REPÚBLICA Y REVOLUCIÓN

 

Últimos acontecimientos en el Estado español.  

En los últimos tiempos se han producido importantes cambios en el Estado español que nos invitan a pensar que hemos llegado al final de un periodo y nos encontramos a la puerta de otro: más concretamente, en la quiebra a corto plazo del consenso de 1978 y en la reconfiguración de las relaciones en el seno del bloque dominante.

Los cuatro años de mayoría absoluta parlamentaria del PP y su agresiva política unilateral iban destinados a proporcionarle un lugar bajo el sol a sectores emergentes de la gran burguesía. No obstante, ello cuestionaba tanto las relaciones internas en el seno del bloque dominante y la configuración del Estado, como la posición de éste en el plano internacional. Así, se desencadenó una ofensiva en toda línea contra las burguesías nacionales periféricas (parte integrante del consenso constitucional) y se modificó el sistema de relaciones imperialistas en que estaba inmerso el Estado español (giro de la política europeísta hacia la atlantista). Toda esta política lesionaba poderosísimos intereses, como los tradicionalmente vinculados a la exportación de capital con destino fundamental a América Latina, lo que exige por parte de la burguesía financiera española una UE fuerte que pueda servir de soporte político frente al principal competidor imperialista en la zona, EE.UU.

Así, se favoreció desde poderosos sectores del stablishment un movimiento de descontento que tuvo como culminación la desastrosa gestión por parte del PP de los atentados del 11-M y su inesperada derrota electoral.

Desde entonces, el PP se ha lanzado a una furiosa política opositora que ahonda la polarización política y acumula fuerzas, saltándose los mecanismos institucionales de resolución de conflictos, mediante la movilización de masas, nueva prueba de la creciente quiebra del consenso instituido. Todo ello a pesar de que el reciente alto el fuego de ETA pueda abrir nuevas expectativas, como el aislamiento de los sectores más duros y reaccionarios del PP.

Paralelamente, la cada vez mayor identificación de IU con la política del PSOE, su bancarrota electoral y su creciente descomposición, como lo ejemplifica la salida de Corriente Roja del PCE, han creado un vacío político-institucional a la izquierda del PSOE, que preocupa a la clase dominante (como lo ha expresado el ABC en algún editorial). Este vacío ya está propiciando maniobras destinadas a ocuparlo y que se están realizando bajo la enseña republicana. Esta situación coincide con un movimiento en pro de la recuperación de la memoria histórica , tolerado e incluso promovido por ciertos sectores del bloque dominante (que se están aviniendo por primera vez desde la Transición a reconsiderar el pasado de este país, en especial el periodo de la II República), lo que, además de remitirnos a las anteriormente citadas contradicciones en su seno, nos habla de la permanente preocupación de la clase dominante por mantener ese espacio político izquierdista dentro del entramado institucional, siempre que sus componentes hagan profesión de fe reformista y parlamentaria, vital para evitar posibles y peligrosas radicalizaciones fuera del sistema. El crecientemente pujante discurso republicano se adapta perfectamente a esos parámetros y, desgraciadamente, la mayoría de las organizaciones autodenominadas comunistas del Estado español se han convertido en sus principales abanderados.

República y proletariado.

Así, como ya ocurrió en los años 30, el republicanismo se vislumbra potencialmente, además de como método de adocenamiento del proyecto revolucionario de la clase obrera, como medio de instrumentalización de las masas por parte de un sector del bloque dominante para resolver litigios intestinos.

La situación creada al final del Ciclo histórico revolucionario que abrió Octubre (1917-1989), que ha dejado al proletariado en una terrible situación de impotencia política (liquidación ideológica y organizativa del comunismo y, por lo tanto, de la revolución proletaria como referente político a amplio nivel social), es inaudita y acentúa la tendencia de estos comunistas republicanos a aferrarse a cualquier proyecto posibilista y pragmático, arrastrándose tras el movimiento espontáneo de las masas (movimiento que si no está guiado por un proyecto de transformación consciente del mundo, por el marxismo-leninismo, sólo puede repercutir, a pesar de sus posibles éxitos, en el apuntalamiento general del sistema de dominación capitalista), obviando los más elementales principios marxistas y aplazando indeterminadamente las tareas que nos impone la reactivación de la revolución proletaria.

