Consideraciones sobre los escraches, la lucha de masas y el movimiento comunista en el Estado español


El escrache (palabra originaria del lunfardo, la variante lingüística rioplatense, conocido a su vez en Chile como funa y en Perú como roche) es una acción de protesta originaria de Argentina y que, básicamente, consiste en señalar de forma pública a algún conocido gestor o representante de la clase dominante y de sus aparatos represivos. Es poco el tiempo que en el Estado español, de la mano de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y los diversos colectivos que se agrupan en torno al problema de la vivienda, este tipo de acción se ha practicado y extendido en multitud de ciudades y pueblos de España.

Sin embargo, por lo novedoso y lo inquietante para la burguesía (luego explicaremos por qué a la oligarquía financiera le preocupa muy mucho que este tipo de acciones desborde el cauce democrático-burgués -cada vez más reaccionario- que impera en el Estado español) ha sido el contemplar cómo esta forma de protesta proletaria se ha extendido de forma muy rápida, denunciando de forma colectiva no solo a importantes dirigentes del partido del Gobierno (como a Soraya Sáenz de Santamaría o a Esteban González Pons), sino también a elementos de otros partidos burgueses e, incluso, a burócratas sindicales a sueldo de la aristocracia obrera, como se puede apreciar en el primer vídeo que hemos compartido al principio de este artículo.

Para conocer el trasfondo de las reacciones de la clase dominante ante este tipo de protestas, en primer lugar hay que entender el papel que juega cada fracción o elemento dentro de la alianza de fracciones que constituyen la actual clase dominante española (dicha alianza está conformada por la burguesía monopolista española, la aristocracia obrera y las burguesías nacionales de Catalunya y Euskal Herria). Así, con respecto a las reacciones del Gobierno español (que representa los intereses de la oligarquía financiera, es decir, de la burguesía monopolista que es dueña de la banca, la industria, los medios de comunicación, el conjunto de los servicios, etc.), no puede sorprender a ningún comunista que las primeras reacciones y medidas hayan tenido que ver con una seria advertencia para quienes pretendan ir más allá de la legalidad democrático-burguesa, además de medidas efectivas para intensificar la represión en forma de identificaciones masivas y arbitrarias, o el establecimiento de «perímetros de seguridad» en los domicilios de los gestores de la burguesía que sean «acosados» por los escraches. En esta escalada represiva -lógica, por otro lado- ha vuelto a destacarse Cristina Cifuentes, la delegada del Gobierno en Madrid que, como buena mercenaria a sueldo del capital, no ha dudado un ápice en criminalizar de forma burda a los manifestantes que han participado en escraches e, incluso, a destacados representantes de la pequeña burguesía dentro de este movimiento, como Ada Colau o Rafa Mayoral.

En segundo lugar, es interesante analizar el papel que están jugando en este conflicto los medios de comunicación más importantes de la burguesía española. En lo que han coincidido todos los grandes medios del capital (desde La Sexta hasta Intereconomía, pasando por El País o El Mundo), es en su preocupación por que este tipo de protestas se intensifiquen y tomen un cariz más «violento» (como buenos voceros de la clase dominante, los medios de comunicación burgueses entienden que la única violencia legítima y aceptable es la violencia de la clase explotadora y sus aparatos de represión y control). En cuanto a las diferencias, resulta una obviedad señalar que los medios más derechistas y ultraderechistas (como Libertad Digital, 13TV, La Razón o Intereconomía) han sido los que, de forma más burda y ultrarreaccionaria, han satanizado y criminalizado a todo el colectivo de vivienderos, no dudando ni un ápice -siguiendo las «advertencias» de la inefable Cifuentes- en señalar a los miembros de la PAH como «filo-etarras», «nazis», «acosadores» y una larga ristra de epítetos lanzados por el TDT Party. En relación al espectro mediático y socio-institucional de la derecha ultrarreaccionaria española, cabe destacar que, en el día de hoy, 15 de abril de 2013, hemos conocido la noticia de que el «sindicato» fascista Manos Limpias ha denunciado ante el fiscal general del Estado a Ada Colau como «presunta inductora y cooperadora en delitos de amenazas y coacciones por los escraches».

