En relación a la lucha económica y a su subversión comunista

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[Texto elaborado en el contexto de las discusiones en el Círculo Obrero de Debate de Barcelona]

Inercia capitalista del proletariado en su conciencia y en su práctica

Yo también sé que el proletariado es una clase revolucionaria (y más exactamente, el proletariado en su conjunto, aunque algunas de sus capas no puedan llegar a serlo más que si son ganadas por el núcleo central del proletariado durante la lucha política enmarcada en el proceso de construcción del poder y de su ejercicio, así como otras de sus capas serán contra-revolucionarias hasta su disolución). Conozco esta Propiedad de clase a la luz de la demostración científica que Marx desarrolla en torno a la cuestión de las condiciones evolutivas de Modo de Producción que producen también a la clase revolucionaria (no sólo, pues, la propia sepultura del Modo de Producción, sino a sus sepultureros también). Pero creo que esa condición revolucionaria se refiere a que el proletariado está determinado a estallar en la medida en que el Modo de Producción va siendo crecientemente incapaz de integrarlo como partícula del Capital (Capital Variable) y como elemento central en la conversión de la plusvalía en ganancia al contraerse progresivamente el Total salarial en relación al Total de valor producido. Va cobrando irremisiblemente rostro histórico la premisa que Engels formulara en Anti-Dühring: la producción de la fuerza humana que se levanta contra un orden económico no responde a la conciencia con que las clases dominadas viven la decadencia de los Modos de Producción -y que puede presentarse como filosofía, rebelión, malestar, insatisfacción, nuevas concepciones de “la Justicia”, nuevos valores, crítica de la clase dominante en decadencia, etc.-, sino que, al revés, esas concepciones disconformes son el reflejo de que la producción -y, por tanto, la distribución, la política, el aparato jurídico provisor de derechos indispensables para el funcionamiento de la clase explotada; incluso la esclavitud fue legislada con unos derechos- va siendo incapaz de sostener las relaciones de clase que caracterizan y reproducen a ese Modo de Producción.
            Esa Propiedad de clase es una necesidad; es decir, posee cualidad de mera objetividad, desprovista en sí de -e incapaz de generar por sí- un correlato de idéntica cualidad objetiva (revolucionaria) en el plano de la conciencia. Esa consciencia (y no un modo de conciencia cualquiera) respecto de la acción política y respecto del método de pensar lo real, que esa misma Propiedad históricamente necesaria, por su parte, necesita incorporar en sí para no quedar en un estallido sin rumbo ni sentido asumidos y que, así pues, no hiciera historia.
            En otras palabras: la conciencia de rechazo que el proletariado desarrolla frente a las imágenes más monstruosas del sistema, y frente a la dureza del malvivir que soporta bajo el sistema, no es consciencia, pues el proletariado, ni identifica su condición de clase bajo el capitalismo como ser en contradicción irresoluble bajo el capitalismo, y ni mucho menos identifica el curso político con que debe canalizar esa contradicción hacia su resolución socialista, incluso cuando una minoría intuye o comprende la imposibilidad histórica del “capitalismo” (tal y como se lo representa con más o con menos limitación) y por tanto comprende la necesidad de una imprecisa “revolución” o de un impreciso “cambio profundo” pensados como acontecimiento que pudiera llegar de la mano de poderes -grandes o pequeños- ya existentes que adoptaran resoluciones de “cambio de las reglas del juego”.
            Pero la conciencia anti-capitalista que el proletariado fragua en sí a tenor de su experiencia pensada, no es consciencia (revolucionaria), también porque él, en su mayoría, no está dotado del método de pensamiento materialista dialéctico. De modo que unas u otras capas, proletarios en unas u otras condiciones concretas, unos u otros destacamentos del proletariado adscritos objetivamente a unos u otros territorios y sufriendo a unos u otros marcos políticos y militares concretos..., se verán destinadas plantearse la negación de unas o de otras manifestaciones del capitalismo, en función de su intensidad y predominio circunstancial. El proletariado desengañado de la democracia tiende al apoliticismo. El proletariado desengañado de los sindicatos estatales tiende a renegar de la necesidad de dotar de unidad y continuidad sindicales a las luchas por sus condiciones de vida, mientras el proletariado sujeto a contextos de restricción de la libertad sindical, tiende a idealizar la lucha económica como fuente de conquista de bienestar o como puerta a “la conquista de otras condiciones políticas que valoricen su lugar en sociedad”. El obrero desempleado adopta el trabajo como horizonte de reivindicaciones o de expectativas, mientras el obrero empleado sueña con un “dolce far niente” ocioso y de descanso. El proletariado indignado por la guerra acostumbra a abrazar posturas latente o claramente pacifistas. El proletariado repudia el nacionalismo pero ese mismo repudio le conduce al apoyo inconsciente al nacionalismo (a otro), o, “al revés” (complementariamente en realidad), le conduce a despreciar las resistencias anti-imperialistas porque las identifica tout court erróneamente con “nacionalismo”. En definitiva, el proletariado en su generalidad no llega a formular la negación dialéctica de su propia negación espontánea reflexiva del capitalismo, y así acaba quedando atrapado en una u otra dimensión “alternativa” de la matriz de la ideología dominante.
