El Martinete - Número 19

Septiembre de 2006

 
Dictadura del Proletariado
 

 

INTRODUCCIÓN

En las épocas de reflujo del movimiento obrero, resulta muy dificultoso entablar la lucha ideológica en los términos pertinentes. Las clases populares se manifiestan indolentes y prietas en torno a la ideología burguesa canalizada por la pendiente del reformismo. Por este motivo, la burguesía arrecia su propaganda anticomunista. Son tiempos en los que la ideología burguesa ejerce su mayor y más negativa influencia entre los trabajadores. Son los momentos en los que la correlación de fuerzas entre los reformistas y los revolucionarios, en el seno de los partidos comunistas, se desliza favorablemente a los reformistas. Son periodos de transición en los que bajo el pesimismo y la impotencia, sectores revolucionarios, los más débiles, caen hecho presas de la confusión en el terreno del oportunismo originando nuevas fórmulas revisionistas.

A lo que hay que añadir que “En todos los países capitalistas existen siempre, al lado del proletariado, extensas capas de pequeña burguesía, de pequeños propietarios. El capitalismo ha nacido y sigue naciendo, constantemente, de la pequeña producción. El capitalismo crea de nuevo, infatigablemente, toda una serie de “capas medias”… Estos nuevos pequeños productores se ven nuevamente arrojados, también de modo no menos inevitable, a las filas del proletariado. Es perfectamente natural que la mentalidad pequeño-burguesa irrumpa de nuevo, una y otra vez, en las filas de los grandes partidos obreros. Es perfectamente natural que suceda así, y así sucederá siempre hasta llegar a las grandes peripecias de la revolución proletaria” – Lenin, Marxismo y revisionismo.

Por todas estas razones, también, es la hora en la que la defensa de los principios revolucionarios, obliga a los partidos marxistas-leninistas a encarar el reto sobre la base de desenmascarar el oportunismo en todas sus vertientes.

Hoy, podemos contemplar que numerosos partidos comunistas del mundo, se olvidan con demasiada frecuencia del cumplimiento de los deberes al que obliga pertenecer al marxismo-leninismo y que se pueden resumir en dos: el primero, constituye el problema cardinal de la doctrina marxista; hacer extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. Y el segundo, consiste en la persecución, rodeo y estrangulamiento de toda manifestación reformista, don quiera que surja y se exhiba.

Sin dar curso a la perseverancia y a la intransigencia en ambos compromisos, será imposible liberar a los trabajadores de las influencias de la ideología burguesa, y menos aún educarlos para la revolución socialista.

Una vez más, tomamos en consideración el talante defensivo que preside las conductas de muchos partidos comunistas. Es como si la defensa de los principios revolucionarios solo puede tener lugar en un estadio avanzado de la lucha de clases. Nosotros estimamos todo lo contrario. Haciendo uso del sentido común, que nos indica que la mejor defensa es un buen ataque, que la protección a ultranza de los principios, no admite debilidades ni treguas. Si no tenemos voz, lo haremos por escrito. Si no tenemos pluma, lo haremos con tiza, pero la palabra revolucionaria ha de quedar impresa allá donde se le requiera. Nuevamente, tenemos que decir que hay que pasar a la ofensiva.

Cuando se habla de la Dictadura del Proletariado se suele hacer con fines teóricos, alejados de las tácticas y estrategias de los programas de los Partidos. Las nuevas expresiones, inapropiadas, “democracia directa” o “democracia participativa”, han dado al traste con la noción Dictadura del Proletariado; en cambio, el concepto Democracia Popular prevalece en todos los programas como el paso inmediato a partir de la situación actual. De todas formas, la inconcreción y la abstracción preponderan en los programas.

Con las nuevas terminologías “democracia directa” y “democracia participativa” se pretende suplantar por sinonimia a la dictadura del proletariado. Aquí debemos pararnos un instante y volver a repetir lo que ya el partido en su momento argumentó al respecto. Tanto en el sistema capitalista, como en el régimen socialista se da la democracia directa y participativa, las que varían son las clases que las disfrutan. En el capitalismo es el burgués el que participa directamente de las libertades y derechos de una forma real, en tanto, que en el socialismo, son las clases trabajadoras las que tienen garantizadas las libertades y derechos a través de su participación directa en las tareas de gobierno. Sin embargo, al hacer hincapié en los términos “participativa” y “directa” sin más, se está excluyendo el carácter clasista de la democracia.

