Línea política de Reconstitución del Partido Comunista

De cara a esa contribución y después del análisis de los elementos fundamentales que conforman la línea general de la revolución proletaria, corresponde ahora presentar en sentido positivo y a modo de síntesis aquellos elementos. La línea general es el plan general de la revolución, la representación de sus etapas, requisitos y tareas en función de las leyes de la transformación revolucionaria de la sociedad que la lucha de clases del proletariado ha ido revelando a lo largo de la historia. En sentido lato, la revolución comunista transcurre por tres etapas: la constitución (reconstitución) del proletariado en partido político revolucionario; la conquista del poder por este Partido a través de Guerra Popular, y la instauración de la Dictadura del Proletariado, que se desarrolla mediante revoluciones culturales. Aquí, nos centraremos en la primera etapa, por cuanto ella recoge la construcción de los dos primeros instrumentos de la revolución (Ideología y Partido) y por cuanto la realidad social actual sólo nos ofrece los materiales y las condiciones concretas para elaborar un plan práctico con estos objetivos inmediatos. Eso sí, siempre en función de los otros instrumentos y las subsiguientes etapas de la revolución, en función de la Guerra Popular y de la instauración de la Dictadura del Proletariado y del socialismo. Es decir, es preciso reconstituir Partido Comunista para iniciar inmediatamente la Guerra Popular; pero no es posible elaborar aún un plan de inicio de la Guerra Popular in abstracto , al margen de las condiciones sociales y políticas concretas que ofrecerá en el futuro la reconstitución del Partido Comunista, una vez cumplida, desde el punto de vista del estado general de la correlación de fuerzas entre las clases y desde el punto de vista de la posición particular que ocupará el proletariado en él. Los propios maoístas peruanos formulaban el tercer instrumento como especificación de la Guerra Popular en función de las condiciones concretas del país , lo que significa que la Guerra Popular es ley e instrumento estratégico, pero sólo puede hablarse de ella como línea política desde lo concreto, desde la forma que adopta en función de las condiciones específicas dadas por el proceso revolucionario. Y, en tal sentido, únicamente es posible adelantar que, en un país imperialista como el Estado español, la Guerra Popular tendrá como centro las ciudades y el proletariado será tanto la clase principal como la clase dirigente en la revolución. En resumen, la línea general nos informa sobre las leyes del movimiento revolucionario, pero no es posible una línea política sin los elementos tácticos que permitan alcanzar los objetivos estratégicos, sin tener en consideración las condiciones concretas en que nos movemos. Así pues, una vez establecidos los elementos generales de la estrategia revolucionaria y sus relaciones internas, es preciso centrar y definir el objetivo inmediato y proponer un plan que incluya los medios para alcanzarlo.

La primera fase de la revolución proletaria es la fase política. Su contenido consiste en la acumulación de fuerzas de la vanguardia de la clase desde la ideología revolucionaria, y su objetivo es la reconstitución del Partido Comunista. La segunda fase de la revolución proletaria es la fase militar, bajo la forma de Guerra Popular. Su contenido consiste en la acumulación de fuerzas de las masas de la clase, en la conquista de las masas para la ideología revolucionaria, y su objetivo es la construcción de Nuevo Poder sobre las masas armadas hasta la destrucción del Estado y la instauración de la Dictadura del Proletariado. Nos limitaremos a exponer los elementos de la primera fase en sus distintas etapas.

1ª etapa. Defensiva política estratégica . Se trata de la recomposición (reconstitución) ideológica del comunismo revolucionario desde la lucha de dos líneas en torno al Balance del Ciclo de Octubre y en torno a la Línea General de la revolución proletaria, como aspecto principal, y lucha de clases ideológica contra todas la manifestaciones y formas de la concepción del mundo burguesa –incluidas las teorías de origen no marxista que pugnan por hegemonizar el movimiento obrero– desde el punto de vista de la reconstitución de la concepción del mundo independiente de la clase obrera y de su construcción como forma superior de la conciencia social, como aspecto complementario. Este tipo de lucha ideológica pasará a ser principal una vez reconstituido el Partido Comunista y una vez que, en virtud de ésta, el deslindamiento entre las clases y entre el campo de la revolución y de la contrarrevolución hayan quedado clarificados. La línea de masas, en esta etapa, se centra en el sector de la vanguardia cuyas preocupaciones alcanzan el nivel más elevado de las cuestiones relacionadas con la revolución, con las cuestiones que tocan la teoría revolucionaria como prerrequisito y condición del movimiento revolucionario (conciencia de clase para sí ). Se trata del sector que denominamos vanguardia teórica . El carácter de las tareas políticas es fundamentalmente teórico (investigación y elaboración) y propagandístico (difusión entre el resto de los sectores de la vanguardia y entre las masas). Orgánicamente, toda esta labor irá cristalizando en la articulación de órganos centrales de dirección y propaganda y en la generación de los organismos necesarios para el cumplimiento de las tareas; en suma, se irá materializando en un incipiente movimiento de vanguardia prepartidario. Cuando el progreso en el cumplimiento de las tareas y en la construcción de ese movimiento de vanguardia sea suficiente, podrá iniciarse el paso a la siguiente etapa.

