está en contacto directo con él. Si con algo rompe la ciencia es precisamente con esta aseveración. No es precisamente una excepción en la evolución del pensamiento científico de la humanidad el que ésta descubriese que era la Tierra y no el Sol la que giraba, sin para ello haberse levantado ni un palmo del suelo para estudiar el comportamiento de ambos astros. Es más, la obra de nuestros tan renombrados y recurridos clásicos prolifera en análisis con voluntad intervencionista en terrenos en los que nunca han realizado experimentación directa alguna. Valgan algunos ejemplos para ilustrarlo e inducirle a reflexionar sobre su concepción materialista vulgar de la realidad. Para redactar la obra cumbre del marxismo, El Capital , Marx no tuvo necesidad alguna de pisar una fábrica, como tampoco le hizo falta viajar a Rusia para escribir sobre el porvenir de la comuna rural rusa; tampoco Engels necesitó pasar por ningún laboratorio para escribir sobre diferentes disciplinas científicas, ni por las aulas de ninguna facultad de Filosofía para defender la dialéctica frente a Dühring, ni viajar a España para escribir sobre el periodo revolucionario de los setenta del XIX; tampoco Lenin dirigió jamás una sola huelga ni realizó ningún trabajo sindical y ello probablemente le garantizó poder dirigir con éxito la primera gran revolución obrera de la historia. No, querido compañero, que usted no se atreva a investigar lo que no vive en el terreno no significa que no pueda hacerse. Usted está instalado en el engaño permanente que le proporciona la altanería de su ignorancia.

Usted parece carecer por completo de voluntad para profundizar en los temas tratados desde que se sintió con la necesidad de rechazar vacuamente el Dossier sobre Nepal del MAI. Quizá piense que no le hace falta y de ello deduce que al movimiento tampoco le es necesario. Por eso se emplea a fondo en la manipulación de esquematismos simplistas entre izquierdas y derechas del movimiento comunista. Un movimiento que está aún por definir, aclarar y perfilar, esto es, por reconstituir. Un movimiento del que, según su esquemática interpretación, usted se sitúa en el centro, que sería el lugar del maoísmo como tercera y superior etapa. Y para ello basa su argumentación en una sucesión interminable de epítetos descalificativos y de algún que otro hecho o acontecimiento que saca intencionadamente de contexto, fuera del análisis concreto que tanto pregona (tomando prestada dicha idea de Lenin, en un muy suyo y ya característico alarde intelectualoide de empleador de citas, las cuales usa según le conviene, unas veces sí, otras veces no), pero siempre negándonos el derecho de saber en qué explicaciones apuntala su desprecio por quien usted mismo ha escogido como interlocutor, o sea a nosotros. Quizá haya leído algo de los que llama grandes del marxismo , pero su exposición extremadamente vaga y superficial delata un comportamiento de haragán, resalta una falta de estudio elevada y una bien arraigada incapacidad para aprehender el ABC del marxismo. Pero, como nosotros guardamos más respeto por usted que usted mismo, le vamos a seguir aportando demostraciones para que, al menos, pueda incorporar algo a su vacío cerebro, ya que usted enseñarnos no quiere o, lo que es más grave, no puede. Los epítetos que resuman su posicionamiento los dejamos para el final. Quizá entonces se vea reflejado más en ellos que en la propia autocomplacencia de realizar un blog que no aporta nada en absoluto a la causa si no es porque en él se puede dirimir una mínima parte de la lucha de dos líneas a la que debe encomendarse el movimiento comunista.

Por un lado, primero pretende una incursión en la teoría a la que, al serle completamente ajena, patea sin consideración y sin apercibirse de ello, mostrando al movimiento entero que la acreditada como tercera y superior etapa es defendida por usted sin tan siquiera conocerla, maltratando aún más el intento más firme y audaz de enderezar la situación del marxismo-leninismo en la segunda mitad del ciclo revolucionario, que es, precisamente, lo que ha hecho grande al maoísmo.

