CARTA ABIERTA A KIMETZ
Y AL RESTO DE LA VANGUARDIA REVOLUCIONARIA
DEL ESTADO ESPAÑOL

El debate cautivo

 

“Claro está que el terror individual nada puede resolver, pero de
todos modos es agradable.”

I. Ehrenburg.

“Sí, he ayudado a la Unión Soviética, he ayudado al Ejército Rojo.
Y ello es lo mejor que he hecho durante mis cuarenta años de vida.”

Julius Fucik, ante el tribunal nazi que le condenó a la horca.

“Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y
propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser
alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente
.”

K. Marx y F. Engels.

 

La publicación, en diciembre del pasado año, de la Declaración Política del MAI titulada El PCE(r)… ¡erre que erre! perseguía, en primer lugar, clarificar algunos extremos relacionados con la última etapa de la trayectoria de nuestra organización y reclamar un poquito de respeto a aquéllos que manifiestan sus discrepancias políticas con insultos y prepotencia chulesca, y, en segundo lugar y a tenor de todo esto, proponer un debate al conjunto de la vanguardia sobre elementos fundamentales de la línea general de la política revolucionaria del proletariado (en concreto, la cuestión de la lucha armada), encaminándolo, según era nuestra intención, por los derroteros de la racionalidad y el espíritu crítico y constructivo, único modo de que pueda servir de provecho a la causa del comunismo.

 

I. EL FALSO COMUNISMO DEL PCE(r)

Las posiciones en la controversia

Sin embargo, el PCE(r) se ha mantenido pertinaz en su intolerancia y en su desprecio hacia la menor crítica, con el único argumento de la ofensa y de la acusación demagógica y paranoide, ascendiendo en esta ocasión un escalón más en su intransigencia al recurrir a la amenaza abierta y directa, no sólo contra nosotros, sino también contra alguna de las organizaciones que habían publicado nuestro manifiesto. El PCE(r) ha querido abortar, así, el debate, esgrimiendo amenazas en lugar de argumentos, extendiendo el miedo y la sospecha en lugar de sus ideas. Cada vez se abren más dudas sobre la legitimidad de éstas o sobre si siquiera existen, pero van quedando menos sobre el papel real que está jugando este partido en el seno del movimiento comunista. El primer resultado de nuestra Declaración Política ha sido la demostración palpable de que el autodenominado PCE(r) contra quien ejerce el terror es, en realidad, contra el proletariado. La burguesía y sus guardianes se regocijarán al comprobar cómo el PCE(r) no sólo quema militantes comunistas en una batalla absurda, no sólo desprestigia y aísla al comunismo en una endogámica y desesperada escalada demagógica y demente que se retroalimenta sólo de desesperación, demagogia y locura, sino también al comprobar cómo ahora este partido asume las funciones de vigilancia y contención de cualquier atisbo de desarrollo revolucionario de la vanguardia. En nuestra Declaración afirmábamos que la política del PCE(r) no se corresponde con una línea revolucionaria, sino con el reformismo armado; ahora, hay que añadir que la experiencia demuestra que el verdadero contenido de esta línea es el terrorismo contrarrevolucionario. Antes de esa Declaración se podía situar al PCE(r) –y así lo hacíamos nosotros– en este lado de la linde; pero su actitud ha demostrado que se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo revolucionario del proletariado y para la construcción de su vanguardia. Por las consecuencias objetivas de su actitud hacia el resto de la vanguardia del proletariado, el PCE(r) se ha pasado decididamente al lado de la contrarrevolución.

El aspecto concreto de este asunto que más merece ser destacado es la presión que los del PCE(r) y acólitos han ejercido sobre el órgano del Partido Comunista Revolucionario de Euskal Herria (EhAKI), Kimetz , para que retirase del foro de su página web nuestro documento. Cual vulgares censores, insistentemente se les sugirió a estos camaradas que eliminasen el texto, denostándoles amenazadoramente mientras no lo hicieron, hasta que, finalmente, Kimetz cedió a los dictados gansteriles del kapo del movimiento comunista. Otros, por su parte, ya habían consumado la censura por cuenta propia y sin necesidad de sugerencias ; pero no resulta extraño en el PCPE ni en Gazte Komunistak, por su línea reformista-revisionista, incompatible con los contenidos de nuestra Declaración, ni en Rash Madrid, cuyo talante anarquizante le imposibilita, ya de principio, para contribuir en algo en un debate serio entre comunistas. Por el contrario, otros que han recogido en sus foros nuestro documento, como el PCOE, no han sido importunados, toda vez que el espacio político que ocupa esta última formación parece alejado, por lo que se ve, de la zona de influencia natural del PCE(r), independientemente de la semejanza de sus líneas políticas (que las hay, más incluso que con Kimetz ). Pero culturas políticas y estilo de trabajo separan al PCE(r) del PCOE, al mismo tiempo que los vínculos comunes con el nacionalismo radical vasco le acercan a Kimetz . Por el contrario, al mismo tiempo, elementos fundamentales de la línea política que defienden estos camaradas son esencialmente correctos, a la vez que sustancialmente contradictorios y alejados de la del PCE(r). En esta situación, tan ambigua como compleja, la polémica abierta por el MAI y el ambiente generado por la actitud del PCE(r) ofrecían a Kimetz una oportunidad magnífica para esclarecer su situación en el seno del movimiento de vanguardia, para definir más y mejor su relación con otros destacamentos del mismo y para profundizar en los elementos correctos de su línea a la vez que deslindar campos con la influencia pequeñoburguesa a que le someten algunos amigos y la presión del entorno nacionalista en que se mueve. Por todas estas razones, la decisión que adoptase Kimetz en esta polémica era crucial, porque reflejaría el espíritu que actualmente domina a los comunistas revolucionarios, su nivel de conciencia de la situación actual de la lucha de clases proletaria, su capacidad para pulsar los momentos políticos, para demostrar la asunción de su compromiso revolucionario, etc., su grado de madurez en relación con su cometido de ejercer el papel de vanguardia, en definitiva. En segundo lugar, esa decisión era crucial porque ella determinaría directamente y de manera práctica el futuro inmediato del proceso de construcción del movimiento comunista, en el sentido de que delimitaría el campo, más amplio o más estrecho, del comunismo revolucionario como base y punto de partida del proceso de reconstitución ideológica y política del comunismo. Por no hablar, en tercer lugar, de la propia coherencia interna de estos camaradas, pues una decisión correcta expresaría su verdadera voluntad de contribuir, como buenos maoístas, al desarrollo de nuestro movimiento desde el único método posible, el debate, la lucha de dos líneas, en suma. Así pues, se puede comprender que el MAI estuviese muy pendiente de la actitud final de los camaradas de Kimetz , y no debe extrañar la decepción experimentada ante tantas expectativas defraudadas. A pesar de ello, desde aquí queremos trasladar nuestras esperanzas en una rectificación de estos camaradas en el futuro. Creemos en su honestidad y en que comprenden que el primer mandato de esta virtud es aplicársela a uno mismo. Kimetz habla de “unidad y lucha” como principal instrumento de desarrollo de la vanguardia; sin embargo, ha cedido ante quienes sólo aceptan la unidad si es en su torno, y ante quienes han demostrado no estar dispuestos al debate, a la lucha ideológica y política. Los camaradas de Kimetz deberían reflexionar más sobre esto.

