Brasil: ¿Dónde quedó la revolución?
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Brasil encierra un enorme potencial humano y material, atravesado eternamente por una fractura social muy acusada que se arrastra desde la época colonial y que sin embargo no ha podido propiciar la ruptura política e ideológica imprescindible para abrir un proceso revolucionario que pudiera poner en el primer plano la cuestión del poder, disputándolo al también eterno gobierno de la oligarquía nacional latifundista y del capitalismo especulador financiero.

Como la mayoría de los países de América Latina, ha sufrido varios golpes y pronunciamientos militares a lo largo de su historia que han dado lugar a largos periodos dictatoriales y represivos y también ha experimentado varias sublevaciones y levantamientos armados campesinos y periodos de lucha guerrillera urbana dirigidos por diferentes agrupaciones revolucionarias.

Sin embargo, ninguna de estas costosas experiencias logró fructificar, suponiendo la mayoría de las veces la desaparición de las organizaciones que las propiciaron al abatirse sobre sus miembros una durísima represión con voluntad exterminadora, cosa por otra parte típica de la actuación militar imperialista dirigida por los EE.UU. al sur de Río Grande.

Para los revolucionarios, el estudio y análisis de la situación social y política actual de Brasil y de sus antecedentes históricos, debe servir para buscar las causas que expliquen por qué aún no se ha encontrado el camino para forjar un potente movimiento revolucionario que conquiste el poder en el país.

Desde la aplicación metodológica de la teoría científica del proletariado, el marxismo-leninismo, la primera conclusión del análisis debe ser caracterizar la revolución que se ha de desarrollar en el país. De lo acertado de esta primera respuesta dependerá la estrategia y la táctica a seguir y el tipo de organización y lucha que se requiere para desarrollarlas y, así, resolver el primer objetivo de la revolución que es la toma del poder.


SITUACIÓN ACTUAL Y CARÁCTER DE LA REVOLUCIÓN

Brasil cuenta con una extensión muy grande de terreno y una población también muy elevada pero concentrada en unas pocas ciudades y estados. Más del 75% de sus habitantes viven en zonas urbanas. Este proceso de urbanización y proletarizacíón de las masas brasileñas se dio sobre todo a partir de los años 60 y el país ha pasado, en treinta años, de ser exportador de productos agrícolas a ser un país predominantemente industrial, pero también volcado, por imperativos imperialistas, hacia la exportación. El gobierno presidido por Fernando Enrique Cardoso aplica sumisa y salvajemente las directrices del FMI y del BM para sacar al país de la sempiterna crisis económica que se agravó con el crack de 1997, con lo que no se ha conseguido más que Incrementar la pauperización del proletariado y aumentar la dependencia del país del exterior. Las diferencias entre ricos y pobres, entre poseedores y desposeídos son enormes, lo que escenifica una diferenciación de clase muy marcada que sin embargo históricamente no ha conseguido traducirse en una polarización ideológica clara y antagónica, habiendo estado las masas populares encharcadas entre la indiferencia despolitizada y la sumisión seguidista a uno u otro sector de la burguesía. Esta visible contradicción entre la inmensa pobreza que abarca a una mayoría de la población y que está en aumento en uno de los países más ricos del mundo y la concentración de la riqueza en manos de una minoría que sigue disminuyendo, por sí sola, no ha dado lugar más que a disturbios espontaneístas de las masas fácilmente reprimibles, demostrándose que sin el sujeto consciente que encauce correctamente la violencia que desprende la miseria no es posible abrir un cambio revolucionario.

Este proceso industrializador se ha dado sin que se haya cumplido el proceso de reforma agraria en el campo, evolución lógica del traslado de las relaciones capitalistas de producción al sector agrario, donde, por el contrario, aún rigen las relaciones semifeudales de producción. Existe, así, una gran diferencia entre los propietarios latifundistas y los campesinos en cuanto a la distribución de las tierras y a la percepción de la renta del trabajo agrícola.

