Sangre sobre Génova,
explotación sobre el mundo

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Cualquiera que observe lo que ocurre a su alrededor puede comprobar cómo la lucha de clases entre explotadores y explotados sigue viva pese a todos los sermones lanzados por la burguesía sobre el fin de la historia. En todos los rincones del mundo despierta más y más la conciencia de la necesidad de destruir a quienes nos explotan, arrestan, torturan y asesinan.

Una clara muestra de este despertar ha sido la lucha llevada a cabo en julio pasado por miles de jóvenes durante la reunión en Genova del G-8 -ese siniestro grupo de grandes potencias imperialistas que intenta asegurar la continuidad de la explotación capitalista en el mundo-, miles de jóvenes que plantaron cara valientemente a la brutal represión, detenciones y torturas de la policía del capital. Uno de esos jóvenes, Cario Giuliani, de 23 años, fue salvajemente asesinado en plena lucha, lo que vuelve a demostrar que, cuando la burguesía no puede convencernos de las bondades del capitalismo mediante la manipulación informativa y su burda representación de una falsa democracia, no tiene reparos en emplear las porras y las pistolas. Él enorme despliegue y la feroz represión policial, que dejaron las calles de Genova ensangrentadas -aunque los medios de prensa prefieran mostrar escaparates rotos para dar una imagen violenta de todo el movimiento antiglobalización, justificando de ese modo la actuación policial- dan cuenta de la importancia que para la canalla imperialista va adquiriendo ese movimiento anticapitalista que comenzó en Seattle en 1999 -durante la reunión de la Organización Mundial del Comercio- y que crece de forma imparable. .

Sin embargo, y a pesar de la importancia cuantitativa que ha ido cobrando, son muchas las limitaciones que pesan aún sobre este movimiento. En primer lugar, se trata de un movimiento fuertemente atomizado en cuanto a las organizaciones que lo integran: anarquistas -a los que la prensa burguesa concede el papel protagonista en las movilizaciones-, comunistas, verdes, pacifistas, grupos que abogan por la abolición de la deuda externa o por el comercio justo, etc., es decir fundamentalmente clase obrera y pequeña burguesía -siendo ésta la que podría estar desempeñando un papel director-. Por otro lado, es un movimiento que carece aún de la debida continuidad en la lucha anticapitalista, y que sólo se hace ver en las reuniones de las grandes instituciones del capital -OMC, FMI, Banco Mundial o, en el último caso, el G 8-, es decir, no se ha establecido aún el necesario vínculo entre la lucha anticapitalista internacional y las luchas de los trabajadores en todos los estados y naciones del mundo, cuando la causa de la explotación es en todos los casos la misma, cuando es único, aunque gigantesco, el enemigo a combatir. Por último, no parece que en el seno de este movimiento sobresalga especialmente un proyecto de sociedad más justa para el futuro, ni un plan para llegar a ella -revolución o reforma del actual sistema-.

En resumidas cuentas, el salto cuantitativo no se ha resuelto todavía en un cambio cualitativo que dé lugar a un movimiento anticapitalista bien organizado, dirigido por la clase obrera, y dotado de una ideología proletaria que permita enfrentarse con perspectivas de éxito a la burguesía nacional e internacional. Es tarea de los marxistas llevar a este movimiento antiglobalización -pero también a los combates obreros estatales o nacionales- un gran debate en que se aborden las tareas ideológicas y organizativas necesarias , y que con el tiempo vaya permitiendo desbancar a la pequeña burguesía de la dirección en la lucha de la clase obrera y enfrentarse luego al capital. Como más arriba señalábamos, no es correcto desde un punto de vista de clase desvincular las luchas antiglobalización de las luchas dentro de cada estado y nación, y el movimiento anticapitalista internacional no rendirá los frutos que puede dar hasta que en cada lugar de lucha los obreros, con un firme trabajo ideológico y organizativo, hagamos caer a las direcciones burguesas, y nos pongamos a la cabeza del proyecto de destrucción del capitalismo y construcción del socialismo. Una lucha internacional sin esta premisa, que no tenga en cuenta otros frentes más localizados de lucha contra el capitalismo y sus representantes -fuera o dentro de las organizaciones-, y que no los vincule políticamente en su teoría y en su práctica, es una lucha coja que sacrificará en vano la sangre obrera y no permitirá recoger fruto alguno.

Carlo ha muerto brutalmente asesinado por el capital y es digna de homenaje y recuerdo su actitud -y la de los miles de heridos, detenidos, torturados- de enfrentamiento al capitalismo, su posición crítica frente al actual orden de las cosas, cuando desde todos los ámbitos que la burguesía controla se nos dice que hemos llegado ya al mejor de los mundos posibles. Cario continúa la larga serie dé luchadores asesinados a manos del capital. Otros muchos trabajadores mueren diariamente víctimas de la explotación capitalista o malviven padeciendo condiciones de existencia y trabajo inhumanas, mientras que quienes dicen representarlos –burocracias sindicales, partidos "de izquierda"- juegan a la conciliación entre clases y a la paz social, lamentando las consecuencias del sistema que les engorda, pero sin querer cercenar sus raíces.