La justificación oficial dada por Kimetz para eliminar la Declaración del MAI de su foro de debate estaba relacionada con las posibles consecuencias penales que, para los miembros del PCE(r), acarrearía identificar su partido con una organización armada “como son las Brigadas Rojas”. Sería ocioso extenderse demasiado en esto, pues la discrepancia en la valoración de un fenómeno de índole más bien histórica y de carácter secundario políticamente jamás puede justificar la censura. Entonces, no tendría sentido el foro. Sin diferencias de opinión no hay debate político. Según su nuevo criterio, los camaradas de Kimetz deberían clausurar esta sección de su página web. No obstante, insistimos en que el paralelismo establecido en la Declaración entre el PCE(r) y Brigadas Rojas no era de carácter organizativo. Únicamente se refería a formaciones políticas que expresaban, a través de una línea política similar –defensa de la lucha armada, independientemente de su praxis–, fenómenos sociales similares –el ascenso del movimiento espontáneo de masas a principios de los 70, independientemente de las diferencias en las bases sociológicas que lo sustentaban en distintos países– desde una concepción similarmente errónea de la lucha de clases revolucionaria del proletariado y de una asimilación similarmente insuficiente del marxismo –al margen de la disparidad de programas y profesiones de fe–. Más aún, si nuestra valoración hubiese tenido algo que ver con las formas organizativas de la lucha armada, no hubiésemos puesto al lado del PCE(r) a las Brigadas Rojas, precisamente, sino a esa “organización que todos sabemos” a la que se refiere Kimetz en su comunicado de cierre del debate , aplicando esa omertá que el PCE(r) quiere imponer en nuestro movimiento, como si hablar entre susurros de el innombrable –cuando al mismo tiempo se está tratando del PCE(r)– fuera a engañar a alguien o a servir de algo. Por cierto, que la interdicción de hacer expresa esta relación, prohibida por esa ley del silencio , ha conducido a que los esbirros celosos de semejante norma no escrita hayan abierto debates en internet acerca de un supuesto guión garzoniano tan surrealistas como estériles. En cualquier caso, el argumento esgrimido por Kimetz para justificar su actuación ya había sido puesto sobre la mesa en el principio mismo de la controversia. De hecho, era el único –a falta de otros de naturaleza ideológica o política– que habían aducido hasta ese momento los iracundos defensores del PCE(r), y no incitó entonces ninguna intervención por parte del administrador del foro (sólo el consejo de que resolviésemos nuestras diferencias en privado, ¡de espaldas a la clase!) por cuanto aquéllos sólo habían proferido insultos y acusaciones, pero la amenaza directa aún no se había consumado. Ésta es la segunda razón por la que las explicaciones dadas por Kimetz resultan poco creíbles. Pero, está bien, respetemos los motivos de este órgano y veamos ahora cuál es su valor real.

Fue la intromisión de un tal Ferro en la porfía la que provocó el giro de los acontecimientos. Nuestro hombre de hierro amenazó ( sugirió ) y ordenó la retirada del documento del MAI. ¿Y cómo comenzaba su intervención en el foro este tipo duro y, por lo demás, bastante necio?:

“Como ex preso político de los GRAPO, y también del PCE(r), afirmo…”

¿Hace falta más para demostrar que todo lo que proviene de estos señores es pura farsa? Se desgañitan insultando y amenazando, acusando a diestro y siniestro de señalarles con el dedo ante la policía, de que deseamos que todo el peso de la represión caiga sobre ellos, de que nos gustaría verles entre rejas de por vida y no se sabe cuántas sandeces más… ¡y resulta que ellos mismos estampan el famoso guión garzoniano ! ¿Hay algo más patético que ser chivato de sí mismo? Al MAI no le extraña, ya que es costumbre, pues le consta que estos señores, cuando pueden, publican datos sobre las organizaciones que les critican y que han manifestado disconformidad con su línea política. También es posible que el hombre de hierro resulte ser el Azef del PCE(r); pero, entonces, este partido debería limpiar primero su propio establo antes de intentar emponzoñar a los demás. En cualquier caso, se debe reconocer que esta forma de actuar no está exenta de cierta lógica: como el PCE(r) no puede ofrecer nada, pues carece de masas, de política revolucionaria y su ideología pequeñoburguesa se funda en el revisionismo, es natural que haya convertido las viejas batallas en su único patrimonio político, al que recurren sus prosélitos haciendo alarde de esa especie de mística de ex combatientes en que ha convertido este partido su retórica, a sabiendas de que el auditorio –dado el bajísimo nivel teórico en que se haya nuestro movimiento– se quedará atónito y experimentará espontáneamente cierta empatía (veta para poder explotar después una malentendida solidaridad) por el sacrificio de estos comunistas . De esta lógica simple y macabra vive desde hace tiempo el PCE(r), y es la que empuja a sus miembros a delatarse a sí mismos. Por la boca muere el pez, señor Ferro .