            Pero, finalmente, la conciencia crítica del proletariado no es consciencia (revolucionaria) en tanto que no es la negación de los valores, las concepciones, los ideales, las metas, los proyectos, los planes..., con cuya materialización la burguesía pretende consagrar en la Virtud (burguesa) a su propio mundo, y cuyo cumplimiento al menos parcial es imprescindible a su funcionamiento como orden productivo; esa crítica proletaria espontánea se arroja contra la falsedad o contra la inviabilidad, en el orden de cosas establecido, de esos ideales, y no contra su valor y su institución referencial.

            Por tanto, deberíamos partir de la siguiente premisa: la conciencia de adversidad al capitalismo que el proletariado fragua en sí -inextricable de su conciencia respecto de que el capitalismo, por sí, es adverso a su subsistencia aun en el marco capitalista y en el horizonte capitalista de viejas posibilidades o de viejas condiciones-, no es consciencia revolucionaria de clase (aunque sí vaya a derivar en consciencia de clase entendida como identificación de una condición de común pertenencia, de unos intereses comunes y de una fuerza compartida de lucha). Y ello es así porque ese rechazo proletario de su propia existencia insatisfactoria no contiene germen (ni puede auto-producírselo) que, fecundándose y aflorando parejo al curso evolutivo de las luchas proletarias inspiradas por su necesidad de darse condiciones de cobertura de sus necesidades de clase (necesidades capitalistas, al fin y al cabo), irrumpa destripando la vieja membrana de mundo de referencia y se revele como nueva cualidad entrañada por el proletariado. Esto es: irrumpa revelándose como comprensión de su capacidad histórica en lo que se refiere a producir una sociedad nueva sobre la base de un Modo de Producción superador del capitalismo y, dialécticamente, irrumpa revelándose como comprensión de que esa capacidad suya coincide con su determinación objetiva a la lucha económica (pues, persistiendo en su condición de proletario, ni siquiera puede cubrir ni asegurarse prolongadamente, por su lucha, sus necesidades como proletario). Finalmente, la Propiedad proletaria revolucionaria en lo que atañe a la determinación del proletariado (en su conjunto) a una lucha por su reproducción como Fuerza de Trabajo, que es irreconciliable con el techo capitalista en la provisión de esas condiciones reproductivas, es una Propiedad que no se revela como comprensión del curso de lucha y de ejercicio del poder que el proletariado debe surcar, determinado por esa necesidad de realizar su capacidad histórica. Este curso, en lo que se refiere a su recorrido general, no admite coexistencia con modelos “alternativos” o con “soluciones concretas alternativas”. Mientras, en lo que se refiere a la superación de cada momento y cada contradicción de recorrido, requiere de la identificación y la aplicación de la fórmula política correcta, ya que el comunismo no es Roma, a la que “conducen todos los caminos”, y, en cambio, el recorrido hacia el comunismo responde más bien a la teoría del caos en aquello de que una desviación a primera vista “mínima”, imponiéndose, es capaz de llegar a provocar, igual que el ajetreo de alas de una mariposa el huracán, consecuencias contrarrevolucionarias tanto teóricas como de funcionamiento social efectivo.