Posteriormente, por otro lado, al querer saltar a lo concreto sin tener una base teórica en la que apoyar sus afirmaciones, huérfanas éstas de toda investigación y análisis, se estrella contra su propia concreción al afirmar todo lo contrario de lo que en realidad usted pretende, que es defender acríticamente la deriva revisionista del PCN(m), haciéndola pasar por análisis concreto de la realidad concreta con la única ayuda de la supuesta objetividad argumental que otorgaría el aceptar que quien no está viviendo el proceso no puede opinar sobre él. Con ello da por sentado que quien vive los acontecimientos diarios y en directo es el único que puede emprender el camino correcto. ¡Cuánta experiencia vivida y cuánto fracaso continuado atesora nuestro movimiento! Nosotros afirmamos, con el camarada Mao, que la línea correcta es la garantía del éxito revolucionario y en ella la ideología y la política son imprescindibles para que la táctica sea revolucionaria y no ciega.

La traición del PCN(m)

Perú primero, y Nepal ahora, son la prueba de que sin cumplir los requisitos necesarios para la Reconstitución ideológica y política del comunismo, ninguna corriente sobreviviente del primer ciclo revolucionario está en condiciones de tirar del carro del resurgimiento del movimiento comunista. La tercera y superior etapa debe de demostrarse en la práctica, y esta supuesta etapa que representa el maoísmo equipara sus éxitos iniciales con otros tantos fracasos que, no por negados o desconocidos, han sido de mayor entidad que los aciertos para terminar también a su vez en el cajón de los grandes reveses y derrotas del proletariado. Si el PCP se estrelló en la entrada a las ciudades siguiendo una línea puramente maoísta, el PCN(m) se ha estrellado en el mismo lugar y, para sobrevivir a la derrota, ha decidido entregarse, como usted mismo reconoce con el ejemplo al que ha recurrido - por otra parte, ya históricamente empleado repetidamente por el revisionismo para apuntalar virajes letales, manipulando así citas de uno de los grandes del marxismo - . Usted viene a hacer lo mismo cuando saca del baúl de la historia, creyendo que le encaja a la perfección, el acuerdo de paz de Brest-Litovsk y, sin darse cuenta, nos da la razón y demuestra que carece de toda formación marxista y que adolece de una mentalidad completamente antidialéctica. En Brest, efectivamente, se paga un precio. Ante la invasión imperialista, la revolución bolchevique cede terreno para poder enfrentar la contrarrevolución y sobrevivir, esto es, para conservar la revolución y su programa. En este sentido, el ejemplo está bien traído porque en Nepal también se paga un precio para sobrevivir. Pero, si bien esta posición del partido bolchevique para salvar la revolución es correcta, en Nepal, por el contrario, los maoístas pagan un precio para que lo que sobreviva sea el propio partido, cediendo a cambio la revolución y su programa. Al estrellarse en las ciudades, como ellos mismos reconocen, y, por consiguiente, no poder tomar el poder efectivo del país, el PCN(m) establece una alianza con la burguesía urbana y deja en segundo plano la alianza con el campesinado, que es la que le da el carácter a la revolución como de nueva democracia. Ésta es pues sustituida por la revolución burguesa. Este es el precio que los maoístas nepalíes han decidido pagar para sobrevivir. Esta acción no es correcta porque el precio que se paga es de principios, se entrega la revolución entregando la iniciativa política y el programa. Es puro oportunismo . Se asume la dirección de la burguesía nacional y su programa democrático burgués. Y es que, además y como venimos exponiendo en nuestros anteriores artículos, es de esta manera como lo explican ellos mismos en sus documentos internos y en sus boletines de prensa que, contrariamente a lo que usted afirma - parece mentira lo que la ceguera doctrinal le hace decir - , siempre son expresión de sus posicionamientos teóricos y políticos. O es que quiere hacernos creer que la agitación y propaganda comunistas expresan una línea opuesta o, cuanto menos, sin sintonía con el plan de la revolución y los análisis teóricos que lo fundamentan. Esto no lo ha aprendido usted de ningún grande del marxismo , seguro.

Sin embargo, puestos a encontrar hechos de entidad equivalente a la de los referidos en Nepal, le proponemos los momentos posteriores a la revolución burguesa de febrero del 17 y a las llamadas Tesis de abril propuestas por Lenin para derrocar al gobierno provisional y dar paso a la revolución socialista en medio mismo de la guerra mundial. En este caso, el Partido bolchevique toma la iniciativa y lleva adelante su programa, pasando a la ofensiva frente a todas las voces conciliadoras que se levantaban incluso en el propio partido, y que empleaban, al igual que hace ahora el PCN(m) y usted con él, la desfavorable situación internacional para encubrir un posicionamiento capitulacionista frente a la burguesía, cediendo a las consignas de proseguir la guerra imperialista.

