El caso del PC (MLM)

Para abundar más en estos puntos, y con el fin de que el contraste dé mayor relieve a esos elementos y requisitos de la estrategia revolucionaria en general y de la Guerra Popular en particular, compararemos nuestro punto de vista con algunas manifestaciones de organizaciones maoístas que, a nuestro entender, buscan honestamente situarse en la correcta línea proletaria, pero que incurren en errores cuyo origen está, ciertamente, en el arrastre de viejas premisas heredadas del pasado ciclo revolucionario y que se han asumido acríticamente. Esos errores consisten en la exageración de unos u otros elementos de la Guerra Popular que conducen a desviaciones de su justa concepción. En primer lugar, el balance que realizó, en enero de 2006, el Partido Comunista (Marxista-Leninista-Maoísta) francés de la revuelta de las banlieues . Para esta organización, “la revuelta fue una rebelión de la misma naturaleza que la guerra popular”, por lo que es preciso atribuir a la rebelión “el carácter de guerra popular” (ver Continuons le processus enclenché, continuons à nous rebeller , en Lescommunistes.net ). Más aún, como, según este grupo maoísta, el movimiento continúa activo y es el fenómeno político al que es preciso “agarrarse”, hace un llamamiento a continuar la rebelión. Para el PC (MLM), “la revuelta forma parte del orden de las cosas” y es sobre esta idea que “se funda nuestra estrategia comunista”; la Guerra Popular es “la manera de luchar” que tienen las masas, que consiste en que “en la guerra del pueblo el pueblo no cuenta con otra ayuda que él mismo”. Aunque, para los maoístas franceses, lo que demuestra la rebelión de los suburbios es “la necesidad de un Partido Comunista auténtico para dirigir la lucha a fin de que triunfe”, el papel de este partido como sujeto político queda diluido en la iniciativa espontánea de las masas. La Guerra Popular, entonces, es un fenómeno político que surge desde el comienzo con sus perfiles ya definidos porque es “la generalización del principio de organización de las masas por sí mismas, masas de las que los comunistas son los elementos más avanzados”. A la postre, en este balance el Partido Comunista como tal queda reducido a círculo de vanguardia, a organización de “los comunistas” subsumida en el movimiento general de la rebelión de las masas; su función organizadora no se reconoce en virtud de la capacidad de autoorganización de las propias masas y su cometido se ve limitado a “educar a las masas mostrándoles su verdadera naturaleza” revolucionaria, ya que “los comunistas son la memoria de las luchas de masas por su liberación y, por tanto, son necesariamente su dirección política”. En consecuencia, la línea de masas comunista, la tarea política de “los comunistas”, es dotar a ese movimiento presente –e, incluso, permanente– de conciencia revolucionaria.

El texto de los maoístas franceses demuestra que éstos se debaten entre terribles dudas en torno a las dos cuestiones centrales de la relación del marxismo con el movimiento obrero, las cuestiones de la conciencia y de la organización revolucionarias. En relación con la primera de ellas, cuando se sitúan en el plano teórico, los camaradas franceses tratan de cumplir con el guión marxista, aceptando y defendiendo la idea de que la conciencia revolucionaria proviene de fuera del movimiento espontáneo, de que es preciso que los comunistas cumplan un papel educador, etc.; aunque ya aquí imponen estrictos límites al alcance de ese papel al declarar, al mismo tiempo, que, después de todo, esa labor de educación se reduce a revelar a las masas “su verdadera naturaleza”, a mostrarles el sentido verdadero de sus luchas y de su experiencia como clase, a dotar de horizonte consciente a un movimiento inconsciente, pues, al parecer, el comunismo sólo es “memoria” o síntesis histórica de la experiencia de las masas oprimidas en la lucha por su liberación. Sin embargo, cuando se sitúan en el terreno práctico las consecuencias de ese límite teórico se imponen con toda su crudeza: “en la naturaleza misma de las masas está el desear la destrucción del Estado”, llegan a decir. A efectos prácticos, por tanto, para los maoístas franceses la conciencia revolucionaria ya es patrimonio de las masas. En tales términos, se abren numerosas dudas sobre el papel real que pueda jugar el marxismo o un partido comunista, siquiera en los propios términos por los que ellos dicen abogar. Mucho nos tememos que este punto de vista abre la puerta a la liquidación del movimiento comunista.