 

Dónde estriban respectivamente la Propiedad no revolucionaria del proletariado y su Propiedad revolucionaria

En definitiva, ese “polo no revolucionario” que el proletariado entraña, lejos de deberse fundamentalmente al imperio de la ideología dominante entendida reductivamente como dominación en las ideas por medio de la difusión de ideas, se debe, más profundamente, a  la posición material que el proletariado ocupa en el proceso de producción y de cambio. El, mientras no sea llevado a emprender una lucha -asumida a lo sumo limitadamente y no más que por una minoría de este ejército- que apunte a la destrucción de su condición objetiva proletaria, continúa dependiendo del capitalista y de las posibilidades económicas del capitalismo, tanto como estos dependen de él. El hecho de que escasee el trabajo, de que las empresas cierren, del incremento de horas reales trabajadas o de la densidad laboral/ tiempo, de la disolución progresiva del tejido asistencial..., son buenas noticias en el sentido estricto de confirmar la determinación capitalista a atrapar al proletariado en un callejón sin salida capitalista. Pero esto no significa que la determinación proletaria a la lucha consecuente a esta des-cobertura galopante de su propia funcionalidad proletaria y respecto de las necesidades que la disposición capitalista de sus relaciones sociales ha ido generando a lo largo de siglos en el proletario, asuma la inviabilidad del callejón y ni mucho menos todavía asuma las implicaciones de esta inviabilidad, relativas a la necesidad de dar a su lucha un cambio de cualidad, y no uno cualquiera improvisado, experimental y (pseudo)“creativo”, sino el único preciso, el único creativo de una sociedad superior. Pero es más: no se trata meramente de que la andadura proletaria a través del callejón de la defensa contra la edición de “nuevas” condiciones capitalistas no entrañe por sí su auto-superación revolucionaria endógena; es que, por mucho “suplemento de consciencia” que algunos acudan a suministrarle en su transcurso, tampoco anida en sí la materia prima con que cocinar su superación cualitativa a partir de un apoyo e impulso comunistas a su discurrir (de una orientación comunista a la prosecución de su adentrarse en el callejón). Más bien sucederá lo contrario, y ello sea cual sea el resultado de esas luchas enmarcadas en la matriz de las condiciones de vida capitalista, y esto por qué:
            Resultado A: éxito de la lucha (hipótesis, dicho sea de paso, más o menos improbable en el caso de enfrentamiento del proletariado con la empresa, con el consorcio o con un sector concreto de la administración estatal, y, en cambio, casi imposible cuando el enfrentamiento es con el Estado a fin de obtener de él condiciones jurídicamente recogidas o a fin de conseguir la edición estatal de regulaciones vinculantes para una rama empresarial o para todos los empresarios, como en el caso de un “régimen” o un estatuto laboral). Si la lucha da frutos más o menos satisfactorios, la conclusión empírica consecuente es que es posible continuar mejorando proletariamente, al menos a cierto nivel. La identidad proletaria objetiva se nutre así de su mecánica percepción subjetiva y se instala con mayor estabilidad como Capital Variable. En este sentido, toda la ganancia de habilidad de lucha, toda ganancia de sentimiento de solidaridad, toda ganancia en la identificación de clase más allá de marcos clasificatorios profesionales, de sector, territoriales o de procedencia, toda ganancia en el terreno de la consciencia en torno a la necesidad de unificación de luchas, toda ganancia de auto-comprensión de fortaleza colectiva, toda ganancia formativa estratégica, toda ganancia en la consecución de condiciones mínimas para poder sacar al proletariado respecto del horizonte perceptivo de la supervivencia y de la inercia energética hacia la conservación adaptativa..., son ganancias cuyo “cuantum revolucionario” suma signo negativo mientras no sean puestas, por la Vanguardia comunista, en conjunción dentro de la racionalidad revolucionaria que las positivice (llamo a este proceso dotación de Dirección comunista a la lucha de clases). Mientras tanto, estas ganancias no son más que componentes técnicos de eficiencia que la clase, por su experiencia y a través de sus luchas económicas, va fabricándose, consciente o inconscientemente, para incrementar sus índices de éxito en las luchas de esa misma categoría, y por tanto son aportes para la petrificación proletaria en esa cualidad de lucha; jamás constituyen la materia prima en cuyo marco, llegada ésta a un punto de crecimiento cuantitativo, de implicación más o menos masiva, de lucidez auto-evaluativa y de eficacia procedimental, se produjera el necesario cambio de cualidad, o prendiera el cambio al eco de prédicas idealistas de conscienciación. Al revés: al paso de su auto-dotación de fuerza de clase, es decir, de condiciones competenciales por la concreción de las fuerzas del Capital frente a su antítesis capitalista, el proletariado fortalece en sí esa conciencia proletaria como conciencia en su condición, de “natural existencia”, y susceptible de ser trascendida sólo en el individuo proletario que ingresara -Virtud, laboriosidad, sacrificio o lotería mediante- en otra condición de clase.       
