Las posiciones en la controversia

Sin embargo, el PCE(r) se ha mantenido pertinaz en su intolerancia y en su desprecio hacia la menor crítica, con el único argumento de la ofensa y de la acusación demagógica y paranoide, ascendiendo en esta ocasión un escalón más en su intransigencia al recurrir a la amenaza abierta y directa, no sólo contra nosotros, sino también contra alguna de las organizaciones que habían publicado nuestro manifiesto. El PCE(r) ha querido abortar, así, el debate, esgrimiendo amenazas en lugar de argumentos, extendiendo el miedo y la sospecha en lugar de sus ideas. Cada vez se abren más dudas sobre la legitimidad de éstas o sobre si siquiera existen, pero van quedando menos sobre el papel real que está jugando este partido en el seno del movimiento comunista. El primer resultado de nuestra Declaración Política ha sido la demostración palpable de que el autodenominado PCE(r) contra quien ejerce el terror es, en realidad, contra el proletariado. La burguesía y sus guardianes se regocijarán al comprobar cómo el PCE(r) no sólo quema militantes comunistas en una batalla absurda, no sólo desprestigia y aísla al comunismo en una endogámica y desesperada escalada demagógica y demente que se retroalimenta sólo de desesperación, demagogia y locura, sino también al comprobar cómo ahora este partido asume las funciones de vigilancia y contención de cualquier atisbo de desarrollo revolucionario de la vanguardia. En nuestra Declaración afirmábamos que la política del PCE(r) no se corresponde con una línea revolucionaria, sino con el reformismo armado; ahora, hay que añadir que la experiencia demuestra que el verdadero contenido de esta línea es el terrorismo contrarrevolucionario. Antes de esa Declaración se podía situar al PCE(r) –y así lo hacíamos nosotros– en este lado de la linde; pero su actitud ha demostrado que se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo revolucionario del proletariado y para la construcción de su vanguardia. Por las consecuencias objetivas de su actitud hacia el resto de la vanguardia del proletariado, el PCE(r) se ha pasado decididamente al lado de la contrarrevolución.

El aspecto concreto de este asunto que más merece ser destacado es la presión que los del PCE(r) y acólitos han ejercido sobre el órgano del Partido Comunista Revolucionario de Euskal Herria (EhAKI), Kimetz , para que retirase del foro de su página web nuestro documento. Cual vulgares censores, insistentemente se les sugirió a estos camaradas que eliminasen el texto, denostándoles amenazadoramente mientras no lo hicieron, hasta que, finalmente, Kimetz cedió a los dictados gansteriles del kapo del movimiento comunista. Otros, por su parte, ya habían consumado la censura por cuenta propia y sin necesidad de sugerencias ; pero no resulta extraño en el PCPE ni en Gazte Komunistak, por su línea reformista-revisionista, incompatible con los contenidos de nuestra Declaración, ni en Rash Madrid, cuyo talante anarquizante le imposibilita, ya de principio, para contribuir en algo en un debate serio entre comunistas. Por el contrario, otros que han recogido en sus foros nuestro documento, como el PCOE, no han sido importunados, toda vez que el espacio político que ocupa esta última formación parece alejado, por lo que se ve, de la zona de influencia natural del PCE(r), independientemente de la semejanza de sus líneas políticas (que las hay, más incluso que con Kimetz ). Pero culturas políticas y estilo de trabajo separan al PCE(r) del PCOE, al mismo tiempo que los vínculos comunes con el nacionalismo radical vasco le acercan a Kimetz . Por el contrario, al mismo tiempo, elementos fundamentales de la línea política que defienden estos camaradas son esencialmente correctos, a la vez que sustancialmente contradictorios y alejados de la del PCE(r). En esta situación, tan ambigua como compleja, la polémica abierta por el MAI y el ambiente generado por la actitud del PCE(r) ofrecían a Kimetz una oportunidad magnífica para esclarecer su situación en el seno del movimiento de vanguardia, para definir más y mejor su relación con otros destacamentos del mismo y para profundizar en los elementos correctos de su línea a la vez que deslindar campos con la influencia pequeñoburguesa a que le someten algunos amigos y la presión del entorno nacionalista en que se mueve. Por todas estas razones, la decisión que adoptase Kimetz en esta polémica era crucial, porque reflejaría el espíritu que actualmente domina a los comunistas revolucionarios, su nivel de conciencia de la situación actual de la lucha de clases proletaria, su capacidad para pulsar los momentos políticos, para demostrar la asunción de su compromiso revolucionario, etc., su grado de madurez en relación con su cometido de ejercer el papel de vanguardia, en definitiva. En segundo lugar, esa decisión era crucial porque ella determinaría directamente y de manera práctica el futuro inmediato del proceso de construcción del movimiento comunista, en el sentido de que delimitaría el campo, más amplio o más estrecho, del comunismo revolucionario como base y punto de partida del proceso de reconstitución ideológica y política del comunismo. Por no hablar, en tercer lugar, de la propia coherencia interna de estos camaradas, pues una decisión correcta expresaría su verdadera voluntad de contribuir, como buenos maoístas, al desarrollo de nuestro movimiento desde el único método posible, el debate, la lucha de dos líneas, en suma. Así pues, se puede comprender que el MAI estuviese muy pendiente de la actitud final de los camaradas de Kimetz , y no debe extrañar la decepción experimentada ante tantas expectativas defraudadas. A pesar de ello, desde aquí queremos trasladar nuestras esperanzas en una rectificación de estos camaradas en el futuro. Creemos en su honestidad y en que comprenden que el primer mandato de esta virtud es aplicársela a uno mismo. Kimetz habla de “unidad y lucha” como principal instrumento de desarrollo de la vanguardia; sin embargo, ha cedido ante quienes sólo aceptan la unidad si es en su torno, y ante quienes han demostrado no estar dispuestos al debate, a la lucha ideológica y política. Los camaradas de Kimetz deberían reflexionar más sobre esto.