En cuanto a la segunda cuestión, la de la organización revolucionaria, ocurre lo mismo: en teoría, los franceses dicen que el movimiento de las banlieues reclama la “necesidad de un auténtico Partido Comunista” porque “las masas no están organizadas”; afirman que las masas “no necesitan que se les comprenda, sino que se les organice”. Pero, en la práctica, dicen también que en ese movimiento de los suburbios urbanos galos “se vio que el nivel de organización de los jóvenes proletarios era de un alto nivel. Esta organización proviene de una larga tradición en los barrios, una tradición que va más allá de la historia de las ciudades-dormitorio para hundir sus raíces en las poblaciones chabolistas de los años 1960-70”. Es decir, el movimiento, en realidad, disfrutó de capacidad de autoorganización suficiente. Entonces, a efectos prácticos, si el movimiento era autoconsciente y estaba organizado, ¿para qué necesitaba a “los comunistas”? La liquidación del comunismo está consumada. El PC (MLM) francés se impone tareas que luego reconoce que pueden realizar las masas por sí mismas. El culto a la espontaneidad de las masas conduce a estas paradojas ya habituales en nuestra historia: la liquidación del comunismo por los comunistas.

En la relación conciencia-espontaneidad, el PC (MLM) se decanta, invirtiendo los términos correctos, por otorgar el papel principal al factor espontáneo. La crisis social permanente del capitalismo y la tendencia objetiva a la rebelión de las masas no son sólo telón de fondo sobre el que actúa la vanguardia comunista como sujeto consciente, sino que son ese mismo sujeto. El reflejo de las contradicciones y de la crisis del capital en el estado de ánimo de las masas es lo sustantivo, es lo principal. Los comunistas actúan en función del repunte coyuntural de la respuesta de las masas a la presión del capital, deben “aceptar el desarrollo desigual de la revolución, el desfase entre la situación social y la práctica de las masas, para situarlas al mismo nivel y desarrollar la conciencia revolucionaria”. La práctica política del comunismo se reduce, pues, no a una actividad de construcción y de organización consciente en función de un plan, sino a una práctica oportunista de aprovechamiento de las manifestaciones de esa guerra popular larvada y permanente para incidir sobre ellas como propagandistas e ideólogos (ya que el movimiento parece ser autosuficiente en política y organización). La Guerra Popular, por tanto, no es una fase del proceso revolucionario, sino que abarca la totalidad del proceso revolucionario; no es una etapa de la construcción del Partido, sino que éste se constituye a partir de ella y subordinándose a ella; no indica un grado de madurez de la lucha de clases del proletariado, sino que éste es ya clase madura para la guerra de clases “por su naturaleza”; no es resultado de la fusión del Partido Comunista con las masas, sino movimiento preexistente e independiente del comunismo. El Partido no organiza, planifica y dirige la Guerra Popular como parte de su estrategia política, sino que va a remolque del movimiento de masas y se limita a ser su intérprete . Más todavía, en esa guerra popular espontánea, ni siquiera los comunistas han sido la vanguardia: el relevo ha sido tomado por la juventud rebelde de las banlieues . A la liquidación teórica del comunismo y a su línea oportunista el PC (MLM) añade una visión izquierdista, anarquizante, del proceso revolucionario.

Sin embargo la “rebelión” se fue como había llegado, fulgurante e inesperadamente, y dejó en evidencia a la línea política del PC (MLM), en cuyo diagnóstico final aparecen nítidamente los elementos necesarios e imprescindibles sobre los que se funda su verdadera visión de la revolución:

“Lo que hay que lamentar es que del conjunto del proletariado no se haya unido a la revuelta. El proletariado debió seguir a su componente más oprimido y más determinado: la juventud proletaria.”

