A propósito de las afirmaciones de un prachandista III

¿QUIÉNES SON LOS VERDADEROS RENEGADOS DEL MARXISMO?
Acerca de los Compromisos Entre Clases Enemigas


   

Continuamos la polémica con el “Señor Prachandista”, de quien ya hemos dado cuenta en números anteriores, en esta ocasión para referirnos a los acuerdos o compromisos a que se ha visto obligado el movimiento comunista. Esto, por cuanto el “sabiondo” señor, quien se despachó en insultos contra el auditorio obrero, tratándolo de ignorante y mandándolo a estudiar, trató de hacer un paralelo entre la Paz de Brest-Litovsk en Rusia y el Gobierno de Coalición en China, con la traición de los prachandistas en Nepal. Tal vez no se dio cuenta de la gravedad de sus afirmaciones o simplemente confesó su crasa ignorancia, como lo hizo notar uno de los asistentes al hacerle caer en cuenta que, a pesar de los acuerdos obligados con otras clases, ni en Rusia ni en China, el proletariado entregó el poder y mucho menos sus fusiles.

Para salirle de una vez a los argumentos insulsos y a las frases oportunistas sobre el “izquierdismo”, unas palabras. En la polémica actual contra los oportunistas prachandistas, éstos han pretendido hacer aparecer a los revolucionarios proletarios como “izquierdistas”, tratando de compararlos con los aventureristas de principios del siglo pasado e incluso tildándolos de “dogmatorevisionistas”, por mantenerse firmes en los principios. Por tanto, no sobra advertir, nuevamente, que el proletariado jamás se ha negado a aceptar compromisos o acuerdos con otras clases, siempre y cuando éstos contribuyan a su causa general y sirvan a su estrategia; empezando porque su programa para la Revolución de Nueva Democracia en los países semifeudales y semicoloniales, acepta la alianza con la burguesía revolucionaria o nacional y en la revolución socialista de los países capitalistas acepta la alianza con la pequeña burguesía, e incluso, en los países oprimidos como Colombia, se acepta no confiscar las tierras de los campesinos ricos, si éstos no se oponen a la revolución. Sin embargo, a pesar de los acuerdos y compromisos obligados, de las derrotas y retrocesos en la lucha, jamás el proletariado ha renunciado a su programa comunista, ni al ejercicio del Poder político por las masas, ni a desarmarlas o a entregar las fuerzas militares que dirige.

Como afirmara el camarada Azad, portavoz del Partido Comunista de la India (maoísta), en su entrevista a la revista Marcha del Pueblo, refiriéndose a las declaraciones de Prachanda sobre el “Acuerdo de Paz”: “Una cosa es hacer los acercamientos necesarios, conversaciones y unidad táctica con estas fuerzas parlamentarias e incluso con una sección de los imperialistas contra el enemigo principal cuando las condiciones para tales alianzas están maduras. Pero crear ilusiones en el carácter de estos partidos o pasar por alto sus lazos con los imperialistas y los expansionistas indios hará, a la larga, gran daño a la revolución.” (Revolución Obrera No. 201).

Y como el sabiondo “Señor prachandista” retó a los obreros, es apenas justo que éstos le hagan conocer su punto de vista, su posición y su método frente al problema de los acuerdos y los compromisos con otras clases, a propósito de los ejemplos que él mismo puso y la gran diferencia entre los marxistas, Lenin y Mao Tse-tung y los renegados prachandistas.

Para todo el movimiento obrero es conocido que posterior a la conquista del poder en Rusia, el proletariado enfrentó la dura situación, no sólo de mantener el poder obrero, sino de la reactivación de la economía arruinada por la guerra, a la vez que hacer los mayores esfuerzos por conquistar la paz y sacar a la joven república de los soviets de la reaccionaria guerra imperialista. Todo ello, cuando la revolución en Europa no era inminente ante la traición proferida por los jefes socialimperalistas de la II Internacional. Aislado el proletariado en Rusia, apenas afianzando su poder en un país en ruinas y ante la invasión del imperialismo alemán que amenazaba con destruir el joven Estado de los soviets. Tal fue la situación que le impuso al proletariado ruso la firma de un acuerdo de paz con los carniceros imperialistas alemanes en 1918.