2ª etapa. Equilibrio político estratégico . Se trata de la aplicación de los principios del comunismo revolucionario a las condiciones concretas de la revolución en el Estado español. La Línea General se transforma en Línea Política. El objetivo principal de la línea de masas sigue siendo la vanguardia teórica, pero ampliando su radio de acción, pues, en la medida que la teoría se va aplicando a problemas cada vez más cercanos , las cuestiones relacionadas con la transformación social reclaman el interés de un sector más amplio de la vanguardia. Sin embargo, como complemento, se inicia el contacto con lo que denominamos vanguardia práctica , con la parte de la vanguardia involucrada en los problemas inmediatos de las masas y en la organización y dirección de la lucha de resistencia económica (conciencia de clase en sí ). Las tareas fundamentales siguen siendo teóricas (análisis de las relaciones de clase y tendencias económicas, sociales y políticas en la formación social española, sin dejar de profundizar en las cuestiones ideológicas de la reconstitución) y propagandísticas (defensa del comunismo y del socialismo y la Dictadura del Proletariado como objetivo inmediato de la revolución en el Estado español), aunque ya se inicia la generación de organismos para combatir la línea oportunista y conciliacionista en los frentes de resistencia.

3ª etapa. Ofensiva política estratégica . Se trata de la traducción de la Línea Política en Programa. Es el último paso de la traslación de los principios revolucionarios hacia propuestas de acción revolucionaria. Las contradicciones sociales de la formación española se traducen en reivindicaciones revolucionarias en función de los problemas concretos que esas contradicciones producen; pero, no se trata de un programa mínimo reformista; en nuestra revolución sólo hay programa máximo: la Dictadura del Proletariado. El Programa comunista es la demostración teórica y práctica del principio de que sin el poder todo es ilusión , es la exposición –en virtud de las primeras experiencias de la vanguardia comunista en los frentes de masas y en virtud de las primeras experiencias de las masas en su contacto con la Línea Política comunista– de los medios políticos y organizativos que se requieren para alcanzar el objetivo del socialismo a condición de que sean las propias masas armadas quienes se organicen en Nuevo Poder para aplicarlo por sí mismas. En esta etapa, el destino de la línea de masas es la vanguardia práctica como objetivo principal. Generación de organismos en los frentes de masas y de fracciones rojas en los movimientos de masas que faciliten la vinculación política del movimiento de vanguardia comunista con el movimiento obrero práctico y el establecimiento de las bases que permitan la extensión de su influencia en el momento de culminación de la reconstitución del Partido Comunista y del paso a la fase militar del proceso y a la conquista de las masas hondas y profundas desde Guerra Popular. Lucha contra la tendencia derechista de transformar los organismos de base en frente sindical, que los desviaría de su cometido de ser organismos del Partido para la futura constitución de bases de apoyo para la Guerra Popular y que los encarrilaría por la vía reformista de las reivindicaciones económicas inmediatas y de la lucha por conquistas políticas democráticas . La incorporación de un sector de la vanguardia práctica al movimiento comunista y la consolidación organizativa de esta unificación entre vanguardia teórica y vanguardia práctica supondrá la plasmación real de la fusión leninista entre el socialismo científico y el movimiento obrero, entre la teoría y la práctica proletarias y, en definitiva, la culminación de la reconstitución del Partido Comunista. El Partido Comunista como movimiento político y el Programa comunista como primer referente político-ideológico para las masas expresan la posición de ofensiva política que la vanguardia proletaria ha alcanzado para la clase obrera. Inmediatamente, se inician los preparativos para el desarrollo de la política proletaria por otros medios, por la vía armada a través de la conquista de las masas mediante Guerra Popular en su primera etapa de defensiva militar estratégica .