La justificación oficial dada por Kimetz para eliminar la Declaración del MAI de su foro de debate estaba relacionada con las posibles consecuencias penales que, para los miembros del PCE(r), acarrearía identificar su partido con una organización armada “como son las Brigadas Rojas”. Sería ocioso extenderse demasiado en esto, pues la discrepancia en la valoración de un fenómeno de índole más bien histórica y de carácter secundario políticamente jamás puede justificar la censura. Entonces, no tendría sentido el foro. Sin diferencias de opinión no hay debate político. Según su nuevo criterio, los camaradas de Kimetz deberían clausurar esta sección de su página web. No obstante, insistimos en que el paralelismo establecido en la Declaración entre el PCE(r) y Brigadas Rojas no era de carácter organizativo. Únicamente se refería a formaciones políticas que expresaban, a través de una línea política similar –defensa de la lucha armada, independientemente de su praxis–, fenómenos sociales similares –el ascenso del movimiento espontáneo de masas a principios de los 70, independientemente de las diferencias en las bases sociológicas que lo sustentaban en distintos países– desde una concepción similarmente errónea de la lucha de clases revolucionaria del proletariado y de una asimilación similarmente insuficiente del marxismo –al margen de la disparidad de programas y profesiones de fe–. Más aún, si nuestra valoración hubiese tenido algo que ver con las formas organizativas de la lucha armada, no hubiésemos puesto al lado del PCE(r) a las Brigadas Rojas, precisamente, sino a esa “organización que todos sabemos” a la que se refiere Kimetz en su comunicado de cierre del debate , aplicando esa omertá que el PCE(r) quiere imponer en nuestro movimiento, como si hablar entre susurros de el innombrable –cuando al mismo tiempo se está tratando del PCE(r)– fuera a engañar a alguien o a servir de algo. Por cierto, que la interdicción de hacer expresa esta relación, prohibida por esa ley del silencio , ha conducido a que los esbirros celosos de semejante norma no escrita hayan abierto debates en internet acerca de un supuesto guión garzoniano tan surrealistas como estériles. En cualquier caso, el argumento esgrimido por Kimetz para justificar su actuación ya había sido puesto sobre la mesa en el principio mismo de la controversia. De hecho, era el único –a falta de otros de naturaleza ideológica o política– que habían aducido hasta ese momento los iracundos defensores del PCE(r), y no incitó entonces ninguna intervención por parte del administrador del foro (sólo el consejo de que resolviésemos nuestras diferencias en privado, ¡de espaldas a la clase!) por cuanto aquéllos sólo habían proferido insultos y acusaciones, pero la amenaza directa aún no se había consumado. Ésta es la segunda razón por la que las explicaciones dadas por Kimetz resultan poco creíbles. Pero, está bien, respetemos los motivos de este órgano y veamos ahora cuál es su valor real.

