El revisionismo del siglo XXI y el Estado
El
revisionismo como comprensión sesgada del materialismo dialéctico e
histórico se tornó desde sus principios en caballo de Troya del capital
en el interior del movimiento obrero. Sus limitaciones conceptuales
derivadas estratégica y tácticamente en programas pequeñoburgueses y en
una idealización del mundo burgués permitieron a la burguesía anidar en
las esferas más altas del movimiento obrero haciéndose imperiosa la
necesidad constante de combatir esa línea política de forma consciente
mediante la lucha de dos líneas.
El
movimiento comunista surgió poderoso en lucha contra el revisionismo de
su época, abanderado en distintos momentos por figuras de la talla de
Bernstein, de Plejánov o de Kautsky. El revisionismo, como la burguesía,
se va adaptando al desarrollo del movimiento social, haciendo suyos en
la formalidad los avances de la Revolución Proletaria para luego, en el
contenido, desechar cualquier conquista de Poder por parte de las
clases oprimidas. Del siglo XIX al XXI, las señas del revisionismo, su
fraseología pomposa y su práctica burguesa, siguen esencialmente
inalteradas. Paradigma de tal circunstancia son los cantos de sirena
que desde hace una década llevan emitiendo diversos sectores de la
burguesía internacional bajo la consigna del “socialismo del siglo XXI” y
la “democracia participativa”.
La
línea teórica del revisionismo del siglo XXI no es nada nueva. Los
ideólogos de la pequeña burguesía americana pretenden alcanzar el
socialismo desde la gestión del aparato estatal burgués. A través del
Estado, relegado a mero aparato abstracto gestor de la sociedad,
se pretenden desarrollar las políticas económicas y sociales que “acaben
con el capital” e impongan el “socialismo”. Esto es, por supuesto,
demagogia barata. Porque el revisionismo del siglo XXI
carece entre otras cosas de la visión marxista del Poder y del Estado.
Mediante las reformas no se llega al Socialismo y el Estado burgués no
puede ser gestionado por el proletariado para alcanzar sus intereses de
clase, salvo que lo haga como aristocracia obrera. Esa visión errónea,
esa contemplación del Estado como un ente social capacitado para servir a
cualquier clase era defendida por Ferdinand Lasalle allá por mediados
del s. XIX. Lasalle promulgaba un socialismo bonapartista,
encaminado a encumbrar a la clase obrera al Poder Estatal existente y
desde ahí imponer el socialismo. La diferencia está en que Lasalle
desarrolló su teoría en los tiempos previos a la Comuna de París, la
cual demostró la invalidez de dichos postulados, permitiendo sentar las
bases del primer ciclo de la Revolución Proletaria Mundial y en el
proceso de constitución del proletariado como clase revolucionaria o para sí.
El
socialismo no se realiza por decreto, como intentan hacernos creer los
revisionistas de todo pelaje, incluidos los “maoístas” de Nepal donde
recientemente el gobierno “comunista”, el mismo que liquidó la Guerra
Popular y desarmó a los obreros y campesinos pactando la
reestructuración del Estado burgués, decretó que “adoptaría el
socialismo como modelo económico”. El socialismo se realiza mediante
un proceso de transformación social en que el proletariado destruye la
máquina estatal burguesa a la par que construye el Nuevo Poder, el poder
de dictadura revolucionaria del proletariado, liquidando las relaciones
de producción capitalista. El Estado deja de ser un conjunto
de instrumentos alejados del cuerpo productivo de la sociedad, un
entramado de relaciones sociales en donde fructifican los intereses de
las clases dominantes, para ser, sin más ambages, el proletariado revolucionario en armas. Solo a través de ese proceso, que ha de dirigir y desarrollar el Partido Comunista,
la clase obrera se haya en condiciones de convertirse en clase
dominante y de ir socializando los medios de producción durante el
socialismo como paso necesario para extinguir la división social del
trabajo, hacer superfluo al Estado como instrumento impositivo y
alcanzar el Comunismo.
Es a través del Estado proletario, del Estado-Comuna,
como se conquista el socialismo. Se podrá argumentar que en Venezuela
se desarrollan “Comunas” o Asambleas populares donde se convierte en terrenal
la “democracia participativa”. Lo cierto es que esas Asambleas no
tienen nada de Nuevo Poder. Son solo una ramificación del viejo aparato
estatal burgués. Significan una descentralización de ese poder, una
delegación administrativa que se implementa desde las
mismas estructuras creadas por la burguesía para acomodar al viejo
Estado en las nuevas necesidades de la burguesía venezolana, dispuesta a
carear al imperialismo europeo y norteamericano enfrentándose para ello
con los antiguos gestores del Estado venezolano.
Estas Asambleas que forman parte del entramado del Estado capitalista son como ocurre con las Milicias Populares Bolivarianas,
una base de apoyo de la burguesía nacional venezolana. Pues, como las
asambleas barriales, las milicias populares lejos de representar al
proletariado revolucionario independizado política y organizativamente
son órganos al servicio del Ejército, la columna vertebral de todo
Estado. Son un anexo, una rama del tronco militar burgués de Venezuela.
Cabe señalar en todo esto, además, que las Asambleas están basadas en
los organismos paraestatales creados en India por los socialfascistas
del PCI “marxista”, el cual aniquila a los militantes
revolucionarios a través de sus organizaciones paramilitares y gestiona
el Estado indio junto a la burguesía monopolista de dicho país. Y es que
el PSUV ha encontrado en el revisionismo indio el espejo ante el cual
mirarse. Algo nada sorprendente. El Estado venezolano ahora se dedica a
extraditar a demócratas colombianos y a capturar a militantes del MLNV.