Como ya se ha dicho, no es posible describir en lo concreto los elementos de esta nueva fase, ni las formas de los destacamentos armados del Partido, ni la forma de las bases de apoyo, ni de los métodos de organización de milicias populares, etc. Naturalmente, todo esto depende de las condiciones concretas de la lucha de clases, de las formas específicas como haya tomado cuerpo la unidad del movimiento de vanguardia con el movimiento práctico y de la experiencia acumulada durante la fase de reconstitución, principalmente en su tercera etapa.

En la actualidad, la línea política de reconstitución es la única línea política proletaria posible. Las condiciones de liquidación del movimiento comunista en las que nos movemos, como resultado del final del ciclo revolucionario, obligan a reconsiderar las condiciones y los requisitos de recomposición de ese movimiento, tanto desde un punto de vista estratégico como táctico. Ya no basta la unidad en torno a bases políticas, como aquellas Veintiuna condiciones que permitieron el nacimiento de los primeros partidos comunistas y del movimiento comunista internacional, ni la unidad en torno a bases ideológicas, como el maoísmo, que sirvió de punto de partida para la reconstitución del PCP; se precisa la definición de todo un área de tareas teóricas y prácticas que permitan, como punto de partida, la reconstitución ideológica y la construcción de un movimiento de vanguardia en estrecha unidad como base de la reconstitución del Partido Comunista. Las masas no son nuestras, y el comunismo ha dejado de ser un referente para ellas (factor que sí estaba presente en los dos casos de constitución comunista que acabamos de citar). Las masas, hoy, son carne de cañón del imperialismo, de manipulación del reformismo o de suicidio terrorista del yihadismo . Es preciso reconquistarlas; pero, para ello, la vanguardia sólo cuenta con sus propias fuerzas. Debe, por tanto, organizarse para este fin, creando los instrumentos necesarios, principalmente el Partido Comunista. No puede pretender que las masas solucionen por ella sus problemas teóricos y prácticos, que las masas le ofrezcan resueltas las herramientas para la revolución. Es cierto que sin ellas éstas no son posibles, pero el punto de partida está en la vanguardia, el primer paso debe ser dado por la vanguardia y en el ámbito de la vanguardia. Ésta es la única respuesta a la cuestión de por dónde empezar .

Esta propuesta implica, naturalmente, que se debe empezar por los problemas teóricos y por los problemas prácticos relacionados con la construcción de un movimiento de vanguardia mínimamente articulado. Contra esta posición se objeta habitualmente el argumento demagógico y dogmático de que, para el marxismo, la práctica es siempre lo primero y lo principal, por lo que se debe comenzar por la acción práctica y por el movimiento obrero realmente existente, tal como se presenta en su estado actual. Pero se trata de un argumento antidialéctico que desvía el concepto marxista de la práctica hacia el pragmatismo y el empirismo, y la actividad de la vanguardia hacia el practicismo. Entonces, ¿qué es la práctica para el marxismo? Para el marxismo, la categoría de práctica presenta dos aspectos –que, por supuesto, forman una unidad óntico-gnoseológica–, uno objetivo y otro subjetivo. El primero de ellos, lo resumió Marx en su VIII tesis sobre Feuerbach:

“La vida es, en esencia, práctica . Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica”.

En esto consiste el primer principio del método marxista, del materialismo histórico. Pero nuestros demagogos han llegado a la conclusión de que toda actividad de comprensión racional de la práctica humana, de la sociedad como producto de la actividad material del hombre, es idealismo o intelectualismo . Todo esfuerzo por elaborar una representación de las relaciones sociales y de la lucha de clases en su conjunto, de comprensión de las tendencias concretas que abren esas relaciones y esa lucha y del marco general de las leyes en que se encuadran son teoricismo puro y especulación de intelectuales (lo cual, desde su esquema de valores, es todo un insulto), no actividad propia de los obreros, aunque se trate de obreros con conciencia de clase. Éstos, al parecer, deben ser prácticos , deben sumergirse en la realidad concreta para conocerla formando parte de ella. Pero, ¿este practicismo que renuncia a la perspectiva del punto de vista teórico y pretende forjarse una representación del mundo y de la sociedad en función de la experiencia empírica inmediata tiene algo que ver con el marxismo?, ¿es esta especie de espontaneísmo gnoseológico la posición de la práctica subjetiva marxista? En su IV tesis sobre Feuerbach, Marx dice que:

“(…) lo primero que hay que hacer es comprender ésta [la realidad terrenal] en su contradicción y luego revolucionarla prácticamente eliminando la contradicción. Por consiguiente, después de descubrir, en la familia terrenal el secreto de la sagrada familia, hay que criticar teóricamente y revolucionar prácticamente aquélla”.

