Dos modelos

La oposición entre este plan estratégico y el camino recorrido por el PCP es notable. Se trata, de hecho, de proyectos políticos antagónicos. La distancia entre ambos está marcada tanto por la disposición y la correlación interna de los instrumentos estratégicos como por su contenido y el papel que se le asigna en el proceso político. Comparemos la estructura de ambos planes. El esquema de la línea general del PCP sería:

Vanguardia — Partido — Guerra Popular — Frente (Nuevo Poder)

En este caso, se trata de una visualización completa de todo el proceso revolucionario en lo fundamental. Esto significa que, por un lado, se sitúa todo el recorrido político de la lucha de clases necesario para que el proletariado pase de clase oprimida a ocupar la posición de clase dominante, en condiciones adecuadas, además, para continuar el proceso revolucionario ulteriormente en consideración de la experiencia histórica de la Revolución Proletaria Mundial (por ejemplo, el PCP señala que el armamento del pueblo es garantía para el inicio y el éxito de las revoluciones culturales en el futuro). En segundo lugar, significa también que se incluyen tanto los elementos estratégicos que configuran el plan como su ligazón interna, lo cual condiciona su aspecto táctico, en el sentido de que toda decisión táctica sólo es válida si permite el paso de un hito estratégico a otro. En concreto, el desarrollo de la vanguardia debe estar dirigido hacia la constitución del Partido Comunista –y no a frente político, por ejemplo–; el desarrollo del Partido debe estar dirigido hacia el inicio de la Guerra Popular –y no, quizá, a la conquista de una mayoría parlamentaria–, y la Guerra Popular construye Nuevo Poder –y no, por ejemplo, como en Nepal, a forzar al Estado a un pacto de reforma constitucional–. Hay, por tanto, una correlación orgánica entre todos los elementos que conforman el plan. Por último, en el proyecto del PCP están también incluidas las fases del desarrollo del proceso revolucionario, como veremos.

El esquema de la línea del (n)PCI, en cambio, sería:

Partido — Frente — Guerra Civil

Este lineamiento no ofrece una visual tan amplia como la del PCP porque sólo se refiere a la Guerra Popular. Aunque sabemos que, para el (n)PCI, la Guerra Popular constituye el contenido esencial del proceso revolucionario en su conjunto, esta identificación entre Guerra Popular y revolución supone, en la práctica, una interpretación unilateral de la lucha de clases y de la tareas de la revolución, de cuya aplicación resulta el sometimiento de la planificación política a los requerimientos de uno solo de los hitos de la construcción revolucionaria en función de su desenlace (inicio de la guerra civil) y no del desenlace del proceso en su conjunto (Dictadura del Proletariado). Este planteamiento impone un límite que impide que la perspectiva con que se diseña el plan abarque todo el espectro histórico que ofrece la experiencia de la Revolución Proletaria Mundial. A la consolidación de este defecto contribuye no sólo que el diseño del plan prescinda del amplio horizonte que ofrece la experiencia revolucionaria del proletariado internacional, sino el hecho de que se somete al estrecho horizonte que permite contemplar el inmediato movimiento práctico “actual”. El plan del (n)PCI ni puede ni quiere ir más allá de la perspectiva que ofrecen las posibilidades del movimiento tal cual es . Resulta paradójico que un partido que insiste tanto en la necesidad de conocer e incorporar a la política proletaria las leyes de la revolución prescinda de ellas o de una parte importante de ellas a la hora de diseñar su proyecto estratégico.

En realidad, estamos ante un plan táctico. El (n)PCI niega las fases en el proceso revolucionario, pero la verdad es que nos está ofreciendo los ejes de desarrollo de lo que este partido entiende por la primera fase de la revolución. En realidad, lo que se nos describe es toda una etapa estratégica, la que contempla el desenvolvimiento de la Guerra Popular hasta su episodio más alto, la guerra civil. Por eso, los elementos que se incluyen en ella se revelan como instrumentos tácticos. Desde el punto de vista estratégico, efectivamente, también para el (n)PCI existen fases en la revolución: hay un antes y un después de la guerra civil. Para este partido, ésta es el punto de inflexión del proceso, a diferencia del PCP, para quien el punto de inflexión es la constitución (o reconstitución) del Partido Comunista.

En cuanto a la relación interna de los factores del plan del (n)PCI, será preciso reproducir de nuevo el esquema, pero esta vez mostrando de una manera gráfica adecuada los vínculos que los unen:

Vanguardia / Partido — Frente / Guerra Civil

En esta ocasión, hemos añadido al principio el factor Vanguardia , que antes habíamos suprimido en coherencia con nuestro análisis precedente, según el cual, para el (n)PCI, la vanguardia es un factor subsidiario externo al movimiento real que sólo adquiere función acoplándose al proceso, incorporándose al movimiento de resistencia en curso. Pero ahora es preciso incluirlo porque se trata del modo de interrelación de todos los elementos políticos que este partido tiene en consideración. En este sentido, hemos introducido signos de relación de factores distintos (no sólo líneas o guiones horizontales, sino también oblicuos) con el fin de representar mejor el contenido de las relaciones internas del plan. Así, los factores vinculados con una línea oblicua mantienen una relación inorgánica, mientras que los que lo están por una horizontal mantienen una relación orgánica (como ocurre con todos y entre todos los factores en el caso del esquema del PCP).