Pese a este gran movimiento que crece, y pese a algunas luchas obreras francamente avanzadas en algunos puntos del planeta -Nepal, Filipinas, Perú, etc.- , el capitalismo mantiene una clara ventaja en el terreno de la lucha de clases internacional. Así, el G-8 consiguió, protegido de! pueblo por más de veinte mil perros guardianes, continuar con sus planes de explotación mundial, y la condonación de una ridícula parte de la deuda externa a algunos países pobres no les ha servido esta vez para limpiar su imagen de vampiros y asesinos planetarios. Ni eso ni el humillante enfoque de los medios de prensa burgueses sobre lo acaecido en Genova, que ha mostrado una vez más cómo su maravillosa "objetividad" es sólo una ponzoñosa varita mágica que transforma lo real en lo que el capital quiere que veamos.

Representando la pantomima de ser los valedores de la democracia y los derechos humanos, las grandes potencias imperialistas siguen con su política de explotación y reparto imperialistas, dentro de la cual son los EE.UU. los que siguen jugando el papel protagonista. Bush ha puesto en marcha ya su estrategia de defensa antimisiles -frente a la que China podría quedarse sola después de que Putin se haya mostrado proclive a aceptarla a cambio de ayuda económica a Rusia por parte de EE.UU.-, así como todas las medidas financieras anunciadas en su programa y las políticas contra el medio ambiente -fiel a su bestialidad, Bush persiste en su negativa a firmar el Protocolo de Kyoto-. Al mismo tiempo, los EE.UU. siguen manteniendo una posición de control en los conflictos regionales, y así por ejemplo continúan fortaleciendo al reaccionario gobierno israelí frente a la lucha de unas fuerzas palestinas dirigidas por una burguesía vacilante ó entregadas inútilmente a la muerte bajo el opio del fundamentalismo islámico. Sigue pues en la zona el sanguinario toma y daca de agresión-respuesta que ya se lleva cobrados centenares de víctimas, muchas de ellas inocentes, pero esto es lo que ocurre y ocurrirá mientras sean los intereses de depredación de la burguesía los que se impongan al interés de los pueblos de conseguir una sociedad justa. Y casos de este tipo se repiten a lo largo y ancho del planeta (Irlanda, Colombia, etc.), casi siempre con la voluntariosa mediación de yanquis y/o europeos a los que interesa el control de esas zonas o el mantenimiento de ciertas alianzas. Véase también, en esta línea, el rocambolesco juicio a Milosevic que, además de olvidar al resto de asesinos de las guerras balcánicas (Solana, por ejemplo) pone en evidencia la hipocresía de un supuesto derecho internacional que, en nombre de la paz y la democracia universales, permite arrasar y masacrar territorios, repartirlos, e imponerles después gobiernos títeres que bailen al son de los grandes imperialistas, sin permitir jamás que los trabajadores puedan tomar las riendas de su destino.

Y la agresión capitalista continúa en otras partes del planeta. En Argentina los trabajadores se han lanzado masivamente a las calles en respuesta al plan de reajuste económico -o sea: privatizaciones, despidos masivos, bajada de salarios de trabajadores públicos y pensionistas, empeoramiento de los servicios sociales, etc.- propuesto por el gobierno de F. de la Rúa, consistente en hipotecar el futuro del país en el FMI y el Banco Mundial, y luego pasar la factura de los intereses a los trabajadores. Muy probablemente asistiremos a situaciones parecidas en el Perú, donde el candidato del FMI, A. Toledo, se ha convertido en el nuevo presidente.

En España, la resistencia de los trabajadores a la voracidad burguesa ha tenido su más digno ejemplo en la unidad y lucha de los trabajadores de Síntel hasta el mes de agosto. Estos trabajadores han mostrado que sólo con unidad y duro trabajo pueden conseguirse ciertos objetivos, si bien al final han pasado a negociar vía sindicatos una propuesta gubernamental que está lejos de recoger todas sus reivindicaciones. El emblemático campamento del madrileño Paseo de la Castellana ha sido pues levantado. Esperamos -aunque nos parece francamente difícil- que la negociación entre gobierno y sindicatos no redunde en perjuicio de absolutamente ninguno de los trabajadores y que la tenaz actitud y valentía de éstos, que han visto incluso morir a algunos de sus compañeros, no caiga en saco roto y sirva como experiencia a los demás trabajadores en todos sus aspectos.

Todas estas agresiones del capital y todas estas luchas de los trabajadores son una única lucha contra un único agresor: el capitalismo en su fase imperialista, que extiende sus redes de dominio por el mundo entero, redes que como bien sabemos penetran incluso en las organizaciones obreras paralizando su combate, en aras de una falsa democracia y de una paz social que sólo redundan en interés de la clase propietaria. Esta clase no sólo tiene a su disposición el magnífico servicio de esos estómagos agradecidos de la burocracia sindical y los partidos "de izquierda", sino que además mantiene el dominio de unos medios de prensa que proyectan beatíficas visiones del sistema y el control de una capacidad represora inaudita destn nada a todos aquellos pueblos y personas "violentos" y críticos que no han sido seducidos por los cantos de la sirena burguesa, y se atreven a cuestionar el capitalismo y su nuevo orden mundial.

Nuestra lucha es, pues, larga, y ha de mantenerse firme en todos los terrenos. Una lucha que abarque el estudio y aprendizaje de toda la experiencia -teórica y práctica-de la clase obrera, una lucha empeñada en deslindar los terrenos entre clases, con la mirada puesta en la construcción de una sociedad más justa, y para la cual es necesario que nos dotemos de unas organizaciones fuertes y bien pertrechadas que no sólo defiendan nuestros intereses más cotidianos en cada lugar de vida y trabajo, sino que encabecen la lucha sin tregua contra el enemigo común y sus variados disfraces.


Movimiento Anti-Imperialista
Septiembre 2001