            Resultado B: la lucha económica fracasa en tanto que tienen que ser aceptadas, en lo substancial, las mismas condiciones de trabajo, fiscales, de pago de infraestructuras, asistenciales..., contra las que era enfocada la lucha (eso es lo que ocurre con mayor frecuencia). De no ser mostrado otro marco de lucha y otra meta -es decir, la genuina alternativa de lucha-, este proletariado embarcado en su movimiento espontáneo no extrae la conclusión de abandonar esa vía, raquítica de posibilidades de resultado y de resultados escuálidos ellos mismos cuando llegan. La conclusión espontánea se muestra, en cambio, como una tendencia al abandono en general respecto de la disposición de lucha, pues esa vía no abandona su ocupación del campo conceptual “realista” de lucha en su integridad. A esa tendencia abierta -y acumulativa al paso de la sucesión de derrotas- hacia el  desencantamiento, la renuncia y la deserción sin alternativa, debemos sumar el hecho de que este proletariado en movimiento de lucha por y para su clase -y no desde una perspectiva revolucionaria que lo encarrile contra sí mismo como proletariado- ha invertido unos escasos recursos de que llega a disponer bajo el capitalismo, ha corrido con unos riesgos represivos..., para, a fin de cuentas, llegar a peor de lo que estuvo al principio en el terreno de sus condiciones proletarias. Esta conclusión de circunstancias reúne todas las premisas del círculo vicioso, pues, correlativamente a este plus de deterioro en las condiciones proletarias, el pragmatismo de la “postura” individual adaptativa gana terreno por fuerza, de modo que los capitalistas directamente y su Estado mejor pueden seguir apretando la válvula y, sucesivamente, cuanto más baja es colocada la Espada de Damocles subsistencial, menores posibilidades objetivas de respuesta y menor inclinación a la respuesta. El proletariado va acercándose así, a cada movimiento, a ese estado de masa totalmente vendida al soplar de los vientos del Capital y sin energía que consagrar a todo cuanto no sea llegar a sobrevivir día a día integrándose al precio que sea en el chantaje que le garantiza su reproducción como Fuerza de Trabajo y así como cuerpo “vivo” proletario. Pero, así como Marx habla, en ese pasaje, de cómo se llegaría a ello si el proletariado renunciara a su lucha económica, también se llega a ese estado en culminación del recorrido de lucha económica, en tanto que ésta siga desarrollándose y desarrollándose tal cual en una unidad de tiempo lo suficientemente amplia como para que la relación entre “ganancias” y re-definición capitalista restrictiva de las condiciones proletarias alcance determinada tasa de diferencial.

            Hemos visto arriba cómo el factor determinante del “polo no revolucionario” inserto en el proletariado, no reside en el plano de las ideas. Esto es, tal factor determinante está lejos de ser una mera distorsión interpuesta -vía manipulación, vía educación, vía valores, vía divisionismo, vía aislamiento...-, entre el proletariado y una inercia suya a percibirse verdaderamente si -por su experiencia reflexiva, por su comunicación en el marco de sus prácticas de lucha y por una obra conscienciadora de Vanguardia- “se encuentra a sí” al aparecerse limpio cuando se quiebran -o quiebra- las capas superpuestas de “la ideología”. Pues esa misma ideología dominante más o menos compartida entre clases posee al proletariado por ser una derivación mecánica -victoriosa siempre al nivel del pensamiento empírico, no importa si es pensamiento analizador de las luchas propias- respecto de la realidad elemental proletaria bajo el capitalismo: dependencia laboral -subsistencial- en relación al Capital; dependencia contractual inmediata respecto de un mínimo de salud en las cuentas empresariales; dependencia reproductiva inmediata como Fuerza de Trabajo sujeta a sus necesidades sociales, respecto de un mínimo de salud en las cuentas del Estado; dependencia respecto de la nación (o conglomerado supranacional) que lo almacena, acondiciona y protege político-jurídicamente en tanto que Fuerza de Trabajo, al componerse el mundo capitalista de naciones en competencia y así en guerra o peligro de guerra; dependencia subsistencial respecto de la propiedad privada que adquiere con su salario -transporte, piso, integridad física, relativa capacidad laboral-, así como de su salvaguarda capitalista; dependencia de la salvaguarda político-jurídica de aquellos derechos y libertades capitalistas sin los que no podría subsistir como proletario que es; dependencia integral de su propia inserción en la economía en calidad de mercancía que así podrá comprar otras, a diferencia de lo que ocurría con el Modo de Producción anterior -feudal-, donde el siervo se relacionaba sin mediación más que natural y técnico-productiva -epidemias, hambrunas-, pero no mediación social, con las condiciones de su reproducción a través de la propia comunidad aldeana, de la División del Trabajo Social cuyo producto no es mercantil, de la propiedad comunitaria o doméstica sobre determinados Medios de Producción, y del cultivo del pedazo de tierra propia fuera de tiempo de plustrabajo.
