DECLARACIÓN POLÍTICA

El PCE(r)… ¡erre que erre!

El autodenominado Partido Comunista de España (reconstituido) [PCE(r)] ha adquirido la costumbre de reaccionar con exabruptos y descalificaciones del peor estilo ante cualquier crítica que se le pueda dirigir desde dentro del movimiento comunista, negándose con prepotencia a cualquier debate serio en virtud del principio, puesto de moda por el discurso imperial del pensamiento único, que el PCE(r) aplica en la práctica, de que si no estás conmigo, estás contra mí . Para este partido, la disensión o cualquier diferencia de opinión con su política ponen automáticamente al oponente en las posiciones del “fascismo” o entre “las filas de la Guardia Civil”. Recientemente, el Movimiento Anti-imperialista (MAI) ha sido objeto de semejante vehemencia verbal, a todas luces desproporcionada y, ante todo, intolerable. Por esta razón, el MAI quiere hacer pública la siguiente declaración.

El MAI considera que, desde hace tiempo, el PCE(r) viene poniendo de manifiesto su progresiva pérdida de contacto con la realidad social y política de la lucha de clases en el Estado español, en general, y con la de los intereses de la lucha de clases proletaria, en particular. La política de este partido obedece cada vez más a las necesidades internas que provoca una determinada dinámica política de la que se haya prisionero desde hace ya mucho tiempo y de la que no es capaz de desembarazarse, política que no se corresponde, en absoluto, con las expectativas actuales de la lucha de clases del proletariado.

El PCE(r) vive cada vez más de mostrar las cicatrices del pecho para, a continuación, abotonarse la guerrera y ponerse una medalla. El MAI siente un profundo respeto por aquellas cicatrices, pero ninguno por las medallas. Los militantes del MAI han sufrido la represión del Estado por difundir consignas entre las que figuraba la exigencia de libertad para los presos políticos. Lo señalamos sólo para demostrar que, en cualquier caso e independientemente de las diferencias políticas, el MAI siempre se ha sentido solidario con quienes se consideran enemigos del Estado y luchan contra él; aunque esto no excluye que nuestra organización dirija contra ellos, igualmente, la más intransigente lucha ideológica desde las posiciones del comunismo revolucionario.

El MAI no ha sufrido “tres escisiones”, sino una sola: la del grupo derechista que ahora practica una variedad de desviación sindicalista y que se ha dado en llamar Unión Proletaria. Por otra parte, ¿qué tiene de reprochable que una organización de vanguardia experimente escisiones? Como Engels, consideramos que el partido se desarrolla depurándose y que las crisis organizativas siempre pueden ser positivas, como lo ha sido, en efecto, la nuestra. Por lo demás, insinuar reprobación hacia una organización por sus escisiones sería igual de fatuo que reprocharle al PCE(r) las majaderías de un Pío Moa o porque ondee la bandera y suene el himno “fascistas” en las paralimpiadas.

El peligro de infiltración policial es algo que se debe tener siempre presente entre las organizaciones revolucionarias. Puede extenderse la sospecha e, incluso, ser ésta legítima; pero no es legítimo utilizar la sospecha como argumento político, sobre todo por parte de quien, por razones evidentes, es algo más que sospechoso de infiltración policial. Pero en nuestro ánimo no figura la intención de identificar tal circunstancia con la línea política del PCE(r) o con los orígenes de la misma; más bien achacamos su fracaso a errores de otra naturaleza. Los militantes del PCE(r), efectivamente, han sido conducidos a la mesa de torturas en innumerables ocasiones; pero también han sido conducidos por funcionarios del Ministerio del Interior a la mesa de negociaciones. Pocas organizaciones han tenido más contacto , de todo tipo, con el aparato represivo del Estado como el PCE(r). Consideramos legítimos los intentos que haya habido y que pueda haber en adelante, por parte de la dirección de este partido, para salir dignamente del embrollo en el que se han metido y que constituye un auténtico callejón sin salida como línea política. Sólo indicamos que este aspecto también forma parte de la realidad del PCE(r) y que es preciso tenerlo en cuenta para su justa y ponderada valoración, más allá de la imagen épica de sí mismo que su propaganda quiere mostrarnos.