De todo lo expuesto se desprende que, en realidad, esos motivos sobre las consecuencias de la crítica a la línea del PCE(r) son una cortina de humo para esconder el fondo del problema (una línea errónea) y rechazar el debate que permita esclarecer los elementos para una verdadera política proletaria. El comunismo revolucionario lleva más de 30 años hipotecado por la apuesta que estos señores decidieron hacer un día, y los réditos de ese crédito se pagan todavía hoy con el precio de mantener cautivo el debate en el seno de la vanguardia acerca de las tareas que hoy necesita la reconstitución del comunismo (tareas ineludibles, también, como efecto del fracaso de aquella apuesta). En estos 30 años han acontecido cosas importantes con consecuencias muy serias para la lucha de clases proletaria a todos los niveles. Todo un ciclo histórico se ha cerrado y hora es ya de que el PCE(r) rinda cuentas ante la clase a la que dice servir. El MAI forma parte de ese sector de la vanguardia que piensa que el proletariado ha pagado sobradamente la hipoteca y que pugna por desembarazarse de viejas tutelas para iniciar la búsqueda del camino que permita al movimiento comunista salir de la crisis en la que se halla inmerso, y de la que el PCE(r) es uno de sus exponentes genuinos.

Algo más sobre el estilo del PCE(r)

Después de la reprimenda y la censura, y tal vez porque haya experimentado ciertos remordimientos de conciencia por el papelón que ha interpretado en público, el PCE(r) ha publicado Unas palabras sobre la declaración política del MAI , en su órgano Antorcha , donde, siguiendo su prosapia maledicente, mantiene su vulgar estilo calumnioso y prepotente. No quería ser el objetivo de esta carta abierta entretenernos todavía más con estas gentes, sino ofrecer la valoración del MAI del significado e implicaciones que, para nuestro movimiento, tiene la última controversia con ellos y, al hilo de la misma, presentar propuestas constructivas y concretas a los comunistas revolucionarios del Estado español: la intención de esta carta abierta es la de continuar avanzando en la clarificación del terreno que pisa la revolución en este país, no la de continuar atascados en el pantano del litigio permanente con estos señores, que sólo alimenta su vanidad y el engaño de creerse referente de vanguardia. Sin embargo, es preciso reconocer que el deslindamiento de la línea proletaria pasa todavía, al menos en parte, por el desenmascaramiento de los elementos oportunistas y revisionistas que nutren la línea del PCE(r) y, como ha demostrado la última cuasi polémica, es preciso realizarlo, al menos, ante un sector de la vanguardia que todavía se ve influida o confundida por los alardes de este partido. Aprovechando las palabritas que nos dedica Antorcha , intentaremos ampliar nuestra contribución en este cometido.

El sermón que lanza Antorcha desde la atalaya de su soberbia pretende zanjar lo que para ellos es un debate incómodo, por lo que, acompañando a su ya habitual y esperada verborrea incontinente y huera, se ha visto obligada a introducir argumentos de tipo político y a ponerse a ello dedicando parte de su precioso tiempo al “grupito de amiguetes” que dicen que es el MAI. Tanta condescendencia nos conmueve y permite pensar que se ha hurgado bien, pues la comadreja ha salido de la madriguera. No perdamos, pues, la ocasión que nos brindan para confrontar argumentos políticos y no despropósitos.

Sin embargo, todavía la primera parte del texto se corresponde con esa dialéctica de baja estofa a que nos tienen acostumbrados. Comienzan tratando al MAI con displicencia, casi con desidia, reprochando a “los del MAI” por inmodestos y por creerse “los portadores de la verdad universal” y “los sumos guardianes” del marxismo-leninismo, etc., etc. Algo que ya viene siendo habitual entre quienes nos censuran y, por lo demás, aburrido. Parece ser el premio con que el sector pacato de nuestro movimiento paga la independencia ideológica y la expresión firme, con convicción y lo mejor fundamentada que se puede, de lo que se piensa. Seguidamente, se burlan de la represión sufrida por algunos miembros del MAI a la que aludíamos en la Declaración Política. Dicen jactanciosamente que será “alguna multa de tráfico” y nos acusan de “jugar a la revolución”. Desde luego, nosotros no hemos expropiado ni ejecutado a nadie, así que no fue como para ir a acompañarles al talego ; fue, precisamente, por pedir la libertad de su gente. El PCE(r) es quien habla de Estado fascista y de represión fascista, de modo que apliquen su propio criterio imaginándose cómo respondería ese Estado ante tales consignas y obtendrán una medida de la represión sufrida, desde luego más cercana a la realidad que la caricatura insolente con que la presentan. A continuación, y a propósito del tema de la infiltración policial que se había situado en la Declaración, se introduce, sin venir a cuento, todo un pasaje de exaltación épica en el que se reitera por enésima vez el tostón de lo veteranos, valientes, sacrificados y listos que han sido siempre y son los del PCE(r), y vuelta a poner encima de la mesa a los muertos y torturados. Es su argumento estrella, y es el que utilizan siempre para deslegitimar al contrario y “coger ventaja en el debate”, para, desde ella, expulsar por su negra boca lo más aberrante que se les ocurra. Por ejemplo, que “los del MAI” se han convertido “en apéndices y correas de transmisión de la propaganda y la guerra psicológica fascistas”. Por este tipo de referencias crispantes comenzó este asunto entre el PCE(r) y el MAI, y precisamente éste aludió al tema de la infiltración para hacer comprender a estos señores que ese tipo de argumentos no sirven para hablar de política, que ir acusando a todo el mundo de ser fascista o de pertenecer a la Guardia Civil no es una buena costumbre, y que puestos a contar provocadores, dónde mejor que en sus filas… ¡por razones obvias!, añadíamos. Y esta obviedad es la que han vuelto a explotar en este último documento para mayor autocomplacencia. Antorcha acusa al MAI de “frivolidad”, pero ¿hay mayor frivolidad que, por ejemplo, meter a Kimetz entre los “cómplices” del fascismo porque no eliminaban la Declaración del MAI de su foro, para luego sacarlos, una vez que estos camaradas cedieron a su presión? ¿Es esto serio? No sabemos si son hábiles en el arte de combatir las infiltraciones; ellos dicen que sí, pero estando gran parte de su organización en la cárcel induce a la duda; de lo que no cabe duda es de que sí son diestros en el arte de manipular las cosas a su antojo.