La Democracia Popular se presta a la confusión en virtud de que a través de la historia de la lucha de clases ha sufrido variaciones de forma y contenido, de acuerdo con las contradicciones dadas en cada periodo histórico. Refiriéndonos a Europa, algunos partidos comunistas resultan tramposos al abordar el problema, como si no fuese necesario correr riesgos. Pues una democracia popular puede ser indistintamente la dictadura del proletariado, como también una modalidad de democracia que aún no ha rebasado los límites del sistema burgués y tal vez nunca los desborde. Pero dependiendo de las contradicciones dadas y de los fines a perseguir, dimanantes de éstas, uno u otro modelo de democracia popular puede ser un dislate oportunista de derecha o de izquierda si la que se entienda aplicable no corresponde a las condiciones objetivas. Muchos revolucionarios nos hablan de poder, de correlación de fuerzas etc. pero sin concretar, retrotrayéndose al período del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Se menciona el poder de los trabajadores junto con otras fuerzas, pero en abstracto y no dicen nada sobre sus formas. Tan solo se alude al concepto Dictadura del Proletariado, al final, en el apartado teórico en donde se honora enfáticamente con sabor a añoranza en vez de actualidad.

 

PREMISAS TEÓRICAS DE LA DICTADURA DEL PROLETARIADO

La teoría dice que el desarrollo de las fuerzas productivas alcanza tal grado y amplitud, que choca con las formas de propiedad de los medios de producción, con las formas, también, de distribuirse las riquezas que la sociedad produce, etc. es decir, con las relaciones de producción. Dicha contradicción solo puede ser solventada con un cambio de sociedad superior, que abra las perspectivas de desarrollo de las fuerzas productivas, en relación directa con las necesidades que plantean las nuevas relaciones de producción. Dicho con el verbo marxista, el desenlace científico deviene con la revolución social.

Pero ¿quiénes, y de qué forma llevarán a cabo la revolución? ¿Con qué armas la garantizará? Como quiera que el Manifiesto Comunista, no responde a estas preguntas de manera concreta, los expertos en revisar las teorías marxistas propagaban que la Dictadura del Proletariado es una idea acientífica posterior, inventada por Marx.

En el Estado y la Revolución, Lenin nos advierte “En 1847, en el Manifiesto Comunista, Marx daba a esta pregunta una respuesta todavía completamente abstracta, o, para ser más exactos, una respuesta que señalaba las tareas, pero no los medios para cumplirlas. Sustituir la máquina del Estado, una vez destruida, por la “organización del proletariado como clase dominante”, por la “conquista de la democracia”: tal era la respuesta del manifiesto Comunista”. Lo que Lenin sugería como pregunta es ¿con qué sustituir la maquinaria estatal burguesa?

También en el Estado y la Revolución, Lenin señala a propósito: “Sin perderse en utopías, Marx esperaba de la experiencia del movimiento de masas la respuesta a la pregunta de qué formas concretas habría de revestir la organización del proletariado como clase dominante”.

Es fácil deducir que lo que estaba en discusión no era el principio de la necesidad que tiene el proletariado de ejercer su dominio sobre la burguesía; lo que estaba sobre la mesa de debate eran las tareas concretas para llevarlo a cabo y las formas concretas que habría de revestir dicho dominio.

Aunque en 1852, Marx reconocía a su amigo Weydemeyer a través de una carta, que su mérito consistía en haber demostrado “que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado” y “que esta misma dictadura no es de por sí mas que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases” es en el 1871 y tras la experiencia de la Comuna de París cuando se dio respuesta a la pregunta que subyace en el Manifiesto. A tenor de dichas experiencias Marx y Engels llegaron a la conclusión científica de que ese “primer intento... por destruir la máquina del Estado burgués” constituía “la forma descubierta, al fin por la revolución proletaria, bajo la cual puede lograrse la emancipación económica del trabajo”.

¿Qué criterios científicos aportó la Comuna de Paris? El aparato del Estado capitalista fue sustituido radicalmente por otro nuevo, cuya misión era liquidar el aparato burocrático-militar sustituyéndolo por el pueblo armado y por funcionarios revocables en cualquier momento. Las bases teóricas de la Dictadura del Proletariado quedaron sentadas y Marx, cinco años después, en su Crítica del Programa de Gotha establecía la formulación adecuada:

“Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media un período de transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”.

