Sí, mejor “mirar para otro lado”

La posición revisionista del PCE(r) en la cuestión de la línea militar proletaria se debe, como dejan entrever las palabras que Antorcha dedica al MAI, a su incapacidad para salir del marco del debate que sobre este particular mantuvieron los grupos armados pequeñoburgueses en la Europa de los 80. Y por mucho que se empeñen estos señores, su posición no se distingue, en la práctica, de la de las Brigadas Rojas, la Fracción del Ejército Rojo alemana o las Células Comunistas Combatientes belgas. Pero mientras estos grupos competían entre sí por ver quién subvertía más y mejor el marxismo, tenía lugar en Perú un verdadero proceso revolucionario, basado en la lucha armada de masas, incomparablemente más aleccionador que “el ejemplo de lucha de resistencia” de todos esos grupos juntos. En los 80, mal que le pese a Antorcha , la vanguardia de la Revolución Proletaria Mundial había abierto su trinchera en aquel país andino y no es posible adoptar hoy una posición correcta sin tener en cuenta esta experiencia. Antorcha acusa a “los del MAI” de “pereza mental”; pero en su discurso, entonado con el soniquete de la amonestación permanente, no sólo demuestra que ni se ha molestado en familiarizarse lo más mínimo con la línea de nuestra organización, a la que no alude en ningún momento en sus reproches, sino también, como es propio de quien hace mucho que vive en una burbuja aislado de la realidad creyendo que su propio ombligo es el centro del universo, que desconoce o no ha asimilado importantes capítulos de la historia más reciente de la lucha de clases del proletariado internacional. Sin duda, un somero repaso de la experiencia del Partido Comunista del Perú (PCP) en el que se señalen algunos de los elementos propios y diferenciadores de la línea política y militar del proletariado revolucionario servirán para poner aún más de relieve las deficiencias del PCE(r).

Los comunistas peruanos plantean que son cuatro los problemas fundamentales que aborda la revolución: el problema de la guía ideológica; la necesidad del Partido Comunista como único posible dirigente de todo el proceso revolucionario; la especificación de la Guerra Popular en función de las condiciones concretas del país, y el problema de las bases de apoyo sobre las que se irá sustentando el nuevo poder.

El PCP considera el inicio del proceso de reconstitución del partido desde mediados de los 50, a través de la lucha de dos líneas entre marxismo y revisionismo, y sobre todo a partir de 1963, cuando Abimael Guzmán organiza la fracción roja del partido en Ayacucho con un plan de Establecimiento de la línea política general y reconstitución del Partido , basado en el Camino de cercar las ciudades desde el campo como solución de los debates que habían ido teniendo lugar entre las distintas fracciones acerca de la vía pacífica o violenta de toma del poder y, en éste último caso, sobre si se trataba de cercar las ciudades o de ir desde éstas hacia el campo. En 1964, la fracción roja ha conquistado importantes posiciones en el partido y, a partir de 1967, su dirección aplica el Plan estratégico de Reconstituir el Partido para la guerra popular y a definir la base de unidad partidaria desde el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung (posteriormente, marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento Gonzalo). En la primavera de 1977 se pasa a la fase de Culminar la Reconstitución y sentar Bases de apoyo para iniciar la lucha armada. La consigna es construir en función de la lucha armada y desde el verano se trasladan decenas de cuadros al campo para constituir Comités Regionales como núcleos de las futuras Bases de Apoyo. El partido entra en reorganización general para iniciar el proceso teniendo al campo como centro y para establecer los pilares de construcción de los tres instrumentos de la revolución: Partido, Ejército y Frente (Bases de Apoyo). Naturalmente, todos estos avances se realizan en medio de una feroz lucha de dos líneas, pero puede decirse que para 1979 el PCP había resuelto en lo fundamental aquellos cuatro problemas esenciales de la revolución, al menos en cuanto a su definición y a su encaminamiento organizativo. El IX Pleno Ampliado del Comité Central de junio de 1979 consideró culminado el proceso de reconstitución partidaria y acordó el inicio de la Guerra Popular. Se formaron cuadros militares y grupos de acción y el 3 de diciembre se creó la I Compañía de la I División del Ejército Rojo (cuyo bautizo de fuego será el asalto a la cárcel de Ayacucho). El 17 de mayo de 1980 comienza la Guerra Popular en Perú con el boicot armado a las elecciones en el pueblo de Chuschi. Los destacamentos y pelotones armados del partido entran en acción de guerrilla con el objetivo de abrir zonas donde instalar Bases de Apoyo y de organizar milicias populares. La cuestión de la militarización del partido cobra importancia singular. A. Guzmán, Presidente Gonzalo , había planteado esta cuestión en la I Conferencia Nacional, celebrada en noviembre de 1979, desde el criterio de desarrollar la militarización del Partido a través de acciones armadas , de modo que el partido sería el eje de construcción de todo el proceso revolucionario y en su torno se irían creando el Ejército y, simultáneamente y alrededor de ambos, el nuevo Estado, según tres círculos concéntricos. La militarización del partido da fundamento a esta combinación que establece que el Partido es la forma más alta de organización, el Ejército la forma principal y el Nuevo Poder la forma básica de organización de las masas armadas. La línea de masas del partido consiste en pasar de masas desorganizadas a masas militarmente organizadas . Entre 1981 y 1983, la Guerra Popular se extiende por el campo peruano, proliferando las Bases de Apoyo que se articulan sobre dos elementos principales, la milicia popular y el Comité Popular Clandestino. A partir de 1983, el incremento de la Guerra Popular obliga al Estado reaccionario peruano a comprometer al ejército en la lucha contrainsurgente. Es el momento en que el PCP decide crear el Ejército Guerrillero Popular a través de la incorporación de las milicias y como paso importante hacia el mar armado de masas . Después de diez años de Guerra Popular, la situación política en Perú permitirá constatar al II Pleno del Comité Central, celebrado en febrero de 1991, que se había alcanzado la fase bélica de equilibrio estratégico después de cumplida la II Campaña del Plan de Impulsar el desarrollo de las Bases de apoyo . La III Campaña de este Plan debería crear las condiciones para un Plan de Conquista del Poder . En el II Pleno se plantean los problemas relacionados con la nueva situación, como la constitución y despliegue de los Comités Populares Abiertos, las consecuencias de la probable intervención militar del imperialismo en Perú, el paso de la guerra de guerrillas a la guerra de movimientos (el Ejército Guerrillero Popular había alcanzado capacidad operativa a nivel de batallón) y el desplazamiento del centro del teatro de la Guerra Popular del campo a la ciudad, y, con él, el problema de la insurrección como método de incorporación de las masas urbanas a la Guerra Popular, insistiendo en que se concibe como forma especial y no como forma principal de guerra, como medio de extender la Guerra Popular a la ciudad. Éste fue el punto más alto alcanzado por la Guerra Popular en Perú. Sus logros obligaron a Fujimori a orquestar un autogolpe como fórmula para la concentración de fuerzas del Estado en torno al poder ejecutivo y al ejército y como inicio de una nueva contraofensiva contra el PCP. Como se sabe, la caída de la dirección de este partido, en septiembre de 1992, supuso un grave retroceso de la Guerra Popular y marcó un punto y aparte de la revolución en Perú.