Las razones por las que la vanguardia no mantiene una relación de carácter orgánico con el Partido Comunista ya han sido expuestas. Se resumen en que, en la práctica, el (n)PCI identifica vanguardia y Partido, y en que, en la teoría, la organización de vanguardia se incorpora a un movimiento preexistente que no ha generado, pero que aspira a dirigir. Por el contrario, la fracción maoísta del PCP generó organismos políticos para vincularse con el movimiento práctico, construyendo así un movimiento político independiente como Partido Comunista. Se contraponen, pues, dos modelos antagónicos: un modelo de dirección del movimiento espontáneo de resistencia y un modelo de construcción a partir del elemento consciente. En cuanto a este último, en tanto que obra de construcción consciente, el motor de su desenvolvimiento radica en la iniciativa de la vanguardia para incorporar a cada vez más y más amplios sectores de la clase y de las masas a su movimiento. En esto consiste la construcción del movimiento revolucionario del proletariado, del Partido Comunista, forma superior de organización del movimiento obrero. Por eso, sólo los organismos que se incorporan a este movimiento –generados o espontáneos– son organismos revolucionarios, y por eso, los instrumentos políticos que este movimiento genera para alcanzar sus objetivos mantienen un vínculo orgánico interno y necesario. Y el instrumento fundamental del Partido para la conquista de las masas y la destrucción del viejo Estado es la guerra civil afrontada por las masas armadas, la Guerra Popular. De esta manera, el PCP muestra tanto la unidad orgánica existente entre las tareas de construcción y destrucción revolucionarias (ganar masas es destruir el poder del enemigo), que en el (n)PCI aparecen separadas, como la unidad orgánica entre política y guerra, que también aparecen desvinculadas en el plan de los italianos: el desarrollo de la política da paso necesariamente a la guerra, la política se transforma en guerra de manera natural , como algo necesario para la continuidad de la línea revolucionaria; la línea militar es un desarrollo de la línea política revolucionaria que refleja la maduración de una fase del movimiento; la Guerra Popular es la línea de masas del Partido, es instrumento central de su construcción. La guerra civil no viene impuesta necesariamente por las masas o por la burguesía: tarde o temprano formará parte del proceso de construcción del movimiento revolucionario del proletariado a iniciativa del Partido Comunista. La tesis clásica de que la guerra civil es el último recurso de los opresores para salvaguardar sus privilegios y de que el proletariado se verá obligado a enfrentarse a esta circunstancia a su pesar, debe ser abandonada porque no se corresponde con la experiencia histórica del proletariado internacional, con “las leyes de la obra revolucionaria”, y porque se inscribe más bien en la lógica de la línea oportunista de nuestra tradición. Esta línea terminó suplantando la recomendación leniniana de que es preciso apurar las esperanzas de las masas en las instituciones burguesas antes de optar por la lucha armada, por el principio de que es preciso apurar las esperanzas de la vanguardia en las instituciones burguesas antes de hablar de revolución violenta. Como se sabe, aunque a una minoría se le agotó rápidamente la paciencia y abrió prematuramente vías armadas según una línea terrorista, la gran mayoría demostró paciencia infinita y elaboró todo tipo de justificaciones para aprovechar hasta el último resquicio de la legalidad burguesa. Esta línea reformista, hoy dominante en nuestro movimiento, es hija legítima de la teoría –compartida hasta por los defensores de la guerra “de larga duración”, como los maoístas del (n)PCI– de la solución final , de que la guerra, el enfrentamiento armado con la burguesía, es el momento culminante de la conquista del poder. La experiencia del PCP demuestra que, en realidad, la guerra se sitúa o debe situarse en un momento anterior en el que se prepara –más que resuelve– esta cuestión de la conquista del poder.