            Por su parte, en lo que se refiere a este otro polo, al “polo revolucionario del proletariado” a que aludís, cabe preguntarse en qué sentido es su condición de explotado aquello que le dota de tal Propiedad. Si la premisa consiste en afirmar que la determinación proletaria revolucionaria deriva de las dimensiones humanas, captativas sensibles, de dificultades..., intrínsecas a la explotación y agravadas correlativamente tanto al incremento de la explotación (medida cuantitativamente) como a su agudización cualitativa, entonces la respuesta comunista a ese humanismo “marxista” es no. Pero si la premisa consiste en afirmar que esas implicaciones humanas y empírico-vivenciales, de dolor reflexivamente vivido y sentido en la conciencia, criticado, epistémicamente padecido..., relativas a la explotación, componen el substrato que da al proletariado “susceptibilidad revolucionaria”, entonces la respuesta continúa siendo rotundamente no. Esas implicaciones no determinan más -ni menos- que el desarrollo de la lucha de clases encerrada en el plano del combate por las condiciones proletarias. ¿Es tarea de los comunistas ser sol y lluvia sobre ese terreno?: no hay simiente revolucionaria guardada por ese terreno. No importa su fertilidad o esterilidad de frutos; son frutos estériles al comunismo. ¿Van a dejar de darse estas luchas?. Al contrario: están determinadas a proliferar. ¿Vamos los comunistas a marchar con este movimiento real del proletariado?. Los comunistas no somos una secta, sino el orden que organiza y que dirige a la colosal fuerza humana que el proletariado es, disponiéndola al servicio de la revolución. Sin embargo (y por eso mismo), ¿vamos a marchar con la lucha por las condiciones proletarias como si fuéramos consejeros que operen con su teoría y análisis en pro de optimizar el discurrir y las “ganancias” de la misma, es decir, como técnicos planificadores de la canalización energética de la espontaneidad hacia culminar sus horizontes intrínsecos?. Eso sería la antítesis de nuestra presencia: el comunismo teórico va a marchar con el movimiento real del proletariado, no para servirlo en la afirmación de sus contenidos; va a desvalorizar esos contenidos -y va a hacer la crítica de las posibilidades reales de la materialización de estos-, dirigiendo la mirada proletaria hacia otra dimensión, hacia los referentes socialistas de la organización de la producción y hacia las posibilidades de actividad social que solamente ella abre, hacia el amor por nuestro Estado, sólo con cuya construcción crear las condiciones políticas y anti-ideológicas sin las que, para el proletariado en su conjunto, son impensables los contenidos básicos del mundo nuevo que, perdiéndose a sí mismo al hacerse dueño de su actividad productiva, tiene ya que ganar. ¿Quiere esto decir que los comunistas vamos a decirle a los proletarios que desistan de defenderse de la definición capitalista de sus condiciones proletarias?: los comunistas no somos cristianos creyentes en el privilegio del sufrimiento como pilar de Virtud y de salvación. He mostrado arriba cómo pretender una superación proletaria, respecto del paradigma de lucha por condiciones, a base del deterioro de las condiciones, es ni más ni menos estúpido que pretender una superación de ese paradigma a través del desarrollo del mismo. Los comunistas tienen que mostrar a los comunistas, así como al proletariado más decidido y consciente, porqué tanto una como otra afirmación son tópicos infundados de consecuencias nefastas para la conjunción de la fuerza proletaria hacia el comunismo. Solamente produciendo esta fuerza de intervención en el seno de la fuerza proletaria, el comunismo va a ganarse para sí a ésta. A falta de nuestras propias fuerzas, formadas para revolucionar los horizontes de la lucha proletaria misma gracias a nuestra presencia y a nuestra claridad teóricas, gritar desde nuestra debilidad actual a los proletarios, en pro de que ellos mismos se den un golpe de rumbo porque se lo decimos los comunistas, no sería más que un ejercicio cristiano de Imperativo Categórico. Así que el proletariado no tiene que resignarse a sufrir bajo el capitalismo, pero los comunistas debemos forjar la fuerza capaz de explicar cómo, resignado o luchando por sus condiciones, el resultado va a ser, mientras permanezca en esa matriz de lucha, sufrir cada vez más a un Modo de Producción determinado a extraer del deterioro de la “vida” proletaria el balance de cuentas garante de su reproducción.