Bolivia extradita a dirigentes comunistas peruanos y encarcela a
internacionalistas. En su tiempo, la socialdemocracia alemana utilizó a
los freikorps, antesala de las Secciones de Asalto fascistas,
para que en 1919 ejecutasen a los espartaquistas y aplastasen a la
República Soviética de Baviera.
Esto poco tiene que ver con los Consejos de obreros, campesinos y soldados que se forjaron en Rusia, pues éstos como
organismos edificadores de la dictadura del proletariado, del
socialismo, eran órganos de Nuevo Poder enfrentados al viejo Estado
burgués, desde febrero de 1917 representado en una República
democrática y parlamentaria, en donde el menchevismo luchaba por
incorporar a los Soviets en la gestión del Estado burgués, esto es, la
“democracia participativa del siglo XXI” aplicada ya a inicios del s. XX
por la contrarrevolución rusa.
Otra
cuestión que debe analizarse es la economía. El revisionismo, con su
línea reformista del Estado burgués, ha inyectado en nuestro movimiento y
entre la clase trabajadora la idea de propiedad estatal = propiedad de
todos. Se observa la estatalización de medios de producción como un paso
al Socialismo llegando a justificar estas patrañas pequeñoburguesas con
la NEP Soviética. La NEP fue un proceso de estatalización y desarrollo
de fuerzas productivas en la URSS, vigilada en todo momento por la
dictadura revolucionaria del proletariado. El capitalismo de Estado era
dirigido por el proletariado armado en torno al marxismo. Los
bolcheviques construían el Nuevo Estado, constituido por las
organizaciones proletarias, y solo desde éste se podía contemplar una
etapa económica en que se mantenían las antiguas relaciones entre
capital y trabajo. Por
su parte en la Venezuela bolivariana lo que acontece son
nacionalizaciones de sectores estratégicos por parte del Estado burgués.
Ni cambian las relaciones de producción, ni los procesos en los que la
propiedad jurídica de las empresas pasa a manos del Estado son dirigidos
por la clase proletaria. Estas nacionalizaciones se encuadran en lo que
adelantábamos, en el curso de la lucha de la burguesía nacional
venezolana por hacerse un espacio en el mercado internacional
despojándose del yugo económico y político de otras potencias
imperialistas que hasta poseían el capital industrial y financiero en
Venezuela. En el Estado español durante la década de los 20 el gobierno
corporativista y protofascista de Primo de Rivera impulsó
la estatalización de diversos sectores para centralizar el poder
económico de la burguesía española que se hallaba subrogada a los
imperialistas británicos y franceses, dueños de gran parte del capital
de las empresas españolas. Estas nacionalizaciones se correspondían con
las aspiraciones comerciales y políticas de la burguesía
del Estado español, enfrentadas a la emancipación del trabajo no muy a
pesar de los socialdemócratas españoles de aquel tiempo, los
colaboracionistas de la UGT y del PS.
Esto
nos recuerda la actuación del Partido Comunista de Venezuela. La
aparente distancia que mantiene el PCV con el proceso bolivariano no
proviene de una defensa intransigente de los principios de clase del
proletariado sino de los maniqueos propios de la política burguesa. Su
no asimilación por parte de la socialdemocracia del PSUV es solo formal.
El PCV a pesar de argumentar que se prepara para cualquier forma de
lucha y que trabaja para llegar al socialismo, lo que realmente hace es
seguidismo del movimiento bolivariano, conciliando siempre los intereses
de la clase obrera con los del movimiento burgués en el cual se haya
inserto, como muestra su participación “coordinada” en las elecciones y
las instituciones del Estado venezolano y su propaganda por un “amplio
frente nacional, patriótico y anti-imperialista”. Situación que se
compagina o que más bien es producto de la visión tradeunionista del
P.C. que tiene el PCV, llevando así al proletariado y a las masas
oprimidas de Venezuela a estar desprovistas de sus organizaciones
revolucionarias de clase y a ser, a pesar de toda la parafernalia
“socialista” que envuelve al Estado venezolano, una clase subordinada a
las clases dominantes y cuya tarea principal pasa por dotarse de Partido
Comunista recuperando la ideología como arma de combate para poder
acometer posteriormente la batalla general contra el Estado burgués
mediante la praxis revolucionaria, verdadera y única práctica que puede
generar una transformación real de la sociedad capitalista.
Por
todo esto las tareas del proletariado en Venezuela son en esencia las
mismas que las del proletariado del Estado español. La lucha contra el
revisionismo se haya entre las tareas de primer orden, si bien allí el
revisionismo es hoy día política de Estado, algo que en parte dificulta
las tareas de los revolucionarios pero que por otra muestra a las claras
cuales son la política del revisionismo y sus limitaciones. Aquí los
“bolivarianos” se repiten pretendiendo guiar al proletariado a través de
“democracias participativas”, “socialismos adjetivados” y “etapas
intermedias” que se conquistarán desde la colaboración entre clases. Ello aleja a la clase proletaria de sus intereses que pasan por reorganizarse
como sujeto político para luchar por el Socialismo, que es y solo puede
ser, Dictadura Revolucionaria del Proletariado.