Es usted quien debe aplicarse lo de investigar con rigor y humildad y bajarse de su pedestal de sofista huero. Sea dialéctico, pues la dialéctica se ejerce, no se proclama. Piense un poco lo que dice y en las consecuencias de lo que dice. Aporte algún argumento y no acontecimientos manoseados y frases hechas que, de tanto repetirse, ya no significan nada por sí solas, sino que demasiadas veces sirven, ya desde antaño, para lo contrario de para lo que en su día originalmente fueron acuñadas.

El empirismo liquida el comunismo

Sigamos con lo concreto. Afirmar que “é responsabilidade dos revolucionarios que están no terreno os que teñen que resolvelas, pos son eles os que manexan os datos directos” , si que es manifestación del más burdo de los eclecticismos - insistiendo en el despropósito al subrayar la base más material de todas, la tierra firme - y de una gravedad tal, que no nos privamos de volver a insistir en ello porque es empirismo en su expresión más vulgar y elemental. Es la forma más tosca de renegar del marxismo revolucionario y abrazar el oportunismo de corte sindicalista. Esta es una cuestión de capital importancia porque marca la división en el movimiento comunista que da lugar a las dos líneas en lucha, la que busca abrir la perspectiva de un nuevo ciclo revolucionario y la que se refugia en recetas ya fracasadas de periodos de gloria caducados. Usted, además, demuestra que no sabe por dónde se anda cuando escribe. Escribir, precisamente, es la actividad que permite tiempo para reflexionar sobre lo que se ha de decir, pero que usted desaprovecha frívolamente. Asusta pensar en oírle hablar espontáneamente con el caos mental que muestra tener. Usted, esperemos que sin darse cuenta, acaba de enterrar, en nombre de sus dioses - porque aunque coincidan al nombrarlos con los clásicos del marxismo-leninismo está claro que no se refiere a ellos - , toda la experiencia de la Internacional Comunista y ha hecho innecesario su reconstitución futura y, con ello, ha cerrado la puerta a la Revolución Proletaria Mundial y, por consiguiente, está negando la posibilidad y expresando su negativa a luchar por la revolución social, por el comunismo. ¿Usted no entiende por qué le decimos esto? Se lo explicamos, no se apure. La revolución mundial, según el marxismo-leninismo, no según el marxismo-leninismo-maoísmo revisado que corona su caótico altar, es un proceso dirigido por el partido único del proletariado mundial porque representa a una clase mundial contra el imperialismo capitalista mundial. Ésta fue la razón por la que en la época del imperialismo se constituyó la Internacional Comunista, con secciones nacionales dependientes del Comité Ejecutivo Central de la Internacional y sujetas a las decisiones de sus Congresos. Ejecutiva de la Internacional que intervenía en los procesos de creación de los distintos partidos como secciones, que decidía sobre quién era comunista y quién no, y bendecía o modificaba tácticas y estrategias en todos los procesos y polémicas en que se desenvolvía cada uno de sus destacamentos nacionales. Ya sólo por esto se sitúa usted mismo en el otro lado de la barricada, pues no otra cosa implica negar la posibilidad de crítica, opinión y sobre todo de intervención de los comunistas más allá de fronteras que han sido establecidas por la burguesía para, precisamente, mantener la división artificial del proletariado mundial. Y, muy señor nuestro, si los partidos maoístas de la India y de Nepal, como afirman en el comunicado conjunto que usted publica, corroboran su opinión de que los asuntos de fronteras para adentro son sólo de interés exclusivo de los propios partidos, están incurriendo, como mínimo, en su mismo error, mostrando a todo el movimiento comunista su desacuerdo fundamental, puesto que lo que les une es de mucha menor entidad que lo que les aleja y, para evitar enfrentamientos, sólo tratan asuntos generales sobre los que comparten opinión, separadamente de la táctica concreta, como si ambos no tuvieran relación, asuntos donde el acuerdo es obvio, relegando la entidad de los desacuerdos de fondo y escamoteándolos a las masas, lo que contribuirá claramente a que se acrecienten. Este proceder muestra que las diferencias son tales que sólo se hacen públicas las coincidencias sobre la táctica concreta, dejando para la élite dirigente las desavenencias entre las cúpulas, emulando el proceder de la política burguesa. No es este el camino de la reconstitución de la Internacional y es buena prueba de que el MRI no está siendo útil en esta tarea. Este desacuerdo general de fondo entre ambos partidos representa la subyacente lucha entre las dos líneas y nos da pie a enlazar con otra coz que usted arrea a su bienamado maoísmo.