En esto consiste el primer principio de la acción práctica del sujeto, que no es acción inmediata, sino acción revolucionaria. Pero nuestros demagogos han llegado a la conclusión de que sólo la acción directa es acción revolucionaria, y se disponen a participar en las luchas que provocan las contradicciones sociales incorporándose a ellas sin haber realizado la pertinente crítica teórica que permita descubrir su naturaleza, con el solo objetivo de agudizar y desarrollar esas contradicciones hasta que encuentren solución por sí mismas, pues su fe materialista les conmina a creer en una sustancialista metafísica de la inmanencia que está detrás de las cosas y que permite que éstas se dirijan por sí mismas hacia el fin que su naturaleza les dicta. Pero, como Marx no es Aristóteles y no cree en entelequias, indica muy claramente que no se trata de desarrollar la contradicción, ni de procurar que se resuelva por sí misma, sino de revolucionar la contradicción. Ha sido esta absoluta incomprensión de la verdadera práctica revolucionaria la que ha permitido, de la mano de estos prácticos –que durante décadas han dominado el movimiento comunista y han dirigido sus organizaciones–, la reducción ontológica y gnoseológica del marxismo y la liquidación de su programa de acción revolucionaria, que han sustituido por el reformismo y el posibilismo políticos. En conclusión, no se trata de desarrollar la contradicción entre capital y trabajo, sino de revolucionarla; no se trata de desarrollar el movimiento de resistencia hasta que se transforme en revolucionario. Esto es una fantasía idealista. Se trata de revolucionar el movimiento de resistencia de las masas. Y el Partido Comunista, llevando Guerra Popular a ese movimiento, es el único instrumento capaz de revolucionar al conjunto de la clase obrera.

Una de las consecuencias del reduccionismo al que los prácticos someten al marxismo es la limitación del enfoque social de la lucha de clases al punto de vista económico, y la limitación del enfoque que recoge el estado de todas las relaciones entre todas las clases al punto de vista de la relación entre el obrero y el patrón. De este modo, la práctica queda reducida a la lucha sindical, a un espacio limitado del conjunto de las contradicciones de clase, y la realidad sobre la que hay que actuar, de la que debe partir el sujeto revolucionario, no es el conjunto de la sociedad, sino el movimiento económico de una sola clase, el proletariado. Según este planteamiento, la lucha económica por reivindicaciones inmediatas es embrión de tipos de lucha superiores, de formas políticas de lucha revolucionaria. La lucha de empresa es la forma básica cuyo desarrollo y extensión implicará a la clase en su conjunto. Por esta razón, se pone el acento en las huelgas, manifestaciones y demostraciones de calle como formas principales de lucha en la actualidad, que la vanguardia debe proponer y organizar; al mismo tiempo, se reclama el apoyo para los sectores críticos de los sindicatos mayoritarios amarillos, para los pequeños sindicatos de clase y para las plataformas autónomas de trabajadores. La extensión de la experiencia de estos organismos, unida a la verdad revelada (alguna variante del marxismo-leninismo o del maoísmo) que les acercarán estos señores tan serios y responsables, vacunados contra toda veleidad izquierdista , procurará las herramientas políticas y organizativas de la revolución. No hay problemas teóricos en la construcción del movimiento comunista porque éste, en realidad, no existe como tal. El movimiento revolucionario es el movimiento práctico dirigido por estos señores. El comunismo es apéndice del movimiento de resistencia. Su reconstitución, pues, se reduce a un problema de organización y a su posterior incorporación en el movimiento, pues como ya dijera el padre del revisionismo, lo importante es el movimiento, el objetivo es secundario .