            Las condiciones de explotación pesantes sobre el proletariado, así como el hecho mismo de ser explotado, sí lo conducen a hacer objetivamente la revolución en el estrecho sentido de que el capitalismo va perdiendo capacidad de insertarlo funcionalmente en su aparato laboral productivo y laboral de cambio mercantil, al haberse vuelto incompatible la destinación de inversión hacia la Reproducción Ampliada del Capital (ampliación de las capacidades productivas), con la destinación de inversión hacia la reproducción de la Fuerza de Trabajo -formativa, salarial adquisitiva, asistencial-, de modo que las Fuerzas Productivas continúan desarrollándose en contradicción creciente con su uso proletario creador de plusvalía, y con el consumo proletario de su producto, traductor de la explotación en ganancia. Pero el Capital no puede mantener indefinidamente la Reproducción Ampliada hecha a costa de desemplear FT y de no reproducirla en consonancia a la demanda de FT abierta por esas Fuerzas Productivas en imparable desarrollo que, al tiempo que forman parte de la Reproducción Ampliada, se convierten una y otra vez en el presupuesto para la continuidad de la misma. El círculo vicioso de abandono, por el Capital, de su necesidad de reproducir la FT y así su dificultad creciente por reproducirse a sí mismo, está, pues, echado a rodar. Y ello sin que la redistribución estatal de plusvalía pueda suplir, en última instancia, la incapacidad de reproducir las condiciones proletarias por parte de la producción, porque esa redistribución opera, al fin y al cabo, con Capital que ha tenido que ser producido previamente. Este panorama de colapso incipiente del funcionamiento del Modo de Producción por no poder mantener a la vez el Capital Variable (empleo productivo del proletariado), el desarrollo de las Fuerzas Productivas y la Acumulación en una cuantía acorde con los requisitos competenciales de inversión, verdaderamente abre tendencias, en la lucha proletaria por condiciones proletarias, hacia la toma de Medios de Producción y de cambio. Pues esas condiciones no pueden ser ya satisfechas desde la separación proletaria respecto de la propiedad del Capital y de su gestión. Así que plantillas enteras de proletarios, justamente para auto-mantenerse como proletarios, han tenido y, sobre todo, van a tener que apropiarse del Capital, haciéndose propietarios y asegurándose así subsistir con su propia explotación. Este proceso desatado, y que proliferará en tanto que los capitalistas no pueden mantener operativo su Capital, no destruye el Capital -es solamente la disolución de la separación Capital-trabajo sin que la contradicción sea superada dialécticamente, en tanto que los polos continúan existiendo y, por ende, continúan en antagonismo rigiendo de modo fetichista la actividad objetiva del capitalista-proletario con “sus” Factores de Producción y con “su” producto. Pero tampoco se trata de un proceso que genere o que facilite consciencia proletaria respecto de la necesidad de destruir el Estado capitalista y de edificar un Estado proletario que sustente y defienda la supresión de la propiedad empresarial (proletaria o no) en relación a los Medios de Producción y al producto. La apropiación proletaria de Capital en unas y otras ramas de la producción es revolucionaria en el sentido exclusivo de que, siendo esos proletarios sujetos a la acción de los comunistas por dirigirlos hacia la destrucción del Estado capitalista, nos brinda a los proletarios en lucha revolucionaria un tejido productivo con el que sustentarnos y con el que dotarnos de medios militares, lo que significa dar un paso de gigante tanto porque nos libramos, aun parcialmente, del chantaje subsistencial que los capitalistas intentan imponer, como también porque arrastramos a la confianza a más y más capas del proletariado, al serles provista una alternativa material para la existencia transitoria en la lucha -no siendo anunciada como alternativa de organización social- mientras, a la inversa, el campo productivo burgués ve desertar contingentes de FT a los que ha dejado de poder acorralar en la vieja dependencia de realizar aquella condición mercantil. Este debilitamiento de la economía burguesa se traslada inextricablemente al plano militar del Estado capitalista, entidad dependiente de la economía tanto en lo que se refiere a la reunión de presupuesto para la inversión y adquisición militares, como al pago de sus empleados y a la disposición de los recursos bélicos mismos, que presuponen una producción en funcionamiento.
            Pero entonces..., si, ni la cualidad de explotado por ella misma, ni la evolución fenoménica de esa cualidad en el marco existencial proletario, componen la substancia de la Propiedad revolucionaria proletaria, ¿qué compone esa substancia?: las implicaciones socio-estructurales indesligables de la cualidad de explotado son las que hacen del proletariado la clase revolucionaria del capitalismo. Pero ello jamás haciéndolo -fuera de repente o evolutivamente- revolucionario para sí, sino en tanto que esas implicaciones socio-estructurales de la explotación hacen del proletariado una fuerza: 1º. Capaz de ser puesta al servicio de un proceso de abolición de toda clase de Capital como Capital, así como de su conversión en puros Factores de Producción sujetos a la unificación social de su propiedad; 2º. Capaz de culminar este proceso con éxito y de poner en marcha las nuevas bases productivas, cuyo correlato al nivel de la distribución es la abolición de la mercancía, pues la producción, así como se había socializado, ya bajo el capitalismo, en tanto que proceso, se socializa, con el comunismo, en tanto que fuerza y en tanto que sistema de componentes de uso. Así que, correlativamente, a la comunidad pertenece el producto de su actividad unificada, cuya autoría es, si nos remontamos a Factores de Producción intervinientes y a la producción del propio productor, una autoría infragmentable; 3º. El proletariado es una Fuerza Productiva que necesita realizar esa capacidad histórica que entraña debido a las implicaciones socio-estructurales inherentes a su condición de explotado. Su capacidad es su necesidad porque, bajo el capitalismo, ni puede seguir desarrollándose o empleándose como Fuerza Productiva en su desarrollo efectivo, ni su sustento integrado en el trabajo capitalista o en el consumo mercantil es compatible con el sustento competitivo capitalista de la producción, que, contradictoriamente, sub-acumula así relativamente a la inversión necesaria, una tras otra, en desarrollo y en incorporación de Fuerzas Productivas.