Antagonismo y contradicción

El concepto de lucha entre las dos líneas es, como bien define usted, la lucha entre las dos líneas antagónicas, la línea revolucionaria y la línea capitalista, y también se da en el seno del partido comunista. Pero ahí termina la coincidencia con nosotros y con Mao. No es sólo que la lucha de dos líneas pueda darse también en el seno del partido, sino que la lucha entre ambas líneas se da siempre en el partido, pues las contradicciones de clase de la sociedad se ven reflejadas a todos los niveles en su seno. Esta posición, profundamente dialéctica, es la de Mao y también la nuestra. La lucha siempre existe aunque no se manifieste abierta y escandalosamente. Si la lucha está latente, no es visible y el partido se manifiesta públicamente bajo el aspecto de una unidad inquebrantable, es sinónimo de que la línea burguesa, que por otra parte sigue bien anclada en la sociedad aunque el proletariado revolucionario haya tomado el poder, se está extendiendo y fortaleciendo en el partido y en el Estado, ocultándose tras la bandera roja y propagando ideología burguesa en nombre de la bandera roja. Esto es precisamente lo que consigue desenmascarar la Gran Revolución Cultural Proletaria, la línea burguesa emboscada en el interior del partido a todos los niveles, desde la dirección a la última área de influencia de la célula local o de trabajo. Los maoístas desataron la primera de lo que deberían de haber sido sucesivas revoluciones culturales, porque durante toda la fase de transición al comunismo las clases y la lucha de clases permanecen y se intensifican si se avanza en la construcción del socialismo y, por el contrario, decrece y se mitiga si, como ocurrió en la URSS, se dan por extinguidas las clases y en buena lógica la lucha entre ellas. Mao vio este peligro claramente y por ello teorizó y puso en marcha la revolución cultural en base al desarrollo de la lucha entre las dos líneas, para enfrentar los todavía dominantes conceptos e ideas de la vieja sociedad entre las masas y su expresión en los partidarios de la vía capitalista, que seguían el modelo soviético en el partido y el Estado. La lucha de líneas representa siempre una lucha entre posicionamientos antagónicos y, como tal, es a muerte. No se puede confundir o equiparar contradicción con desacuerdo. Debemos hablar con propiedad. Una contradicción, en dialéctica, es antagónica siempre, pues implica la existencia de dos oponentes que se enfrentan, y es ese enfrentamiento el que hace la unidad y da entidad y razón de ser a la contradicción. Esta unidad existe mientras existe contradicción, y esta contradicción sólo puede desaparecer desarrollándose hasta sus últimas consecuencias, esto es, desarrollando la lucha entre ambos contrarios, lo que llevará a la desaparición futura –en el caso de las contradicciones sociales– de explotadores y de explotados, de capitalistas y proletarios. Sin lucha no hay unidad y sin unidad no hay lucha. Para que exista la unidad es imprescindible la lucha. La unidad del partido sólo puede basarse en mantener vivas la vigilancia revolucionaria y la lucha de dos líneas. De otra manera, la unidad será falsa, burguesa.

Por otra parte, compañero Miguel, debería usted estudiar de nuevo, más profundamente, el concepto de contradicción en el seno del pueblo de Mao. Para Mao, el pueblo es un concepto cambiante que engloba a los aliados de distintas clases que apoyan el camino revolucionario, del cual se van desgajando elementos y sectores de clase a medida que la Dictadura del Proletariado va avanzando. Nosotros pensamos que, entre las masas como en el partido, las contradicciones son, en última instancia, de naturaleza antagónica. No se puede, por lo tanto, reducir el problema a una cuestión de desacuerdos o errores. El oportunismo no es un error, como usted afirma, es un comportamiento que expresa en lo concreto un sustrato ideológico revisionista y liquidador. La lucha de dos líneas recorre por completo toda la sociedad, se expresa de diferentes maneras e intensidades y es antagónica. En los debates dentro del movimiento comunista no hay dos líneas correctas. O una es la correcta o lo es la otra, o no lo es ninguna, con lo cual el movimiento comunista habrá dejado de existir. Si una línea es la correcta, es la línea roja, la otra es la línea burguesa, la línea negra. La línea correcta, la revolucionaria, sólo puede avanzar en lucha continuada con la línea burguesa.