El PCE(r) ha terminado asumiendo y compartiendo la carga moral del concepto burgués de terrorismo . Su obsesión por desmarcarse del epíteto de “terroristas” ya de por sí pone en evidencia los límites de los presupuestos ideológicos y del alcance político de la propaganda y del programa de este partido. El PCE(r) ha rehuido su responsabilidad de explicar a las masas el concepto proletario, científico y sin tapujos moralizantes, de terror rojo como contrapartida al terror blanco del Estado capitalista. El error de este partido en este asunto no ha sido sólo de orden táctico o estratégico, no ha consistido sólo en no haber sabido dilucidar cuándo ni cómo utilizar el terror, sino de origen, de principio. Eludir la cuestión del terror en la lucha de clases acarrea parecidas consecuencias a las de negarse a explicar a las masas el problema de la Dictadura del Proletariado, como hacen muchos revisionistas y oportunistas, que prefieren utilizar, en este tema, conceptos débiles , como el de democracia obrera , más aceptable para la bien pesante mentalidad pequeño burguesa de su auditorio. Tal vez por esto, el PCE(r) no incluye tampoco en su táctica política el objetivo de la Dictadura del Proletariado (su programa habla sólo de Asamblea Constituyente y de República Popular), quizá para evitar que también se les tache de “dictadores”.

El terrorismo es una táctica militar que se corresponde con objetivos políticos de clase específicos. La línea militar del proletariado es la Guerra Popular Prolongada que, puesta en práctica en su primera fase de defensiva estratégica, sus acciones de guerrilla bien pueden parecer –y sin duda así las calificará la burguesía– actos de terrorismo. Y lo serán desde el punto de vista del enemigo, pues se trata de terror contra su clase. Pero éste no es el debate y caer en él constituye un error. Lo importante es que esas acciones cumplan con dos presupuestos básicos fundamentales: que se correspondan con un determinado grado alcanzado por la lucha de las masas, grado que supere el simple plano de la resistencia (entonces, las masas comprenderán por sí mismas el sentido de esas acciones y se demostrará cuán espurio resulta todo debate sobre si somos o no somos “terroristas”); y que se trate de acciones de las masas armadas, planeadas y dirigidas por la vanguardia, pero protagonizadas por las masas. El PCE(r) ha errado en ambos requisitos. En primer lugar, porque considera la resistencia como plataforma suficiente para la lucha armada. En segundo lugar, porque este partido es un ejemplo de actividad armada de la vanguardia aislada de las masas. Y, en este punto, el MAI considera correcta y pertinente la apreciación de Lenin que califica como crimen contra el proletariado lanzar a la vanguardia sola al asalto de las posiciones de la burguesía.

Que estos errores sean conscientes o inconscientes es otra cuestión. Lo primordial es señalar que configuran una línea política ajena a la guía del socialismo científico. Por lo demás, si se trata de errores inconscientes, se precisa una rectificación o, al menos, admitir un debate al respecto. Pero parece que el PCE(r), con su actual actitud intransigente, no está muy por la labor. De modo que es preciso contemplar también la posibilidad del error consciente. En tal caso, estaríamos hablando de la aplicación de una táctica militar que no sigue los principios generales de la línea militar proletaria, de una táctica militar que se corresponde con intereses y objetivos políticos distintos de los del proletariado. En particular, con los intereses de clases que, en su lucha, rechazan toda posibilidad de armamento del pueblo, huyendo de todo posible escenario de confrontación protagonizado por las masas armadas, por temor a que el proceso político en curso les desborde y se escape a su control. Estaríamos hablando, pues, de una vía de reformismo armado, con la que se pretende suplantar y subvertir la vía proletaria de revolución armada. El mecanismo de esa táctica consiste en la acción armada como medio de excitación de las masas (no la acción armada de las masas) para incrementar la presión sobre el Estado y forzarle a la negociación. No persigue la destrucción del Estado. Este proceder no se corresponde, en definitiva, con los principios, los métodos y los objetivos de la acción militar del proletariado revolucionario.

Naturalmente, desde el punto de vista del MAI, el origen de los errores del PCE(r) se encuentra en sus mismas bases de reconstitución y en su visión de los requisitos para la reconstitución del Partido Comunista. Para expresarlo de manera sintética, el PCE(r) nunca resolvió los problemas que rodean al Partido como fusión de la vanguardia con las masas. El PCE(r) se creó como vanguardia aislada en un contexto histórico de efervescencia del movimiento de masas, creyendo que era suficiente con erigirse en representante de ese movimiento desde la teoría de vanguardia. Este partido nunca creó ni intentó crear un movimiento revolucionario independiente a partir de ese movimiento ascensional de resistencia de las masas, porque partía del supuesto ideológico falso de que las masas pasan espontáneamente de la resistencia a la revolución si existe un catalizador para ese proceso (las acciones armadas de la vanguardia). Por consiguiente, el origen de los errores del PCE(r) es de naturaleza ideológica, y tiene que ver con una concepción economicista-espontaneísta del proceso social y del desarrollo político del proletariado, un origen que denota una insuficiente asimilación del marxismo.