Así pues, un país predominantemente industrial, dedicado a la exportación, y con un capital de contenido especulativo muy grande (lo que entraña un alto grado de corrupción), con una tasa de explotación del proletariado elevadísima, nos marcaría el camino hacia la revolución socialista directa, sin etapas intermedias, pero | interpretarlo así no sería del todo correcto. Efectivamente, existe una tarea previa que condiciona cualquier intento revolucionario. Esta es la pendiente revolución campesina. Aunque represente una minoría de la población, el correcto desarrollo de la revolución en el campo es cualitativamente imprescindible para el éxito y sostenimiento de una revolución triunfante. Transformar el campo para poder alimentar a toda la población es una tarea de primer orden, y en este sentido hay que tener en cuenta la situación actual y las tareas democráticas que aún no se han llevado a cabo. En el campo faltan etapas entre el latifundismo especulativo actual y la socialización de la tierra, que deberá de abordarlas la revolución si antes no acomete la reforma agraria el capitalismo dominante en el país. Toda revolución viene definida por las tareas que deben realizarse, y en este caso la cuestión campesina determina las tareas de carácter democrático que tienen que realizarse para llevarla a cabo. Sin embargo, la existencia de una inmensa mayoría de población urbana compuesta por el proletariado y el semiproletariado, determina que no se pueda hablar tampoco de una revolución clásica de nueva democracia, siguiendo el modelo maoísta de cercar las ciudades desde el campo, pues, si bien en este se plantea la contradicción más acusada, y en consecuencia es el terreno más propicio a una confrontación violenta de clases entre los campesinos y los terratenientes, su sublevación no podría tomar las ciudades sin el concurso de la clase obrera y del alto porcentaje de semiproletarios cuyo origen campesino aún reciente no les permite ser conscientemente obreros a la vez que están en proceso de abandono de sus orígenes. En definitiva, el carácter socialista de la_revolución está condicionado por la revolución en el campo, y si bien el peso decisivo de la revolución, el centro, está en el proletariado urbano, este no podrá avanzar con éxito sin apoyar al campesinado en su lucha contra los terratenientes. A su vez, el movimiento campesino no puede, por si solo, forzar una reforma agraria sin la intervención del proletariado, pues, no sólo es más débil numéricamente sino que, además, la burguesía nacional no está interesada (no lo estuvo nunca) en ese cambio, como tampoco lo están las concesiones explotadoras con capital internacional que necesitan un campo semi-esclavizado para obtener de él las materias primas que precisan para abastecer a las antiguas metrópolis coloniales.

Este interés de la burguesía brasileña por enriquecerse de la exportación y supeditarse a los intereses del capital internacional, la invalida como una clase nacional independiente, por lo que el continuo intento de las organizaciones revolucionarias por fraguar alianzas de clase antiimperialistas, siempre ha fracasado, traicionándose en última instancia los intereses de clase del proletariado y del campesinado. Proseguir, como hacen aún hoy gran número de organizaciones supuestamente revolucionarias, con esa táctica no lleva más que al agotamiento de la militancia y a aceptar un papel seguidista de la corriente burguesa de turno. Romper con este enfangamiento es una tarea de primer orden, y condición sin la cual no es posible emerger al camino de la revolución.


LAS ORGANIZACIONES HISTÓRICAS DEL PROLETARIADO

La clase obrera brasileña no ha podido alcanzar, aún, el carro de la revolución. Esto, por supuesto, no es ni mucho menos exclusivo del Brasil.

Es después de la revolución de octubre cuando se da el salto cualitativo para introducir en la clase obrera brasileña la ideología del proletariado, el marxismo-leninismo, antes dominada fuertemente por las ideas anarquistas. Del 25 al 27 de marzo de 1922, nueve delegados representando a ocho grupos comunistas de otras tantas poblaciones, totalizando 73 militantes, muchos de ellos salidos del movimiento anarquista, fundan el Partido Comunista de Brasil. El nuevo PCB se pondrá a la cabeza del movimiento obrero y revolucionario a partir de 1930. Dirigirá unas y participará en otras sublevaciones revolucionarias, y será duramente reprimido por los sucesivos gobiernos burgueses y dictatoriales. Después del XX congreso del PCUS se decantará abiertamente hacia las tesis revisionistas de Moscú, renunciando definitivamente a la violencia revolucionaria y optando por la vía electoral, enfangándose cada vez más en las babas liquidadoras del revisionismo moderno. Esto provocará la división del Partido continuándose la corriente revolucionaria bajo las siglas de PC do B.

A principios de los años 60 surgen distintos grupos revolucionarios como respuesta al viraje del PCB. El más importante de ellos será el PC do B, aunque del movimiento cristiano y del PCB saldrán otros grupos. Durante toda esta década y sobre todo a partir de 1964, año del último golpe militar que durará 20 años, varios de estos grupos y otros de nueva creación optarán por la lucha armada e insurreccional. Ninguno de ellos pondrá en serios aprietos al poder, a pesar de las espectaculares acciones que llevarán a cabo, y, el fracaso en conectar con las masas, que estaban sufriendo una proletarización acelerada, les mantendrá en un aislamiento que favorecerá la durísima represión que el régimen abatirá sobre ellos, lo que provocará su desaparición o el abandono de la lucha armada en la segunda mitad de los 70.