En el problema del tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, Mao pone el peso de su análisis en los métodos necesarios para impedir el aislamiento de la vanguardia proletaria de las masas y de sus aliados de otras clases y para asegurar la dirección del Partido Comunista. Por esta razón, hace hincapié en la diferencia entre contradicciones en el seno del pueblo y contradicciones con el enemigo. El problema aparece cuando se trata de generalizar esta diferenciación y del plano político es proyectada tanto al plano social (al terreno de la teoría del materialismo histórico) como al filosófico (al ámbito de las categorías del materialismo dialéctico). Por eso, es importante ser cautos en el uso de conceptos y categorías cuando son extraídos de sus contextos con voluntad generalizadora. De otro modo, sólo se demuestra un comportamiento superficial, la falta de rigor científico y la total ausencia de espíritu crítico, en beneficio, al parecer, de una supuesta mayor eficiencia en la respuesta, que se ofrece de manera rápida y sencilla. Pero, con frecuencia, esto conduce a errores de apreciación de profundo calado ideológico, como le estamos demostrando una y otra vez.

Uno de los errores del movimiento comunista internacional, que recogió también Mao, fue el de universalizar los conceptos de contradicción con el enemigo y de contradicción en el seno del pueblo a través de las categorías filosóficas, respectivamente, de contradicción antagónica y contradicción no antagónica . Desde nuestro punto de vista, por el contrario, en dialéctica no existen tales categorías. Esa diferenciación en la naturaleza de las contradicciones no aparece en Marx ni en Engels, ni por supuesto en Hegel. Su origen está en una glosa marginal de Lenin a un libro de Bujarin, pero el jefe bolchevique nunca desarrolló teóricamente esa idea. Fue el partido bolchevique quien, con posterioridad a su muerte, la recuperaría con el fin de fundamentar ideológicamente la paz social y el fin de la lucha de clases en la URSS que decretaría la Constitución de 1936. Del partido bolchevique pasó a la Internacional y de aquí al Partido Comunista Chino. En 1935, Mao ya la había incorporado a su texto Sobre la contradicción . El problema de la dicotomía contradicción antagónica-contradicción no antagónica reside en la cuestión de la violencia como método de solución de las contradicciones sociales. La preocupación por esta cuestión está en el trasfondo del texto de Mao de 1956. Y ha sido la lectura unilateral del mismo y del pensamiento de Mao en su conjunto lo que ha agravado el problema. Para nosotros, el tratamiento correcto de las contradicciones sociales puede abordarse mejor desde la diferenciación, que forma parte del núcleo del pensamiento de Mao, entre contradicción principal y contradicciones secundarias. El campo de aplicación de estas categorías es exactamente el mismo que el de la supuesta distinción entre contradicciones antagónicas y no antagónicas, y su convivencia supuso y supone todavía no sólo la perjudicial inflación conceptual en la dialéctica marxista, sino sobre todo la introducción en ella de elementos de origen burgués que la contaminan. Así pues, y con su permiso, preferimos aplicar en este asunto la navaja de Ockham y simplificar el complejo categorial del pensamiento dialéctico marxista para aplicar a los problemas sociales sólo los conceptos de contradicción principal y de contradicción secundaria , desechando los de contradicción antagónica y no antagónica.