A este respecto decía Lenin: “Las condiciones que nos han propuesto los representantes del imperialismo alemán son inauditamente duras, infinitamente opresoras, son unas condiciones expoliadoras. Aprovechándose de la debilidad de Rusia, los imperialistas alemanes nos ponen el puñal al pecho. Y en esta situación, para no ocultar la amarga verdad, de la que estoy profundamente convencido, me veo obligado a deciros que no tenemos más salida que firmar esas condiciones…”

“Esta vez hemos tenido que sufrir una dura derrota, y a la derrota hay que mirarla cara a cara.” Así argumentaba el jefe de los bolcheviques en el Informe Presentado a la Reunión del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia el 24 de febrero de 1918, para convencer a su Partido de la necesidad de firmar un acuerdo para no perderlo todo.

Pero Lenin no aclamaba como imparciales las instituciones del imperialismo, ni engañaba a su partido y a las masas sobre las bondades de una paz mentirosa, como lo hacen ahora los prachandistas en Nepal, quienes han dado por terminada la guerra, llegando al colmo de afirmar: “no deseamos continuar con la larga, larga guerra prolongada sin metas, sino que deseamos desarrollar una nueva estrategia para la situación específica de nuestro país” (negrillas nuestras). Palabras que en su polémica con los camaradas de la India, el prachandista Monzur Hoque, cita de una entrevista personal suya con Parvati, dirigente del Partido de Nepal. Indigna posición de renegado que pretende echar de un plumazo los diez años de una Guerra Popular que conquistó el Poder de los obreros y campesinos en el ochenta por ciento del país y estaba ad portas de instaurar la República de Nueva Democracia camino al socialismo.

No, “Señor prachandista” Lenin aceptaba un “acuerdo de paz” con los imperialistas alemanes a sabiendas que era aceptar una derrota. Pero así mismo, no cantaba loas a esa paz, sino llamaba a sus camaradas y al pueblo a prepararse para continuar la guerra. Sí, a preparar la guerra: “Preparar en todos los aspectos de modo firme y sistemático la capacidad defensiva del país, implantar la autodisciplina en todo y en todas partes, aprovechar la dura derrota para elevar la disciplina en todos los dominios de la vida con vistas al ascenso económico del país y al afianzamiento del Poder soviético: en eso consiste la tarea del día, la preparación de la guerra revolucionaria no de palabra, sino con hechos.” (Lenin, Posición del Comité Central del POSD(b) de Rusia en el problema de la paz separada y anexionista).

No cánticos sobre la paz mentirosa entre ricos y pobres, entre países agresores imperialistas y países dominados y oprimidos, no entrega del Poder conquistado con la sangre de los obreros y campesinos, no desmantelamiento de las fuerzas armadas del pueblo y entrega de sus armas a los imperialistas, como lo han hecho en Nepal los dirigentes oportunistas, por el contrario: “Lo esencial de mis tesis y de mis argumentos… consiste en que señalo la necesidad de aceptar ahora, inmediatamente, una paz archidura y, al mismo tiempo, proceder a la preparación seria de la guerra revolucionaria…” (Lenin, Peregrino y monstruoso).

Y para llegar a un acuerdo sobre el gobierno de coalición con la burguesía en China en 1945, en medio de la invasión del imperialismo japonés, Mao Tse-tung le plantea a su partido y a las masas unas exigencias, unas condiciones básicas al Kuomintang y a la burguesía chinos: “supresión de los servicios secretos, la derogación de las leyes y decretos reaccionarios, atentatorios a las libertades del pueblo, la liberación de los presos políticos, el reconocimiento de la legalidad de los diversos partidos y grupos políticos, así como el reconocimiento de las regiones liberadas y la retirada de las tropas que las bloquean y atacan.” (Mao Tse-tung Sobre el Gobierno de Coalición).

También estaban entre las condiciones, no la unión del Ejército Popular y el ejército reaccionario, como se han propuesto los jefes en Nepal, sino todo lo contrario: “El ejército y demás fuerzas armadas constituirán una parte importante del aparato del Poder estatal de nueva democracia… Todas las fuerzas armadas del Estado de nueva democracia, lo mismo que el resto del aparato del Poder, pertenecerán al pueblo y lo defenderán; no tendrán nada en común con los ejércitos, las fuerzas policiales, etc., de viejo tipo, que pertenecen a una minoría y oprimen al pueblo.” (Idem).

Y para que no quedara dudas al respecto, el jefe de la revolución en China, concluye con una de esas frases que hasta hace poco tiempo los “izquierdistas”, ahora seguidores del prachandismo, recitaban con frecuencia: “Luchar por la formación del ejército popular de china es deber de todo el pueblo. Sin un ejército popular, nada tendrá el pueblo. Esta es una cuestión que no admite palabrerías.” (Idem negrillas nuestras).

