El culto al factor espontáneo

Al minimalismo político, como se ve, se puede llegar por dos vías: por esta vía moderna de la unidad de acción entre oportunistas, o, como es el caso del PCE(r), por la vía clásica del exclusivismo partidista. En cuanto al (n)PCI, parece que ha elegido este segundo camino, reproduciendo, además, los errores típicos señalados. En primer lugar, aunque este partido parece haber intuido que es preciso desmarcarse de la identificación de Partido Comunista con unidad de los comunistas , termina recayendo en ella. En un documento traducido y publicado por el MAI ( El nuevo partido comunista , en El Martinete , nº 18, septiembre de 2005, pág. 30 y ss.), se afirma que “la experiencia del movimiento comunista nos ha enseñado que un partido comunista a la altura de los deberes que la segunda crisis general del capitalismo pone al orden del día debe estar constituido a partir de un grupo de comunistas unido sobre la base de la concepción comunista del mundo, esto es sobre la base del marxismo-leninismo-maoísmo”. Al parecer, el (n)PCI es ese núcleo maoísta “a partir del cual” se podrá reconstituir el Partido Comunista en Italia. Pero, cuando se pasa a enumerar los requisitos que debe cumplir ese Partido, a diferencia del primitivo embrión maoísta, resulta que se termina identificando con la organización clandestina, y que cuando se toca la cuestión fundamental de la influencia de ese primer núcleo comunista sobre la vanguardia del movimiento obrero, sobre “los exponentes de vanguardia de la clase obrera (los obreros avanzados)”, se dice que deben estar integrados en sus filas. En otras palabras, la diferencia entre el núcleo primigenio de vanguardia y el Partido es una diferencia meramente cuantitativa, un problema de suma de maoístas. Así pues, aunque el (n)PCI parece comprender que el Partido Comunista no se reduce a la forma orgánica que adopte la unidad ideológica, su punto de vista empirista termina obligándole a retroceder hacia el Partido como unidad orgánica de los verdaderos comunistas, de los maoístas. Y es que esta vía sólo ofrece dos posibles salidas, falsas porque, en realidad, son la misma cosa: o bien, “los exponentes de vanguardia de la clase obrera” se convierten al maoísmo, incorporándose a su estructura clandestina; o bien, se termina reculando hacia la posición menchevique de que el Partido debe recoger a todos aquellos que “se declaren comunistas” –fórmula que rechaza tajantemente el partido italiano en este texto– o, en este caso, maoístas . La crítica del (n)PCI a la idea menchevique de que el partido debe estar formado por el mayor porcentaje posible de quienes “se declaran comunistas” cierra un debate espurio e inexistente en nuestro movimiento, pues hoy las líneas de confrontación ya no son las del II Congreso del partido socialdemócrata ruso en el debate sobre el artículo 1º de los Estatutos, ya no se trata de si se admite a todo el que se declara formalmente comunista o únicamente a “lo que hay de adecuado para el Partido” entre las masas populares, como dicen los maoístas italianos acercándose a la posición bolchevique en ese debate, para incluirlas “en las filas clandestinas del (n)PCI” –añadido que de pronto los aleja de esta posición–; y no se trata de este debate porque el Partido no es un problema de organización de un aparato político, sino un problema de organización de un movimiento político. Como no comparte este planteamiento sobre el Partido, el (n)PCI ni habla de organismos generados, ni comprende que los organismos generados por la vanguardia son el medio de incorporar a “los exponentes” del movimiento obrero al movimiento revolucionario, sin que necesariamente deban participar de su organización clandestina, que es la única solución que este partido es capaz de ofrecer a la cuestión de cómo organizar a la vanguardia del movimiento práctico de masas. En último término, lo que ocurre es que el (n)PCI no da cabida a la posibilidad de otro movimiento político revolucionario distinto de ese movimiento espontáneo de las masas, no comprende la posibilidad de un movimiento político de nuevo tipo; en último término, el (n)PCI sigue pensando en un Partido como suma de individuos y no en el partido leninista, concebido como suma de organizaciones de distinto tipo. Los italianos no comprenden que el Partido no es sólo organización clandestina de la vanguardia, sino la relación de ésta con las masas a través de un sistema de correas de transmisión que configuran todo un movimiento político nuevo, distinto del movimiento espontáneo de la clase obrera, con el que se vincula pero del que es independiente. Así las cosas, cuesta comprender la diferencia entre el (n)PCI y el futuro verdadero PCI más allá del número de sus militantes.