En primer lugar, supone obviar los planteamientos marxistas acerca del Estado, planteamientos refrendados por toda la experiencia histórica de la revolución proletaria, desde la Comuna de París hasta la experiencia china, pasando por Octubre. Para el marxismo, el Estado, producto de la división de la sociedad en clases, se presenta históricamente como una unidad dialéctica de democracia y dictadura: democracia entre los opresores, dictadura para los oprimidos.

Frente a esta situación, el marxismo propone la demolición de la dictadura de la burguesía, que es la esencia de cualquier Estado en que se mantiene incólume el poder del capital, independientemente de la forma política en que se presente (y esto es algo que los oprimidos de este país han comprobado con su sangre; huelga recordar, sólo por referirnos a los acontecimientos más célebres, la brutal represión y el asesinato de los mineros asturianos o de los campesinos andaluces de Casas Viejas, todos ellos perpetrados bajo la enseña tricolor que tanto parecen añorar algunos comunistas), y su sustitución por la dictadura del proletariado, única democracia posible para los oprimidos, primer paso para la abolición de las clases y, consiguientemente, del Estado.

En segundo lugar, la pretendida fase democrática (antifascista, antimonopolista o una bucólica recuperación democrática ) que algunos juzgan necesaria como paso intermedio al socialismo es, desde el punto de vista marxista-leninista, una falacia en un país imperialista, de capitalismo avanzado, como a todas luces es el Estado español. Este escalón intermedio sólo es necesario en países dependientes donde quedan fundamentales tareas burguesas que resolver (acabar con las pervivencias feudales en el campo…) y no en el Estado español, donde el orden del día es la Revolución Socialista y la resolución de los problemas que ésta nos tiene planteados.

En primera instancia, esto supone recuperar el marxismo del foso de impotencia donde ha quedado sumergido tras la inapelable derrota proletaria con que se cerró el Ciclo de Octubre (si algo han demostrado los años de languidez desde esa debacle, es que no existe otra ideología que encierre su potencial liberador) y restituirlo a la posición que ya ocupó como referente del movimiento obrero. No obstante, ya no vale la repetición de viejas fórmulas y consignas, hoy claramente erróneas o insuficientes, pues ese discurso, tras un siglo de desgaste en la vanguardia de todo tipo de luchas, sufrió numerosos añadidos y adulteraciones ajenas a su primigenio espíritu. Es necesario volver a concebirlo como una concepción del mundo, global, propia del proyecto de un nuevo mundo y capaz de oponerse a la ideología dominante. Para ello es necesario el Balance crítico de un siglo de experiencia de la revolución proletaria para esclarecer las causas de la derrota e integrar en nuestra ideología todos sus aportes. Por supuesto, esto no es un ejercicio académico sino que ha de realizarse mediante la vivificadora lucha ideológica en el seno de la vanguardia proletaria, que es lo que permitirá la construcción del principal órgano político de la Revolución, el Partido Comunista. Así, reconstitución ideológica como parte y, a la vez, inexcusable condición de la reconstitución política del comunismo. Sólo una vez garantizada así la independencia política del proletariado, podrán plantearse maniobras y alianzas tácticas que faciliten el avance revolucionario y no conviertan a la clase obrera en carne de cañón de intereses ajenos que es lo que hoy por hoy, desgraciadamente, sucederá si el proyecto en pro de la III República se impone entre los sectores de vanguardia del proletariado.

1 de mayo del 2006

¡Por la independencia política del proletariado!

¡Por la reconstitución ideológica y política del comunismo!

¡Por la dictadura del proletariado!

¡Viva la Revolución Socialista!

MOVIMIENTO ANTI-IMPERIALISTA