Más complejo es el análisis que podemos hacer con respecto al tratamiento informativo dado por los medios de careta socialdemócrata «de izquierda» (como Público y La Sexta) o los cada vez más derechistas (como El País). Este tipo de medios, como pata mediática sistémica de corte «progresista», ha optado por tratar de canalizar esta interesante lucha de masas en el territorio de la sacrosanta dictadura del capital. Así, los periodistas mercenarios que trabajan para estos medios no han dudado en expresar que «entienden» este tipo de protestas, pero que consideran «peligroso» cierto «acoso» a los dirigentes políticos de la clase explotadora. Interpretando a la perfección su papel de voceros buenos de los verdugos capitalistas, los plumíferos y portavoces de estos medios intentan hacer ver al conjunto de este movimiento que, en democracia (burguesa), es posible conseguir determinados cambios u objetivos mediante la «presión ciudadana», que debe ser, por supuesto, «pacífica» en todo momento.

En tercer lugar, consideramos interesante realizar un análisis de clase sobre este movimiento, pues, que nosotros sepamos, a día de hoy no hay ningún documento público de ninguna organización del movimiento comunista del Estado español que haya estudiado este movimiento espontáneo en el contexto de la actual etapa de la lucha de clases en España. El primer aspecto que nos ha llamado la atención muy gratamente de este movimiento -aunque no nos ha sorprendido en absoluto- ha sido el hecho de cómo ha superado ciertos cauces legales democrático-burgueses. Esto se ha manifestado en un interesante y colectivo señalamiento y hostigamiento de aquellos gestores políticos del capital que, por eso mismo, son cómplices directos del exterminio socio-económico general que sufren las masas hondas del proletariado en una cuestión esencial como la vivienda. La principal virtud de esta táctica de lucha reside en que es una forma de acción espontánea y genuinamente proletaria que, por su radicalidad en cuanto a la forma, se enfrenta inevitablemente al poder dictatorial de la burguesía. Con los escraches desaparecen los mecanismos y las estructuras de mediación propias de la dictadura burguesa entre la clase dominante y la clase explotada, siendo así los propios afectados los protagonistas directos de sus acciones de lucha y repulsa de determinadas políticas implementadas por los capataces de la patronal.

Es obvio que este movimiento, así como la PAH (organización que aglutina en gran medida esta lucha), es y será incapaz de sobrepasar los límites de la lucha de resistencia y de sus proclamas radicalmente reformistas. Podemos decir que, en cuanto a la forma, este es un movimiento genuinamente proletario (no hay más que acudir a una asamblea o concentración organizadas por la PAH para comprobar el sector hondo de las masas proletarias que es abrumadoramente mayoritario), si bien es, en cuanto al contenido, un movimiento de corte pequeñoburgués y reformista (como se puede ver fácilmente por su estrategia, su discurso dominante y sus reivindicaciones inmediatas). Pero movimientos como estos demuestran dos cosas muy positivas que los comunistas no podemos eludir si queremos fundirnos algún día con el sector de las masas más avanzado y consciente. Por un lado, los escraches a dirigentes políticos o sindicales demuestran que las masas son capaces, por sí solas, de constituir sus propias organizaciones de resistencia frente a los ataques de la burguesía. Por otro lado, los protagonistas de esta forma de acción espontánea han vuelto a hacer visible, para una cantidad nada desdeñable de explotados, el carácter clasista del Estado y de sus diferentes órganos de gestión y represión. De hecho, en pocas protestas espontáneas proletarias (o populares, si incluimos a otros estratos no proletarios que también se ven sacudidos por la crisis capitalista y las políticas del capital financiero) que se suceden actualmente en el Estado español, se ha visto una represión tan brutal -en forma de detenciones, identificaciones, multas de diversa cuantía y controles sistemáticos- y un hostigamiento tan descarado contra multitud de manifestantes.

La clase dominante, como es lógico, no teme esta forma de protesta en sí misma, sino la manera en que se está expresando en multitud de ocasiones y, sobre todo, el hecho de que estas luchas de resistencia puedan convertirse en toda una escuela de aprendizaje para el sector más combativo de las masas proletarias (aquellas a las cuales los comunistas, una vez unificados bajo la bandera del marxismo-leninismo, debemos dirigirnos para transformar la línea revolucionaria en programa para la toma del poder).

Sobre la imposibilidad de transformar estas luchas de resistencia en luchas revolucionarias sin la reconstitución ideológica y política del comunismo

Cualquiera que conozca este blog, sabe que aquí defendemos de manera clara y rotunda la necesidad de que el movimiento comunista del Estado español emprenda un trabajo profundo y serio de reconstitución del comunismo. La idea de la reconstitución y el balance del ciclo de Octubre no es, como piensan todos aquellos intoxicados hasta la médula de revisionismo, un capricho o un pasatiempo intelectual para los comunistas. De hecho, es una tarea prioritaria y determinante para que las luchas de resistencia, como la que algunos proletarios están protagonizando con los escraches, puedan ser canalizadas en la estrategia revolucionaria para la destrucción del Estado burgués y la Revolución socialista.