En segundo lugar y una vez asimilado el Partido a su estrecha organización de vanguardia, en la práctica los del (n)PCI ponen manos a la obra actuando –como no podía ser de otra manera, dadas las circunstancias– como si ya fueran el Partido plenamente reconstituido. Y como la visión organicista del Partido es producto de una visión empirista del mundo y ésta es propia de gentes pragmáticas y realistas , dejados aparte como solucionados los problemas ideológicos, con alivio se apresuran a sumergirse en el movimiento de resistencia, en el movimiento realmente existente . En su documento que aquí estudiamos sobre la Guerra Popular, dicen:

“El partido debe, ya hoy, trabajar para llegar a dirigir la lucha de clases, la resistencia que las masas populares oponen al avance de la segunda crisis general del capitalismo, a la eliminación de las conquistas, a la implicación en las agresiones a los países oprimidos y en las guerras imperialistas, a la destrucción del medio ambiente y de las condiciones de vida, a la marginación y al embrutecimiento de las masas, etc.”

O expresado de manera sintética y directa:

“El factor decisivo es la construcción de un partido comunista capaz de dirigir al menos las formas principales del actual movimiento de las masas según una línea revolucionaria.”

¿Hay alguna diferencia entre este proyecto, el del PCE(r) o el de nuestros comunistas republicanos? Evidentemente, no.

Antes de retomar los siguientes elementos de la estrategia del (n)PCI, recojamos las conclusiones que se derivan de su tratamiento de los dos primeros, la ideología y el Partido. En primer término, para el (n)PCI, las circunstancias objetivas inmediatas son el resorte insustituible de toda acción política, de modo que es el movimiento de resistencia “ actual ” el primum mobile del movimiento revolucionario y el entorno donde se construyen los instrumentos de la revolución. La vanguardia sólo puede incorporarse a ese movimiento realmente existente con el propósito de dirigirlo. La determinación económica es tan importante como premisa necesaria para estos materialistas vulgares que hasta se han inventado una supuesta “segunda crisis general del capitalismo” con el fin de asegurar ese caldo de cultivo de agitación social y de reacción espontánea de las masas ante las agresiones del capital sin las que no sabrían conducirse como vanguardia en las luchas de clases. Al parecer, no es suficiente con la crisis general que vive permanentemente el sistema, se precisa de su puesta es escena para que se haga evidente y para que la vanguardia, así, se decida a actuar sin devanarse demasiado los sesos sobre lo que tiene que hacer. Por lo tanto, el factor determinante no es la conciencia ni el punto de partida un movimiento político independiente del estado de la lucha de clases económica del proletariado, como propone la experiencia del PCP, ni se trata tampoco de un proceso de construcción consciente generado desde la actividad de la vanguardia en función de un plan, pues la crisis del capitalismo ofrece solucionado ya este problema generando por sí misma el movimiento, al que la vanguardia puede remitirse, como movimiento espontáneo de resistencia. En verdad, resulta difícil comprender qué entiende el (n)PCI por táctica-plan –en la que dice apoyarse– cuando, en la práctica, su punto de referencia primero y último es la espontaneidad de las masas y, como veremos, la acción de la burguesía.