Lenin combatió esta concepción gradualista y mecanicista del movimiento revolucionario cuando el revisionismo de corte bernsteiniano cobró cuerpo en Rusia bajo la forma de economismo , en los primeros años del siglo XX, y cuando, tras la derrota de la Primera Revolución rusa, combatió a los mencheviques, que querían liquidar las formas de organización clandestina y de lucha ilegal del movimiento obrero. En ambas ocasiones, Lenin demostró que la proyección política de la resistencia espontánea de las masas y la proyección organizativa de la lucha sindicalista conducen al programa reformista y a lo que él denominó partido obrero liberal . Hoy, tras la derrota de la primera gran ofensiva de la Revolución Proletaria Mundial, la vanguardia se enfrenta a las mismas desviaciones de la táctica revolucionaria. No es casualidad que los mismos prácticos que, con exaltación, desprecian la lucha teórica y llaman a dirigir las luchas parciales de los trabajadores sean también quienes proclaman como objetivo político inmediato la República. Sin embargo, a día de hoy, los fervorosos adalides de la práctica inmediata no han sido capaces de mostrar una sola experiencia de lucha obrera que pueda servir de ejemplo de plataforma del futuro movimiento revolucionario del proletariado. Nuestros prácticos llevan años llamando a apoyar y a encauzar luchas obreras como la de Sintel, Santana, La Naval, Cortefiel o Delphi, insistiendo en que es ahí donde debe dirigirse y laborar la vanguardia; pero sólo han sido capaces de demostrar su impotencia, su fracaso y, finalmente, la bancarrota de la línea practicista de construcción del movimiento revolucionario. A la postre, su tan cacareado trabajo comunista entre las masas se ha quedado en eso, en hacer llamamientos de apoyo a luchas que no han sido capaces de iniciar, ni de organizar, ni de dirigir. Resulta irónico, pues, que los enemigos más acérrimos de la teoría y de la planificación política hayan terminado ejerciendo de simples teorizadores y de propagandistas de la práctica, con la que carecen de toda relación real. Es el colmo observar a los prácticos teorizando sobre la práctica y empecinándose en especular sobre hipótesis e ideas preconcebidas que la propia práctica –ese criterio de la verdad al que tanto apelan, pero que no se aplican– ha refutado como falsas. Y es que el pragmatismo no es más que la otra cara del idealismo, en nuestro caso, del culto al ídolo de la espontaneidad de las masas. Pero, la consecuencia más grave para el movimiento obrero revolucionario ha consistido en que el predominio de esta escuela de pensamiento durante varias generaciones de comunistas ha sometido al marxismo, como instrumento teórico para la lucha de clases, a un terrible proceso de depauperación, consistente en la supresión de todo análisis de clase, antesala de su liquidación como ideología. Efectivamente, si el punto de vista que se adopta es el de las necesidades teóricas y prácticas de un movimiento concreto dado, la tendencia que predominará conducirá a poner en el centro del análisis esas necesidades y al resto de los factores reales en función de las mismas; quedará excluido, en consecuencia, el análisis científico marxista, el análisis que pone en el centro las luchas de clases, no la lucha o el movimiento de una clase, sino las relaciones entre todas las clases sociales. Hace mucho que este tipo de análisis brilla por su ausencia en nuestro movimiento, siendo sustituido por la enumeración de conflictos laborales o las retahílas de denuncias de atentados contra los derechos de los trabajadores perpetrados por los gobiernos de turno en que se han convertido los órganos de prensa de los partidos comunistas y obreros .

Entonces, como el punto de referencia para la vanguardia no es el movimiento práctico e inmediato de las masas, su lucha de resistencia contra las agresiones del capital, sino la práctica social en su pleno sentido marxista, la sociedad en su conjunto, o sea, el estado real de las relaciones de clase, el escenario concreto de las luchas de clases en el que la vanguardia debe aplicar su plan de tareas, procede, ahora, exponer someramente la situación de ese escenario, con el fin de señalar el eslabón al que es preciso aferrarse para vincular aquel plan con la realidad concreta sobre al que se pretende actuar. Este análisis, sin embargo, no puede sustituir a la definición completa de la Línea Política porque ésta comprende el estudio de todas las contradicciones y de todas las tendencias que presenta una determinada formación social, y, al igual que no podemos especificar todavía un plan para la Guerra Popular porque éste presupone cumplida la tercera etapa de la reconstitución, tal como aquí la hemos descrito, tampoco podemos definir Línea Política –objetivo de la segunda etapa de la reconstitución– sin haber resuelto antes los problemas de la primera, relacionados con las cuestiones ideológicas de fondo. Sí podemos, en cambio, destacar las tendencias fundamentales de las luchas de clases actuales en el Estado español, de modo que, aunque nos movamos en la epidermis del cuerpo social, en tanto que reflejo de las tendencias subyacentes más profundas, puedan orientarnos a la hora de concretar el plan de reconstitución.