Ya hemos analizado brevemente el carácter y la naturaleza de clase de este movimiento. Además, hemos subrayado los elementos positivos y novedosos que contiene. Ahondando en este último aspecto, es interesante comprobar cómo, en general, la práctica totalidad de los comunistas ha estado ausente en este tipo de luchas o, cuando menos, no ha destacado con representantes que puedan hacer virar el contenido de las reivindicaciones hacia posiciones nítidamente revolucionarias. En cualquier caso, con este movimiento podemos comprobar lo acertada y necesaria que es la tesis de la reconstitución ideológica y política del movimiento comunista, pues, aunque hubiera habido militantes comunistas encabezando estas luchas de resistencia, habría quedado patente de nuevo que no se puede recolectar lo que se ha sembrado con los fertilizantes inapropiados. Es decir, no puede haber ningún movimiento revolucionario de masas, si previamente no ha habido: a) una unificación de la vanguardia comunista en el Estado español en base a los principios del marxismo-leninismo; b) una fusión estrecha con los sectores más combativos de la clase obrera (fusión que, inevitablemente, debe ser posterior a la unificación comunista en base al marxismo-leninismo y a la lucha de dos líneas contra el revisionismo).

Esto significa -volveremos a insistir en ello cuantas veces creamos necesario- que no hay una relación estrecha ni equidistante entre las luchas económicas y la lucha política revolucionaria. Parece mentira que tantos autoproclamados marxistas-leninistas sigan hoy sin entender uno de los mayores y más geniales aciertos de Lenin, que consistió en deslindar claramente el campo de la lucha revolucionaria de la lucha reivindicativa y por reformas. En el movimiento de los escraches y contra los desahucios, como en cualquier otro movimiento genuinamente proletario y de masas de resistencia frente a la burguesía, no hay posibilidad alguna de convertir en revolucionario algo que, dadas las condiciones actuales, no lo puede ser. La Revolución no es ese estadio final al que se llega tras haber acumulado y dirigido luchas parciales desde una óptica espontaneísta y economicista, sino el proceso mediante el cual la clase obrera revolucionaria, constituida en su Partido Comunista y mediante la guerra revolucionaria contra la burguesía, consigue traducir la línea revolucionaria (esa que hoy muchos tildan de «teoricista», «izquierdista» y demás epítetos propios de quienes son incapaces de refutar las tesis sobre la necesidad de reconstituir el comunismo tras el agotamiento del ciclo de Octubre) en un programa claro para la toma del poder y la Revolución proletaria.

Asimismo, nos gustaría aclarar que, si bien este tipo de movimientos adolecen -como no puede ser de otra manera- de un claro carácter pequeñoburgués en cuanto a su contenido, es sin lugar a dudas el frente de masas que en la actualidad más debería interesar a los comunistas, sobre todo por el hecho de que este movimiento de resistencia económico no está controlado, al menos directamente, por los sindicatos aristobreros ni por el oportunismo del tándem PCE-IU. Esto hace que sea un campo relativamente abierto para la intervención de los comunistas, sobre todo porque no hay que disputar la hegemonía a una fracción de la clase dominante española tan experimentada y poderosa como la aristocracia obrera (una fracción que, en los últimos tiempos, tal y como como hemos analizado en otros escritos, ha venido a menos por la última gran crisis capitalista). Además, es un frente en el que claramente se sitúan elementos de las masas más profundas del proletariado. Y esto no es baladí, ya que es evidente que es este segmento social el que será la punta de lanza de la guerra civil revolucionaria emprendida en un futuro por el Partido Comunista del Estado español.

Pero -repetimos- dicha intervención solo podrá ser revolucionaria y eficaz cuando la mayoría de la vanguardia comunista haya emprendido esa urgente reconstitución ideológica, para lo cual es imprescindible continuar haciendo balance de la historia del movimiento comunista internacional y de todas aquellas realidades enmarcadas en la lucha de clases que vivimos en España. De esta forma, a través de una lucha ideológica respetuosa en las formas pero radicalmente contundente en la crítica al revisionismo en sus diferentes manifestaciones, entendemos que es como podrá producirse un progresivo acercamiento (real y fundamentalmente ideológico, no  artificial y exclusivamente político) entre la vanguardia comunista; un acercamiento que necesariamente derivará en unificación política en un periodo de tiempo determinado. A nuestro entender, cuando todo esto se haya llevado a efecto, es cuando podremos empezar a plantear de forma seria una política de intervenciones en los distintos movimientos de masas, para convertir a estos en un poderoso movimiento revolucionario por el comunismo.

Revolución o barbarie
Abril 2013