Los ejemplos que ofrecen para ilustrar la justeza de sus divagaciones demuestran la “profundidad” del pensamiento que gobierna a este partido y cómo ha “asimilado” éste la teoría y la historia de nuestro movimiento. Hablando de la infiltración policial, acuden como ejemplo al Comité de San Petersburgo del Partido Bolchevique, “el más importante” en Rusia, que estaba formado en 1905 por cinco personas, tres de ellas de la Ojrana , y que, “pese a todo, el Partido Bolchevique hizo la revolución”. ¡Vaya, vaya, un “grupito de amiguetes” que finalmente contribuyó al triunfo de la revolución, sólo doce años después! Después de 40 años, por el contrario, los “cientos” de militantes del PCE(r) (o quizá “miles”, como presumía en su arrebato inquisitorial el hombre de hierro ) están presos y la reacción campando a sus anchas. Este ejemplo tan simple pone en evidencia la insuficiente comprensión del marxismo de que adolecen estos señores, porque demuestran guiarse por un criterio cuantitativo (organización) y no cualitativo (línea política) a la hora de considerar la actividad de la vanguardia. Pero hay más ejemplos y todavía más ilustrativos, como el del Partido Comunista de China, formado en una reunión de 12 delegados que representaban a los 57 miembros de que constaba toda la organización, ¡en un país de 400 millones de habitantes!, o el del Partido Comunista de Indochina, fundado por 7 personas. Nuevamente, vuelven a morder su propio anzuelo. Les vendría bien un poquito más de humildad y de respeto hacia los demás, amén de reflexionar sobre cuáles son los verdaderos valores del comunismo. Por cierto, en la época y lugar que sitúan su ejemplo, quienes poblaban las cárceles zaristas eran los populistas-terroristas y los eseristas rusos, mucho más que los marxistas revolucionarios, todavía una minoría entre el movimiento de vanguardia de la revolución rusa; y curiosamente –¡qué casualidad!–, esos presos políticos se despachaban contra los marxistas exactamente en los mismos términos insolentes que los del PCE(r) dedican a “los del MAI” cuando se desahogan a gusto tratándonos de grupúsculo de “listillos” y “diletantes” de la teoría que no hacen nada práctico ni son peligrosos para el Estado, etc. Antorcha tiene razón cuando señala que muchos pequeños grupos políticos han pasado de puntillas por la historia; pero también es verdad que torres más altas que las del PCE(r) han caído, cuanto más si tienen los pies de barro, como es el caso.

La otra prueba que ofrece Antorcha para demostrar que las posiciones del PCE(r) son correctas es la inevitable y siempre recurrente razón de los presos: que el Estado se esfuerce tanto en acabar con el PCE(r) es la mejor evidencia –dicen– de que es peligroso para él y de que le hace daño, y cierra parafraseando una cita de Mao: “si el enemigo nos ataca es que lo estamos haciendo bien”. Por esto mismo, entonces, si el PCE(r) ataca con tanta furia al MAI será porque ha puesto el dedo en la llaga. En cuanto a la cita de Mao, eso lo dijo hasta Don Quijote. No se trata de una cita que caracterice al maoísmo como pensamiento específico y diferenciado, como, por ejemplo, esta otra paráfrasis: si tenemos la línea correcta tendremos todo lo demás, las masas y las armas; si nuestra línea no es correcta, lo perderemos todo . El PCE(r) maoísta , sin embargo, invirtió los términos y prefirió pensar primero en las armas y dejar para después la política. Por eso, pretende ahora anteponer la razón de los presos a cualquier otra razón política o debate sobre política. Pero los presos no otorgan patente de corso ni ratifican una línea como correcta (entonces, hubiera tenido razón el PCE carrillista frente al PCE(r) en los 70, o Mandela frente a los revolucionarios sudafricanos en los 90, y hoy en día, ETA frente a todo el mundo, etc., etc.). En todo caso, y muy al contrario, la refutan: si el Estado ha conseguido aislarles en prisión es porque no han conseguido emboscarse entre las masas; si no han podido emboscarse entre las masas es porque no tienen masas, y si no tienen masas es porque su línea política no es correcta. Tal vez empezaran bien en los 70, con cierto apoyo social, al menos entre la vanguardia; pero por su línea incorrecta han terminado perdiéndolo todo. Ésta es la ineluctable lógica del pensamiento maoísta, señores.

El revisionismo del PCE(r)

A partir de aquí, las palabras de Antorcha adquieren un tono más grave y, por fin y sin que sirva de precedente, comienzan a exponer argumentos de carácter político. La pena es que ya se ha consumido la mitad del documento. Aún así, lo que queda no carece de enjundia. Veamos.

La cuestión del terrorismo sigue siendo especialmente sensible para los del PCE(r). Aunque niegue que les obsesiona, Antorcha insiste en desmarcarse del “epíteto de terroristas”, que, según ella, sólo busca “vilipendiarlos”. Esta insistencia denota claramente que estos señores siguen aceptando y compartiendo el contenido que la burguesía da a ese concepto –con su carga moral negativa incluida– y que, en consecuencia, no están dispuestos a aplicarlo a ninguna de las actividades que, aunque no realicen por sí mismos, sí apoyan “política y moralmente”. El MAI insiste en que ésta es una actitud revisionista en lo teórico. En la tradición de nuestro movimiento, siempre se han definido las acciones armadas individuales como terrorismo, y su juicio siempre se ha limitado a su oportunidad política en relación con el momento en que se producen o a su idoneidad general como forma de la línea militar del proletariado. A este plano de interpretación se ha limitado y sigue limitándose el MAI. Pretender otra intención es tergiversación pura o reconocer implícitamente que se ha abandonado el marxismo en este tema y se prefiere desviar el debate del terreno científico hacia el terreno burgués de las connotaciones éticas y emocionales del término, connotaciones impuestas por el enemigo y que se acepta introducir en el debate con tal de no hacer frente a la crítica que consiste en que se debe admitir que la actividad armada individual, esporádica aunque continuada, pero no planificada ni dirigida por el Partido Comunista, es terrorismo, una táctica militar que no se corresponde con la línea militar proletaria. El PCE(r) prefiere un debate con las reglas de juego de la burguesía antes que profundizar en el contenido político y de clase de una actividad armada que dice “apoyar”. En esto consiste el revisionismo teórico de este partido en el tema del terrorismo.