Hacia el final del régimen militar, las organizaciones de obediencia marxista-leninista están debilitadas, aisladas de las masas, y su propio fracaso en las dos décadas anteriores las ha hecho caer en el revisionismo y el posibilismo electoralista, lo que no ha mejorado sus expectativas de influenciar al pueblo a día de hoy. Siguen, todas sin excepción, defendiendo el objetivo estratégico de la democratización y la soberanía nacional y popular, como etapa separada y anterior a la revolución socialista.

Como consecuencia de lo anterior, a finales de los 70, existe un vacío organizativo político e ideológico de las masas, que sin embargo aumentan su tejido asociativo y su resistencia activa contra el régimen. Como respuesta a esta orfandad organizativa y política se funda en 1980 el Partido de los Trabajadores. Se origina de las luchas que favorecen la unidad de los diferentes protagonistas, como el movimiento sindical, las organizaciones sociales de base, el movimiento de los Sin Tierra, y los distintos grupos y militantes que participaron en la lucha clandestina contra el régimen militar.

El PT es la respuesta lógica a la evolución política de las masas combativas pero, si bien supera una de las mayores carencias del movimiento revolucionario, como es la conexión con las masas, superando su aislamiento de ellas, pues nace del tejido asociativo organizado, adolece a su vez de un vacío ideológico que hace insalvable llevar un programa de transformación social a buen fin. Si bien el marxismo está presente en los debates fundacionales no representa el cuerpo doctrinal sobre el que se asentará el partido, siendo éste multicolor. Por esto, el PT nace condicionado fuertemente por esta carencia que le impide superar desde el origen el electoralismo como estrategia principal para llegar al socialismo, buscando reeditar lo que ya se ha llamado alguna vez como «vía chilena al socialismo», pero esperando que esta vez no hubiese golpe militar.

En un principio el PT consigue, hasta cierto punto, polarizar la sociedad brasileña entre una opción que busca la transformación socialista de la sociedad, sin definir mucho en qué consiste, y el poder capitalista y terrateniente que está en manos del capital internacional. Sin embargo, con los sucesivos fracasos electorales, al no alcanzar la mayoría frente al polo conservador, se ha dividido internamente y propiciado que alcance la dirección del partido el sector más moderado y social-demócrata que vive de las instituciones burguesas, con lo que el entusiasmo de las masas más combativas ha decrecido a la vez que decrece la influencia del partido y se divide el tejido asociativo que se movía a su alrededor. Parte de los sectores más radicales dentro del PT también le han abandonado para crear nuevas opciones políticas.

Así, parece que el papel del PT se ha agotado definitivamente como posibilidad de liderar un cambio revolucionario en el país, y se está transformando en el polo social-democrático capaz de arrastrar y contener a gran parte de las masas que actualmente siguen luchando por una sociedad nueva, pero sin que ello implique un compromiso de cambio radical con el sistema económico y político dominante. De todas maneras, era lógico este «final» para una organización que arrastraba taras insalvables desde su nacimiento. Ahora bien, que el PT, tal como fue y está concebido y por su lógica evolución posterior, no sirva a la revolución proletaria en Brasil, no significa que no encierre alrededor de él un enorme potencial humano transformador, quizá la única organización política que la tenga. Este potencial humano sigue empeñado en la transformación en un sentido socialista de la realidad, a pesar de las derrotas y escasos avances, pero espera que una labor política e ideológica tenaz se abra paso para canalizar todas sus energías hacia la revolución socialista. Falta una organización que desde una perspectiva ideológica globalizadora y revolucionaria unifique la acción política con la práctica social y marque la estrategia y la táctica adecuadas para triunfar definitivamente.


PERSPECTIVAS REVOLUCIONARIAS

El movimiento revolucionario sigue, pues, sin conseguir abrirse paso en el pantano del revisionismo socialdemócrata dominante en la política popular brasileña.

Los diferentes grupos que se reclaman del marxismo leninismo están, en su mayoría, empantanados en el lodazal del posibilismo electoral democrático burgués de sus propias opciones o a remolque del paraguas electoral del PT.

Del primogénito PCB sólo queda un grupo escindido de la mayoría que en 1992 decidió refundarse como Partido Popular Socialista siguiendo los pasos del liquidacionismo más rancio. El PCB resistente, sin embargo no rectifica en nada la línea política errónea adoptada desde los años 50, y se dedica a participar en diferentes coaliciones electorales de izquierdas.

El PC do B después de ir degenerando ideológicamente al abandonar el maoísmo, defender posteriormente el hoxhismo, hasta terminar en la coalición electoral con grupos de la derecha por aquello de la unidad nacional antiimperialista, ha perdido toda posibilidad de liderar una opción revolucionaria. A remolque del PT normalmente.

