NO A LA CONSTITUCIÓN EUROPEA

porque no existe un “sí” posible

El Movimiento Anti-imperialista llama al proletariado del Estado español a votar, y a votar NO a la Constitución y a la construcción europea. Decidimos hacer una excepción en nuestro tradicional posicionamiento de boicot ante cualquier tipo de participación en el sistema a la que nos invita el Estado y explicamos seguidamente las razones de peso que hacen especial a este Referéndum.

La situación concreta desde la óptica internacional

La idea de la Unión Europea está estrechamente vinculada desde sus orígenes a los intereses del capital financiero europeo. La alianza europea de este capitalismo, que culmina legalmente en la propuesta de texto constitucional, es la base social sobre la que se asienta el proyecto imperialista de los monopolios para explotar en mejores condiciones al proletariado internacional, no sólo al europeo, y poder competir, como centro de hegemonía, con el polo imperialista dominante (EE.UU.) por el reparto del mundo. Todos los partidos del arco parlamentario pregonan, en cambio, el supuesto interés general que se traduciría de esta Constitución incitándonos a votar, y a votar sobre todo afirmativamente, para obtener así el respaldo “popular” que sirva de coartada para la alimentación de la dinámica de colisión interimperialista.

Este europeísmo, nacido con la Europa surgida de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, lo hacía supuestamente en nombre de la paz y para evitar la solución bélica de los conflictos. Sin embargo, esto no ha sido más que propaganda - de la que unos han participado ingenuamente y otros con todo el cinismo - . Desde la descolonización, que las metropolis trataron de impedir o retrasar, hasta la guerra de Yugoslavia, incitada directamente por las potencias europeas, especialmente Alemania, y las últimas presiones sobre Ucrania, que por desgajarla de la influencia directa de Rusia ha estado a punto de llevarla al enfrentamiento civil, Europa ha demostrado una y otra vez el verdadero rostro de su política internacional, llegando incluso a provocar la intervención militar directa contra la población civil en el propio continente.

Por el contrario, Lenin enseñó que, ante las contradicciones imperialistas, la política del proletariado no es la de apoyar a la potencia más débil contra la más fuerte, como medida de compensación. Lo estratégicamente correcto es denunciar los planes de guerra de la burguesía en su conjunto para frenarlos, y en caso de que se inicien, transformar la guerra imperialista en guerra civil, en revolución, opción para la cual hay que prepararse seriamente, si se pretende seguir el camino revolucionario ante esta posible eventualidad.

Sin embargo, el sector mayoritario del movimiento de resistencia, incluyendo en él a gran número de organizaciones que se reclaman del comunismo, pregona como estrategia la alianza con sectores de las burguesías nacionales europeas para confluir en un frente antiimperialista que denuncie al imperialismo “más peligroso” (porque de alianza se trata cuando se omiten las referencias al imperialismo propio mientras se denosta al de enfrente). Esta estrategia supone la renuncia, de hecho, a la revolución pues subordina la política del proletariado a la alianza con un sector de la burguesía que en ningún caso quiere un enfrentamiento con el imperialismo dominante, ya que no está en condiciones para ello. Tan sólo rehuye la colaboración bajo su dominio y espera el mejor momento para intervenir, que será cuando su conformación como sólido polo imperialista esté alcanzado. La aprobación de la Constitución como cohesionadora de la Europa unida es un paso más en ese camino. Y esto entraña el verdadero peligro de guerra mundial, la aparición de un nuevo centro imperialista que le dispute el poder al actualmente hegemónico. Hemos podido comprobar este comportamiento de las burguesías europeas con respecto a la invasión de Irak, donde han mirado hacia otro lado sin intervenir ni presionar en ningún momento para frenar la intervención y el expolio del país, apoyando finalmente la farsa electoral democratizadora y la solución occidental aceptando el juego marcado por los EE.UU. con el que coinciden fundamentalmente. El gobierno del PSOE ha dado así un giro de 360º en la política exterior del Estado, pasando del apoyo a un proyecto imperialista consolidado a otro proyecto imperialista emergente, el europeo. La táctica empleada ha sido la retirada de las tropas españolas en Irak, sacando con ello de las calles a las masas comprometidas para, acto seguido, aumentar los efectivos militares en Afganistán. Incluso ahora se baraja la idea de volver al nuevo Irak. La alineación de Zapatero con el eje franco-alemán supone un cambio de posición respecto al PP, un cambio en que se escoge con quién hacer la guerra.