A la hora de valorar el papel histórico del PCE(r), el MAI tiene en cuenta la experiencia de otras organizaciones similares, como las Brigadas Rojas. En particular, consideramos, para este último caso, el balance que en su autobiografía política realiza uno de los fundadores de Brigate Rosse , Mario Moretti (entrevista con R. Rossanda y C. Mossa publicada por Akal con el título de Brigadas Rojas ), en el que reconoce que esa organización fue la expresión política de la fase ascensional de la lucha de resistencia del proletariado industrial del norte de Italia entre finales de los 60 y principios de los 70, que su objetivo era traducir políticamente esa lucha a través de acciones armadas que implicasen al Estado y lo hicieran receptivo a las aspiraciones de las masas, y que el alcance y las bases de su organización dependían directamente de la vitalidad de ese movimiento espontáneo, del que nunca formaron parte orgánica y sobre el que nunca actuaron para transformarlo en movimiento revolucionario, pues, en su visión espontaneísta de la revolución, el proletariado es en sí mismo revolucionario y el proletariado en movimiento ya es el movimiento revolucionario. De modo que, cuando se terminó el ciclo de esas luchas, también se terminaron las Brigadas Rojas. Para el MAI, la experiencia del PCE(r) es análoga –salvando, por supuesto, todas las distancias políticas, que las hay–, porque sus miembros comparten, en lo fundamental, por encima de manifiestos políticos e ideológicos, la misma concepción de la relación vanguardia-masas y del papel que la vanguardia debe jugar en la lucha contra el capital. El pasaje de la editorial de El Martinete nº 19 que el PCE(r) utiliza para censurarnos está amputado y se cita omitiendo precisamente la parte explicativa de nuestra visión del papel del PCE(r) que está relacionada con todo este asunto. El fragmento aludido, en realidad, dice así:

“(…) lo principal es partir de la ideología, de la posición irrenunciable de los principios y de una concepción del mundo radical y antagónica. Sólo de este modo la vinculación de la vanguardia con el movimiento supondrá una verdadera fusión, porque producirá un movimiento de nuevo tipo independiente de las bases materiales en que se apoya y, por consiguiente, capaz de transformarlas, de revolucionarlas desde la guerra popular para ir creando las bases de apoyo de la nueva sociedad en construcción. En cambio, lo que nos ofrece la mayoría del actual movimiento comunista , sumido en el oportunismo de derecha y en el sindicalismo, es un movimiento político fragmentado, dependiente de la base económica y social que lo origina, limitado por el horizonte de la lucha de resistencia e incapaz de subvertir esa base, y con el reformismo y el parlamentarismo (que ya va tomando cuerpo con el programa de la III República, que toda esa mayoría, en buena lógica, acepta, incluidos nuestro renegados [de la U. P.]) o el terrorismo (como han demostrado, por ejemplo, la experiencia del PCE-r o de las Brigadas Rojas) como únicas vías políticas plausibles.”

El MAI ha declarado públicamente que está a favor de la violencia revolucionaria porque acepta la Guerra Popular como línea de acción militar y como forma de la lucha de clases del proletariado. Por esta razón, también se ha manifestado en contra de la decisión del Partido Comunista de Nepal (maoísta) de abandonarla y deponer las armas. Pero, por todo lo expuesto en esta Declaración, esto no nos impide reclamar al PCE(r) una rectificación de la vía armada por la que ha optado. No por escrúpulos morales, sino por consideraciones de carácter político e ideológico. Para el MAI, en el momento actual, la tarea urgente para la vanguardia consiste en reconsiderar el problema de la reconstitución del Partido Comunista a la luz de la experiencia histórica de la lucha de clases del proletariado internacional que nos ha legado el ciclo revolucionario que abrió la Revolución de Octubre. Para el MAI, la reconstitución de un verdadero Partido Comunista es condición indispensable del paso a la lucha armada para la conquista del poder por las masas a través de la vía militar del proletariado que es la Guerra Popular.

Diciembre de 2006 

Movimiento Anti-imperialista (MAI)