Si retornamos a la formulación con la que el (n)PCI definía su línea estratégica, recordaremos que, después del Partido, situaba al “frente de clases y de las fuerzas revolucionarias, y las fuerzas armadas revolucionarias”. Si, ahora, la comparamos con la formulación estratégica del PCP, enseguida saltan a la vista dos diferencias sustanciales: que se ha invertido la correlación entre estos dos elementos, y que están expresados de manera genérica e inconcreta. Efectivamente, el PCP sitúa antes y de manera clara y concreta a la Guerra Popular –no simplemente “las fuerzas armadas”, sino éstas iniciando la Guerra Popular– como objetivo inmediato del Partido Comunista y, después, la construcción del Nuevo Poder, del nuevo Estado –no simplemente el “frente de fuerzas revolucionarias”, sino éstas como masas armadas organizadas políticamente–, como objetivo de la Guerra Popular. La incoherencia y la laxitud de la fórmula estratégica escogida por el (n)PCI no es casual: todo lo contrario, es consecuencia lógica y necesaria de las premisas de las que parte.

En efecto, si el centro es el movimiento “actual”, el movimiento de resistencia, su desenvolvimiento, influido por la vanguardia dirigente , estará determinado por la acumulación de fuerzas como tal movimiento de resistencia, su finalidad será ampliarse y extender la lucha de clases económica, traducida políticamente en alguna forma programática de defensa de las condiciones de existencia de las masas (probablemente, en clave democrática o reformista); como este movimiento de resistencia ya es, en esencia, revolucionario , se trata solamente de articularlo internamente: primero la vanguardia maoísta incorpora y dirige a “los exponentes de vanguardia de la clase obrera” para fundar el Partido, y después éste organiza y dirige el “frente de clase y de fuerzas revolucionarias”, que abarca al mayor número posible de masas. En esa sopa que es el amorfo movimiento de resistencia contra el capital, la táctica, los medios y los instrumentos de la línea de masas comunista apenas necesitan variar. Por eso, no es tampoco casual que el (n)PCI niegue que haya “periodos” diferenciados o fases en el discurrir de la revolución; según él, sólo existen “etapas diversas del mismo movimiento revolucionario”. Cosa lógica, pues no existen ni pueden existir saltos cualitativos en este proceso de permanente acumulación de fuerzas en el plano de la resistencia. Por eso, niega que haya que distinguir entre un periodo pacífico de la lucha de clases y otro “armado”. Entonces, como el sustrato del proceso se mantiene, como el desarrollo de la resistencia es, en sustancia, revolución in crescendo –como no existe contradicción entre el Partido revolucionario y el movimiento espontáneo de masas, como no existe el problema de cómo transformar a éste en movimiento revolucionario y todo se resuelve con el acoplamiento de la vanguardia en ese movimiento y en su pugna por la hegemonía en su seno– sólo cabe esperar la reacción del enemigo ante esta amenazante potencia en alza de las fuerzas populares, reacción que se verificará como imposición de la guerra civil. Es en este momento, entonces, cuando cobra sentido y entra en escena el tercer elemento de la estrategia del (n)PCI, “las fuerzas armadas revolucionarias”, que afrontarán el inicio de las hostilidades armadas por parte de la burguesía. En resumen:

“Por consiguiente, en estos años el deber de nuestro Partido es promover y organizar en todos los campos la resistencia de las masas populares al avance de la segunda crisis general del capitalismo, de tal forma que 1. su resistencia sea eficaz (que la burguesía no alcance a sofocar y embrutecer a las masas populares) y 2. las masas populares estén en condiciones de hacer frente con éxito a la guerra civil que tarde o temprano la burguesía imperialista desencadenará para imponer por todos los medios sus intereses. Esto es en síntesis el deber histórico de los comunistas en esta fase. Toda su labor teórica y práctica, todos sus esfuerzos y tentativas, todas sus experiencias de organización, de construcción del Partido, de trabajo de masas, de propaganda, de agitación, de organización de las masas, de formas de lucha, etc. deben reconducirse consciente y coherentemente a este fin histórico. En caso contrario se trata de retórica, de un ejercicio mental sin objeto, de desviación.