Existe, pues, un real contexto de confusión que se extiende entre las masas a la hora de utilizar unas veces como táctica u otras como estrategia la denuncia del imperialismo “más belicoso” - que lo es porque está en continua ofensiva, llevando la iniciativa, entre otras razones, para impedir que le dé alcance el europeo - , o el aprovechamiento de las contradicciones interimperialistas. Los oportunistas de toda condición transforman generalmente esta táctica en su estrategia pues, en la situación en la que se encuentra el movimiento revolucionario, de debilidad absoluta (sin orientación revolucionaria, desorganizado, sin dirección central), renuncian a buscar solución a los problemas que tiene planteados la Revolución Proletaria Mundial, y se arriman, en alianza dependiente, al imperialismo “menos malo”. Esto implica la liquidación efectiva de todo rebrote revolucionario, pues divide y reagrupa los destacamentos de lucha resistencial bajo distintas burguesías según sea la situación en que se encuentra cada país o zona del planeta. Por ejemplo, en el África controlada por los franceses, el enemigo es Europa; en el mundo árabe, las masas se alinean detrás del integrismo religioso representante de sectores considerables de burguesía nacional.

Por otro lado, la vanguardia marxista-leninista que sigue empeñada en reabrir el camino de ofensiva de la Revolución Proletaria Mundial no puede supeditar estratégicamente el éxito de la lucha en uno de los eslabones débiles de la cadena imperialista al enfrentamiento interimperialista, única vía - aquella - para la reconstitución del movimiento comunista internacional. Eslabones débiles que sólo podrán romperse en la medida en que sea cumplida la tarea previa de Reconstitución ideológica y política del comunismo. Es necesaria la presión desde las entrañas del imperio, sino el imperialismo se siente fuerte para intervenir directamente contra el peligro revolucionario utilizando métodos expeditivos por encima incluso de la legalidad democrática . Este es el caso de experiencias recientes como el golpe de Estado de Fujimori en Perú o la análoga situación que se está produciendo hoy día en Nepal. Estas situaciones, en las que el proletariado se encuentra a la ofensiva pero aislado, requieren, ante la ausencia de movimiento comunista internacional que respalde dicha acción, sólo la utilización táctica de las contradicciones en el seno de la clase dominante de cada país para impedir la utilización de los métodos de exterminio contra el movimiento revolucionario. La ausencia de movimiento comunista internacional y la esperanza en que las fracturas interimperialistas, en el actual mundo unipolar, sirvan de contención de la vía cruenta contra cualquier ofensiva del proletariado, se ha demostrado en la actual situación, como bloqueadora de la salida al proceso en sentido favorable a la revolución y permite preparar el terreno a la intervención extranjera indirecta (golpes de Estado) o directamente como es de temer en Nepal.

Así pues, hablar de Europa de los ciudadanos, de los pueblos, social o de los trabajadores es puro divertimento, que amplía el mercado de variaciones con repetición sobre un mismo tema. Todas estas “alternativas” suponen en esencia la misma lógica imperialista eurocentrista, estando cada una de ellas patrocinada por clases, fracciones de clases o sectores sociales (pequeña burguesía, aristocracia obrera, sectores de la burguesía media, burguesías nacionales...) que ambicionan participar del reparto del pastel político y económico del nuevo poder imperial en constitución. Se trata de proyectos que proponen una ampliación en determinada dirección, según se trate, de la base social sobre la que sostener un mismo plan imperialista hegemonizado siempre por el capital monopolista. Es por esto por lo que no existe un “sí” posible.

La única y verdadera vía de emancipación de la humanidad pasa por la vertebración internacional del campo revolucionario desde las bases de apoyo de la Revolución Proletaria Mundial en la medida en que vayan liberándose como eslabones débiles de la cadena imperialista. A estas alturas es un despropósito que sólo puede llevar a mofa por parte del proletariado de los planteamientos revolucionarios cuando algún grupo se atreve aún a proponer como única salida la Unión de Republicas Socialistas de Europa . Por consiguiente, la estrategia correcta pasa por la denuncia de todo imperialismo, de su carácter belicoso y concurrencial, de la necesidad de su debilitamiento y de la necesidad de su sustitución por la federación de pueblos libres de su yugo.

La situación concreta desde la óptica interna del Estado español

Si sólo nos quedásemos en el análisis del aspecto internacional, que es lo que hacen muchos grupos partidarios del NO y de la abstención, estaríamos omitiendo al proletariado las implicaciones que supone este Referéndum sobre la situación política concreta en el Estado. Si manteniéndonos en el plano internacional la posición más coherente contra el sistema - para evitar la subordinación del proletariado a los intereses de otras clases - es la abstención, ahora, al no ser suficiente mantenernos en este nivel de análisis ya no basta con apostar por el NO e ignorar, omitir o encubrir las verdaderas razones y las circunstancias que pueden permitir al proletariado expresarse como clase independiente sin padecer la posterior instrumentalización desde el campo burgués de dicha expresión. Hablar de “farsa electoral”, como incluso hacen algunos, para luego llamar a la participación en el sistema sin mayor análisis, es puro oportunismo.