En estos términos, las contradicciones sociales son siempre de naturaleza antagónica, es decir, tienden a resolverse desde la lucha de clases: antes, si son contradicciones con el enemigo, es decir, contradicciones principales que están en el orden del día; después, si son contradicciones en el seno del pueblo, es decir, contradicciones subordinadas que se desarrollan en función de la principal. El problema de la violencia no debe ofuscarnos y desviarnos del punto de vista correcto de que la contradicción, en general, filosóficamente hablando, se desenvuelve desde la lucha irreconciliable entre los opuestos que la conforman, porque la lucha es el aspecto absoluto de toda contradicción, mientras que el equilibrio es relativo. La forma de manifestarse esa lucha o el método para abordarla en el plano social o de la política (violenta o no) no debe imponerse sobre la esencia del asunto, porque sólo conseguiríamos que se ocultase la verdadera realidad de las cosas. Todas las formas de la materia resuelven sus contradicciones en lucha feroz. Si, por ejemplo, pudiéramos reducir nuestro tamaño a la escala de una célula y contemplar de cerca una mitosis, seguramente que asistiríamos a lo que nos parecería un auténtico cataclismo y tendríamos una impresión del fenómeno muy diferente de su apacible observación por el microscopio. El movimiento de la materia es violencia en sí mismo, la violencia está presente en todas partes y el modo de manifestarse sólo depende de la naturaleza de la contradicción: que nos parezca que hay violencia o no sólo depende de la posición subjetiva que nos impone nuestra condición de seres sociales; pero las connotaciones éticas o emocionales de la violencia social no deben influir sobre la definición científica de las categorías de nuestro pensamiento. Es mejor alejarse de esa influencia y de sus consecuencias nefastas. Subvertir el materialismo dialéctico con ideas que conducen o pueden conducir a una visión del desarrollo social, a partir de un momento dado (el socialismo, por ejemplo), desde contradicciones no antagónicas , es decir, no violentas, conduce al socialpacifismo. Algo de lo que, por cierto, podrían hablar mucho y muy bien los dirigentes del PCN(m).

Las contradicciones secundarias no son no antagónicas , sino que se hallan latentes en una situación de equilibrio o de desarrollo en función de otra contradicción principal. Pero si aquellas contradicciones tienen sólidas bases materiales, económicas y sociales, a la larga pugnarán por situarse en el plano principal. Por ejemplo, a partir de 1918, la guerra civil en Rusia expresaba la contradicción entre el Estado soviético y el gran capital aliado a los terratenientes y al imperialismo internacional. La base social del Estado soviético, el pueblo, estaba formada por la alianza del proletariado con el campesinado. Entre ambos existía una contradicción, pero estaba subordinada a la otra principal. Cuando, hacia 1920, estaba ya claro que la victoria se decantaría del lado del Ejército Rojo, solucionándose la contradicción entre el Poder soviético y sus enemigos con la derrota militar de éstos, la contradicción en el seno del pueblo se puso en el orden del día de inmediato: el campesinado comenzó a manifestar su oposición al comunismo de guerra ya desde principios de ese año con revueltas que culminarían en el conocido episodio de Kronstadt. La nueva situación, a partir de 1921, definida por la Nep , suponía el paso al primer plano de una nueva contradicción en el país soviético: la contradicción entre socialismo y propiedad privada. En términos de clase, esta contradicción se expresaba en la alianza del Estado proletario y del campesinado pobre y medio contra el capitalista privado, el kulak y el nepman . Y aunque Lenin propuso un plan de cooperativización para resolver esta contradicción por la vía del paso pacífico del campesino al socialismo, la realidad terminó demostrando el carácter antagónico de esta nueva contradicción, cuando las leyes del mercado y de la propiedad privada permitieron el fortalecimiento de la clase capitalista en el campo. A finales de los años 20, de la política de restricción y desplazamiento del elemento kulak –expresión violenta de la lucha de clases durante la Nep –, hubo de pasarse, a finales de la década, a la política de liquidación de la clase kulak, a través del impulso de la colectivización y de la aceleración de la industrialización como solución de la contradicción entre el pueblo y el capital privado en esta etapa. En los años 30, pasará al primer plano una nueva escisión en el seno del pueblo, esta vez, entre el capitalismo de Estado y las masas del proletariado y el campesinado koljosiano. Esta contradicción determinará el carácter de las luchas de clases en la URSS hasta su desenlace final, con el triunfo de la burguesía burocrática, la derrota de las masas populares, la restauración burguesa y el retorno por el camino capitalista. Como se sabe, la revolución cultural en China fue el intento por resolver esta última contradicción en sentido inverso, en favor de la Dictadura del Proletariado y del camino socialista.