En este problema, Antorcha ofrece la misma ambigüedad y la misma posición contradictoria que su partido ha ido manteniendo a lo largo de su historia, posición determinada por el manto de oscuridad con el que se ha obstinado en cubrir su relación con la lucha armada. Pero, en esto, el marxismo exige una posición firme y sin ambages. Si el PCE(r) es ciertamente la vanguardia, si es el verdadero Partido Comunista reconstituido, y si en su análisis de las luchas de clases ha reconocido las condiciones para la lucha armada, entonces, ¿por qué no planifica y organiza él esta lucha? ¡Es lo que haría un verdadero Partido Comunista! Sin embargo, el PCE(r) nunca ha expresado tal coherencia y se ha limitado oficialmente a “aspirar a dirigir” la lucha armada pensada, preparada y llevada a cabo por otros. Aquí comienza el revisionismo práctico del PCE(r) en este asunto: la estrategia y la línea militar se piensan en la teoría, pero no se practican; la línea militar se concibe separada de la línea política, no como un desarrollo de ésta, algo inconcebible para el marxismo. Si la guerra civil es una forma desarrollada, elevada, de la lucha de clases, la línea militar debe ser la expresión de la dirección política por el Partido de las masas en esta lucha. De lo contrario, o bien serán otros los que ejerzan realmente de vanguardia –tal vez el innombrable – y nos encontraremos con que el fusil dirige la política (línea militarista), o bien se está reconociendo que la lucha armada se abandona al espontaneísmo de las masas y que el Partido ha renunciado a generarla (planificar, organizar y ejecutar) y sólo “aspira a” reconducirla. Este cuadro de divorcio entre política y guerra en la lucha comunista es el que acepta y presenta Antorcha cuando afirma que el “PCE(r) teoriza, aconseja, por decirlo así, sobre la lucha armada”. He aquí, pues, al Partido convertido en una suerte de Gran Consejo de Sabios dedicados a la teoría y a la actividad intelectual, cuyas recomendaciones son aceptadas y aplicadas por el movimiento como maná caído del cielo. Antorcha acusa al MAI de “grupito de amiguetes” sabihondos que se dedican a “jugar a la revolución” impartiendo lecciones teóricas a los aguerridos combatientes de su partido; pero, realmente, ¿quiénes son los que presentan con afectada seriedad al partido de vanguardia del proletariado como un grupo de intelectuales listillos cuyo cometido es teorizar y aconsejar sobre la revolución sin llevarla a cabo? ¡Los señores de Antorcha ! ¿Quién se dedica a “jugar” en todo este asunto?, ¿quién se burla de la inteligencia ajena? Tras la separación entre política y guerra, con la separación entre teoría y práctica que realiza con su política el PCE(r) da un paso más en su labor de revisionismo práctico del marxismo. Este revisionismo, que oculta el verdadero papel del Partido en la revolución, es la grieta por donde hace aguas toda la política de este partido. Pero esto no es lo más grave; la consecuencia más perniciosa tiene que ver con la educación revolucionaria de las masas, tarea que se ve perjudicada por una propaganda que sólo ofrece confusión, cuando no simple embuste, en lugar de una nítida visión de las condiciones y de los instrumentos que requiere el desarrollo de la lucha revolucionaria del proletariado.

Como los ideólogos del PCE(r) comenzaron la casa por el tejado, se encontraron con que debían fundamentar su política militarista sobre alguna base social que diera consistencia materialista a su línea. Se inventaron, entonces, esa entelequia que comenzaron denominando “movimiento político de resistencia” y que luego paso a ser “movimiento de resistencia antifascista”. Desde la categoría de resistencia , que describe un pretendido movimiento de masas autónomo bastante extendido y articulado, han montado estos señores su tinglado político. La resistencia es la madre del cordero, ella lo crea todo: genera movimiento de masas, conciencia revolucionaria y lucha armada. La frontera entre resistencia y revolución, bien delimitada por el comunismo revolucionario, queda, de este modo, difuminada, conformando ese marchamo oportunista que caracteriza al revisionismo del PCE(r) y ampliando los efectos de la confusión que provoca su propaganda. El Partido sólo debe “aspirar a” dirigir todo ese movimiento de resistencia en sus diversas formas, que surgen por doquier como producto de la explotación y de la opresión capitalistas. Para eludir su deriva revisionista, el PCE(r) cae en el sumidero del espontaneísmo. En lugar de educación comunista de las masas, este partido ofrece el culto a la espontaneidad de las masas, mientras Antorcha , el sacerdote del Gran Consejo, engalana y da lustre al altar de la resistencia, al mismo tiempo que el de la revolución se cubre de orín y mugre.

La penúltima escena del revisionismo práctico del PCE(r) se representa ante los tribunales del Estado y es la consecuencia del proceso de dualización a que somete este partido la política comunista. Como los militantes del PCE(r) están obligados a defenderse sólo como teóricos y como políticos, como adalides de la resistencia o como revolucionarios en teoría y no como revolucionarios prácticos, se ven imposibilitados para realizar verdaderos alegatos comunistas, se ven imposibilitados para utilizar los tribunales como los utilizó siempre nuestro movimiento, para la propaganda revolucionaria. Y si esto se intenta, carecerá de toda credibilidad, pues nadie va a confiar en la palabra ni a querer aprender de la experiencia de quienes hablan de lo que dicen no realizar ellos mismos. Las masas les darán la espalda por fabuladores y la confusión y el engaño se extenderá hacia la vanguardia, que pronto se verá envuelta en ridículos debates sobre guiones garzonianos o sobre si existe o no vínculo entre organizaciones (¡La pena es que no lo haya!). De esta manera, el militante preso no puede explicar ni defender de manera consecuente y en toda su amplitud la política del partido. Ésta, entonces, deja de ser lo sustantivo y pasa a primer plano la prioridad de atenuar al máximo el castigo por la militancia comunista, con el desprestigio que acarrea dejarse arrastrar en esta dinámica. El partido, por consiguiente, dejará de dirigir la batalla en los tribunales, que quedará en manos de los abogados; en lugar del comunismo, en esta pelea mandarán las triquiñuelas legales y la sofistería de los letrados. En la calle, la política del PCE(r) se somete a la espontaneidad del movimiento de resistencia; en los tribunales, se somete al Código Penal. ¡Hasta tal punto comparte y admite el PCE(r) las premisas ideológicas y políticas que establece el sistema! Como se trata de un partido ilegal (aunque, por lo visto, tiene vocación de legalidad y de parlamento, sólo que “los Estados fascistas español y francés nos ilegalizan”), ha terminado orquestando toda su política en función de las exigencias que impone el Código Penal. El PCE(r) afirma en su propaganda no aceptar la legalidad vigente, pero elabora su política y maniobra en función de los márgenes que permite el Código Penal; el PCE(r) habla de propaganda armada ante las masas, pero ante los tribunales no es capaz de pasar por encima de las “leyes fascistas”. Las concesiones del PCE(r) al enemigo son muy generosas… ¡qué pena que la Declaración del MAI no pudiera disfrutar de la misma magnanimidad!