De ahí que Lenin afirmara sin ambages que “... quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista, puede mantenerse todavía dentro del marco del pensamiento burgués y de la política burguesa. Circunscribir el marxismo a la teoría de la lucha de clases es limitar el marxismo, tergiversarlo, reducirlo a algo que la burguesía puede aceptar. Marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado”.

Entonces, ¿se puede ser marxista-leninista sin propugnar la dictadura del proletariado como primer paso para negar el capitalismo monopolista de Estado? Marx no ofrece oportunidad a las dudas en su formulación post Comuna de Paris: Primer paso, la revolución socialista que lleva implícita la conquista del poder político (dictadura del proletariado) para establecer y garantizar las tareas de las nacionalizaciones y transformaciones (periodo revolucionario).

Ahora bien, con frecuencia, sacando fuera del contexto histórico en el que Lenin se expresa, se maniobra con su siguiente texto: La república democrática, no suprime, ni mucho menos, la dominación del capital, ni por consiguiente la opresión de las masas ni la lucha de clases; lleva inevitablemente a un ensanchamiento, un despliegue, una agudización tal de esta lucha que, tan pronto como surge la posibilidad de satisfacer los intereses vitales de las masas oprimidas, esta posibilidad se realiza inevitable y exclusivamente en la dictadura del proletariado”.

Haciendo uso de este pasaje incompleto se dice en “Principios Fundamentales de Filosofía, de Georges Politzer en su edición de 1952: He aquí, además un ejemplo notable de dialéctica: “…uno de esos casos de `transformación de la cantidad en calidad” –la democracia puesta en práctica del modo más completo y consecuente que puede concebirse, se convierte de democracia burguesa en democracia proletaria”.

Pero Lenin, no coincide en su pensamiento con la revisión que de su texto realiza el Politzer, puesto que él se refiere a la “democracia” no como medio para luchar contra la burguesía, sino como consecuencia del derrumbamiento de la burguesía.

“En realidad, este período es inevitablemente un período de lucha de clases de un encarnizamiento sin precedentes, en que ésta reviste formas agudas nunca vistas, y, por consiguiente, el Estado de este período debe ser inevitablemente un Estado democrático de manera nueva (para los proletarios y los desposeídos en general) y dictatorial de manera nueva (contra la burguesía) –Lenin, El Estado y la Revolución.

Se puede objetar que actualmente la composición social de la clase obrera es mucho mas compleja que en tiempos de Marx y de Lenin y que otras clases estarían interesadas en socavar los cimientos del capitalismo monopolista de Estado, en cuyo caso, la Democracia Popular sería un paso a dar previo a la dictadura del proletariado. Lenin nos puede sacar de dudas en Estado y la Revolución:

En la Europa de 1871, el proletariado no formaba la mayoría ni en un solo país del continente. Una revolución "popular", que arrastrase al movimiento verdaderamente a la mayoría, sólo podía serlo aquella que abarcase tanto al proletariado como a los campesinos. Ambas clases formaban en aquel entonces el "pueblo". Ambas clases están unidas por el hecho de que la "máquina burocrático-militar del Estado" las oprime, las esclaviza, las explota. Destruir, romper esta máquina: tal es el verdadero interés del "pueblo", de su mayoría, de los obreros y de la mayoría de los campesinos, tal es la "condición previa" para una alianza libre de los campesinos pobres con los proletarios, sin cuya alianza la democracia será precaria, y la transformación socialista, imposible.

Hacia esta alianza precisamente se abría camino, como es sabido, la Comuna de París, si bien no alcanzó su objetivo por una serie de causas de carácter interno y externo.

Consiguientemente, al hablar de una "revolución verdaderamente popular", Marx, sin olvidar para nada las características de la pequeña burguesía (de las cuales habló mucho y con frecuencia), tenía en cuenta con la mayor precisión la correlación efectiva de clases en la mayoría de los Estados continentales de Europa, en 1871. Y, de otra parte, constataba que la "destrucción" de la máquina estatal responde a los intereses de los obreros y campesinos, los une, plantea ante ellos la tarea común de suprimir al "parásito" y sustituirlo por algo nuevo.