Todos estos desarrollos y cambios en la posición de las contradicciones sociales hallan su reflejo en las esferas de la ideología y la política. En este marco se sitúa el problema del desacuerdo político en el partido. Debido a la autonomía relativa de la superestructura, un desacuerdo no debe interpretarse inmediata y mecánicamente como la expresión de una nueva tendencia de clase, de una línea política ya acabada. En este momento, la vanguardia todavía se debate por formarse un cuadro correcto de la nueva situación. Pero si, una vez perfilado este cuadro y adaptado a la línea general del partido desde el punto de vista táctico, persiste la tendencia opuesta a la línea roja, podrá empezar a hablarse de desviación y de lucha de líneas abierta, cuya solución antagónica, violenta , es la depuración o la escisión.

Éste es el verdadero planteamiento marxista en el problema de la contradicción y su aplicación a la lucha de clases. Su incomprensión pone de manifiesto un déficit teórico que la vanguardia debe resolver si quiere abordar con éxito el nuevo ciclo revolucionario.

Desarrollar lucha de dos líneas

En cuanto a su posición general en todo este debate, ha sido la de dar apoyo a la línea claudicante y liquidadora de la desviación revisionista del maoísmo, a la línea negra. Sus escuetas respuestas a nuestros documentos no se corresponden con nuestro esfuerzo por contribuir con una crítica razonada al devenir de la revolución proletaria mundial a la luz de la reconstitución del marxismo-leninismo. Por el contrario, es insultante y despreciativo ventilar con tanta ligereza y superficialidad la importancia que para el movimiento comunista internacional tienen los temas tratados en nuestros textos. Por supuesto, en ningún caso solicitamos el acuerdo con lo que nosotros planteamos. Por el contrario, sabemos perfectamente que sin lucha entre las dos líneas, esto es, sin el concurso del resto del movimiento comunista, no será posible reflotar la ideología marxista, no será posible reconstituirla. Para usted, este aspecto fundamental para saber qué tareas debe abordar todo comunista hoy día, no es necesario, pues la ideología proletaria ya existe, es el maoísmo. Pero ya venimos demostrándole que lo que usted entiende por maoísmo no es más que un recetario parcial de estereotipos y frases hechas sin relación con práctica alguna, y menos con la suya o la de los que se autodenominan maoístas en el Estado español.

Nosotros deseamos recibir enseñanzas, aprender de otros, pero, claro está, de quien esté en condiciones de darlas y lo demuestre, no con fraseología de cliché llena de prejuicios preestablecidos, fruto de una defensa a la desesperada debido a la ignorancia.

Aún esperamos que dé respuesta a todos o a alguno de los argumentos que hemos expuesto en nuestro Dossier sobre Nepal, o al menos a la primera contestación en respuesta a su primer ataque contra nosotros.

Nosotros cometemos errores, provenimos de la derrota del movimiento comunista internacional y estamos lastrados por defectos, equivocaciones y vicios contra los que nos esforzamos en luchar después de identificarlos. Por eso, somos críticos, por nuestra actitud ante el pasado del movimiento comunista internacional y por partir de lo que es un hecho, la derrota del Ciclo de Octubre, donde están incluidas todas las tendencias a que ese ciclo dio lugar, también el maoísmo.

La contribución colectiva a la reconstitución es imprescindible, pero usted no sólo no aporta ninguna sino que pretende que la retahíla de epítetos con los que nos abrasa sirvan para variar nuestras argumentaciones. No, este proceder no es válido para un marxista, no lo sería para nadie mínimamente científico y objetivo.

Es nuestra responsabilidad denunciar claramente la letal tendencia que usted encarna en la corriente maoísta. Esta tendencia condiciona peligrosamente al maoísmo porque ya en los mismos orígenes de esta corriente alcanzó un lugar preeminente a la hora de extender y consolidar el pensamiento de Mao. Se basa sobre todo en la necesidad de la vulgarización de la ideología y en su simplificación para ser aplicada entre las masas, principalmente en sus vidas cotidianas, en lugar de servir para elevarlas a una concepción más elaborada de la realidad. Esta excesiva simplificación, cuyo icono más destacado fue la confección del libro de citas de Mao, el Libro rojo , que era distribuido con la consigna de ser memorizado y aplicado, ha acarreado el anquilosamiento, la parálisis y la petrificación ideológica y ha comportado la sustitución del análisis concreto y el razonamiento por el recurso estereotipado al cliché, la repetición de frases y de citas, a veces adornadas adecuadamente, pero siempre sacadas de contexto, para justificar con ello el inmovilismo estratégico y la táctica claudicante que muchos comunistas llevan a cabo hoy en día en nombre del maoísmo. Nosotros, por el contrario, si citamos a Mao es porque representa un gran avance en el desarrollo del marxismo-leninismo y en la práctica del movimiento comunista y, por ello, siempre acompañamos sus textos con argumentaciones serias, puedan ser éstas acertadas o no. Nosotros rehuimos por principio el empleo de conceptos, citas e ideas maoístas en forma de clichés estáticos para crear silogismos con que salir del paso de las críticas y negar así el evidente estancamiento del maoísmo y su incapacidad por sacar desde sus planteamientos al marxismo-leninismo del marasmo en que se encuentra.