La única relación verdaderamente orgánica que se da en el esquema revolucionario del (n)PCI es la que existe entre el Partido y el Frente. Con este binomio, el partido italiano reproduce la vieja táctica de la Internacional de lucha del Partido por aglutinar en su torno al mayor número de organizaciones de masas en un frente único y por conseguir su dirección política y la hegemonía en su seno. Pero como esa vieja táctica no incluía la Guerra Popular, resulta que el modo como incorpora el (n)PCI el problema de la guerra es mecánico y forzado: del desarrollo del Frente no se deriva como necesidad estratégica la guerra civil. Los mismos camaradas italianos lo reconocen cuando hacen recaer la responsabilidad de su inicio no en las demandas del propio movimiento, sino en la acción del enemigo. Por esta razón aparece una cesura política entre Frente y Guerra Civil en el esquema de los italianos, porque entre ambos no existe un nexo direccional. La evolución del Frente, ciertamente, está ligada a la acumulación cuantitativa de fuerzas, y la vía política por la que finalmente se encarrile depende de factores exógenos, no de las necesidades del plan. Esos factores pueden permitir la peligrosa apertura de una vía de desarrollo pacífico del Frente en virtud de los cambios en la correlación de fuerzas en su interior o en virtud de una reacción de la burguesía diferente de la esperada. El nexo inorgánico que vincula un Frente que no presenta una relación de determinación con la guerra –sólo factible por la acción de la burguesía– otorga un amplio margen de maniobra para el oportunismo político, para evitar la tan temida guerra civil aprovechando al máximo las posibilidades de la legalidad burguesa para frenar con reformas las agresiones del capital, es decir, para la desviación electoralista del Frente. El espíritu defensista que recorre la estrategia del (n)PCI, junto a la vieja línea frentista como forma principal de organización del movimiento (recordemos que, por el contrario, para el PCP, la forma principal de organización era la fuerza armada), sitúan la política de este partido muy cerca del radio de influencia de la fórmula defensiva más acabada de la Komintern, definida en su VII Congreso, el Frente Popular.

Pero lo importante es que la diacronía de los elementos y de los acontecimientos políticos que muestra el esquema del plan del (n)PCI excluye la línea militar como eje de la línea de masas en la construcción del Frente, al menos en sus primeras y decisivas fases. Y la alienación de la línea militar como componente principal de la línea de masas implica una concepción de la línea militar reducida sólo al campo operativo y logístico, técnico en definitiva, del arte de la guerra; es decir, implica un método burgués de afrontar la guerra de clases. La separación de la línea de masas de la línea militar permite distinguir entre frente político y frente militar como cosas diferentes, lo cual propicia la posibilidad de hablar de frente de masas sin masas armadas, desligando la construcción del frente de la construcción de bases de apoyo, y de quitar del orden del día el problema de la construcción del Nuevo Poder. La ausencia de esta cuestión en el diseño estratégico del (n)PCI no hace más que ratificar esta deficiencia, apuntalando las posibilidades de la deriva oportunista-electoralista llegado el caso. Así todo, si la solución es finalmente de tipo militar, si la burguesía impone la guerra civil, la lógica de la vieja táctica de la Internacional se impondrá, obligando al movimiento a reproducir la misma respuesta militar, la insurrección. La lógica resistencialista sólo puede ofrecer como respuesta a la ofensiva militar de la burguesía la contraofensiva militar del proletariado. Si el movimiento de resistencia se ha estado preparando largamente para el momento del inicio de la guerra civil, no tiene sentido una respuesta limitada en los términos de defensa estratégica, porque sería un crimen estar preparados para iniciar la defensiva militar y postergarla hasta el ataque del enemigo, concederle la decisión del momento. Además, si tampoco se prevén bases de apoyo armadas para el momento del ataque del enemigo, sólo tiene sentido la respuesta en toda la línea a la ofensiva militar burguesa, la contraofensiva; sólo tiene sentido, así las cosas, la insurrección. Pero la lógica de la insurrección es incompatible con la lógica de la Guerra Popular. Ésta ha sido suplantada y liquidada.

La inversión de la relación entre el Frente y la guerra en el plan del (n)PCI nos presenta un modelo de estrategia política que sólo ofrece dos desenlaces posibles, ambos desviaciones extremas de la línea proletaria: insurrección o frente electoral. Así entiende la Guerra Popular este partido maoísta italiano. De una manera, por cierto, que también nos resulta muy familiar, pues como se recordará, el PCE(r) plantea en términos casi idénticos el problema militar de la revolución (por no hablar de la semejante tentación hacia el frentismo político). La única diferencia estriba en que, mientras éstos reconocen que han revisado la doctrina de la Guerra Popular, aquéllos todavía tratan de vender el producto como genuino. Tal familiaridad, por otra parte, no es extraña, dadas las buenas relaciones que el (n)PCI mantiene con la Fracción Octubre del PCE(r), grupo disidente que comparte la línea general de la organización madre, salvo en el punto de la oportunidad actual de la lucha armada y en lo relativo al uso de las posibilidades legales del sistema burgués en las condiciones actuales de las luchas de clases en el Estado español. Matices con los que el (n)PCI parece estar de acuerdo y que ha incorporado a su línea política. Por lo demás, las estrategias del PCE(r) y del (n)PCI se parecen como dos gotas de agua.