            Las implicaciones socio-estructurales de la explotación capitalista, que integran la substancia de la Propiedad revolucionaria del proletariado, son:
            1. Alienación respecto de los Medios de Producción y de sustento, que son, bien Capital, bien propiedad de la pequeña burguesía, bien propiedad campesina, bien instrumentos de rendimiento al rentista. Para el proletario no hay salida, ni individual ni de clase, paralela a la capacidad del Capital para poner al proletario en relación a sí mismo. He mostrado el recorrido histórico imparable de debilitamiento a que está sujeta esta capacidad, en consonancia con el desarrollo del Modo de Producción capitalista.
            2. Reverso inextricable de la separación respecto de los Medios de Producción y de sustento: el proletariado obtiene sustento trabajando para el Capital, lo que significa, operando con esos mismos Medios de Producción y de sustento alienados. El Capital, para reproducirse y ampliarse como Capital, depende del proletariado, mientras el proletario,  aunque fuera con vistas nada más que a sustentarse, depende crecientemente de interrumpir el funcionamiento del Capital -lo que le es factible al ser él quien realiza su valor de uso-, para apropiarse de esos Medios de Producción y de cambio.
            3. Propiedad social internacional de la producción y cambio capitalistas. En última instancia, el proletariado solamente puede llevar a la contradicción producción-consumo a su salida histórica trascendente, dirigiéndose hacia su emergencia como comunidad mundial de productores. Los procesos capitalistas de producción y de cambio ya atraviesan el mundo. Sólo la conjunción, la especialización, la jubilación y el desarrollo, y la puesta en solidaridad funcional, de las Fuerzas Productivas a escala planetaria, da respuesta a las necesidades básicas de la humanidad actual de modo que ésta pueda ponerse en curso de revolucionar -en una historia sin fin al fin suya- sus capacidades y sus necesidades. El proletariado es la clase que trabaja inserta en la imbricación internacional de procesos de producción y cambio capitalistas.
            A las tres implicaciones enunciadas hay que sumar una de orden bio-antropológico y que es implícita no sólo a la explotación capitalista, sino a cualquier sociedad dividida en clases. Se trata de la cosificación, de la actividad productiva, en trabajo, es decir, de la alienación de la producción genérica humana, acto expresivo de la historicidad de las capacidades humanas, expresivo de socialidad, expresivo de la auto-negación trascendente a través de la afirmación de las cualidades adquiridas, expresivo de la relación genérica con la materia hacia la subversión de la misma, expresivo del don de sí, del auto-gasto y del gasto de materia más allá de las ventajas adscritas a una postura de auto-reserva, acto, en definitiva, con centro de gravedad en sí mismo, en una actividad con sentido instrumental (sentido de provisión de rentabilidades políticas; sentido de posicionamiento relativamente “bienestante” en la estructura laboral y así provisor de certidumbre, de seguridad, alzador del Ego, provisor de auto-ahorro laboral...; sentido de pesada condición para la subsistencia en la clase explotada; sentido, en la clase dominante, de provisión de los elementos materiales para su reproducción como clase, para la reproducción de las relaciones de clase con la clase explotada, para la reproducción del Modo de Producción, para la persistencia del capitalista amenazado por la competencia con otros capitalistas en el caso concreto de este Modo de Producción; etc.). Esta cosificación laboral de la actividad productiva agrede al proletariado, en cuyo cuerpo, en cuyas cualidades orgánicas y cerebrales, yace inscrita nuestra historia genérica, aunque inmóvil, presa de una producción capitalista que la impide continuar produciéndose como obra en sí mismo -auto-transformadora- de su portador humano, de la mano de la afirmación productiva de esa historia hecha genes, órganos, cualidades, técnica, conciencia, planificación, Medios de Producción. Sin embargo, esta contradicción es nada más que sentida, sufrida, por el proletariado, y no identificada espontáneamente por la mayoría, debido a la propia cosificación subjetiva del trabajo correlativa a la cosificación laboral objetiva. Por ello la importancia comunista -la crucialidad- de hablarle al proletariado respecto del sentido objetivo que posee la producción genérica, epicentro de ese “mundo que ganar”. Porque el último, al fin y al cabo, será la creación y el sostén de la cualidad definitoria genérica: pensar lo que hacemos y hacer lo que pensamos fundando historicidad al fin consciente y re-abriéndola continuamente. Cualidad al fin liberada; al fin practicable socialmente.