Una vez más, a pesar de que, en el escrupuloso respeto formal de la teoría maoísta se situó la “necesidad del Partido”, en el veredicto final, donde se dejan traslucir los verdaderos deseos y esperanzas, tan sinceros como inconfesables, y donde se muestra de verdad la fuente ideológica de la que se bebe, desaparece toda relación del fracaso de la rebelión con los problemas teóricos y prácticos del comunismo. Lo cual no demuestra sino la impotencia de estos maoístas para comprender y aplicar la estrategia proletaria de Guerra Popular. Entre los defensores de la Guerra Popular, el PC (MLM) es uno de los exponentes más extremos del culto a la espontaneidad de las masas, llevando hasta sus últimas consecuencias la tendencia economicista dominante hoy en nuestro movimiento bajo la forma de desviación masista . Sin embargo, es de gran ayuda para mostrar la raíz última de esa tendencia, a saber, una ontología revolucionaria de carácter inmanente, alejada de la ontología trascendente del marxismo. El economicismo latente que sobrevive por debajo de las distintas variantes del revisionismo, herencia del pasado ciclo revolucionario, y que muestra su faz política a través de la línea espontaneísta en sus diversas versiones sindicalista, resistencialista o masista, se basa en la tesis de que el carácter revolucionario del proletariado viene dado por “ser portador de un nuevo modo de producción” (Konstantinov, vaca sagrada del revisionismo soviético, dixit ). Como dirían los maoístas franceses, por su “naturaleza”, o, como lo expresarían otros, por “instinto de clase”. Según esta tesis, el proletariado es revolucionario por sustancia, la revolución es un proceso de despliegue genético de esa esencia y la lucha de clases el motivo o el motor de la realización de su destino inmanente como clase que ya posee conciencia innata de su destino o de su misión . Históricamente, numerosas corrientes políticas que se han reclamado del marxismo comparten o han terminado compartiendo este punto de vista, desde las reformistas hasta las maoístas. Sin embargo, se trata de una visión que no se corresponde con el marxismo porque, para éste, por el contrario, el proletariado no posee , sino que adquiere su condición de clase revolucionaria. Y la adquiere no desde su ensimismamiento como clase, sino trascendiendo su condición en sí de clase asalariada. Esto es posible a través de su relación con lo otro, a través de su lucha de clases con la burguesía, siendo esta relación lo sustantivo y no la posición unilateral que en ella ocupa el proletariado. Por eso distinguía Marx entre conciencia en sí y conciencia revolucionaria o para sí del proletariado. Por eso, sólo adoptando este punto de vista trascendente es como adquiere importancia el problema de la conciencia y el de su papel en la revolución, distinto de esa especie de patata caliente que nos quema las manos y de la que es preciso deshacerse, tal como hemos visto en el caso del PC (MLM). La clase ensimismada tiende a recluir sus relaciones externas como clase social a su relación económica con el capital, es decir, a su relación con su explotador directo, con el patrón. Y desde este restringido campo de relación se deriva todo lo demás: las formas ideológicas, políticas y organizativas necesarias para el desarrollo de la clase como clase revolucionaria . Pero, para el marxismo, el campo de acción son todas las relaciones que tiene el proletariado a todos los niveles (de producción, políticas, jurídicas, culturales, entre y con otras clases…), incluida la historia de todas esas relaciones. Entonces, es en estos términos que la elaboración de una cosmovisión, de una concepción del mundo que no viene dada por la posición que ocupa en el proceso social, sino por el reflejo en su conciencia de todo ese amplio y complejo campo histórico y social, se convierte en algo que no sólo tiene sentido, sino que resulta decisivo para su desarrollo como clase revolucionaria. La fusión de este modo de conciencia con el movimiento práctico de la clase es lo que le da carta de naturaleza como clase revolucionaria. Por este motivo, el papel y las tareas de la vanguardia revolucionaria son fundamentales y ésta no puede ser subordinada ni relegada como mera comparsa o como simple complemento –aunque sea como “dirigente”– del movimiento espontáneo de masas, cual exorcizador taumatúrgico capaz de extraer el instinto de clase del proletariado para después ofrecérselo como su razón revolucionaria, tal como hace el PC (MLM).