Pero además el Partido Comunista de China jamás cantó loas a la democracia multipartidista en general, sino que vinculó como marxista consecuente, el problema de la democracia al problema del ejercicio del Poder por parte de las masas y al ejercicio del centralismo democrático; así como a las transformaciones económico sociales, por ello exigieron como condición la aceptación no sólo del programa general de nueva democracia, sino un programa concreto e inmediato.

Y fueron más allá, sabedores de las patrañas de la burguesía para engañar al pueblo, sabedores del carácter reaccionario de la gran burguesía, rechazaron la propuesta de “Asamblea Nacional” del kuomintang; cuanta diferencia con los jefes de Nepal que no sólo desarman a las masas, sino que le apuestan todo a la tal Asamblea, olvidando la advertencia que dejaron los camaradas chinos para la posteridad sobre el carácter de la burguesía reaccionaria: “Tras la cortina de humo de la 'convocación de la Asamblea Nacional' y la "solución política', está haciendo sigilosos preparativos para una guerra civil.” (Idem).

Hoy, los jefes de Nepal, arguyen para su traición, la cual hacen aparecer como un problema de la táctica, que la revolución en Nepal no puede triunfar porque no existe una oleada de la revolución mundial dirigida por el proletariado, por la omnipotencia del imperialismo yanqui, sus preparativos para una invasión y sus intrigas con los expansionistas indios entre los partidos parlamentarios y el equilibrio de las fuerzas políticas en Nepal. Sin duda la revolución presenta dificultades para triunfar, pero la respuesta del proletariado a las adversidades no ha sido ni será arriar la bandera de la revolución como lo han hecho los jefes del Partido en Nepal, con lo cual sólo han puesto de manifiesto su claudicación al imperialismo y su falta de fe en las masas y en el proletariado internacional.

Con justa razón los camaradas del Partido Comunista de la India (maoísta) llamaban la atención argumentando que “¡Un nuevo Nepal sólo puede surgir de destruir el Estado reaccionario!” y advertían que “Depositar las armas del Ejército Popular de Liberación bajo la supervisión de la ONU equivale a desarmar las masas!” y dejarlas a merced del ejército reaccionario. (Ver el Comunicado de prensa del Partido Comunista de la India (maoísta) Separata de Revolución Obrera 206).

Finalmente, el argumento del “Señor prachandista”, para justificar el silencio cómplice de sus partidarios, de no hacer declaraciones apresuradas sin “conocer”, “sin haber estado en Nepal”, dando a entender que los prachandistas tienen un as bajo la manga y no han entregado todas las armas, son subterfugios oportunistas para esconder su falta de principios y de firmeza y, en últimas, una forma vergonzosa y cobarde de justificar la traición. Aunque fuera cierto que no entregaron las armas y no han desarmado a las masas, ya han hecho lo principal: desarmar los espíritus. Eso fue lo que hizo Belisario Betancur en 1984 en Colombia, con la firma de las treguas con las FARC, el EPL y el M19, lo demás vino por añadidura.

El proletariado revolucionario no puede guardar silencio frente a la traición y la actitud de renegados de los jefes del partido en Nepal. El silencio se hace cómplice de la traición y encierra una posición, un punto de vista y un método no proletarios, no marxistas. Por ello es condenable el silencio del Comité del MRI y de los amigos del “Señor Prachandista”.

Todavía, a pesar de los meses transcurridos después de la firma del “Acuerdo de paz” y de que las fuerzas de la reacción han comenzado a aplastar a las masas rebeldes, siguen guardando silencio. Ojalá no guarden silencio cuando el ejército reaccionario de Nepal empiece a masacrar a las masas revolucionarias y a sus dirigentes, como seguramente sucederá, según lo atestigua toda la historia de los “acuerdos de paz” entre clases enemigas.

Como puede verse la posición de clase, tanto de los protagonistas de los episodios de la paz de Brest-Litovsk en Rusia y del Gobierno de Coalición en China, como de la Unión Obrera Comunista (mlm) es la del proletariado revolucionario y no del pequeño burgués medroso; su punto de vista es el del marxismo revolucionario que ve la brillante perspectiva del triunfo del socialismo, sobre la base del conocimiento de las contradicciones del imperialismo y de los reaccionarios cuya agonía anuncia su fin; su método es el de la dialéctica materialista que le permite ubicarse, no desde el punto de vista de atenuar las contradicciones y de escurrirse como la culebra para introducir la teoría de la paz y la conciliación con los enemigos, sino desde el punto de vista de desarrollar la contradicción y pugnar por su resolución mediante la lucha.

 
Revolución Obrera Nº 212
5-11 de Marzo de 2007