Un Referéndum es diferente de unas elecciones. Ante éstas el proletariado debe continuar absteniéndose, porque cualquier compromiso, en el estado actual del movimiento revolucionario, carecería de contrapartida; cualquier participación implicaría la subordinación a intereses de clase ajenos. En este Referéndum, en cambio, el proletariado puede participar porque su actitud podrá ser traducida directamente en una posición política, sin ninguna mediación por parte de la gran burguesía. El proletariado puede expresarse directamente y en bloque sin que nadie interprete o modifique su voto. El proletariado se encuentra así abierto, más receptivo a la política de la lucha de clases y puede escapar, aunque sea por un breve periodo de tiempo del economicismo espontaneísta al que le subyuga cotidianamente la burguesía. Aquí, las vanguardias ideológicas y políticas tienen la responsabilidad de saber transmitir a las masas trabajadoras nuevas ideas que contribuyan a su elevación y actuación como clase independiente.

El proletariado, como interés inmediato, tiene el deber de neutralizar el proceso de consolidación y fortalecimiento del capital monopolista. En este caso no se juega nada a la hora de votar NO, y puede forzar en cambio al bloque dominante a tener que gestionar un NO mayoritario.

Además, el NO es preciso como testimonio histórico. No podemos incurrir en el error del PCE ante el Referéndum para la Reforma Política, de diciembre de 1976. Su abstencionismo supuso entonces un irresponsable desentendimiento respecto de los acontecimientos políticos. Hubo imprevisión e incompetencia política: se cayó en el señuelo de exagerar la necesidad de que las masas no identificaran al PCE con el Búnker , si apoyaba la misma opción que éste (el NO), lo que le condujo al pozo sin fondo de la abstención, a la autoanulación política. Claro está, el PCE tampoco era el partido capaz de defender una postura coherente con el NO, que implicaba el absoluto rupturismo con el proceso de maquillaje democrático del franquismo. La línea claudicante del PCE le condujo al aislamiento y a la derrota. Por todo esto, y salvando las distancias, el NO supone un testimonio para cuando en el futuro se reactive el proceso revolucionario. Quienes lo dirijan deben haber recogido como herencia de la presente generación de proletarios conscientes y de su vanguardia un rotundo NO que les deje las manos libres y no les hipoteque su labor de liquidación del capitalismo y de la Europa imperialista.

No podemos tampoco obviar, precisamente por el carácter de este Referéndum, el análisis de la correlación de fuerzas de clase en el Estado español. El gobierno Zapatero no estaba obligado en absoluto a realizar Referéndum alguno desde el punto de vista de la política exterior (podía haberse aprobado mediante tramite parlamentario como así han hecho otros países) pero, sin embargo, ha necesitado de él para legitimar su victoria electoral del pasado 14-M, para demostrar que fue un triunfo limpio y fundamentar políticamente de una manera más sólida su giro estratégico europeísta en política exterior, al tiempo que dinamita definitivamente las nostalgias atlantistas que sobreviven todavía en los sectores más filofascistas del PP. Además, un debilitamiento de este sector duro también acarrearía, como efecto colateral, la mejoría de las condiciones para la normalización de la situación en Euskadi, sobre todo en lo que se refiere a reintegrar al PNV en el bloque hegemónico de la clase dominante, objetivo de Zapatero después del callejón sin salida al que le ha abocado el Plan Ibarretxe . Éstas son las razones por las que Zapatero ha convocado el Referéndum sin estar obligado a ello. Más por las razones del escenario de las relaciones de clase en el Estado español que por motivos de su política exterior; más por la disputa interna entre las fracciones sociales dominantes que por un supuesto interés democrático por la opinión del pueblo.

Las razones de la participación y el posicionamiento del proletariado en este Referéndum.

El último argumento expuesto es fundamental para comprender porqué el que el proletariado debe participar en el Referéndum, primero, votando NO, después. Porque, en primer lugar, no debe mostrarse indiferente ante cada uno de los sectores en que se ha dividido (aunque de momento sólo les separe una fisura: por un lado, burguesía liberal y europeísta y, por otro lado, burguesía postfranquista y atlantista) el bloque dominante: no tiene las mismas implicaciones para la lucha proletaria el talante liberal del PSOE de Zapatero que el filofascismo de los herederos de Aznar. Siendo el Referéndum una apuesta personal del Presidente del Gobierno, el fracaso que supondría una baja participación beneficiaría al PP fascistoide, belicista y proyanqui (amén del sector más derechista del PSOE - inquieto por cómo se ha extendido la cuestión nacional - frente al que estaría en mejores condiciones para reconquistarlo). Es por esto por lo que la Conferencia Episcopal considera legitima la abstención. Lo que está en la mente del PP y se lo calla, lo expresa la Iglesia para el sector ideológico del pueblo sobre el que tiene influencia.

Por otro lado, el proletariado debe votar y votar para decir NO, para negar también, con esto, al PSOE y a Zapatero, para negar al bloque dominante en su conjunto, para denunciar al Estado imperialista español y al europeísmo, que no es otra cosa que su discurso expansionista.

¡No al imperialismo!

Ni Europa social

Ni Europa de los pueblos

Ni Europa de los ciudadanos

Ni Europa de los trabajadores

¡Por la Reconstitución ideológica y política del comunismo!

¡Por la reactivación de la Revolución Proletaria Mundial!

¡Por la federación de pueblos libres!

 

MOVIMIENTO ANTI-IMPERIALISTA