El PCE(r) se ha erigido en paradigma de organización política para la resistencia, ha elevado hasta su máxima expresión esta prerrogativa. No es extraño que “aspire a” aglutinar toda manifestación de este tipo de lucha. La resistencia es, por definición, adaptación, capacidad para permanecer igual ante las agresiones del medio, conservación de las propias condiciones dadas, etc.; por definición, la resistencia se diferencia, incluso se opone, a la transformación del medio, a la transformación de las condiciones dadas. A lo largo de 40 años, este partido ha demostrado ser un maestro de la adaptación al medio político circundante. No es extraño, pues, que se haya convertido en el gran abanderado de la resistencia y que tanto en su política como en su propaganda la revolución brille por su ausencia. La estrategia de la adaptación ha conducido a este partido en una progresiva deriva oportunista-derechista que se ha traducido en la constante rebaja de su programa: si el socialismo y la Dictadura del Proletariado fueron relegados desde el principio por la república popular y la Asamblea constituyente, este programa máximo se presenta ahora mermado bajo la forma de decálogo de reivindicaciones de corte democrático y sindical, tan general que puede incorporar a amplios sectores de la aristocracia obrera y de la burguesía. De lo que se trata, por lo visto, “es de coordinarse en torno a una serie de reivindicaciones mínimas sobre cuestiones que nos afectan a todos, pues el Estado no hace muchos distingos ideológicos a la hora de perseguirnos” ( La lucha antirrepresiva, la solidaridad con los presos políticos y la situación actual , en Antorcha.org ). Tampoco el PCE(r) parece querer hacer muchos distingos. El frentepopulismo antifascista de estos nostálgicos de Febrero del 36 reduce la política proletaria a la mínima expresión. Las concesiones hacia el oportunismo político también parecen ser generosas. ¿Cuál es la causa última? No “el Estado fascista” ni la naturaleza de las tareas económicas necesarias para el progreso de la sociedad, sino la absoluta ausencia de apoyo social de este partido, que le obliga a la apertura política hasta extremos que desfiguran los contornos de clase de su programa. Es la pescadilla que se muerde la cola: el análisis erróneo de las condiciones de las luchas de clases aleja a la vanguardia de las masas; esta falta de apoyo le obliga a estar a la defensiva; esta posición genera el discurso de la resistencia; el discurso de la resistencia provoca la rebaja política, y la rebaja política alimenta aún más la errónea percepción de las condiciones objetivas y el desarrollo errático de la línea política. Y vuelta a empezar. Ni siquiera la fase de repliegue que hoy vive el movimiento obrero a escala internacional tiene que ver con la línea política de resistencia del PCE(r): ésta fue elaborada mucho antes de que ese reflujo se hiciera evidente y sus presupuestos políticos son de índole diversa (la “lucha antifascista” y no la recomposición del movimiento comunista tras la derrota de la primera gran ofensiva de la Revolución Proletaria Mundial).

Antorcha acusa al MAI de hacer “afirmaciones sin ser conscientes de las implicaciones de las mismas”. De lo dicho hasta aquí se desprenderá que el MAI fue siempre muy consciente de sus afirmaciones. Lo que ocurre es que no comparte la doctrina del PCE(r) en materia de organización ni de propaganda comunistas. Lo que ocurre, también, es que al MAI le preocupan más las “implicaciones” del miedo que tienen los miembros del PCE(r) a defender abierta y coherentemente su política que las “implicaciones” que pueda acarrear la militancia comunista consecuente. Lo primero trae confusión, desprestigio y desmoralización; lo segundo, sólo honra. El MAI tampoco presta oídos a la proclamación de modelo de comportamiento comunista que para sí reclaman estos señores. Por suerte, no hemos perdido de vista al resto del movimiento comunista internacional ni a su historia, que ofrece, desde luego, mejores ejemplos de abnegación ante el enemigo. No sean tan petulantes, ni pretendan parangonarse con un G. Dimitrov, un J. Fucik o un Nguyen Van Troi, que sí dieron ejemplo de actitud comunista ante los tribunales. Y no es que dudemos del valor de los militantes del PCE(r): lo que no tiene valor es su política, y esto los desarma ante pruebas tan duras. No nos cabe duda, ciertamente, de que la fortaleza de los militantes del PCE(r) supera con creces la de su política, pero la valía de los comunistas se mide por cuanto continúan ejerciendo de propagandistas revolucionarios y no sólo de presos políticos. Y si en esto existe algún modelo, lo establecieron los camaradas del Partido Comunista del Perú en el penal de Cantogrande, que transformaron en luminosa trinchera de combate hasta el martirio final. Es con estos episodios heroicos que se escribe la epopeya de nuestra clase. Por favor, no digan que no sabemos lo que decimos, no insinúen, por ejemplo, que la defensa jurídica del Secretario General del PCE(r), el camarada Arenas , es un ejemplo comparable de comportamiento comunista ante el aparato represivo del Estado. En este caso, resulta triste, por no decir patético, comprobar cómo el líder de ese partido no sólo centra su defensa judicial en la negación de toda relación del PCE(r) “en actividades armadas”, que a estas alturas ya da lo mismo, sino también presuponiendo la “imparcialidad” del juez y del tribunal que llevan su caso y lamentando la influencia “del gobierno de turno” sobre sus decisiones. En su defensa, Arenas reitera que “el Partido elabora la estrategia de la revolución, pero no participa directamente en la lucha armada. Y en esto no existe contradicción alguna”. ¡No para el Código Penal, no desde el punto de vista burgués, pero sí para el comunismo revolucionario! ¡No se puede decir que el alegato de Arenas esté cortado por el patrón de Cantogrande! Para el PCE(r), la formación política burguesa propia de la época del imperialismo es el Estado fascista. Así, el Estado español es fascista e inmisericorde, y no se puede esperar indulgencia. Pero, por lo que se deduce de la estrategia de defensa del teórico del Estado moderno fascista, del Estado francés sí se pueden esperar, en cambio, jueces “imparciales”. Al parecer, en la V República el Estado no es fascista, sólo “el gobierno de turno”. ¡Sobre este sofisma se funda la defensa del ideólogo del PCE(r)! Como antes en el terreno de la política y de la organización, aquí también el oportunismo se cobra su precio, esta vez a costa del análisis de fondo en el que se basa la estrategia de este partido: o bien, el imperialismo no genera superestructuras políticas fascistas siempre (lo cual es cierto, contra lo que supone o suponía –ya no sabemos, dadas las circunstancias– el partido), o bien, el capitalismo en Francia no ha alcanzado su fase imperialista de desarrollo (lo cual es absurdo). Como se ve, no es tan fácil mantener separadas la teoría y la práctica; aunque tampoco nos extrañaría que el camarada Arenas piense que “en esto no existe contradicción alguna”.