Nosotros no citamos para encontrar apoyo para nuestras tesis en los clásicos del marxismo, citamos, parafraseando a Montaigne, porque no vamos a expresar peor en una frase algo que ya otro anteriormente había expresado mejor y, también, para revelar las diferencias, matices, similitudes o coincidencias con las situaciones y argumentos pasados y mostrar así el vínculo histórico con el presente.

Esa tendencia, de la que usted es un eminente exponente, también suele desviarse hacia la justificación de los fracasos y derrotas de la línea roja, cuya causa reside en los errores propios, catalogándolos siempre como de menor entidad y numéricamente escasos en comparación con los aciertos. Por el contrario, tiende a inclinar siempre la responsabilidad del lado de intervenciones enemigas ajenas a la línea, que serían demasiado poderosas para ser neutralizadas. Esta desviación es igualmente simplista y ancla también sus raíces en la conocida defensa porcentual de la relación entre aciertos y errores establecida por Mao cuando hizo balance la obra de Stalin. De ahí que en el maoísmo actual se extienda un desprecio, involuntario o no, al crítico que no asume los criterios, identificados como maoístas, de verificación del balance de la trayectoria histórica del movimiento comunista y de su actuación presente. Esto conlleva la renuncia a un debate serio que, aunque en buena lógica pueda ser vehemente, no debe de ser escamoteado por no seguir un método preestablecido, a todas luces excesivamente simplista y que, además, no es en modo alguno concluyente por no aportar argumentos cualitativos sobre la esencia de cada elemento identificado como error. Es, en definitiva, la renuncia a desarrollar la lucha de dos líneas entre la vanguardia revolucionaria. Esto es lo que usted hace.

Nosotros, sin embargo, primero apoyamos la guerra popular que inició el PCN(m) en 1996. Hemos seguido realizando un esfuerzo por conocer su desarrollo posterior, para lo cual estudiamos los documentos a los que hemos tenido acceso, traduciendo al castellano el importante documento político de 2003 y poniéndolo a disposición de todos los hispanohablantes desconocedores del inglés. Hemos analizado, estudiado y difundido los pormenores de la guerra popular y de la línea del PCN(m), para terminar criticándola cuando hemos llegado a la conclusión de que, a la luz del marxismo-leninismo, e incluso del propio maoísmo, y teniendo en cuenta la tarea fundamental de esclarecimiento ideológico y de desarrollo de la lucha de dos líneas, estaban claudicando, cosa que, por otra parte, los hechos están confirmando, como lo muestra el acuerdo de paz firmado recientemente que pone fin a más de diez años de guerra popular.

Usted representa pues, lo peor que le puede pasar al maoísmo, al marxismo-leninismo. Representa a la tendencia que niega la posibilidad de la revolución en Occidente, en los países capitalistas desarrollados, en el corazón del imperio, y mantiene una actitud de espera y servil apoyo a procesos revolucionarios que radican en el tercer mundo. Esta pasividad, unida a las otras características antes descritas llevan a muchos maoístas a la esclerosis y a la petrificación ideológica, siguiendo únicamente los dictados de organizaciones enfrascadas en guerras populares, perdiendo de vista la revolución mundial y el desarrollo de la revolución en Occidente.

En realidad usted tiene que rectificar su actitud y comportamiento y debería de fortalecer sus conocimientos para elevar su nivel ideológico y así estar en disposición de contribuir al fortalecimiento del comunismo y no servir, involuntariamente, a la línea negra dentro de nuestro movimiento.

Febrero de 2007

MAI