Fue la intromisión de un tal Ferro en la porfía la que provocó el giro de los acontecimientos. Nuestro hombre de hierro amenazó ( sugirió ) y ordenó la retirada del documento del MAI. ¿Y cómo comenzaba su intervención en el foro este tipo duro y, por lo demás, bastante necio?:

“Como ex preso político de los GRAPO, y también del PCE(r), afirmo…”

¿Hace falta más para demostrar que todo lo que proviene de estos señores es pura farsa? Se desgañitan insultando y amenazando, acusando a diestro y siniestro de señalarles con el dedo ante la policía, de que deseamos que todo el peso de la represión caiga sobre ellos, de que nos gustaría verles entre rejas de por vida y no se sabe cuántas sandeces más… ¡y resulta que ellos mismos estampan el famoso guión garzoniano ! ¿Hay algo más patético que ser chivato de sí mismo? Al MAI no le extraña, ya que es costumbre, pues le consta que estos señores, cuando pueden, publican datos sobre las organizaciones que les critican y que han manifestado disconformidad con su línea política. También es posible que el hombre de hierro resulte ser el Azef del PCE(r); pero, entonces, este partido debería limpiar primero su propio establo antes de intentar emponzoñar a los demás. En cualquier caso, se debe reconocer que esta forma de actuar no está exenta de cierta lógica: como el PCE(r) no puede ofrecer nada, pues carece de masas, de política revolucionaria y su ideología pequeñoburguesa se funda en el revisionismo, es natural que haya convertido las viejas batallas en su único patrimonio político, al que recurren sus prosélitos haciendo alarde de esa especie de mística de ex combatientes en que ha convertido este partido su retórica, a sabiendas de que el auditorio –dado el bajísimo nivel teórico en que se haya nuestro movimiento– se quedará atónito y experimentará espontáneamente cierta empatía (veta para poder explotar después una malentendida solidaridad) por el sacrificio de estos comunistas . De esta lógica simple y macabra vive desde hace tiempo el PCE(r), y es la que empuja a sus miembros a delatarse a sí mismos. Por la boca muere el pez, señor Ferro .

De todo lo expuesto se desprende que, en realidad, esos motivos sobre las consecuencias de la crítica a la línea del PCE(r) son una cortina de humo para esconder el fondo del problema (una línea errónea) y rechazar el debate que permita esclarecer los elementos para una verdadera política proletaria. El comunismo revolucionario lleva más de 30 años hipotecado por la apuesta que estos señores decidieron hacer un día, y los réditos de ese crédito se pagan todavía hoy con el precio de mantener cautivo el debate en el seno de la vanguardia acerca de las tareas que hoy necesita la reconstitución del comunismo (tareas ineludibles, también, como efecto del fracaso de aquella apuesta). En estos 30 años han acontecido cosas importantes con consecuencias muy serias para la lucha de clases proletaria a todos los niveles. Todo un ciclo histórico se ha cerrado y hora es ya de que el PCE(r) rinda cuentas ante la clase a la que dice servir. El MAI forma parte de ese sector de la vanguardia que piensa que el proletariado ha pagado sobradamente la hipoteca y que pugna por desembarazarse de viejas tutelas para iniciar la búsqueda del camino que permita al movimiento comunista salir de la crisis en la que se halla inmerso, y de la que el PCE(r) es uno de sus exponentes genuinos.