Hemos visto que, como colectivo político, el PCE(r) somete al marxismo a un proceso de dualización, de escisión de sus elementos ideológicos. Primero, en la teoría, separa la política de la guerra, desentendiéndose del principio materialista de que la guerra es la política llevada por otros medios ; esto le permite después, en la práctica, divorciar la actividad política de la actividad armada, lo cual crea las condiciones para que se tenga que separar la militancia comunista de la causa comunista. Este fenómeno de dualización resume ese revisionismo práctico que aplica ese partido y no es más que el reflejo de la división social del trabajo burguesa –fundada en la separación entre trabajo manual y trabajo intelectual– en su ideología y en su política, que pone de manifiesto su incapacidad para construir un movimiento político independiente que sirva a los objetivos de la lucha de clases revolucionaria del proletariado. Y lo que se refleja como organismo colectivo tiene su correlato, finalmente, en el plano individual, donde el reflejo ideológico burgués se traduce en liberalismo puro y simple. El PCE(r) siempre ha dicho que la participación de sus militantes en la lucha armada es fruto de una decisión soberana y personal que sólo les corresponde a ellos como individuos. Esta desviación individualista y voluntarista, ajena a la tradición del movimiento comunista internacional, es el epílogo del revisionismo práctico del PCE(r) y la confesión expresa de su renuncia a organizar y dirigir la revolución. Una vez más, el Código Penal impone las reglas; pero, lo importante, en este caso, no son las causas, sino los efectos de este método de trabajo. El marxismo enseña que el paso de la lucha de clases a la guerra de clases va acompañado de una creciente complejidad del proceso político y, desde el punto de vista de la vanguardia, de una maduración ideológica, política y organizativa. Sin embargo, la imagen que ofrece el PCE(r) en esa transición es la del paso de la organización de la vanguardia a la fragmentación de la vanguardia. Ante la complejidad del proceso revolucionario, el PCE(r) ofrece soluciones individuales. En su sermón montañés, Antorcha pone esto de manifiesto a través del salto en el vacío que propone cuando habla de “militarización” de todo el movimiento revolucionario “en el momento de la insurrección”. Salto de la resistencia a la revolución; salto de la política a la insurrección; salto del partido al ejército… El espontaneísmo, nuevamente, rige el proceso y la vanguardia, que después de renegar durante tanto tiempo de la práctica armada aparece de pronto armada hasta los dientes sin haber expuesto ni explicado a las masas un plan de acción claro, sigue propagando confusión y oscurantismo a través de inexplicables saltos mortales. Ante tanto salto, el destino seguro es el fondo del precipicio.

La línea militar

Antorcha afirma que la cuestión militar fue resuelta por su partido en los debates de los 70 y 80 con “las Brigadas Rojas y demás defensores de los Partidos-guerrilla”. Pero con su crítica de la equivocada identificación absoluta del Partido y la guerrilla, el PCE(r) se ha dirigido hacia el extremo opuesto, hacia la separación absoluta del Partido y la guerrilla. Este partido insiste en que sólo “apoya política y moralmente” a la guerrilla, mientras Antorcha ofrece la solución de la cuestión militar con la insurrección (donde, al parecer, se fusionan Partido y movimiento de masas y cuando la guerrilla deja de jugar algún papel, desapareciendo o bien integrándose en esa fusión, o no se sabe qué). ¡Estos señores se apuntan a todo! Pero el eclecticismo no va a impedir que se perciba la enorme falla que se abre entre ambas posturas, generando más contradicciones y más confusión: la línea militar que nos ofrecen comienza con las acciones individuales armadas de la guerrilla y, a través de un salto mortal, termina en la insurrección. O terrorismo o insurreccionalismo; pero ninguna explicación clara y explícita de la relación o posible relación orgánica existente entre esa guerrilla y la “militarización de todo el movimiento revolucionario”. La única relación que se nos ofrece es la imagen de la guerrilla como catalizador del espontaneísmo insurreccional de las masas: un vínculo espiritual y abstracto que no se concreta en movimiento revolucionario organizado ni se vincula orgánicamente al Partido. En su Declaración Política, el MAI defendía que la verdadera línea militar proletaria es la Guerra Popular y Antorcha se apresura a recordarnos que ellos llevan hablando de “guerra popular prolongada” “desde los años 70” y que “los del MAI” “no entienden ni una palabra” de ello. Entonces, ¿responde a los principios de la Guerra Popular esta amalgama de ideas confusas y contradictorias que nos presentan el PCE(r) y Antorcha ? ¿Cómo interpretan, aplican o pretenden aplicar estos señores la Guerra Popular? En 1986, la Comuna Carlos Marx de presos de la cárcel de Soria llegaba a la siguiente conclusión:

“(…) podemos decir que, en nuestra opinión, nuestra revolución pasará por dos fases: la defensiva estratégica del desarrollo de la Guerra Popular Prolongada y la fase de la insurrección.” ( Textos para el debate en el movimiento revolucionario europeo , 1987, p. 38).

