LA CRISIS Y LA SUPERSTICIÓN REVISIONISTA

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En la Grecia clásica la mitología homérica era parte necesaria del pensamiento dominante. Tuvo que ser en el siglo VI a.C. en una de las comerciales islas Jónicas, donde de la mano de Tales, fundador de la escuela de Mileto, tuviera lugar un acontecimiento revolucionario en la historia del pensamiento: la formación de la filosofía materialista. Por ello el inicio de la filosofía es materialista, porque surge precisamente en lucha contra el pensamiento religioso dominante.
           
            Hoy en día se considera al hombre burgués como parte necesaria de la realidad en la que vivimos. Son los pensadores comunistas, quienes históricamente, al no considerar al burgués como parte inmanente del mundo, han desterrado  con su concepción revolucionaria esa superstición.

Pero, al igual que en Grecia, el pensamiento supersticioso se transforma y continúa adoptando otras formas. Hoy en día, es el revisionismo quién sustenta como necesario al hombre burgués, en sus diferentes formas: superstición republicana, sindicalismo…

Y es que es así de triste, camaradas, que, después de tres años de crisis, de interminable “acumulación de fuerzas”, esperando a que se dieran las “condiciones objetivas” para la revolución, nuestros adalides de la “lucha de resistencia de las masas”, hayan sido incapaces de hacer cumplir su programa político. Dice mucho, la verdad, de la honestidad de nuestros revisionistas, y por supuesto, de las bases ideológicas y políticas sobre las que se sustenta la práctica del comunismo dominante.

Desde el MAI llevamos ya bastante tiempo refutando el carácter economicista y espontaneísta del modelo de construcción del movimiento revolucionario desde las luchas inmediatas de clase. La historia ha demostrado una y otra vez el carácter falaz de la teoría pequeñoburguesa del derrumbe, pues no hay razones basadas en una experiencia previa que nos permita fundamentar la vieja superstición de que la crisis económica, pone en marcha los mecanismos de la crisis social, y estos, los de la revolución. Más bien, la experiencia histórica ha mostrado el carácter irracional y metafísico de esta teoría.

Pero, a pesar de haberse dado las tan esperadas “condiciones objetivas” con la crisis económica, nuestros revisionistas, como era de esperar, no han conseguido construir su movimiento revolucionario. Y encima tienen la desfachatez de seguir erre que erre con la misma prédica del trabajo tradicional de masas, haciendo uso del más pueril de los doctrinarismos, a ver si, esta vez o la siguiente, nos sale bien. Sólo hay que ver el resultado de la huelga general, donde nuestros revisionistas, de la mano de los Toxo y compañía, sirvieron de puntal del Estado en la pugna de poder entre la burguesía financiera y la aristocracia obrera por el reparto de la plusvalía sobre el que se sustenta esta clase en todos los países imperialistas.

Por otro lado, las masas de desempleados, precarios, sin papeles y mileuristas, lo que los marxistas entendemos como las masas más hondas y profundas, demostraron, otra vez, que de alguna manera intuyen que su relación con la aristocracia obrera es la del antagonismo de clase. Esto queda reflejado en su escasa participación en la huelga del 29-S en concreto, y en el nulo caso que hacen al discurso revisionista en general.

Pues bien, para el MAI, tanto la práctica sindicalista, como el programa de la III República, debido a su connivencia con la burguesía, demuestran, por enésima vez, el carácter burgués de todo programa reformista y, por tanto, la naturaleza supersticiosa e idealista de los presupuestos ideológicos sobre los que se sustenta el comunismo dominante. Siendo, por un lado, el reformismo sindicalista incapaz de superar las relaciones de dominación obrero-patrón en las que se desenvuelve (el ejemplo paradigmático de esto es que la lucha por mejorar los salarios tiene como consecuencia la perpetuación del trabajo asalariado). Y por otro lado, pretendiendo la superstición republicana, tan arraigada en nuestro movimiento comunista, que volvamos, al igual que en el 36, a comulgar con ruedas de molino, luchando por una república que no es nuestra, sino que es otra forma de dictadura de la burguesía.

Por lo tanto, podemos afirmar que el revisionismo cae en una ilusión al pretender hacernos creer que de las crisis económicas, resorte que permite accionar el movimiento de masas (por cierto, más buscado que el “Santo Grial”), surje espontáneamente el movimiento revolucionario. Para nosotros, las crisis económicas no generan por sí mismas movimiento revolucionario, aunque pueden ser un contexto adecuado para el desarrollo de la revolución, porque ciertamente tensionan las contradicciones de clase. Pero, para generar movimiento revolucionario, es necesario construir las condiciones subjetivas, es decir, las condiciones ideológicas que nos permitan reconstituir el sujeto revolucionario, el Partido Comunista. Siendo éste la organización de vanguardia del proletariado que genera la crisis del sistema aplicando Guerra Popular contra el capital, dictadura contra dictadura, cuya finalidad ya no es la reforma, la connivencia con el sistema, sino su completa destrucción en camino hacia el Comunismo.

Es por ello, que consideramos el modelo de organización de la lucha de clases proletaria, basado en la huelga, el sindicato, las marchas pacíficas… superados por las historia. Y, por eso, consideramos que, para reactivar el movimiento comunista, éste sólo puede ser construido desde bases independientes, no ajenas, a la realidad que pretende transformar; estas bases vienen constituidas por la ideología revolucionaria, el marxismo, el cual, después del desgaste y la subsiguiente derrota sufrida durante el Ciclo Revolucionario de Octubre, se ha manifestado incapaz de volver a situarse a la vanguardia de la revolución. Las razones para dicha derrota vienen dadas por su degenerada composición discursiva actual, expresión ideológica de la debacle e impotencia proletarias. Por ello, se reclaman, como tarea inmediata, el esfuerzo político y el análisis teórico necesarios por parte de todos los destacamentos de vanguardia, que nos permitan la puesta a punto de nuestra ideología marxista (única con bases coherentes para transformarse en teoría de vanguardia del proceso social), desde la lucha de dos líneas y el Balance de la experiencia del Ciclo de Octubre; sólo así volveremos a situar al comunismo a la vanguardia de la revolución proletaria. De otro modo, no haremos más que seguir cavando la ignominiosa, oscura y profunda tumba en la que se encuentra nuestro movimiento en la actualidad.

¡Contra la crisis, Revolución!
¡Por la Reconstitución ideológica y política del comunismo!
¡Guerra Popular hasta el Comunismo!

Movimiento Anti-Imperialista
Abril/Mayo 2011