Promover la resistencia pero sin prepararse para afrontar la guerra civil, sería por nuestra parte de inconscientes y aventureristas…”

Es desde este discurso que cobra sentido el orden en que el (n)PCI coloca los principales instrumentos de la revolución y su descripción desde un perfil bajo, pues están orquestados no en función de un plan de construcción predeterminado, sino desde la subordinación a las condiciones políticas que imponen, primero, la espontaneidad de las masas y, después, la posición que adopte la burguesía. Semejante plan sustrae al Partido toda iniciativa y lo somete al principio de adaptación a las condiciones dadas de la lucha de clases que interponen la resistencia popular o la ofensiva militar de la burguesía. En manos del (n)PCI, por tanto, la lucha armada de las masas se convierte, sencilla y directamente, en el último episodio de su lucha de resistencia, la Guerra Popular es la sublimación de la resistencia, su expresión suprema como respuesta a la forma suprema de agresión por parte del capital. De esta manera, conduciéndose desde la resistencia económica hasta la resistencia militar, el (n)PCI lleva hasta sus últimas consecuencias la desviación resistencialista como línea política, y de este modo se desmarca de la línea revolucionaria del proletariado.

Para terminar de definir su estrategia, el (n)PCI señala un último componente importante de su línea, a saber, que es preciso diferenciar entre Guerra Popular y guerra civil:

“Cuando hoy se dice que en Perú, en Nepal, en Filipinas, en Turquía, en la India está en marcha la guerra popular revolucionaria de larga duración, se dice una cosa cierta, pero se dice de forma que crea confusión. En realidad la GPR de LD está en marcha en todos los países en los cuales existe un partido comunista que aplica la estrategia de la guerra popular revolucionaria de larga duración conscientemente y con coherencia entre teoría y práctica. La diferencia está en el hecho de que en esos países la GPR de LD ha asumido ya la forma más o menos desarrollada de guerra civil. Pero identificando guerra civil con GPR de LD, la parte con el todo y reduciendo la GPR de LD a la guerra civil, se consolida un grave prejuicio de nuestros adversarios, opuestos nominalmente o no a la estrategia de la guerra popular revolucionaria de larga duración: el prejuicio de que ésta consista por su esencia en el encuentro armado entre fuerzas revolucionarias y las fuerzas armadas de los reaccionarios.”

Es decir, la Guerra Popular constituye la esencia del proceso revolucionario. Se inicia en el mismo momento de la aparición del primer embrión político maoísta y se extiende, al menos, hasta el fin de la guerra civil. Por esta razón no es preciso distinguir fases ni tareas políticas cualitativamente diferentes en el proceso revolucionario: todo él está ya inmerso en la Guerra Popular. Por eso el (n)PCI afirma que tanto el Partido, como el Frente y las fuerzas armadas revolucionarias son instrumentos de la Guerra Popular. Por esta adjetivación de los componentes estratégicos de la revolución se comprende el estado de subordinación al elemento espontáneo a que los maoístas italianos someten la iniciativa de la vanguardia y el papel del Partido Comunista. Entonces, como la Guerra Popular es lo sustantivo y como se sostiene desde el primer momento sobre el movimiento de resistencia, obtenemos que en el esquema mental del (n)PCI la resistencia no sólo es ya intrínsecamente revolucionaria, sino que también se adapta a las exigencias organizativas de la Guerra Popular de manera concreta. Desde luego, este discurso economicista-espontaneísta resulta familiar y parece que aspira a convertirse cada vez más en seña de identidad del revisionismo de los modernos maoístas . Lo que los distingue dentro de su corriente son cuestiones de matiz. Así, por ejemplo, si tanto para el (n)PCI como para el PC (MLM) francés el factor espontáneo es el punto de partida necesario de la revolución y ésta es siempre, desde su comienzo, Guerra Popular, para el primero la resistencia no es todavía guerra civil, mientras que para el segundo la rebelión es ya guerra civil “larvada”. Este tipo de matices permiten diferenciar entre la desviación voluntarista e izquierdista de la estrategia de Guerra Popular de los franceses de la desviación conservadora –que pretende enfrentarse a la guerra civil desde la resistencia tal cual es– y derechista del partido italiano. Pero ambas expresan, igualmente, la postración ante el factor espontáneo de un amplio sector de la vanguardia, su incapacidad para elaborar un plan consciente de construcción de un movimiento político revolucionario independiente y su incomprensión del papel de la Guerra Popular en la revolución proletaria.