Sin duda, en esta “opinión” se basan las aleccionadoras peroratas de Antorcha y sin duda da fundamento todavía, 20 años después, a la línea política y a la propaganda del PCE(r); sin duda, también, es una nueva muestra del revisionismo recalcitrante de este partido. No vamos a tomarnos el trabajo de acarrear hasta aquí citas de Mao para exponer los requisitos de la Guerra Popular. Son suficientemente conocidos y la obra de Mao lo suficientemente accesible como para evitarnos alargar innecesariamente esta carta, cuyo espacio deberá ser aprovechado para explicar cosas no tan sabidas. Así pues, todo el mundo conoce que la Guerra Popular contempla tres fases fundamentales y correlativas: defensiva estratégica, equilibrio estratégico y ofensiva estratégica. Por otro lado, también se sabe que, como estrategia militar, la Guerra Popular excluye la insurrección: ambas son soluciones militares del desenlace de la guerra de clases opuestas, independientemente de que la insurrección pueda incluirse en un momento dado de la Guerra Popular, ya de manera planificada ya como epifenómeno. Pero lo importante es que las tres etapas de la Guerra Popular son imprescindibles, pues cada una cumple una función en el proceso de su desarrollo y sirve de base para la siguiente. Lo que los comuneros de Soria presentan como una “combinación original de las estrategias revolucionarias más sobresalientes de la historia del proletariado” ( ibid ., p. 39) no es sino eclecticismo burdo y puro revisionismo.

Lo que motiva semejante esfuerzo de “originalidad” es el recordatorio de que “nuestros países son de población totalmente urbana (…), por lo que no es posible crear zonas rojas liberadas, ni acosar las ciudades desde el campo. Es, pues, erróneo identificar la G. P. P. (Guerra Popular Prolongada) en Europa con zonas o territorios rojos liberados en el campo, o con algún tipo concreto de guerra de guerrillas rurales o guerra de movimientos.” ( ibid .). En otras palabras, la Guerra Popular sólo es aplicable como estrategia a países semifeudales o a países agrarios con escaso desarrollo de las fuerzas productivas. Esto es lo que se traduce de las conclusiones políticas que sirven de base a la línea militar del PCE(r), es decir, el rechazo fáctico de la Guerra Popular como forma superior y ley universal de la lucha de clases proletaria. El PCE(r) cercena la estrategia revolucionaria del proletariado (separa y aísla entre sí cada una de las tres fases), toma a su antojo lo que le interesa (sólo acepta la primera fase y desecha las otras dos) y trata de integrarlo con formas y estrategias ajenas al proletariado revolucionario moderno (la insurrección sustituye a las dos fases estratégicas suprimidas). En particular, el tratamiento que se ofrece de la insurrección trasluce una concepción errónea o mítica de la misma. Es cierto que la estrategia de la insurrección urbana fue la que, siguiendo el modelo de la Revolución de Octubre, aplicó también la III Internacional, a pesar de que Engels ya había extendido su certificado de defunción en 1895 y a pesar de las conclusiones sobre el arte de la guerra aplicado a la revolución a las que había llegado Lenin en 1905; pero el fracaso de las insurrecciones centroeuropeas y de las de Shangai, Nanchang y Cantón, en los años 20, unido a la experiencia de la revolución china, crearon las condiciones para una recapitulación del conjunto de la experiencia del proletariado internacional en esta materia. Fue Mao quien sintetizó las leyes de la forma militar de la lucha de clases proletaria, que resumió como Guerra Popular Prolongada, y que desde entonces pasaron a formar parte del cuerpo doctrinal del socialismo científico. Por tanto, la cuestión está planteada en estos términos: o se acepta la Guerra Popular, con sus requisitos insoslayables, como principio de la revolución proletaria o se rechaza, como hace, en la práctica, el PCE(r) cuando la incorpora a medias y a conveniencia en su estrategia. Desde el punto de vista del MAI, el argumento de corte economicista, basado en la estructura productiva o demográfica, en el que se escuda el PCE(r) para justificar su interpretación revisionista de la Guerra Popular, denota ya desde el comienzo su insuficiente comprensión por parte de este partido, mientras que, por otro lado, pone en evidencia, más bien, su incapacidad para aplicar con verdadera creatividad y “originalidad” los principios de la guerra revolucionaria a las condiciones específicas de las luchas de clases en el Estado español.

La historia demuestra que el triunfo sólido de la revolución proletaria sólo puede basarse en el cumplimiento de los requisitos de la Guerra Popular. En primer lugar, porque sus fases de desarrollo incorporan y dan respuesta al problema de la transición de la lucha de resistencia (revolucionaria, no la resistencia económica en la que se han empantanado estos señores) de las masas a la lucha (revolucionaria) por el poder de las masas, desde un método materialista y científico, no con el salto en el vacío que propone el PCE(r) cuando recurre al ideal de la insurrección para resolver ad hoc ese mismo problema. Todo eso, por cierto, nos incita a añadir una nota sobre la insurrección de Octubre como modelo de conquista del poder por el proletariado. En la tradición de nuestro movimiento, ha predominado el estudio de ese hito histórico desde la perspectiva del desarrollo de los acontecimientos acaecidos entre Febrero y Octubre de 1917. A nuestro entender, sin embargo, este punto de vista fue el que convirtió durante mucho tiempo al método insurreccional en modelo de la revolución y el que erigió el pedestal del mito de la insurrección como gran desencadenante de la conquista del poder. A nuestro entender, igualmente, una perspectiva que abarcara lo sucedido desde 1914, o incluso la guerra civil posterior, permitiría una interpretación de la revolución soviética adecuada a la aplicación de los principios de la Guerra Popular. Naturalmente, se trata todavía de una hipótesis, que deberá ser contrastada dentro del Balance del Ciclo de Octubre que el MAI defiende como condición para la reconstitución ideológica y política del comunismo, pero, de todas formas, fenómenos como el desgaste y la profunda crisis a los que la guerra sometió al Estado ruso, la progresiva bolchevización de las masas armadas entre 1914 y 1917 (tropas del frente y de la retaguardia, aparición de los guardias rojos, etc.), la dualidad de poderes entre Febrero y Octubre, la disolución de la Asamblea Constituyente y la guerra civil son, entre otros, exponentes de que, ya a primera vista, la lógica de los acontecimientos revolucionarios –independientemente y a pesar de la cronológica de los mismos– puede ser acoplada a las fases de desarrollo y al esquema de interpretación de la Guerra Popular. Además, los episodios de Alemania y Hungría, con la toma del poder sobre la base de insurrecciones obreras y su subsiguiente y relativamente fácil derrota, permiten hacer hincapié en la importancia de las circunstancias peculiares de la experiencia soviética y resaltar sus diferencias respecto de aquellos otros episodios, de modo que la fortaleza de la revolución soviética residiría en factores distintos de la insurrección, dejando ésta de ocupar el centro de la explicación de la victoria final para ser incorporada a una visión más amplia y compleja del aspecto militar en la victoria de Octubre.