A los camaradas de este partido les gusta acompañar sus argumentos con citas del Presidente Gonzalo ; pero lo único que han demostrado es la completa subversión de su pensamiento y de la experiencia del PCP. Y es que, para el PCP, rebelión espontánea es algo diferente de revolución y, por lo tanto, de Guerra Popular. La identificación de estos términos por parte del PC (MLM) implica que se asume que la revuelta espontánea es ya un movimiento independiente que nace de manera autónoma, tanto de la influencia de la burguesía como de la actividad de la vanguardia comunista. Lo cual supone que se asume, igualmente, la tesis revisionista de que existe un tipo de conciencia de clase natural del proletariado distinta de la conciencia burguesa y del socialismo científico (M. Harnecker). Por otro lado, la experiencia del PCP demuestra que la revolución debe cubrir requisitos y cumplir tareas políticas anteriores a la Guerra Popular, que ésta sólo es posible si ha sido preparada por el Partido Comunista, previamente reconstituido como resultado de un proceso de construcción de la vanguardia desde la lucha de dos líneas en torno a la definición de la línea general y del programa político de la revolución. En la historia del PCP, la Guerra Popular es la tercera tarea estratégica que abre la segunda fase de la revolución peruana, y no su inicio. La Guerra Popular es un desarrollo de la lucha de clases proletaria que se realiza a instancias del Partido Comunista, no al revés, como insinúa el PC (MLM), para quien el Partido Comunista es un desarrollo o una consecuencia de la Guerra Popular. Ésta es el paso de la política a la guerra en la lucha de clases proletaria; en cambio, para los maoístas franceses, todo el proceso de la revolución se sitúa desde el principio en el terreno militar. Aunque de palabra diga lo contrario, aunque señale que las masas reclaman el Partido –a cuya problemática de reconstitución no dedica ni una línea en su balance–, para el PC (MLM) la cuestión del día es la Guerra Popular, la rebelión de las masas es el “processus enclenché” al que los comunistas deben incorporarse con el fin de levantarlas y educarlas. Pero, la Guerra Popular presupone un trabajo de construcción política por parte de la vanguardia, la generación de organismos que preparen las condiciones de su inicio a partir de un plan, no es algo aleatorio sometido a la iniciativa de las masas. Es el Partido quien toma la iniciativa, quien elige el momento y el lugar para abrir las hostilidades contra la burguesía. La Guerra Popular está estrechamente ligada al Partido porque es el instrumento de presión del proletariado revolucionario que favorece la crisis política del sistema y hace posible la conquista de las masas por el Partido: la Guerra Popular no viene determinada por la respuesta espontánea de las masas a la crisis económica, no es efecto de la crisis del sistema, sino causa: viene determinada por el paso a la ofensiva política del proletariado y persigue, de manera premeditada y sistemática, la crisis política del sistema. La Guerra Popular es la línea de masas del Partido durante la etapa de conquista de las grandes masas hondas y profundas y de la toma del poder. Algo muy diferente del punto de vista del PC (MLM), que carece de línea de masas, puesto que, como las masas se suman espontáneamente a la rebelión, la línea de masas comunista queda reducida simplemente al trabajo de propaganda. El Partido incorpora a la guerra a las masas; para los maoístas franceses, en cambio, las masas incorporan al Partido a la rebelión. Para el PCP, la Guerra Popular es instrumento del Partido, para el PC (MLM), el Partido es instrumento de la Guerra Popular. Este partido tampoco habla de las bases de apoyo como sostén de la Guerra Popular ni, por supuesto, cómo o quién debería organizarlas. La impresión que deja el documento sobre la rebelión de las banlieues del PC (MLM) es la de que, en la cuestión de los métodos de lucha armada del proletariado, se atisba una tendencia a adoptar el punto de vista insurreccionalista.

En resumen, la posición del PC (MLM) sobre la Guerra Popular es resultado de la respuesta izquierdista de un sector de la vanguardia que pretende suplir con voluntarismo la ausencia total de condiciones políticas para la guerra de clases del proletariado. La incomprensión de ese déficit del proletariado se traduce en impaciencia y en aventurerismo políticos.