 

Subversión comunista de la inercia capitalista del proletariado: otra lucha por otros objetivos y formación de la fracción consciente de la fuerza objetiva revolucionaria

La evolución del Modo de Producción en su decadencia determina, con una fuerza econométricamente objetivable, al proletariado a arrojarse a su propia resistencia cosificada de proletariado, aunque no uniformemente con arreglo a capas y a realidades concretas. Este movimiento, ni muta por sí en su propia negación de planteamiento político, y ni muchísimo menos entraña en sí condiciones que, parejas a la maduración de tal movimiento, a su expansión, a su  fortalecimiento y a su desarrollo de lucidez y de realismo dentro de sus parámetros de racionalidad de base, lo dispusieran a la recepción de una subversión comunista de referencias. Al contrario: aunque este movimiento produce en sus implicados consciencia de clase como ser social compartido con intereses compartidos y una misma fuerza por imponerlos, es un movimiento que contiene en sí a su propio desgaste e interrupción a la luz de la nimiedad de sus obtenciones -y, es más, la nimiedad de sus objetivos de entrada- medidas por los riesgos de represión empresarial y de exclusión. Este movimiento, así, no puede pasar de ser una ola, con su periodo de arremetida y su consecuente repliegue disolutivo. Con unos aprioris referenciales de -objetivamente y más allá de lo que se imaginen los proletarios que están haciendo- enfrentarse al Capital dándole empujones para encontrar respiración dentro de él o incluso para hacerse con él, el cuerpo de lucha tarde o temprano se desmiembra desertando del mismo cada vez más proletarios. Porque, guiados por un cálculo de las ventajas o los inconvenientes que una u otra acción comporta en el tránsito hacia esa racionalidad de objetivos (adaptativa), la conclusión más frecuente es empeñarse en sacar a flote la propia cabeza para respirar, acogiéndose al consejo práctico de “no mear donde uno come”. “No hay sitio para todos”, así que cada uno “a buscarse la vida” como mejor pueda y “a prepararse”: receta del mérito, del esfuerzo, de la “perspectiva”, de la oportunidad y de la aplicación laboral..., ¡y a correr, que “tras de mí, el Diluvio”!.
            Determinados contra este estado de cosas, los comunistas no podemos acudir al marco de lucha proletaria en desarrollo, con miras a entroncar mecánicamente con el mismo. Es decir, entrando en competencia contra el espontaneísmo, contra el sindicalismo, contra la ideología individualista del mérito, el esfuerzo, la oportunidad, la inteligencia y la suerte..., por demostrar nuestra pericia científica a la hora de organizar y disponer a este movimiento hacia sus éxitos, su afianzamiento y su crecimiento. Pero tampoco podemos, “al contrario”, organizarlo y disponerlo hacia su auto-comprensión de no revolucionario a partir de reforzar su práctica y de transformar a ésta en objeto de crítica conjunta, porque esta operación no culminará en un abandono de sí por parte de este movimiento y en su trascendencia comunista de sí, sino, a lo sumo, en la simple renuncia a seguir siendo. Tal trascendencia comunista del movimiento proletario de condiciones sólo será posible -y ello al nivel objetivo y jamás al nivel de la comprensión subjetiva de la nueva función propia por parte de la mayoría del proletariado-, si los comunistas somos capaces de subvertir la dirección de ese movimiento realizando la negación de ese movimiento mismo. Condición de ello es, formar a la Vanguardia práctica de ese movimiento en la perspectiva de ponerse a dirigirlo a éste desde la premisa de que no hay cinturones de seguridad que perseguir tras el Capital, sino cadenas que romper. Condición de esa condición es, la formación organizativa, política y teórica de los comunistas como potencia de lucha contra la subsistencia capitalista, contra las condiciones proletarias de subsistencia y por la identificación proletaria -en la medida de lo posible- de su emancipación con la destrucción de la producción laboral (mero medio para la subsistencia) y con el despliegue de ese áspero, esforzado, agónico, jubiloso e inercial don de sí con que el cuerpo y la conciencia afirman la historia objetivada en ellos y así la historia continúa haciéndose cuerpo y conciencia nuevos: la producción genérica.

 

Tamer