El Movimiento Revolucionario 8 de Octubre se originó en 1966 de una escisión del PCB, en lucha contra el revisionismo y electoralísmo del partido. Su evolución posterior ha sido de las más escandalosas. Después de pasar por una etapa de lucha armada y de casi desaparecer por culpa de la represión, en 1972 inicia un proceso de estudio que debería de haber llevado a la organización a superar su izquierdismo y a asumir el marxismo-leninismo. Sorprendentemente después de largos años de estudio llegará a la conclusión, en 1982, de que el carácter de la revolución no es socialista sino nacional y antiimperialista, por lo que se incorporará a una coalición electoral interclasista y conservadora, en la que aún está, y que en las últimas elecciones apoyó al candidato conservador Fernando Enrique Cardoso, ingresando posteriormente en su gobierno, lo cual es justificado como un error que la coalición estaría corrigiendo. El grupo se va desintegrando por sucesivas escisiones, alguna de las cuales plantea correctamente, no sólo las carencias y desviaciones del MR8, sino las tareas de todo el movimiento revolucionario, como son: combatir el revisionismo y el oportunismo de derecha como el más pernicioso actualmente, contribuir a la recuperación del movimiento comunista internacional y desarrollar la revolución como parte de la revolución proletaria mundial, necesidad del partido comunista para dirigir la revolución sin que pueda sustituir su papel ningún frente o coalición, cuestión estratégica central es la toma del poder por parte del proletariado.

El Partido Comunista Revolucionario de Manoel Lisboa fue la primera escisión del PC do B en 1966 a partir de miembros de las ligas campesinas y de dirigentes estudiantiles. Practicó entre los 60 y 70 su concepción de la guerra popular. Este es uno de los dos grupos que parece tomar más en serio la revolución, planteando la necesidad de una revolución socialista dirigida por el partido comunista máxima expresión organizativa de la clase obrera y garante de la unidad con el campesinado. Presenta un programa realizable sólo si se toma el poder con lo que llama a luchar a las masas para su consecución, para establecer un gobierno de los trabajadores y campesinos. En cambio, en su programa no se incluye ningún planteamiento militar que garantice el desarrollo del proceso revolucionario y la aplicación del programa.

El Partido Comunista marxista-leninista se fundó recientemente, en 1996, proveniente del movimiento 5 de julio, que a su vez reunificó varios grupos escindidos del PCB en los 60. Defiende un programa antiimperialista y antimonopolísta previo al paso al socialismo, y llama a las masas a luchar por el poder para aplicarlo. Reclama la herencia del antiguo secretario general del PCB, Luis Carlos Prestes, en su etapa de rectificación, pues lideró previamente la derechización del Partido hacia el electoralismo, siguiendo las directrices del viraje provocado por el XX congreso del PCUS.

El Partido Comunista Revolucionario do Brasil, de obediencia maoísta, defiende el planteamiento tradicional de guerra popular prolongada, con centro en el campo para asaltar las ciudades. Ejército de campesinos dirigido por el proletariado. Reconoce el especial papel que debería jugar este último al ser mayoritario y las estrechas relaciones que debería mantener con el campesinado, pero no define cuales son sus tareas y parece entreverse que le atribuye una actuación subsidiaria. Es, sin embargo el grupo que más claramente plantea las tareas de la revolución en Brasil pero aplica, a nuestro modo de ver el modelo maoísta demasiado rígidamente, cuando las condiciones no son las mismas que las que condicionaban la experiencia de países como China.

No nos hemos detenido en analizar, en lo concreto, el importante papel desempeñado por el Movimiento dos Trabalhadores Sem Terra (MST) en la actual lucha de clases desarrollada en el campo, pero en cambio proponemos el análisis directo de los propios planteamientos de la organización campesina, así como la crítica que se expone en el texto del Centro Brasileiro de Solidaridade aos Povos (CEBRASPO, organización de orientación marxista-leninista-maoísta y de carácter internacionalista), contra el camino tomado por los actos del MST, que representan el freno al desarrollo de las contradicciones en el agro, apartando a las masas de la revolución campesina.

Por último, presentamos unos extractos del folleto del Partido Comunista Revolucionario do Brasil titulado: "Romper Grilletes, establecer la ideología y la línea revolucionaria proletarias para reconstituir el Partido Comunista do Brasil, retomando la Guerra Popular" en el que, a nuestro entender, se expone la síntesis del movimiento revolucionario brasileño con las aportaciones del marxismo-leninismo mundial, y representa lo más avanzado en cuanto al análisis de las tareas a realizar para llevar a cabo la revolución en base a un análisis crítico de los errores pasados del movimiento revolucionario y de la realidad en la que se desenvuelve actualmente la sociedad Brasileña.



Movimiento Anti-Imperialista
Mayo 2001